Santísimo
Rosario
EL PADRENUESTRO
42-Cuando rezamos esta divina oración, realizamos tantos
actos de las más sublimes virtudes cristianas como palabras pronunciamos. Al
decir: Padre nuestro que estás en los cielos, hacemos actos de fe, adoración y
humildad. Al desear que su nombre sea santificado y glorificado, manifestamos
celo ardiente por su gloria. Al pedir posesión de su Reino, hacemos un
acto de esperanza. Al desear que se cumpla su voluntad en la tierra como en el
cielo, mostramos espíritu de perfecta obediencia. Pidiéndole que nos dé el pan
nuestro de cada día, practicamos la pobreza según el espíritu y el desapego de
los bienes de la tierra. Al rogarle que perdone nuestros pecados, hacemos un
acto de contrición. Al perdonar a quienes nos han ofendido, ejercitamos la
misericordia en la más alta perfección. Al implorar ayuda en la tentación,
hacemos actos de humildad, prudencia y fortaleza. Al esperar que nos libre del
mal, practicamos la paciencia. Finalmente, al pedir todo esto no sólo para
nosotros, sino también para el prójimo y para todos los miembros de la Iglesia,
nos comprometemos como verdaderos hijos de Dios, lo imitamos en la caridad, que
abraza a todos los hombres, y cumplimos el mandamiento de amar al prójimo.
44- Detestamos, además, todos los pecados y practicamos
todos los mandamientos de Dios cuando –al rezar esta oración- nuestro corazón
sintoniza con la lengua y no mantenemos intenciones contrarias a estas divinas
palabras. Puesto que, cuando reflexionamos en que Dios está en los cielos –es
decir, infinitamente por encima de nosotros por la grandeza de su majestad-,
entramos en los sentimientos del más profundo respeto en su presencia y,
sobrecogidos de temor, huimos del orgullo y nos abatimos hasta el
anonadamiento. Al pronunciar el nombre de Padre, recordamos que de Dios hemos
recibido la existencia por medio de nuestros padres y la instrucción por medio
de nuestros maestros. Todos los cuales representan para nosotros a Dios, cuya
viva imagen constituyen. Por ello, nos sentimos obligados a honrarlos, o mejor
dicho, a honrar a Dios en sus personas, y nos guardamos mucho de despreciarlos
y afligirlos. Cuando deseamos que el santo nombre de Dios sea glorificado,
estamos bien lejos de profanarlo. Cuando consideramos el Reino de Dios como
nuestra herencia, renunciamos a todo apego desordenado a los bienes de este
mundo. Cuando pedimos con sinceridad para nuestro prójimo los bienes que
deseamos para nosotros, renunciamos al odio, la disensión y la envidia. Al
pedir a Dios el pan de cada día, detestamos la gula y la voluptuosidad, que se
nutre en la abundancia. Al rogar a Dios con sinceridad que nos perdone como
perdonamos a quienes nos han ofendido, reprimimos la cólera y la venganza,
devolvemos bien por mal y amamos a nuestros enemigos. Al pedir a Dios que no
nos deje caer en el pecado en el momento de la tentación, manifestamos huir de
la pereza y buscar los medios para combatir los vicios y salvarnos. Al rogar a
Dios que nos libre del mal, tememos su justicia y nos alegramos, porque el
temor de Dios es el principio de la sabiduría: el temor de Dios hace que el
hombre evite el pecado.
EL AVEMARÍA: SUS EXCELENCIAS -
La Santísima Virgen recibió esta divina salutación en orden a llevar a
feliz término el asunto más sublime e importante del mundo, a saber: la
encarnación del Verbo eterno, la reconciliación entre Dios y los hombres y la
redención del género humano. Embajador de esta buena noticia fue el arcángel
Gabriel, uno de los primeros príncipes de la corte celestial. La salutación
angélica contiene la fe y esperanza de los patriarcas, de los profetas y de los
apóstoles. Es la constancia y la fortaleza de los mártires, la ciencia de los
doctores, la perseverancia de los confesores y la vida de los religiosos (beato
Alano). Es el cántico nuevo de la ley de la gracia, la alegría de los ángeles y
de los hombres y el terror y confusión de los demonios.
