miércoles, 1 de junio de 2016

LA EXISTENCIA DE DIOS - ROYO MARÍN

Quinta vía:
la finalidad y orden del universo
(tercera parte)



b) EN EL REINO SENSITIVO

22. 1. Hechos de experiencia. El mundo sensitivo es pródigo en ejemplos de orden y teleología. Mejor dicho, todo el reino animal es la más alta representación del orden y teleología del universo. Escojamos algunos casos de los muchos que espontáneamente se ofrecen.

a) LA RADIOEMISIÓN DE LOS CRUSTÁCEOS. Existen unos crustáceos que, puestos a distancias inmensas, se encuentran infaliblemente, alejados más aún, se vuelven a encontrar. De modo que, cuando el hombre vivía en las cavernas sin otros medios de comunicarse con sus semejantes que los gritos, estos crustáceos con sus antenas, y a través de mares inmensos, emitían y recibían ondas con que se relacionaban a distancia, como hacemos nosotros por medio de nuestros aparatos emisores y receptores.


b) LAS MATÉMATICAS DE LAS ABEJAS. La abeja resuelve el problema de construir una celdilla tal, que con la menor cantidad de cera admita la mayor cantidad de miel. Reamur lo descubrió hace dos siglos, aplicando  algoritmos del cálculo infinitesimal, descubierto por Leibnitz. Mas lo curioso fue que los sabios. al hacer por primera vez el cálculo, se equivocaron; y la abeja, sin cálculo, sin estudio, no se equivocaba. ¡Y era allá por los años en que aún no habían nacido Reamur, Leibnitz ni Pitágoras! Tan curioso fue este descubrimiento que no nos resistimos a contarlo. Reamur, el famoso físico introductor de la escala termométrica que lleva su nombre, sospechando lo que en efecto sucedía, propuso a sus compañeros el siguiente problema. ¿Qué angulos hay que dar a los rombos de la base de una celdilla, de sección hexagonal, para que, siendo la superficie mínima, la capacidad sea máxima? Konig aplicó la teoría de máximos y mínimos del cálculo infinitesimal y halló, para el ángulo agudo de rombo, una amplitud de 70° 34', naturalmente el obtuso tenía que ser complementario de aquél.

Medido el rombo de las celdillas de las abejas, encontraron constantes sus ángulos, y el agudo era de 70° 32'. ¡El animalito se equivocaba en la insignificante cifra de dos minutos de grado! Pero al poco tiempo naufraga un barco en el litoral francés; el accidente se debió a un error en la apreciación de la longitud. Piden responsabilidades al capitán, que tranquilamente presenta sus cálculos, bien hechos. Desorientación. La causa había que buscarla en otra parte. En Una palabra, repasadas y estudiadas las operaciones, encontraron una errata en la tabla de logaritmos, que marcó su impronta en el cálculo de la longitud. Corregido dicho error, Konig volvió sobre el problema propuesto por Reamur, que dio para el ángulo agudo del torno de la base 70° 32'.

Se equivocaron los sabios matemáticos, pero la abeja no se equivocaba y construye una cendilla tal, que con el menor gasto de cera admite la mayor cantidad de miel.

e) Cordones luminosos y giroscopios. Un pez es más complicado, más ágil y más seguro que un submarino; corno Una mosca más que un avión. De un submarino o de Un avión conoce el técnico todas las piezas, una por  una; de Un pez o de una mosca lo ignoramos todo. ¿Quién comprende, por ejemplo, la estructura y mecanismos de esos condones luminosos que, con admirable finalidad, poseen algunas especies de fisóstomos que viven a tres mil metros bajo la superficie del agua?

¿ Y esos giroscopios, con centenares de vueltas por segundo que posee una mosca bajo sus alas y que le permiten aterrizar, en posición inversa, sobre la punta de un alfiler?



d) EL RADAR DE LOS QUIRÓPTEROS. Hay quirópteros que, sin vista por haber sido privados de los ojos, y entre una malla bien compacta de alambres, vuelan sin tropezar en ninguno. Es decir, que mucho antes de que el hombre inventara el radar, estos animalitos ya sabían manejar perfectamente el radar, porque cada uno es un radar viviente.

e) EL LABORATORIO DE LAS AVES. La clara y yema de gallina apenas se distingue de la clara y yema de pato. Perfectamente encerradas en un cascarón de carbonato de calcio, no hay más que someterlas, durante unas semanas, al calor. Y dos sustancias aparentemente iguales dan dos animalitos tan distintos como un pollo y un pato. Y aquella clara y aquella yema se convierten en carne, hueso, sangre... en epidermis que defiende, en ojos que ven, en corazón que palpita, en sistema nervioso que siente...La industria humana, no a ciegas, sino valiéndose del entendimiento y de otras facultades, ideó máquinas, buscó materias primas, aplicó la técnica moderna y así llegó a producir clara y yema para hacer tortilla o crema; pero de ningún modo para sacar pollos ni patos.

