CAPITULO II
Purificación y
purgatorio en San Juan de la Cruz
(continuación)
Purgatorio
¿Pero qué ocurre cuando esta
purificación deificadora no se cumple plenamente en esta vida? Sucede que se
consuma en la otra vida, en el purgatorio, donde solamente obra Dios en el
hombre, habiéndose éste pasivamente bajo el fuego del amor divino, que le sigue
disponiendo para la plena unión transformante del cielo. Del purgatorio habla
San Juan de la Cruz explícitamente en varios lugares de su obra: 1 Subida 4,3;
8,5; 2 Noche 6,6; 7,7; 10,5; 12,1; 20,5; Llama 1,21; 1,24; 1, 29-34; 2,25 ( Cf.
Urbano Barrientos, Purificación y purgatorio, Madrid, Espiritualidad 1960).
Reproduciré aquí solamente algunos de esos textos, y algún otro no explícito, bien
porque confirman especialmente la doctrina de Santa Catalina, bien porque
implican alguna diferencia significativa.
Coincidencias
y diferencias entre Catalina y Juan
Así como Catalina, aunque
está lejos de ser teóloga, intenta describir la purificación en la otra vida,
San Juan de la Cruz trata solamente de la purificación en esta vida, y
únicamente trata del purgatorio en varios textos muy valiosos, pero breves y
escritos al paso. La coincidencia fundamental entre ellos está en la
continuidad que afirman entre purificación en esta vida y purgatorio en la
otra. Señalo además algunos otros puntos de acuerdo o de diferencia.
Coincidencias
1. Purificación pasiva. Fray
Juan enseña que el hombre necesita, para la plena unión con Dios, de una última
purificación pasiva, que es aquella en la «que el alma no hace nada, sino que
Dios la obra en ella, y ella se ha como paciente» (1 Subida 13,1). Catalina
dice, de modo semejante, que obra Dio sensa homo, in noi sensa noi (20; +19e).
Esto que ocurre en la tierra, sucede también en el purgatorio, si es necesario.
2. El Amor divino purifica.
Según Juan, «la misma sabiduría amorosa [de Dios] que purga los espíritus
bienaventurados, ilustrándoles [en el purgatorio], es la que aquí purga al alma
y la ilumina» (2 Noche 5,1). Es la misma doctrina de Catalina (18a, 19, 20).
3. Mientras hay
imperfección. Afirma Juan que, en los que están en el purgatorio, « el fuego no
tendría en ellos poder, aunque se les aplicase, si ellos no tuviesen
imperfecciones que padecer, que son la materia en que allí prende el fuego; la
cual acabada, no hay más que arder; como aquí, acabadas las imperfecciones, se
acaba el penar del alma y queda el gozar» (2 Noche 10,5). Catalina enseña lo
mismo (18).
Diferencias
1. Fuego material. San Juan
de la Cruz enseña que «esta oscura noche de fuego amoroso, así como a oscuras
va purgando, así a oscuras va al alma inflamando. Y echaremos de ver también
cómo, así [como] se purgan los espíritus en la otra vida con fuego tenebroso
material, en esta vida se purgan y limpian con fuego amoroso espiritual
tenebroso. Porque ésta es la diferencia, que allá se limpian con fuego, y acá
se limpian e iluminan sólo con amor» (2 Noche 12,1). Catalina, sin embargo, no
habla de fuego material en el purgatorio, aunque no parece que lo excluya
(«otras penas», 15b). En todo caso, ella centra sin duda la purificación de la
otra vida en el fuego del amor divino.
2. Esperanza de salvación.
San Juan afirma que, aquí abajo, en lo más oscuro de la Noche oscura, «viene el
alma a creer que todos los bienes están acabados para siempre... Esta creencia
tan confirmada se causa en el alma de la actual aprehensión del espíritu, que
aniquila en él todo lo que a ella es contrario» (2 Noche 7,6). Es el
sentimiento abismal de abandono del Padre que sufre Cristo en la cruz (Mt
27,46). Y entiende que lo mismo sucederá en la purificación pasiva de la otra
vida: «ésta es la causa por que los que yacen en el Purgatorio padecen grandes
dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas...