Por la salutación angélica, Dios se hizo hombre, una virgen se convirtió en Madre de Dios, las almas de los justos fueron liberadas del limbo, se repararon las ruinas del cielo y los tronos vacíos fueron de nuevo ocupados, el pecado fue perdonado, se nos devolvió la gracia, se curaron las enfermedades, los muertos resucitaron, se llamó a los desterrados, se aplacó la Santísima Trinidad y los hombres obtuvieron la vida eterna. Finalmente, la salutación angélica es el arco iris, la señal de la clemencia y de la gracia dadas al mundo por Dios (beato Alano).
Por la salutación angélica, Dios se hizo hombre, una virgen se convirtió en Madre de Dios, las almas de los justos fueron liberadas del limbo, se repararon las ruinas del cielo y los tronos vacíos fueron de nuevo ocupados, el pecado fue perdonado, se nos devolvió la gracia, se curaron las enfermedades, los muertos resucitaron, se llamó a los desterrados, se aplacó la Santísima Trinidad y los hombres obtuvieron la vida eterna. Finalmente, la salutación angélica es el arco iris, la señal de la clemencia y de la gracia dadas al mundo por Dios (beato Alano).
EL AVEMARÍA: SU BELLEZA -
La salutación angélica es uno de los cánticos más bellos que podemos
entonar a la gloria del Altísimo: <<Te cantaré un cántico nuevo. La
salutación angélica es precisamente el cántico nuevo que David predijo se
cantaría en la venida del Mesías. Hay un cántico antiguo y un cántico
nuevo. El antiguo es el que cantaron los israelitas en acción de gracias por...
todos los favores celestiales. El cántico nuevo es el que entonan los
cristianos en acción de gracias por la encarnación y la redención. Dado que
estos prodigios se realizaron por el saludo del ángel, repetimos esta
salutación para agradecer a la Santísima Trinidad por tan inestimables
beneficios. Alabamos a Dios Padre por haber amado tanto al mundo que le
dio su Unigénito para salvarlo. Bendecimos a Dios Hijo por haber descendido del
cielo a la tierra, por haberse hecho hombre y habernos salvado. Glorificamos al
Espíritu Santo por haber formado en el seno de la Virgen María su cuerpo
purísimo, que fue víctima de nuestros pecados. Con estos sentimientos de
gratitud debemos rezar la salutación angélica, acompañándola de actos de fe,
esperanza, caridad y acción de gracias por el beneficio de nuestra salvación.
(47) Aunque este cántico nuevo se dirige directamente a la
madre de Dios y contiene sus elogios, es –no obstante- muy glorioso para la
Santísima Trinidad, porque todo el honor que tributamos a la Santísima Virgen
vuelve a Dios, causa de todas sus perfecciones y virtudes. Con él glorificamos
a Dios Padre, porque honramos a la más perfecta de sus criaturas. Glorificamos
al Hijo, porque alabamos a su Purísima Madre. Glorificamos al Espíritu Santo,
porque admiramos las gracias con que colmó a su Esposa. Del mismo modo que
la Santísima Virgen con su hermoso cántico, el Magnificat, dirige a Dios las
alabanzas y bendiciones que le tributó santa Isabel por su eminente dignidad de
Madre del Señor, dirige inmediatamente a Dios los elogios y bendiciones que le
presentamos mediante la salutación angélica.
