27
de mayo.
San
Juan, papa y mártir.
(†
526)
San Juan, papa, primero de
este nombre, nació en Florencia, y se crió en Roma donde hizo maravillosos progresos
en las ciencias y cristianas virtudes. Era ya el espejo y oráculo de todo el
clero cuando por la muerte del santísimo padre Hormisdas, fué elegido Juan sumo
pastor de la Iglesia, con gran consuelo de los fieles. Reinaba a la sazón en
Italia Teodorico, rey de los ostrogodos, defensor de los herejes arríanos, y en
Oriente el emperador Justino, celoso protector de la Iglesia católica. Mandó,
pues, este católico príncipe que no se admitiesen en su imperio obispos y
sacerdotes arríanos, y que se les quitasen las iglesias que tenían y se diesen
a los fieles y católicos. Al saber esto embraveció se Teodorico y dio bramidos
como un león; y hasta amenazó de poner a sangre y fuego a Italia y pasar a
cuchillo a todos los católicos. Recatábase de todas las personas de valor que
veía aficionadas a la parte de Justino, y así mandó prender al sapientísimo Severino
Boecio y a su suegro Símaco. Pero antes de ejecutar su furor, quiso enviar
embajadores al emperador Justino, y escogió para esta embajada a cuatro
senadores que habían sido cónsules y a nuestro santo pontífice, juzgando que
había blandeado con las amenazas. Llegado el santo a Constantinopla, fué
recibido con cruces, pendones y hachas encendidas; el mismo emperador bajó del
caballo en que iba, puesto ante él de
rodillas, le hizo reverencia como a vicario de Dios en la tierra. Entrando el
santo pontífice por la puerta de la ciudad dio la vista a un ciego. Trató los
negocios que llevaba con el emperador y concluyó los como deseaba, aunque
convinieron los dos en no dar las iglesias a los arríanos, ni consentir que
contaminasen los templos del Señor con las ceremonias de los herejes. Por lo
cual el rey Teodorico hizo matar a Símaco y al ilustre y católico
filósofo Boecio, que eran los varones más esclarecidos de Italia, y el mayor ornamento
de Roma. Luego que volvió el santo pontífice a Italia fué encerrado en una
cárcel sucia y tenebrosa de Ravena, pero no por eso desmayó ni dejó por temor
del tirano de llevar adelante la defensa de la fe católica, antes escribió una
carta a los obispos de Italia en que les exhortaba a trabajar varonilmente en
la viña del Señor, y a despreciar por la causa de Jesucristo las fieras
amenazas del rey. Fue el santo en aquella cárcel tan maltratado, que dentro de
pocos días murió. Pero no se fué alabando el tirano, porque poco después fué
severísimamente castigado de Dios con espantosos terrores que le helaron la
sangre y le quitaron la vida.
Reflexión: En
la carta que escribió el venerable pontífice san Juan desde su cárcel a los
obispos de Italia, les decía: «Armaos, hermanos míos, con la espada del
espíritu del Señor contra la perfidia de los herejes; perseguidla hasta que no
quede raíz ni rastro de ella; y puesto caso que el rey Teodorico inficionado de
la pestilencia arriana nos amenace y diga que a nosotros y a nuestra tierra la
ha de pasar a sangre y fuego, no por eso os turbéis, ni temáis a los que pueden
matar al cuerpo y no al alma. Roguemos al Señor que dé esta fortaleza cristiana
así a nuestros pontífices y prelados como a todos los fieles de la santa y
divina Iglesia católica, pues, vale más la fe de Jesucristo que todos los demás
bienes temporales del mundo.
Oración: Oh
Dios, que cada año nos alegras con la festividad de tu bienaventurado mártir y
pontífice san Juan, concédenos benignamente que merezcamos la protección de
aquel cuya memoria solemnizamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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