Como se ven privados de Él, puestos en miserias, paréceles que tienen muy bien
[merecido] en sí por qué ser aborrecidos y desechados de Dios con mucha razón
para siempre» (7,7). Por el contrario, Santa Catalina estima que las almas del
purgatorio tienen esperanza cierta y continua del cielo, y «ello les da un gran
contentamiento que no viene a faltarles nunca» (25b; +11c), un contento que
sólo es comparable al «que tienen los santos en el paraíso» (4a). Entre
Catalina y Juan, San Buenaventura había enseñado que las almas de los justos en
el purgatorio «son afligidas menos gravemente que en el infierno, y más que en
este mundo, si bien no tan gravemente que dejen de esperar un instante o
ignoren que no están en el infierno, aunque, acaso por el rigor de las penas,
no adviertan esto algunas veces» ( Breviloquio VII,2,2). En efecto, «como los
que así son purificados se mantienen en gracia, la cual, ciertamente, nunca
jamás pueden perder, no cabe que sean devorados del todo por la tristeza, ni
pueden ni quieren incurrir en desesperación..., sabiendo además con toda
certeza que su estado es distinto del estado en que se hallan quienes, sin
remedio, penan atormentados en el infierno» (VII,2,5). Es posible que San Juan
de la Cruz no quisiera decir más que esto.
3. Revelaciones privadas y
razones teológicas. Esta diferencia es importante. Fray Juan de la Cruz no
trata expresamente del purgatorio, sino que alude a él solamente al paso,
tratando de la purificación del hombre en esta vida, y lo hace siguiendo
razones teológicas de conveniencia. Santa Catalina, por el contrario, trata expresamente
del purgatorio, y ajena completamente a teologías, lo hace ateniéndose a
revelaciones privadas que afirma haber recibido del Señor. «Yo veo ( vedo,
veggio)»... La purificación del purgatorio, dice, «es la misma que estoy sintiendo
yo en mi mente, sobre todo desde hace dos años; y cada día la siento, y cada
vez más claramente, veo que mi alma está en su cuerpo como en un purgatorio, de
modo semejante al verdadero purgatorio» (26a; +1). Y esto, a su juicio, no se
trata de una ilusión: «Yo creo que a mí la gracia de Dios me lo ha mostrado,
aunque después no sea yo capaz de expresarlo» (5; +10, 16, 20c, 24a, 28c).
Las almas del purgatorio
interceden por nosotros
En nuestro intento de
precisar la doctrina de Santa Catalina sobre el purgatorio, conviene que
recordemos también que, a diferencia de lo que ella enseña (2, 22a), es
sentencia común entre los teólogos que los fieles difuntos pueden en el
purgatorio interceder por nosotros ante Dios, pues están muy ardientes en la
caridad, y pueden conocer, quizá sólo de modo general, nuestras necesidades. El
mismo Catecismo de la Iglesia Católica enseña que nuestras oraciones por las
almas del purgatorio «puede no sólo ayudarles, sino hacer eficaz su intercesión
en nuestro favor» (958).
San
Francisco de Sales y el «Tratado del Purgatorio»
El Tratado del Purgatorio ha
tenido siempre muchos admiradores. En una de las etapas del proceso de
canonización de Catalina, bajo el pontificado de Inocencio XI (1676-1689), sus
escritos son revisados y aprobados por la Sagrada Congregación de Ritos . El consultor
que presenta el informe, aun reconociendo que en sus páginas «se encuentran
algunas cosas oscuras», declara finalmente que su doctrina espiritual,
«habiéndole sido evidentemente dictada por el Espíritu Santo... bastaría, en
defecto de otras pruebas, para establecer incontestablemente su santidad». Uno
de los mayores admiradores del Tratado del Purgatorio ha sido, sin duda, el
Doctor de la Iglesia San Francisco de Sales (1567-1622), que hubo de mantener
con protestantes, precisamente acerca del purgatorio, no pocas controversias.
Mons. Juan-Pedro Camus, amigo íntimo del santo, y consagrado por éste obispo de
Belley, en su obra publicada en París 1639, refiere: «Reprendía a los
predicadores católicos que, al hablar del purgatorio, sólo lo presentaban al
pueblo por el lado de los tormentos y de las penas que en él sufren las almas,
sin hablar de su perfecto amor a Dios y, por consiguiente, del firme contento
de que están colmadas a causa de su completa unión con la voluntad de Dios,
unión tal y tan invariable, que no les es posible sentir el menor movimiento de
impaciencia ni de enojo, ni querer otra cosa que ser lo que son, mientras así
plazca a Dios, aunque sea hasta la consumación de los siglos. «Acerca del
particular aconsejaba mucho la lectura del admirable y casi seráfico Tratado
del Purgatorio, escrito, por inspiración divina, por Santa Catalina de Génova»
( El espíritu de San Francisco de Sales, p.15, sect.36: Barcelona, Balmes 1948,
III, 280).
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