(48) Si la salutación angélica glorifica a la Santísima
Trinidad, también constituye la más perfecta alabanza que podamos dirigir a
María. Deseaba santa Matilde saber cuál era el mejor medio para
testimoniar su tierna devoción a la Madre de Dios. Un día, arrebatada en
éxtasis, vio a la Santísima Virgen que llevaba sobre el pecho la salutación
angélica en letras de oro, y le dijo: "Hija mía, nadie puede honrarme con
saludo más agradable que el que me ofreció la adorabilísima Trinidad. Por él me
elevó a la dignidad de Madre de Dios. La palabra Ave –que es el nombre de Eva-
me hizo saber que Dios en su omnipotencia me había preservado de toda mancha de
pecado y de las calamidades a que estuvo sometida la primera mujer. El
nombre de María –que significa Señora de la luz- indica que Dios me colmó de
sabiduría y luz, como astro brillante, para iluminar los cielos y la tierra.
Las palabras llena de gracia me recuerdan que el Espíritu Santo me colmó de
tantas gracias, que puedo comunicarlas con abundancia a quienes las piden por
mediación mía. Diciendo el Señor es contigo, siento renovarse la inefable
alegría que experimenté cuando el Verbo eterno se encarnó en mi seno. Cuando
me dicen bendita tú eres entre todas las mujeres, tributo alabanzas a la
misericordia divina, que se dignó elevarme a tan alto grado de felicidad. Ante
las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, todo el cielo se alegra
conmigo al ver a Jesús, mi Hijo, adorado y glorificado por haber salvado al
hombre."
Las
15 promesas del Rosario
Reveladas
por la Santísima Virgen
al
Beato Alano de la Roche
1.El que me sirva rezando diariamente mi
Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2.Prometo mi
especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi
Rosario.
3.El Rosario será un
fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará
de los pecados y exterminará las herejías.
4.El Rosario hará
germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia
divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo por el amor
de Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas
por este medio se santificarán!
5.El alma que se
encomiende por el Rosario no perecerá.
6. El que con devoción rezare mi Rosario,
considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni
morirá de muerte desgraciada; se convertirá si es pecador, perseverará en la
gracia si es justo; y en todo caso será admitido a la vida eterna.
7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán
sin los auxilios de la Iglesia.
8. Quiero que todos los devotos de mi Rosario tenga
en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los
méritos de los bienaventurados.
9.Libraré pronto del Purgatorio a las almas devotas
del Rosario.
10. Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en
el cielo una gloria singular.
11.Todo lo que me pidan lo alcanzarán por medio del
Rosario.
12. Socorreré en todas sus necesidades a los que
propaguen mi Rosario.
13. Todos los que recen el Rosario tendrán por
hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.
14. Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos
muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
15. La devoción al santo Rosario es una señal
manifiesta de predestinación a la gloria.
Ofrecimiento general del Santo Rosario
Me uno a todos los
santos del cielo, a todos los justos de la tierra y a todas las almas
fieles de este lugar. Me uno a ti, Jesús mío, para alabar dignamente a
tu Santísima Madre y alabarte en Ella y por Ella. Renuncio a
todas las distracciones que me sobrevengan durante este Rosario.
Quiero rezarlo con modestia, atención y devoción, como si fuera el
último de mi vida. Te ofrecemos, Santísima Trinidad, este Credo para
honrar todos los misterios de nuestra fe; este Padrenuestro y
estas tres Avemarías para honrar la unidad de tu esencia y la trinidad
de tus personas. Te pedimos fe viva, firme esperanza y ardiente caridad.
Credo, Padrenuestro y tres Avemarías.
Ofrecimiento
particular de cada decena.
MISTERIOS
GOZOSOS
1º decena: La Encarnación.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta primera decena en honor de tu Encarnación en el seno de María. Y te
pedimos, por este misterio y por intercesión de Ella, una profunda humildad.
R/. Amén.