Así podríamos seguir; pero los casos son incontables.

2. Lo que no hacen las fuerzas inconscientes. Si todos estos seres trabajan a ciegas, es decir, sin intervención de ningún entendimiento, como quieren los materia- listas; si la única causa de estos fenómenos tan sorprendentes son las fuerzas ciegas e inconscientes de la naturaleza, llámense crustáceos, quirópteros, átomos o como se quiera; entonces hay que admitir que estos agentes irracionales, sin saber lo que hacen, por casualidad y desde el principio del mundo se adelantan en ingenio, facilidad, exactitud y éxito a la ciencia y a la industria humana del siglo XX.

3. Lo que harían las fuerzas inconscientes. Pero veamos en qué paran esas fuerzas naturales cuando ocasionalmente funcionan al margen de sus condiciones instintivas ordinarias. Cultivadas las células epiteliales durante algún tiempo y separadas del animal a que pertenecen, se colocan  en forma de mosaico, como para cubrir una superficie. Y, sin embargo, falta la superficie que hay que cubrir. Los leucocitos, recogidos en los frascos de un laboratorio, devoran furiosamente microbios y glóbulos rojos, aunque entonces no haya organismo que defender contra los microbios. Aun los animales de instinto más asombroso ignoran por completo la correlación de los medios con el fin. Si hacemos un agujero en el piso de la celdilla de una abeja, el himenóptero, tan hábil para labores más difíciles, no se cuida de taparlo con cera; y por allí se le va toda la miel. La araña, encerada en una caja de vidrio, teje su red tan maravillosa como inútilmente; porque en la caja no hay moscas que cazar con la red. La gallina, aun sobre roca viva, escarba como si fuera a encontrar algo allí. El turón corta las alas al pájaro para que no se le escape; pero si el pájaro está muerto, se las corta también. El castor, en cautividad, aunque tenga un lecho bien mullido, recoge pajas y astillas para hacerlo como cuando vivía libre en las riberas del río. El oso, cuando tiene hambre, saquea las colmenas silvestres y rompe los panales para saborear con fruición la miel. Le importa un ardite el enjambre que se le posa en el lomo, pues su fuerte piel lo defiende del aguijón. Pero a veces, alguna abeja entra en su oído y allí le pica. El oso enloquece del dolor y corre desesperado dando gruñidos, sin que se le ocurra jamás la solución fácil de taparse con tierra o con hojas las orejas. Y en las mismas condiciones así se comportan todos los individuos de la especie. No se gobiernan por su inteligencia, que no la tienen, sino por su instinto, que, a pesar de ser misterioso y admirable y de estar muy por encima de las fuerzas puramente materiales, produce los efectos tan disparatados que acabamos de describir cuando se le desvía de un ciego mecanismo normal.

¡En qué hubiera parado el mundo regido por fuerzas ciegas e inconscientes!.

4. Si lo normal fuera el desorden. Si en vez del orden que contemplamos viéramos todo lo contrario: el desorden y lo inopinado. Si al tirar piedras unas cayeran y otras no. Si el mar entrara y saliera por la costa y subiera y bajara por las montañas, al azar. Si las estrellas aparecieran cada día por un sitio distinto y el sol saliera cuando menos se esperara, o no apareciera. Si de los cocoteros brotaran unas veces cocos y otras toronjas o piñas.Y los animales nacieran lo mismo con una que con dos cabezas o con ninguna ....En una palabra, si los efectos fueran siempre anárquicos, casuales, como es la carta que un jugador saca a ciegas en una baraja o el premio mayor de la lotería, entonces aquellos efectos podríamos atribuirlos a fuerzas ciegas o inconscientes, al azar. Pero vemos lo contrario: fenómenos ordenados que buscan un fin y que tienden a atajar en seguida cualquier desviación para restablecer el orden y consolidar el fin; procesos constantes y previsibles que nos permiten, al tenerlos en cuenta, disponer de antemano y prevenir nuestras ocupaciones.

Vemos leyes fijas y maravillosas; y por doquiera y siempre el orden, el ritmo, la armonía, la forma, la belleza, todo en sucesión, irrestañable y conspirando a un fin, que es el bien del universo...


¡Imposible que todo eso tenga por causa el azar! 

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