HAY UN
INFIERNO:
DIOS
MISMO
NOS HA REVELADO SU EXISTENCIA
Los pasajes del Antiguo Testamento, que arriba hemos
citado, demuestran ya que el dogma del infierno ha sido revelado por el mismo
Dios a los Patriarcas, a los Profetas y al antiguo Israel. En efecto, no son únicamente
testimonios históricos, sino también y sobre todo testimonios divinos, que
obligan a la fe y se imponen a nuestra conciencia con la autoridad infalible de
verdades reveladas. Nuestro Señor Jesucristo ha confirmado solemnemente esta
terrible revelación, y en el Evangelio nos habla catorce veces del infierno. No
trasladaremos aquí todas sus palabras, a fin de evitar repeticiones. He aquí
las principales. No olvides, caro lector, que es Dios mismo quien habla y dice:
“Pasaran el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasaran”. Poco después de
su admirable transfiguración en el monte Tabor, Nuestro Señor decía a sus discípulos
y a la muchedumbre que le seguía: "Si vuestra mano [es decir, lo que tenéis
de más precioso], es para vosotros ocasión de pecado, cortadla: vale más entrar
en la otra vida con una sola mano, que ir con dos al infierno, al fuego que no
se extingue, donde no muere el gusano [del remordimiento], y donde el fuego no
cesara jamas. — Si vuestro pie, o vuestro ojo, es para vosotros ocasión de caída,
cortadlo, arrancadlo y arrojadlo lejos de vosotros: vale más entrar en la vida
eterna con un solo pie o con un solo ojo, que ser echado con vuestros dos pies
o vuestros dos ojos, a la carcel del fuego eterno: In gehennam ignis inextinguibilis, donde
no cesa el gusano [del remordimiento] y el fuego no se extingue, et ignis non extinguitur” . Hablando de lo que sucedera al fin de los tiempos,
dice: "Entonces el Hijo del hombre enviara sus Angeles, quienes tomaran a
los que habran obrado mal para echarlos en el horno de fuego, in caminum ignis, donde habrá llanto y rechinar de dientes. ( . . . ) El que
tenga oidos para escuchar, que escuche” Cuando el Hijo de Dios predice el
juicio final, en el capitulo vigesimoquinto del Evangelio de San Mateo, nos
manifiesta anticipadamente los terminos mismos de la sentencia que pronunciara
contra los reprobos: “Apartaos de Mi, malditos, id al fuego eterno: Discedite a me, maledicti in ignem aeternum” Y anade: “Y estos
iran al suplicio eterno, in supplicium aeternum” .
Pregunto ahora: hay nada más formal? Los Apóstoles,
encargados por el Salvador de ensenar su doctrina y completar sus revelaciones,
nos hablan de una manera no menos explícita del infierno y de sus llamas
eternas. Para no citar sino algunas de sus palabras, recordaremos a S a n Pablo,
quien predicando el juicio final a los cristianos de Tesalonica, les dice que
el Hijo de Dios “tomara venganza en la llama del fuego, in flamma ignis, de los que no han querido reconocer a Dios, y que no
obedecen al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo; quienes tendran que sufrir a
su muerte penas eternas lejos de la presencia del Senor; poenas dabunt in interitu aeternas” El apostol San Pedro dice que los malos participaran
del castigo de los angeles malos, que el Senor ha precipitado en las
profundidades del infierno, en los suplicios del Tartaro: rudentibus iníerni detractos in Tartarum tradidit cruciandos . Los
llama “hijos de maldicion, maledictionis
filii” , a los cuales estan reservados los horrores de las tinieblas”
.
San Juan nos habla igualmente del infierno y de sus
fuegos eterno. A propósito del Anticristo y de su falso profeta, dice: “Seran
arrojados vivos al abismo abrasado de fuego y azufre, in stagnum ignis ardentis sulphure” “para ser atormentados noche y día por todos los siglos
de los siglos, cruciabuntur die ac nocte in saeculum sacculorum. Finalmente, el apóstol San Judas nos habla a su vez del
infierno, manifestándonos los demonios y los condenados “encadenados por una
eternidad en las tinieblas, y sufriendo las penas del fuego eterno, ignis aeterni poenam sustinentes”. Y en tocio el decurso de sus inspiradas Epístolas, los Apóstoles
hablan continuamente del terror de los juicios de Dios y de los eternos castigos
que aguardan a los pecadores impenitentes. Después de tan claras enseñanzas,
.debemos maravillarnos de que la Iglesia nos presente la eternidad de las penas
y del fuego del infierno como un dogma de fe propiamente dicho, de tal suerte
que aquel que se atreviese a negarlo, o únicamente a dudar de el, seria hereje?
Luego, la existencia del infierno es un artículo de fe católica, del cual
estamos tan ciertos como de la existencia de Dios.
Luego, hay un
infierno.
EN RESUMEN:
—el testimonio de todo el género humano y de sus más
antiguas tradiciones;
—el testimonio de la naturaleza humana, de la recta razón,
del corazón y de la conciencia,
—y, por encima de todo, el testimonio de la enseñanza
infalible del mismo Dios y de su Iglesia, se unen para atestiguarnos con
absoluta certeza que existe
—un infierno,
—un infierno de fuego y de tinieblas,
—un infierno eterno para castigo de los impíos y de los
pecadores impenitentes.
Pregunto aquí, querido lector, .puede establecerse una
verdad de un modo más terminante
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