La destrucción de los altares por los protestantes |
De la misa evangelica de Lutero al novus ordo missae
(CONTINUACIÓN)
Nada más necesario para la
supervivencia de la Iglesia Católica que el Santo Sacrificio de la Misa; echar
sombras sobre él equivale a sacudir los cimientos de la Iglesia. Toda la vida
cristiana, religiosa, sacerdotal, se funda sobre la Cruz, sobre el Santo
Sacrificio de la Cruz renovado sobre el altar. Lutero concluye con la negación
de la transubstanciación y de la presencia real, tal como fue enseñada por la
Iglesia Católica. Para él el pan sigue siendo pan. En consecuencia, como lo
dice su discípulo Melanchton, ton, que se alza con fuerza contra la adoración
del Santísimo Sacramento: "Cristo insttituyó la Eucaristía como un
recuerdo de su Pasión. Es una idolatría adorarlo" (p. 262).
De ahí la comunión en la mano y
bajo las dos especies: efectivamente, al negar la presencia del cuerpo y la
sangre de Nuestro Señor bajo cada una de las dos especies, es normal que la
Eucaristía sea considerada como incompetente bajo una sola especie. Ahí se puede medir la extraña similitud de la
Reforma actual con la de Lutero. Todas las nuevas autorizaciones referentes al
uso de la Eucaristía van en sentido de menos respeto, del olvido de la
adoración: comunión en la mano y su distribuci6n por laicos, incluso por
mujeres; reducción de las genuflexiones, lo cual ha llevado a que numerosos
sacerdotes las omitan; uso de pan común y de vasos comunes, todas reformas que
contribuyen a la negaci6n de la presencia real tal como se enseña en la Iglesia
Católica.
No se puede menos que sacar como
conclusión que, por estar los principios íntimamente unidos con la práctica
según el adagio "lex orandi, tex
credendi", el hecho de imitar en la liturgia de la misa la Reforma de
Lutero lleva infaliblemente a adoptar poco a poco las propias ideas de Lutero.
La experiencia de los últimos seis años, a partir de la publicación del nuevo
Ordo, lo prueba con creces. Las consecuencias de ese modo de proceder, presuntamente
ecuménico, son catastróficas, primeramente en el terreno de la fe, y sobre todo
en la corrupci6n del sacerdocio
y la escasez de vocaciones, en la unidad de los católicos, desunidos en todas
partes por causa de esa cuestión que los toca tan de cerca, y en las relaciones
con los protestantes y los ortodoxos. La concepción protestante sobre ese tema
vital y esencial de la Iglesia –Sacerdocio-Sacrificio-Eucaristía- es totalmente
opuesta a la de la Iglesia Católica. No por nada se celebró el Concilio de
Trento y se produjeron todos los documentos del Magisterio vinculados con él
desde hace cuatro siglos. Resulta imposible, desde el punto de vista
psicológico, pastoral, y teológico, que los católicos abandonen una liturgia
que constituye verdaderamente la expresión y el sostén de su fe para adoptar
nuevos ritos que fueron concebidos por herejes, sin someter con ello su fe a un
enorme peligro. No se puede imitar
constantemente a los protestantes sin convertirse en uno de ellos. ¡Cuántos
fieles, cuántos sacerdotes jóvenes, cuántos obispos, han perdido la fe desde la
adopción de esas reformas! No se puede contrariar a la naturaleza Y a la fe sin
que ellas se tomen su venganza. Os
resultará de provecho leer el relato de las primeras misas evangélicas y sus
consecuencias para convencernos de ese extraño parentesco entre las dos
Reformas.
"En la noche del 24 al 25 de diciembre de 1521, la muchedumbre
invadió Ia Iglesia parroquial...La «misa evangélica» iba a comenzar. Karlstadt
sube a la cátedra, predica sobre la Eucaristía, presenta la comunión bajo las
dos especies como obligación y la confesión previa como inútil. Basta solamente
con la fe. Karlstadt se presenta en el altar con traje seglar, recita el
confiteor, empieza la misa como siempre hasta el evangelio. El ofertorio, la
elevación, en una palabra, todo lo que recuerda la idea de sacrificio, se suprime.
Después de la consagración viene la comunión. Entre los asistentes muchos no se
han confesado, muchos han comido y bebido y hasta tomado aguardiente, pero se
acercan igual que los otros. Karlstadt distribuye las hostias y presenta el
cáliz. Los comulgantes toman con la mano el pan consagrado y beben a su gusto.
Una de las hostias se escapa y cae sobre la ropa de un asistente, un sacerdote
la levanta. Otra hostia cae al suelo. Karlstadt dice a los laicos que la
levanten y, como se niegan a ello por respeto o por superstición, se contenta
con decir: que se quede donde está, siempre que no le pasen por encima".
