viernes, 5 de agosto de 2016

Ite Missa Est

5 DE AGOSTO
NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES


Misa – Salve Sancta Parens
Epístola – Eccli; XXIV, 14-16
Evangelio – San Lucas; XI, 27-28


LA LITURGIA DEL 5 DE AGOSTO. — A pesar de: ser de rito doble mayor y pasar inadvertidas de muchos las dos fiestas del 16 de Julio y del 5 de Agosto, sin embargo de ello no son menos queridas de la piedad cristiana. Preludian el triunfo de la Asunción y preparan nuestras almas invitándolas al recogimiento y a una tierna devoción hacia la Madre de Dios. Los meses del verano atraen a los fieles hacia los lugares de peregrinación y a los santuarios dedicados a Nuestra Señora, donde ellos experimentan su presencia de un modo especial y recogen más abundantes frutos de la Mediadora de todas las gracias. La Liturgia nos invita hoy a una peregrinación hecha con el pensamiento y el deseo para celebrar la Dedicación de la Iglesia que fué la que desde hace numerosos siglos llevó primero en Roma el santo nombre de María y que es no solamente una de las más bellas y más ricas de la Ciudad Eterna, sino también la abuela de las innumerables "Nuestra Señora" que la piedad cristiana debía levantar sobre toda la tierra, desde las más modestas capillas de la campiña hasta las espléndidas catedrales de Chartres o de Burgos.

HISTORIA Y LEYENDA.— A mediados del siglo IV, el Papa Liberio añadió un ábside a un vasto salón llamado "Sicininum" y lo consagró para el culto. Por eso todavía se da a ese edificio el nombre de basílica Liberiana. Sixto III la reconstruyó casi enteramente y después la dedicó hacia el año 435 a la Virgen, cuya Maternidad divina había definido el Concilio de Efeso en 431 y también había consagrado el nombre de "Theotokos", Madre de Dios. Entonces fue cuando la basílica recibió y guardó el nombre de Santa María la Mayor. Una hermosa leyenda, nacida en la Edad Media, cuenta que la Virgen se apareció en sueños a Liberio, encomendándole construir una basílica sobre el Esquilinio, en el lugar que, al día siguiente, estaría cubierto de nieve. Y al día siguiente, en efecto, a pesar de estar en plena canícula, una nevada milagrosa indicó el lugar de la basílica deseada por Nuestra Señora. Con este motivo se la llamó iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. La leyenda no está sin conexión con el uso de esparcir en este día una lluvia de flores blancas en la basílica: Esta costumbre simbólica, que manifiesta la pureza virginal de María, ¿fué acaso el origen de la leyenda o bien fué ésta la que dió lugar al rito? Lo único que se sabe con certeza es que Santa María la Mayor merece ciertamente su nombre: es la basílica mariana por excelencia.

PRESENCIA MARIANA. — A Nuestra Señora se encuentra en este lugar ai admirar sobre el frontón del ábside las pinturas que recuerdan los misterios de la Encarnación y de la Maternidad divina. Se la venera ante el bello icono de estilo bizantino llamado "Madona de S. Lucas", por largo tiempo atribuido al Evangelista y que por ser de una época más tardía, es ciertamente la reprodución de una obra más antigua; y Roma que conserva con piedad tantas imágenes admirables de la Virgen, ama a ésta como la más venerable de todas; esta pintura es su palladium, la considera como "la salvación del pueblo romano". Finalmente, a Nuestra Señora se la encuentra también en los recuerdos del pesebre del Salvador: son cinco trozos de madera apolillada encerrados en un relicario que se coloca en el altar mayor, en Navidad, durante la Misa de la media noche. Son innumerables los peregrinos que han venido a implorar en esta basílica la protección maternal de Nuestra Señora o a entregarla sus homenajes de ternura filial. ¡Y cuántos santos recibieron allí gracias especiales! Aquí fué donde, una noche, la Virgen Santísima colocó al Niño Jesús en los brazos de S. Cayetano de Thienna; aquí donde, en otra Noche de Navidad, San Ignacio de Loyola celebró su primera Misa; aquí donde también los rosarios rezados por S. Pío V obtuvieron para los Cruzados la victoria de Lepanto; así mismo, delante de la Madona de San Lucas gustaba rezar S. Carlos Borromeo, cuando él era Arcipreste de la basílica, y fué él quien, para atestiguar su gratitud hacia la Madre de Dios, reformó el coro de los canónigos, le dio un reglamento completamente monástico y aseguró una celebración ejemplar del Oficio Divino.

RECUERDOS LITÚRGICOS. — Y ¡qué recuerdos reaviva en nosotros, oh María esta fiesta de Basílica Mayor ! Y, ¿qué alabanza más digna, qué mejor oración te podríamos hacer hoy que el recodar te, al pedirte, que renueves y confirmes para siempre, las gracias que recibimos en este sagrado recinto? ¿No es por ventura a su sombra, donde reunidos a nuestra Madre la Iglesia, a pesar de las distancias, hemos gustado las más dulces y triunfadoras emociones de los Oficios litúrgicos? Allí comenzó el Año litúrgico el primer Domingo de Adviento, como en "el lugar más conveniente para saludar la venida del divino Niño que debía alegrar al cielo y a la tierra y mostrar el sublime prodigio de la fecundidad de una Virgen'". Ansiosas estaban nuestras almas en la Vigilia Santa, que desde la mañana nos invitaba a la esplendorosa basílica, donde al fin iba a abrirse la Rosa Mística y a extender su perfume divino. Reina de las numerosas iglesias que la devoción romana ha dedicado a la Madre de Dios, se levantaba ante nosotros resplandeciente por sus mármoles de oro, mas sintiéndose feliz de un modo especial por poseer ella, juntamente con el retrato de la Virgen Madre, el humilde y glorioso pesebre. Durante la noche, una multitud inmensa se agolpaba en sus muros esperando el feliz instante en que este tierno monumento del amor y los abatimientos de un Dios apareciese, elevado sobre las espaldas de los ministros sagrados, como un arca de la nueva alianza, cuya vista reanima al pecador y hace palpitar el corazón del justo '. ¡Ay! Apenas han pasado unos meses nos encontramos en este noble santuario "compadeciéndonos esta vez de los dolores de nuestra Madre en espera del sacrificio que se preparaba"2. Mas pronto alegrías nuevas en la augusta basílica. "Roma honraba en la solemnidad pascual a aquella que, mejor que otra criatura, tuvo derecho de sentir las alegrías por las angustias que su corazón maternal había sobrellevado y por su fidelidad en conservar la fe de la Resurrección durante las crueles horas que su Hijo tuvo que pasar en la humillación de la tumba'". Resplandeciente como la nieve, oh María, un manto blanco de los recién salidos de las aguas formaba vuestra corte y realzaba el triunfo de este día.


SÚPLICA. — Haz, tanto en ellos como en todos nosotros, oh Madre, que los sentimientos sean siempre puros como el mármol blanco de las columnas de tu Iglesia querida; la caridad resplandeciente como el oro que brilla en tus alfarjes; las obras luminosas como el cirio pascual, símbolo de Cristo vencedor de la muerte y qué te honra desde que empieza a lucir.

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