30
de junio
San Pablo,
apóstol de las gentes.
(† 67)
III
Clase - ornamentos rojos
Epístola
– Gal. I, 11-20
Evangelio
– San Mateo. X, 16-22
El gloriosísimo
apóstol de las gentes San Pablo fué hebreo de nación y de la tribu de Benjamín:
nació en la ciudad de Tarso (como él mismo lo dice). Tuvo padres honrados y
ricos, y de ellos fue enviado a Jerusalén, para que debajo del magisterio de
Gamaliel, famoso letrado, fuese enseñado en la ley de Moisés. Entendiendo que
los discípulos de Jesucristo eran contrarios a aquella doctrina, les comenzó a
perseguir cruelísimamente; y no contentándose con haber procurado la muerte de
San Esteban y de guardar los mantos de los que le apedreaban para apedréale con
las manos de todos, él mismo ofreció al sumo sacerdote para perseguir a los
cristianos; y con gente armada se partió para la ciudad de Damasco para traer
aherrojados a todos los que hallase, hombres y mujeres que creyesen en Cristo,
y hacerlos infame y cruelmente morir. Pero en el mismo camino de Damasco le
apareció el Señor, y cegándole primero con su luz, le alumbró y con su voz
poderosa como trueno le asombró y derribó del caballo, y de lobo le hizo
cordero, y de perseguidor, defensor de su Iglesia, y vaso escogido para que
llevase su santo nombre por todo el mundo, como se dijo en el día de su
conversión. No se puede explicar con pocas palabras lo que este santísimo
apóstol trabajó y padeció predicando el Evangelio en Damasco, en Chipre, en
Panfilia, en Pisidia, en Lystra, en Jerusalén, en muchas regiones de Siria,
Galacia y Macedonia, y en las populosas ciudades de Filipos, de Atenas, de
Efeso, de Corinto, y dé Roma, alumbrando como sol divino tantas naciones, islas
y regiones que estaban asentadas en las tinieblas y sombras de la muerte. El
mismo dice de sí que fué encarcelado más veces que los otros apóstoles, y que
se vio lastimado con llagas sobremanera, y muchas veces en peligro de muerte.
Su vida no parecía de hombre mortal, sino de hombre venido del cielo, que con
verdad pudo decir: «Vivo yo, más no yo, sino Cristo vive en mí.» El fué el
grande intérprete del Evangelio que sin haber aprendido nada de los demás
apóstoles, fué enseñado por el mismo Dios, y descubrió a los hombres las
riquezas y tesoros que están escondidos en Cristo, confirmando su predicación
con divinos portentos, como decía a los fieles de Corinto: «Las señales de mi
apostolado ha obrado Dios sobre vosotros, en toda paciencia, en milagros y
prodigios, y en obras maravillosas.» Y escribe san Lucas, que con poner los
lienzos de san Pablo sobre los enfermos y endemoniados, todos quedaban libres
de sus dolencias. Después de haber estado el santo apóstol dos años preso en
Roma, es fama que sembró también la semilla y doctrina del cielo por Italia y
Francia y que vino a España donde predicó con gran fruto. Finalmente volviendo
a Roma a los doce años del imperio de Nerón, fué degollado, en el lugar llamado
de las tres fontanas, sellando con su sangre la fe de Cristo.
Reflexión: Alabemos
pues y glorifiquemos a los príncipes de la Iglesia San Pedro y San Pablo;
porque ellos son las lumbreras del mundo, las columnas de la fe, los fundadores
del reino de Cristo, los ejemplos de los mártires, los maestros de la inocencia
y los autores de la santidad, alabados del mismo Dios. Amémoslos como buenos
hijos a sus padres, oigámoslos como discípulos a sus maestros, sigámoslos como
oveja a sus pastores; imitémoslos como a santos, y pidámosles socorro y favor
como a bienaventurados.
Oración: ¡Oh
Dios! que alumbraste a los gentiles por medio de la predicación del apóstol san
Pablo;- suplicamos te nos concedas sea nuestro protector para contigo aquel
cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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