MARTES DE PENTECOSTES
EL ESPIRITU
SANTO Y LA FORMACION DE LA IGLESIA
MISA
La Estación se celebra hoy
en la iglesia de Santa Anastasia, basílica en la que asistimos a la Misa de la
Aurora el día de Navidad. La volvemos a ver hoy, cuando la serie de misterios
de nuestra salvación se halla en su término. Bendigamos a Dios, que se ha
dignado dar cima con tanto vigor a lo que había comenzado tan suavemente. Los
neófitos asisten aún a esta Misa con sus vestidos blancos y su presencia es un
testimonio a la vez del amor del Hijo de Dios, que los ha purificado en su
sangre, y del poder del Espíritu Santo, que los ha arrebatado al imperio tiránico
del príncipe de este mundo. El Introito se dirige a los neófitos y les anima a
alegrarse. En adelante están llamados para reino celestial; que ofrezcan, pues,
una perenne acción de gracias a aquel que se ha dignado escogerlos. Las
palabras de esta pieza, que datan de la más remota antigüedad, están tomadas
del libro IV de Esdras, que los primeros cristianos solían leer con frecuencia,
a causa de la belleza y gravedad de sus enseñanzas, aunque no sea reconocido
por la Iglesia como un libro inspirado.
INTROITO
Recibid el gozo de vuestra
gloria, aleluya: dando gracias a Dios, aleluya: que os llamó a los celestes
reinos, aleluya, aleluya. — Salmo:
Atiende, pueblo mío,
a mi Ley: inclinad vuestro oído a las
palabras de mi boca. y. Gloria al Padre.
En la Colecta, la iglesia
nos enseña que la acción del Espíritu Santo está llena de dulzura para nuestras
almas. Esta acción divina los purifica de todas sus imperfecciones y los
preserva al mismo tiempo de los ataques del espíritu pérfido y envidioso que
les está acechando sin cesar.
COLECTA
Suplicamos te, Señor, nos
asista la virtud del Espíritu Santo: la cual purifique clemente nuestros
corazones, y nos proteja de toda adversidad. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección de los
Hechos de los Apóstoles.
En aquellos días, habiendo oído
los Apóstoles, que estaban en Jerusalén, que Samaría había recibido la palabra
de Dios, enviaron a ellos a Pedro y a Juan. Los cuales, habiendo ido, oraron
por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo: pues aun no había venido sobre
ninguno de ellos, sino que sólo se habían bautizado en el nombre del Señor
Jesús. Entonces impusieron sobre ellos las manos, y recibieron el Espíritu Santo.
MISIÓN EN SAMARÍA. —
Los habitantes de Samaría aceptaron la predicación evangélica llevada allí por
el diácono Felipe. Recibieron de su mano el bautismo, que los hizo cristianos.
Se recuerda el diálogo de Jesús con una mujer de esta ciudad al borde del pozo
de Jacob y los tres días que pasó en compañía de sus moradores. Su fe ha sido
recompensada; el bautismo los ha hecho hijos de Dios y miembros vivos de su
Redentor. Pero es necesario aún que reciban el Espíritu Santo en el sacramento,
que da la fuerza. El diácono Felipe no pudo otorgarles este don; dos apóstoles,
Pedro y Juan, revestidos del carácter pontifical, se lo confieren, haciéndolos perfectos
cristianos. Este relato nos viene a recordar la gracia que el Espíritu Santo se
ha dignado hacernos, imprimiendo en nuestras almas el sello de la Confirmación;
estémosle reconocidos por este bien que nos ha unido a él con lazos más estrechos,
haciéndonos al mismo tiempo capaces de confesar valientemente nuestra fe en
presencia de todos los que quieran ser nuestros jefes.
ALELUYA
Aleluya, aleluya,
y. El Espíritu Santo os enseñará cuanto yo os he dicho. Aleluya. (Aquí se arrodilla.) J. Ven, Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles: y enciende en ellos el fuego de tu amor. Se canta
a continuación la Secuencia Veni, Sáncte Spiritus.
EVANGELIO
Continuación del
santo Evangelio según San Juan.
