Padre Sabas
EL PADRE SABAS
REYES,
SACRIFICADO
CON CRUELDAD
NERONIANA
Fue ultimado en Tototlán, Jalisco, el14 de
Abril de 1929
El Sr. Pbro. D. Sabás Reyes era Vicario
Cooperador de Tototlán, Parroquia entonces del Arzobispado en Guadalajara, y
ahora del Obispado de San Juan de los Lagos, población en el Estado de Jalisco
en la que fue fusilado, después de aplicársele el bárbaro y continuado tormento
que tan exacta como conmovedoramente narró así el Licenciado Pedro Vázquez
Cisneros. Lo transcribimos del libro El Clamor de la Sangre, publicado en
Guadalajara en 1947. Fue su autor el Lic. Andrés Barquín Yo Ruiz. "Lo sacaron con derroche de barbarie y
de violencia de la casa en que había buscado refugio y a empellones y golpes lo
condujeron a la plaza del pueblo, frente a la entrada de la parroquia. Preguntóle
el general por el señor Cura Vizcarra, a lo que el Padre Reyes contestó, con
entereza, no poder decir nada, por la sencilla razón de que nada sabía tampoco.
Dispuso entonces el general que comenzara el tormento, cuya maniobra iba él
mismo señalando.
"Se apoderó la soldadesca del Padre, y
después de arrancarle parte de su ropa, lo arrastró hacia el pórtico de la
parroquia, a una de cuyas columnas fue rudamente atado. Hozase la atadura en
forma de que los pies de la víctima no tuvieran ni apoyo ni contacto en el
suelo, para que la posición en suspenso fuese más molesta y resultasen más
molestas las ataduras. En tono más violento, entre amenazas, maldiciones y
blasfemias, se repitió la pregunta: ¿Dónde está el Cura Vizcarra? Volvió a
afirmar el Padre que lo ignoraba. Lo que probablemente era verdad. Y añadió que
ni la violencia y más feroces amenazas de tormentos que dominaran sus fuerzas o
fortaleza se lo hicieran decir. "No se hizo esperar la agravación de la
tortura. El general con su espada y varios soldados con sendas bayonetas
comenzaron a herir impíamente al Padre, atado e inmóvil, en los brazos, en las
piernas, en todas las partes del cuerpo. Heridas breves que causaban más dolor
que derramamiento de sangre, repetidas en sucesión interminable y
escalofriante.
"El Padre repetía con serenidad y
entereza que todo aquello era inútil, puesto que no podía decir lo que
ignoraba; lo que, en caso de que lo supiera, no habría de decir ni para salvar
su vida; y agregaba que si se le hería en odio a Cristo y porque era sacerdote
de Cristo, gustosamente padecería por Quien por los hombres había padecido y
muerto. "Tres días duró aquel atroz tormento.
Tres días y tres noches pasó el mártir atado a las columnas, dolorosa mente
suspendido, expuesto durante las noches a las brisas heladas que descendían de
la sierra; y durante muchas horas de los días a los ardores de un sol tropical
e inclemente. Tres días y tres noches pasó en aquel potro espeluznante, sin
comer, ni beber, porque las personas piadosas que muchas veces se acercaban para
llevarle agua y algunos alimentos, fueron otras tantas rechazadas con
insolencias, amenazas y golpes, por los piquetes de soldados que sin solución
de continuidad se turnaban en la custodia del cuerpo acribillado y doliente del
esforzado campeón de Cristo. Varias veces al día, durante ese tiempo, el
general se presentaba a renovar los tormentos de las picaduras, que por su
cuenta y riesgo acometían también, cuando les venía en gana, los soldados.
