La Evangelización de Rusia
Una leyenda, incorporada a la Crónica de Néstor posiblemente en el siglo
XII, describe decisiones de Vladimir de un modo imaginario, lo que ciertamente
no debe tomarse como historia, pero tampoco hay por qué irritarse, como se hace
muchas veces incluso de buenas ganas.
Cuenta así la crónica que "Vladimir vivía en la orgía y en la
perversión, en medio de sus fastuosos harenes, cuando recibió la visita de unos
misioneros que le propusieron cada cual su fe. Estos habían sido enviados por
los búlgaros mahometanos, por los zares judíos y por los alemanes latinos. Luego,
un filosofo griego llamado Constantino le hizo una predicación atrayente sobre
la historia de la humanidad, comenzando por la creación. "De- cualquier
modo, Vladimir, antes de, decidir, interrogó a los representantes de estas
creencias. Cuando los musulmanes le dijeron que les estaba prohibido tomar
vino, el príncipe, a quien le gustaba saborear el buen vino, dijo: 'Rusia se deleita
con la bebida, ¡no podemos prescindir de ella!'. Tampoco le satisfizo la
religión de los judíos, por cuanto al preguntarles dónde estaba su reino, ellos
contestaron que la maldición de Dios los había dispersado. Finalmente, el
príncipe eligió la fe cristiana. Pero antes de decidirse, mandó embajadores a
Roma y a Constantinopla, ordenándoles que le informaran sobre lo que habían
descubierto allí.
"Los embajadores volvieron y le relataron sus experiencias. El
rito romano no les llamó la atención, pero cuando llegaron a Constantinopla y
entraron en Santa Sofía ya no sabían 'si estaban en la tierra o en el cielo',
ya que en la tierra no se puede ver un espectáculo de tanta belleza!'.
Seguramente la fe de los griegos era la mejor de todas, y el príncipe Vladimir
decidió convertirse en miembro de la Iglesia Bizantina, cuyas pompas litúrgicas
habían admirado a sus enviados. Pidió luego la mano de la princesa Ana, hermana
de Basilio II, y recibió el bautismo de manos de los sacerdotes griegos que la
acompañaban. Luego, ordenó que se bautizara todo su pueblo".
Esta es la versión tradicional presentada en los libros escolares. Pero
los modernos eruditos sostienen que el príncipe Vladimir no necesitó hacer
preguntas a los extranjeros, para sentirse inclinado hacia el cristianismo.
Hubo cristianos entre los príncipes Norses y sus guerreros; dos jóvenes
varegos, Askold y Dir, recibieron el martirio de manos de los es lavas paganos.
Tampoco pudo Vladimir haber "sido obligado a elegir" entre la
fe griega y la romana, porque en aquellos días no había tenido lugar todavía el
cisma final entre Roma y Constantinopla. Había una Iglesia universal y en ella
entró Vladimir con su pueblo. Por lo tanto, la elección de Vladimir en el año
988 no fue cuestión de dogma, porque sólo había una fe, sino más bien una
selección guiada por intereses culturales, económicos y políticos.
Con todo, hubo sí una elección en cuestión de rito, entre la Iglesia de
Oriente y Occidente, a raíz de los emisarios rusos que entraron en Santa Sofía,
y quedaron profundamente impresionados por los esplendores de la Iglesia
Oriental. Ciertamente, es verosímil que s8' hayan creído transportados al paraíso
escuchando un coro de voces angélicas.
Son características del pueblo ruso su correspondencia a la belleza
sensible, en su aproximación estética con la religión; y la aspiración a un mundo
transfigurado, que refleje la armonía sobre-humana, la radiación de la Ciudad
Celestial en el, mundo material, lo que siempre ha animado el espíritu ruso. Esos
primitivos es lavas paganos y sus príncipes guerreros no poseían la erudición
necesaria para penetrar en las profundidades teológicas de la fe cristiana;
mas, a través de la liturgia, tuvieron acceso directo a un orden espiritual de
cosas expresado en términos de belleza. Esa fue la primera visión del cristianismo
y esa visión debía quedar perpetuamente en el pueblo ruso.