En aquel tiempo dijo Jesús a
los fariseos: En verdad, en verdad os digo: El que no entra por la puerta en el
redil de las ovejas, ése es ladrón y robador. Mas, el que entra por la puerta,
es pastor de las ovejas. A este tal abre el portero, y las ovejas oyen su voz,
y llama nominalmente a las propias ovejas, y las saca. Y, cuando ha sacado las
ovejas, marcha delante de ellas: y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Pero al extraño no le siguen, sino que huyen de él: porque no conocen la voz de
los extraños. Este proverbio les dijo Jesús. Pero ellos no entendieron lo que
El les dijo. Entonces Jesús les dijo de nuevo: En verdad, en verdad os digo:
que yo soy la puerta de las ovejas. Todos, los que han venido, han sido ladrones
y robadores, y no les escucharon las ovejas. Yo soy la puerta. Si alguien entrare
por mí, se salvará: y entrará, y saldrá, y encontrará pasto. El ladrón no viene
más que a robar, y matar, y perder. Yo he venido para que tengan vida, y la
tengan en abundancia.
FIDELIDAD AL VERDADERO PASTOR. — Proponiendo este
pasaje evangélico a los neófitos de Pentecostés, quiere la Iglesia ponerlos en
guardia contra un peligro con que pueden chocar en el curso de la vida. En el
momento presente, son el rebaño de Jesús, el buen Pastor, y este divino Pastor
se halla representado ante ellos por los hombres que El mismo ha confiado el
encargo de apacentar sus corderos. Estos hombres han recibido su misión de Pedro,
y todo el que se halla con Pedro se halla también con Jesús. Pero sucede muchas
veces que se introducen falsos pastores en el aprisco y el Salvador los
califica de salteadores y ladrones, porque, en lugar de entrar por la puerta,
penetran por las tapias en el redil. Nos dice que El mismo es la Puerta por la
que deben pasar todos los que tienen derecho a apacentar su rebaño. Todo
pastor, para no pasar por ladrón, debe recibir la misión de Jesús, y esta
misión no puede venir sino por medio de aquel que ha establecido para que ocupe
su puesto hasta que venga El mismo en persona. El Espíritu Santo ha derramado
sus dones en las almas de estos nuevos cristianos; pero las virtudes que brillan
en ellos no se pueden ejercer de suerte que les sirvan para alcanzar la vida
eterna, sino en el seno de la Iglesia verdadera. Si en lugar de seguir al
legítimo pastor tienen la desgracia de entregarse a falsos pastores, todas estas
virtudes resultan estériles. Deben, pues, huir como de un mercenario de aquel
que no ha recibido su misión del Maestro, que únicamente puede conducirles a los
pastos de vida. Frecuentemente, en el correr de los siglos se han encontrado
pastores cismáticos; es deber de los fieles el huir de ellos y todos los hijos
de la Iglesia deben prestar atención a la prevención que nuestro Señor les
dirige aquí. La Iglesia que El ha fundado y que gobierna por medio de su Espíritu
Santo tiene como carácter y distintivo el ser Apostólica. La legitimidad de la
misión de los pastores se manifiesta por la sucesión; y como Pedro vive en sus
sucesores, el sucesor de Pedro es la fuente del poder pastoral. Quien está con
Pedro, está con Jesucristo.
En el Ofertorio, la Iglesia,
preludiando al Sacrificio, exalta, por las palabras del salmista, el alimento
sagrado que van a comulgar los fieles; es un maná bajado del cielo, el pan de
los mismos Angeles.
OFERTORIO
El Señor abrió las puertas
del cielo: y llovió para ellos maná, para que comieran: les dió pan del cielo, pan
de Angeles comió el hombre. Aleluya. La víctima que va a ser ofrecida tiene la
virtud de purificar por su inmolación a aquellos que son llamados a alimentarse
de ella; la Santa Iglesia, en la Secreta, pide esto mismo para los fieles que
integran la asamblea.
SECRETA
Suplicamos te, Señor, nos
purifique la oblación del presente don y nos haga dignos de la sagrada
participación. Por el Señor.
En la antífona de la
Comunión, la Iglesia recuerda las palabras por las cuales Jesús anunció que el
Espíritu Santo le glorificaría. Nosotros, que acabamos de contemplar a este
Espíritu obrando en todo el mundo, sabemos que ha cumplido el oráculo en toda
su extensión.
COMUNION
El Espíritu, que procede del
Padre, aleluya: El me glorificará, aleluya, aleluya.
El pueblo fiel ha
participado en el Misterio de Jesús; la Iglesia nos enseña en la poscomunión
que la virtud del Espíritu Santo ha intervenido en este momento con su acción
divina. El es quien ha obrado el cambio de los dones: sagrados en el cuerpo y
sangre del Redentor, y quien ha preparado las almas para que se unan al Hijo de
Dios, purificándolas de todo pecado.
POSCOMUNION
Suplicamos te, Señor, hagas
que el Espíritu Santo repare nuestras almas con estos divinos Sacramentos: porque
El es la remisión de todos los pecados. Por el Señor.
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