Martirio del Padre Sabas |
La espada y las bayonetas abrían nuevas
heridas, renovaban las que habían cerrado, ahondaban las que a merced del aire,
el polvo, del sol y de las moscas, tenían ya gérmenes purulentos. Herían, herían
sin rubor y sin piedad, hasta destrozar las carnes del mártir que estaban
protegidas por el contacto de la columna. De cuando en cuando, por entre las
insolencias, las blasfemias y las burlas cobardes y soeces, asomaba la estúpida
pregunta: ¿Dónde está el Cura Vizcarra? "El Padre Reyes continuaba sufriendo
heroicamente por Cristo, reiterando que gustosamente padecería por Cristo
cuantos dolores y tormentos le dieran. La brutalidad espantosa de los verdugos
efectivamente ya no admitía ni como pretexto la inquisición del paradero del
señor Cura Vizcarra: era simplemente un trasunto de lo que la soldadesca hubiera querido hacer con
el señor Cura. Finalmente, el general, ahíto, dispuso que se acabara de una
vez. Los soldados con una feroz sangre fría, que apenas parece creíble, desollaron
los pies del mártir, los mojaron con gasolina y les pusieron fuego. La gasolina se consumió y pronto dejó
de arder en los pies del Padre Reyes, pero el charco que se había formado en el
suelo, continuó ardiendo dolorosísimamente la carne viva de los pies desollados.
"Sólo cuando concluyó aquel bárbaro
tormento, que la pluma se resiste a describir, y que excede en brutalidad a
todas las previsiones posibles de los inventores del idioma, fue desatado el
mártir, que en cuanto dejó de ser sostenido por las cuerdas que lo ligaban a la
columna, se desplomó pesadamente en el suelo. Fue obligado bestialmente a
levantarse y a recorrer, con sus pies desollados y quemados, con su cuerpo
desfallecido por el hambre, la sed y la inmovilidad y las innumerables heridas,
la distancia que media entre la parroquia, y el cementerio. En el cementerio
fue fusilado. Así adquirió al fin la palma triunfal, la corona de la gloria que
Jesucristo da en el cielo a sus santos mártires. Era el 14 de abril de
1927."
El Padre Joaquín Cardoso, S.J., en su libro
Los Mártires Cató licos en Nuestros Días. Los Mártires Mexicanos, Editorial
JUS, México, 1953, añade: Que los callistas buscaban al señor Cura Vizcarra
pero éste se hallaba oculto en un lugar ignorado. Que sólo se encontraba e!
Padre Sabás, su Vicario. Que amenazaron a su sirvienta con pasearla desnuda por
las calles si no revelaba la casa donde estaba refugiado y se miró empujada a
denunciarlo. Que lo sacaron brusca y despiadadamente, a golpes, puntapiés y
bofetadas; le abrieron la botonadura de la sotana, les rasgaron sus ropas
interiores y semidesnudo la arrastraron al patíbulo. Que lo ataron tan
ferozmente que las cuerdas se le metieron en sus carnes. Y mucho se admira de
que pudiera resistir tantos tormentos sin perder el sentido. Que no se explica
todo esto sino por un especial apoyo de Nuestro Señor, a quien con mirada
lánguida invocaba y vitoreaba gritando en cada respuesta ¡Viva Cristo Rey! Que
el tiro se lo dieron en la nuca y su cuerpo fue recogido por los fieles.
En Barcelona, España, se publicó una serie de
hojitas con el relato de cada uno de nuestros mártires. Y en la número 16
leemos: "Raza de héroes y de mártires podemos apellidar, con toda verdad y
justicia, a los sacerdotes mejicanos; porque han tenido e! valor y la osadía
santa de los primeros confesores de la FE, prefiriendo la muerte a la
apostasía. Entre todos estos campeones modernos de la CAUSA CATÓLICA sobresale,
de un modo particular, el Padre Sabás Reyes... por la invicta constancia con
que supo sufrir los prolongados e inhumanos tormentos a que se le sujetó
durante tres días seguidos. Cansados ya los sayones de tan largo suplicio, sin
conseguir doblegar el ánimo esforzado de! MINISTRO DEL SEÑOR, al tercer día lo
matan con crueldad neroniana". ¡Preciosa glosa!
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