16 DE JUNIO
SAN QUIRICO Y SANTA JULITA, MARTIRES
LA LECCIÓN DE LOS
MÁRTIRES. — De cualquier naturaleza que sean los
pormenores legendarios que se hayan introducido en sus Actas, acordemos nos,
sin embargo que eso, que únicamente es digno de honrar a los Santos, quien
sigue la enseñanza que dieron al mundo. Las persecuciones que se han sucedido
desde la antigüedad hasta nuestros días, deben enseñarnos que el heroísmo de
Julita no es simplemente objeto de admiración estéril, sino que puede servirnos
de ejemplo. El deber no cambia de un siglo a otro; la dificultad de cumplirle
puede variar según las circunstancias de tiempo y lugar: pero no por eso desaparecen
sus inflexibles exigencias.
SACRIFICIO DE
ALEGRÍA. — No olvidemos, por otra parte, que la
Iglesia es nuestra madre y, como tal tiene el derecho y la obligación de
alimentar a sus hijos. No ha cesado de protestar contra todas las tiranías que
han procurado separar de ella a sus hijos; pero si por fuerza se pretende
arrancar de sus brazos a uno de sus pequeñuelos, éstos han de saber que tienen
obligación de imitar al joven San Quirico, de permanecería fieles, guardar su
palabra y tender hacia ella con tanto mayor fuerza, cuanto más se los quiera
separar de su seno, de rechazar los halagos y las comodidades que le ofrecen, y
preferir la muerte al pecado y a la infidelidad.
VIDA. — Desde la antigüedad San Quirico fué objeto de
un culto muy extendido y célebre. Más tarde se juntó a su nombre el de Sta.
Julita que, según el martirologio de San Jerónimo, fué su madre. Se hen
publicado numerosos relatos de su martirio. Si hemos de dar fe al más conocido
de todos, Julita habitaba en Iconio con un hijo de tres años. La persecución la
obligó a trasladarse a Seleucia, cerca de Tarso. Allí debería sufrir su cruel
martirio. Quirico, al ver padecer a su madre, también él se declaró cristiano,
y, no queriendo separarse de ella, sufrió el martirio juntamente. Sus reliquias
fueron conducidas a Francia, donde se levantaron numerosos santuarios en su
honor. Carlomagno, librado por San Quirico de un jabalí misterioso que iba a
matarle, quiso patentizar su reconocimiento decidiendo que la Catedral de
Nevers, reconstruida por su munificencia, le adoptase por patrón. Desde
entonces los artistas cristianos representan al santo niño con un jabalí a sus
pies.
SÚPLICA. —
¡Oh santos Mártires! ya no os acordáis, según la palabra del Señor, de los
padecimientos pasados. El sacrificio de madre e hijo, comenzando en una
confesión dolorosa, es hoy un sacrificio de alegría y alabanza. Porque vuestro
sacrificio común se continúa en el cielo: es la base de las relaciones tan
poderosas y tan dulces en las cuales Dios se complace; es la fuente de
bendiciones que el Señor gusta derramar por vuestra intercesión sobre la
tierra. Haced que cuanto antes amanezca el día del retorno a la verdadera luz
en el Oriente, que os dio la vida y que regasteis con vuestra sangre preciosa. Bendecid
a Occidente, en el cual tantas iglesias celebran hoy vuestra fiesta.
LOS DERECHOS DE LA
MADRE. — Conserva la fe de las madres, oh Julita; eleva su
cristianismo a la altura de las enseñanzas contenidas en tus gloriosos
combates. Ante la tiranía que se apodera de la educación para perder el alma de
los pobres niños, deben imitar todos a San Quirico. Se ha visto algunos que,
ante la odiosa presión de maestros impíos que les querían enseñar doctrinas condenadas
por la Iglesia, no sabían escribir sino sólo el Credo que les habían
enseñado sus madres. ¡Benditos sean! Sin duda tú, oh Quirico, te regocijaste a
la vista de tan hermoso espectáculo, y tu mirada se ha posado con amor sobre
estos émulos que te presenta nuestro siglo. Con tu madre, desarrolla más y más
en los hijos de la Iglesia, este sentimiento de la santa libertad que les fue otorgada en el bautismo: ella es quien, sumisa a todos los poderes que vienen
de Dios, triunfó de los Césares. De su noble independencia ante los abusos que
la autoridad comete, depende aun hoy la salvación de la sociedad.
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