El mismo día un sacerdote de los alrededores daba la comunión bajo las
dos especies a unas cincuenta personas, de las cuales solamente cinco se habían
confesado. El resto había recibido la absolución en masa y como penitencia se
les había recomendado simplemente no recaer en el pecado. Al día siguiente Karlstadt celebraba sus esponsales con Anna de Mochau.
Muchos sacerdotes imitaron su ejemplo y se casaron. Durante ese tiempo,
Zwilling, escapado de su convento, predicaba en Eilemburgo. Se había quitado el hábito de monje y usaba
barba. Con traje de seglar, tronaba contra la misa privada. En Año Nuevo
distribuyó la comunión bajo las dos especies. Las hostias se distribuyeron de
mano en mano. Muchos se las guardaron en el bolsillo y se las llevaron. Una mujer,
al consumir la hostia, dejó caer unos trozos al suelo. Nadie hizo caso. Los fieles tomaron ellos mismos el cáliz y
apuraron grandes tragos.
El 29 de febrero de 1522 Zwilling se casó con Catherine Falki. Hubo
entonces una verdadera epidemia de casamientos de sacerdotes y de monjes. Los
monasterios comenzaron a vaciarse. Los monjes que quedaban en los conventos
arrasaron los altares con excepción de uno solo, quemaron las imágenes de los
santos, y hasta el óleo de los enfermos. Entre los sacerdotes reinaba la mayor
anarquía. Cada uno decía la misa a su gusto. El consejo, desbordado, resolvió
fijar una liturgia nueva destinada a poner orden, aprobando las reformas. Por ese medio se reguló la manera de decir
misa. El íntroíto, el Gloria, la epístola, el evangelio y el Sanctus se
conservaban, seguidos por una predicación. El ofertorio y el canon se suprimieron.
El sacerdote recitaría simplemente la institución de la Cena, se dirían en alta
voz y en alemán las Palabras de la Consagración, y se daría la comunión bajo
las dos especies. El canto del Agnus Dei de la comunión y del Benedicamus Dominus
terminaba el servicio (pp. 281-285). Lutero se preocupa por crear nuevos cánticos.
Busca poetas y los encuentra,
no sin dificultades. Las
fiestas de los santos desaparecen. Lutero dispone las transiciones conserva el
mayor número posible de ceremonias antiguas, limitándose a cambiar su sentido.
La misa conserva gran parte de su aparato exterior. El pueblo vuelve a
encontrar en las iglesias la misma decoración, los mismos ritos, con retoques
hechos para agradarle, porque ahora se le tienen muchas más contemplaciones que
antes. Tiene conciencia de que se lo toma más en cuenta en el culto.
El Matrimonio de Lutero y Catalina Von Bora |
Toma parte más activa por el canto y la oración en alta voz. Poco a poco
el latín da paso definitivamente al alemán. La consagración será cantada en alemán y se
concibe en estos términos: "Nuestro Señor, la noche en que fue
traicionado, tomó pan, dio gracias, lo partió Y lo dio a sus discípulos
diciendo: Tomad Y comed, éste es mi cuerpo que fue entregado por vosotros. Haced
esto, todas las veces que lo hagáis, en memoria mía. De la misma manera, tomó
el cáliz después de la cena Y dijo: Tomad y bebed todos, éste es el cáliz, un
nuevo testamento, en mi sangre que fue vertida por vosotros Y por la remisión
de los pecados. Haced esto, todas las veces que lo hagáis, en memoria mía"
(p. 317). De esa manera se ve el agregado de las palabras "quod pro vobis
tradetur" (que fue entregada por vosotros) Y la supresión de misterium
fidei de "pro multis" en la consagración
del vino. Estos relatos acerca de la misa evangélica, ¿no expresan los
sentimientos que tenemos en cuanto a la liturgia reformada a partir del
Concilio? Todos esos cambios del nuevo rito son verdaderamente peligrosos porque
poco a poco, sobre todo los sacerdotes jóvenes, que ya no tienen idea del
Sacrificio, de la presencia real, de la transubstanciación y para los cuales
todo eso ya no significa nada, repito, los sacerdotes jóvenes pierden la
intención de hacer lo que hace la Iglesia, y ya no dicen misas válidas.
Ciertamente, los sacerdotes de edad, cuando celebran según el nuevo
rito, tienen todavía la fe de siempre. Han dicho misa durante tantos años que
conservan sus mismas intenciones y se puede creer que sus misas son válidas. Pero
en la medida en que esas intenciones se alejan, desaparecen; en tal medida, sus
misas ya no serán válidas. Han querido aproximarse a los protestantes, pero son
los católicos los que se han vuelto protestantes, y no los protestantes los que
se han Vuelto católicos. Eso es evidente. Cuando cinco cardenales y quince obispos
asistieron al "Concilio de jóvenes" en Taizé, ¿cómo pueden esos
jóvenes saber qué es el catolicismo y qué es el protestantismo? Algunos tomaron
la Comunión entre los protestantes, y otros entre los católicos.
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