Santa María Cleofás.
9 de abril.
(Siglo I)
La fidelísima y dichosa sierva de Jesucristo santa María Cleofás
era parienta de la santísima Virgen pues estaba casada con Alfeo, el cual era
hermano del glorioso patriarca san José, e hijo como él de Jacob. Tuvo de su
bendito matrimonio cuatro hijos, que fueron san Simón, llamado Simón Cananeo o
Zelotes, Santiago el menor, Judas Tadeo, y Joseph o José. Los tres primeros
fueron escogidos para el apostolado de nuestro Señor Jesucristo; y el último
entró, como se cree, en el número de los setenta y dos discípulos. A estos
cuatro bienaventurados hijos de santa María Cleofás llama el Evangelio hermanos
del Señor, conforme a la costumbre de los hebreos, que llamaban con el nombre
de hermanos a los que sólo eran próximos parientes. Pues, esta dichosa parienta
de la Madre de Dios, y santa madre de tres Apóstoles, cobró tan grande y
entrañable devoción a la adorable persona de nuestro Señor Jesucristo, que no
pudo separarse de El ni aun en el tiempo de su pasión en que los mismos
discípulos huyeron y le desampararon: y así, refieren los santos Evangelios,
que se halló presente en el Calvario con María Madre de Jesús, y María Salomé y
el discípulo amado san Juan. Ella asistió también al entierro del divino
cadáver; ella fué con Salomé y la Magdalena a embalsamarlo con aromas y ungüento
preciosos al amaneceré del primer día de la semana, que ahora es el domingo;
siendo estas tres santas mujeres las primeras que oyeron de boca de los ángeles
la alegre nueva de la resurrección; y a ellas se apareció después el mismo
Señor resucitado y glorioso, y les mandó que fueran a dar noticia de esto a los
discípulos, a los cuales se mostró la tarde de aquel mismo día, cuando por
temor de los judíos estaban recogidos en el Cenáculo, cerradas las puertas.
También se manifestó el Señor resucitado a Cleofás, que era el marido de santa
María Cleofás, cuando iba con otro discípulo al castillo de Emaús, y se les
descubrió en la fracción del pan. Finalmente después de tantos y tan divinos
regalos con que el Señor recompensó la devoción y amor de esta su sierva, le
concedió la gracia singularísima de morir asistida por los santos Apóstoles y
por la misma Madre de Dios, como piadosamente se cree.
Reflexión: No podemos leer
sino movidos de envidia santa la inefable dicha que tuvo la bienaventurada
María Cleofás de conversar, obsequiar y adorar la sagrada persona de nuestro
Señor Jesucristo; mas traigamos a la memoria lo que el mismo Señor dijo a santo
Tomás: «Bienaventurados los que no vieron y creyeron, (Jo. XX.) porque, como
dice Tertuliano, son muy grandes los méritos de la fe, y ordenados a grande
recompensa. Con todo si lees los cuatro Evangelios, escritos por los apóstoles
y discípulos del Señor, podrás en ellos ver y oir espiritualmente a Jesucristo:
porque, como nos dice san Juan Evangelista, los santos Apóstoles nos anunciaron
en el Evangelio lo que vieron por sus ojos, lo que oyeron por sus oídos y lo que
palparon con sus manos; y como refieren los hechos y palabras del Señor con tan
grande sencillez y verdad, no podremos menos de creer con viva fe las cosas que
dicen, v enamorarnos de la divina persona de Jesucristo, y derramar suavísimas
lágrimas, viendo las finezas de amor que ha hecho Dios por los hombres, a fin
de que creyendo que Jesucristo es verdadero Hijo de Dios, y guardando su santa
ley, alcancemos la vida eterna. .
Oración: Oh Dios, autor de nuestra salud, dígnate
oir nuestras súplicas, para que como nos alegramos en la fiesta de la
bienaventurada María Cleofás, así aprendamos de ella a servirte con afectuosa y
piadosa devoción. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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