23
de Mayo
La
aparición de Santiago, apóstol. (844)
Entre los innumerables y
señalados beneficios que ha recibido España de su bienaventurado apóstol y
defensor Santiago, es digno de eterna recordación y agradecimiento el que
alcanzó en Clavijo. Porque dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo
a los pueblos cristianos con graves y deshonrosos tributos, el rey Ramiro, que
había subido al trono de León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con
toda sus fuerzas enflaquecer el poder de los moros, y librar a nuestra patria
de aquella tan dura servidumbre. Hizo pues un llamamiento general a las armas,
y juntando un poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos.
Abderramán lleno de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para
salir a su vez al encuentro de los cristianos. Encontraron se los ejércitos cerca
de Avelda y en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon
con dudoso suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro retirar sus
tropas cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó
lo mejor que pudo e hizo curar a los heridos. El rey, oprimido de tristeza y de
cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños le apareció un varón celestial de
gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era: «soy, respondió, Santiago
apóstol, a quien ha confiado Dios la protección de España. ¡Buen ánimo! mañana
te ayudaré y alcanzarás ilustre victoria de tus enemigos.» Despertó el rey con
esta visión y dio cuentas de ella a los obispos que seguían su campo y a los capitanes
del ejército; y al amanecer, dada la señal del combate, bajaron las huestes
españolas del monte, y como bravos leones se arrojaron sobre los bárbaros, invocando
el nombre de Santiago. Asombraron se los sarracenos al ver el ímpetu y valor
con que los acometían unos enemigos a quienes contaban por vencidos, y creció
más su confusión con los favores que nos vinieron del cielo. Porque Santiago,
cumpliendo la palabra que había dado al rey, se dejó ver en el aire, cercado de
una luz resplandeciente, que a los cristianos infundía grande confianza y
fortaleza, y a los moros terror y espanto. Venía el santo apóstol montado en un
blanco corcel; y en la una mano traía un estandarte blanco en medio del cual
campeaba una cruz roja, y con la otra mano blandía una espada fulminante que
parecía un rayo. Capitaneando así nuestra gente se alcanzó la más ilustre
victoria. Unos setenta mil sarracenos cayeron muertos en el campo, quedando
humillada desde aquel día la soberbia de los moros, y España libre del
ignominioso tributo.
Reflexión: Desde este tiempo comenzaron los soldados
españoles a invocar en las guerras al glorioso apóstol como a su valeroso y
singular defensor; lo cual hacen en todas las batallas, y la señal para
acometer y cerrar con el enemigo, hecha oración y la señal de la cruz, es invocar
al santo y decir: «¡Santiago, cierra España!» Y por este singular patrocinio del
santo apóstol han tenido felicísimos sucesos y acabado cosas tan extrañas y
heroicas que humanamente no parece que se podían hacer. Invoquemos también
nosotros al santo porque nos defienda de nuestros enemigos visibles e
invisibles y especialmente de los demonios y hombres diabólicos que causan la
perdición temporal y eterna de los hombres.
Oración: Oh
Dios, que misericordiosamente encomendaste la nación española a la protección
del bienaventurado Santiago apóstol, y por su medio la libraste milagrosamente
de su inminente ruina, concédenos, te rogamos, que defendida' por el mismo
gocemos de eterna paz. Por Jesucristo, nuestro Señor Amén.
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