Padrenuestro, 10
Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Encarnación, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
2º decena: La visitación.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta segunda decena en honor de la Visitación de tu Santísima Madre a su
prima Santa Isabel y de la santificación de San Juan Bautista. Y te pedimos,
por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, una perfecta caridad
para con el prójimo. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Visitación, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
3º decena: El Nacimiento de Jesús.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta tercera decena en honor de tu Nacimiento en el establo de Belén. Y
te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, el desapego
de los bienes de la tierra y al amor a la pobreza y a los pobres. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
del Nacimiento de Jesús, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
4º
decena: La Presentación.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta cuarta decena en honor de tu Presentación en el templo y
Purificación de María. Y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu
Santísima Madre, gran pureza de cuerpo y alma. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Presentación de Jesús, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
5º
decena: El Hallazgo de Jesús.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta quinta decena en honor de haberte encontrado María en medio de los
doctores. Y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre,
la verdadera sabiduría. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
del Hallazgo de Jesús en el templo, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
MISTERIOS
DOLOROSOS
6º decena: La Agonía de Jesús.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta sexta decena en honor de tu Agonía mortal en el Huerto de los
Olivos. Y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima
Madre, la contrición de nuestros pecados. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Agonía de Jesús, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
7º
decena: La Flagelación de Jesús.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta séptima decena en honor de tu flagelación sangrienta. Y te pedimos,
por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, la mortificación de
nuestros sentidos. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Flagelación, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
8º decena: La Coronación de espinas.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta octava decena en honor de tu Coronación de espinas. Y te pedimos,
por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, el desprecio del mundo.
R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Coronación de espinas, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
9º decena: La Cruz a cuestas.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta novena decena en honor de tu Cruz a cuestas camino del Calvario. Y
te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, paciencia
en todas nuestras cruces. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Cruz a cuestas de Jesús, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
10º decena: La crucifixión y muerte de Jesús.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta décima decena en honor de tu Crucifixión y Muerte ignominiosa en el
Calvario. Y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre,
la conversión de los pecadores, la perseverancia de los justos y el alivio de
las almas del Purgatorio. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria
Gracias del misterio
de la Crucifixión y Muerte de Jesús, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
MISTERIOS
GLORIOSOS
11º decena: La Resurrección.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta undécima decena en honor de tu Resurrección gloriosa. Y te pedimos,
por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, el amor de Dios y el
fervor en tu santo servicio. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Resurrección, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
12º decena: La Ascensión.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta decimosegunda decena en honor de tu Ascensión triunfante. Y te
pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, deseo ardiente
del cielo, nuestra Patria querida. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Ascensión, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
13º decena: -
La Venida del Espíritu Santo.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta decimotercera decena en honor del misterio de la Venida del
Espíritu Santo sobre la Iglesia. Y te pedimos, por este misterio y por
intercesión de tu Santísima Madre, la venida del Espíritu Santo a nuestras
almas. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Venida del Espíritu Santo, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
14º decena: La Asunción de María.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta decimocuarta decena en honor de la Resurrección y gloriosa Asunción
de tu Santísima Madre. Y te pedimos, por este misterio y por intercesión de
Ella, tierna devoción para con tan buena Madre. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemaría y Gloria.
Gracias del Misterio
de la Asunción de María, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
15º decena: La Coronación de María.
Te ofrecemos, Señor
Jesús, esta decimoquinta decena en honor de la Coronación de tu Santísima Madre
en el cielo. Y te pedimos, por este misterio y por intercesión de Ella, la
perseverancia en la gracia y la corona de la gloria. R/. Amén.
Padrenuestro,
10 Avemarías y Gloria.
Gracias del misterio
de la Coronación de María, desciende a nuestras almas. R/. Amén.
CONCLUSIÓN
Te pedimos, Señor
Jesús, por los quince misterios de tu Vida, Pasión y Muerte y por tu Gloria y
méritos de tu Santísima Madre, concedas la conversión a los pecadores, prestes
ayuda a los agonizantes, liberes a las almas del Purgatorio y nos des a todos
tu gracia para vivir y morir cristianamente y tu gloria para verte cara a cara
y amarte durante la eternidad. R/. Amén.
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