No obstante convertirse la Iglesia Bizantina en Iglesia matriz de
Rusia, su influencia no prevaleció en Kiev, como esperaban los emperadores y
prelados de Constantinopla. La víspera de su propio bautismo y el de su pueblo,
Vladimir -proceder típico del espíritu independiente de los catecúmenos rusos-
dirigió una expedición militar contra la colonia bizantina de Cersum. Sólo
después de haber derrotado a los griegos, y hasta de haber tratado de destruir
su imperio, se avino a aceptar su fe, casándose -como lo había planeado con la
primogénita Ana, hija del emperador bizantino.
Durante un tiempo los metropolitanos griegos administraron la nueva
Iglesia Rusa, pero en definitiva una jerarquía rusa suplantó al clero griego.
El Estado ruso no se consideró vasallo político ni espiritual de Bizancio, sino
más bien "heredero", el guardián del tesoro de la verdadera tradición
cristiana, que subsistió en la Iglesia Griega desde los días de Constantino.
Claro está, que en el primitivo período que se está describiendo, el
cristianismo ruso no había desarrollado tan amplia visión. Empero se identificó
íntimamente con las formas religiosas griegas, que quedaron ya fijadas en
aquella época. Los pensadores ruso-ortodoxos admiten el 'carácter estático, que
a menudo apoyó "la inmovilidad bizantina", señalando que la Iglesia
matriz rusa había cesado ya de ser creadora cuando el cristianismo fue
introducido en Kiev.
Todas las fuerzas vitales de Bizancio fueron absorbidas por las
controversias con Roma, y así evolucionaron hacia una rígida religión del
Estado, alejada de las enseñanzas dinámicas de los Padres orientales. El clero
oriental se preocupaba mucho más de las sutiles controversias teológicas que
del desarrollo de la vida cristiana. En el marco inamovible de aquel espléndido
rito, no había lugar para el crecimiento. No obstante, la evangelización de
Rusia, efectuada a través de Bizancio, ha sido un hecho de la mayor importancia.
Es un jalón de la historia rusa.
Se puede decir que luego de haberse bautizado Vladimir y de haber
efectuado el bautismo colectivo de sus súbditos, Rusia quedó incorporada a la
familia de los grandes reinos cristianos. Comenzó así a participar de la vida
internacional de aquella época. Desde entonces, los príncipes rusos estuvieron
'en estrecho contacto no sólo con el Imperio Bizantino, sino también con la
Europa occidental.
El origen y desarrollo del Cristianismo en el primitivo período de
Kiev, fue estudiado atentamente por los historiadores de la Iglesia rusa. Ellos
ejercieron su influencia en la cultura, que llegó a su pleno desarrollo bajo el
Ministerio Moscovita. Empero, sólo durante los últimos años examinaron los
eruditos los aspectos íntimos del primitivo cristianismo ruso, en un esfuerzo para
desentrañar el escondido espíritu que- enardeció el alma de los recién
bautizados. Y llegaron al importante descubrimiento de que, hasta en aquella
época primitiva, existía un impulso religioso, que no se originó en las formas
fijas de Bizancio, sino que era innato en su pueblo. Ese impulso, que siguió
haciéndose sentir en las centurias sucesivas, es la fuente de las aspiraciones
religiosas y sociales que se revelaron en el siglo XIX y XX. Podríamos
preguntarnos cuál es la visión que el Padre Eterno tiene sobre esta historia y
este pueblo, y responder con el Profeta lísalas: "Porque mis pensamientos
no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos -dice Yahvéh. "Tan
altos como el cielo por encima de la tierra, se elevan mis caminos sobre
vuestros caminos, y mis pensamientos sobre vuestros pensamientos" (55,
8-9) OIga María Wroblewski
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