EL REENCUENTRO
(SEGUNDA PARTE)
Antonio cerró los ojos
meditando en todo cuanto le había dicho su compañero. De buena gana se hubiera
quedado toda la noche: motivos no le faltaban para desvelarse, pero vencido por
el cansancio se quedó profundamente dormido. No habría trancurrido ni media
hora cuando Angel María lo despertó diciendo:
--- Levántate, es preciso que busquemos otro
lugar más seguro porque el agua está inundando la cueva. Antonio se incorporó
inmediatamente y fueron al fondo de la cueva. Golpeando las rocas con un palo
abrieron un boquete por el cual se introdujeron a una cueva de dos metros de
alto por uno de ancho revestida con ladrillos por ambos lados y con un piso
lleno de guijarros. Antonio, asombrado, pregunto:
--- ¿A dónde nos conduce esta cueva?
--– No preguntes y sigue, contestó Angel María acelerando el
paso. Antonio, por la prisa, no se puso los zapatos y se le tornaba difícil el
camino quejándose de vez en cuando. Cansado, debilitado y dolorido pidió a su
compañero unos minutos de descanso. Se detuvieron unos instantes, instantes que
aprovechó Antonio para continuar el diálogo:
--- ¿No habrá otro camino menos difícil y áspero?
---Te parece demasiado pesado, ¿alguna vez te has detenido a
mirar el camino que recorrió Jesucristo cuando se dirigió al Calvario?
--- Sí, era duro, difícil, áspero y lleno de piedrecillas.
--- ¿Te has preguntado alguna vez ¿por qué eligió ese camino
y no otro mas cómodo?
--- me imagino que tomó ese camino por amor a nosotros.
--- Me imagino que tomo ese camino por amor a nosotros.
---Correcto. La caridad tiene dos caminos: el de las
consolaciones por el cual la mayoría de los católicos quiere andar con
frecuencia porque no presenta molestias ni obstáculos; el otro, por el
contrario, está lleno de vicisitudes y por eso pocos son los que lo transitan.
Este es angosto por las penas y angustias que agobian al alma, áspero por las
desolaciones tentaciones, tribulaciones etc., y largo por la poca paciencia que
tienen los hombres para sufrir a ejemplo de Jesucristo. Los dos caminos le
agradan a Jesucristo; pero no está en Uds. elegir tal o cual sino recibir, con
amorosa resignación a la voluntad divina, aquel camino por el cual su bondad y
su misericordia tengan a bien conducirlos, pues nadie mejor que Él sabe lo que
más les conviene. Cuanto más áspero, difícil y duro sea este camino o cruz,
mayor será la gloria que las almas tributen a Dios y mayor la caridad que ellas
tengan. Este amor generoso les hará llevar la cruz con gran ánimo a imitación
de Jesucristo. Puede suceder que Dios Nuestro Señor, en ocasiones muy
especiales haga transitar las almas por caminos incomprensibles por no
ajustarse a los propósitos de ellas y, en cierta manera, contra la caridad. Si
a pesar de no comprenderlos, de sus flaquezas, debilidades, impaciencias y
ataques del enemigo, los andan, abandonándose en la paternal bondad de Dios,
como el niño lo hace con su padre, les reportará a la larga una mayor fe, una
firme esperanza y una encendidísima caridad. Bueno, ya hemos hablado lo
suficiente, sigamos caminando. Reanudaron su camino que para Antonio parecía no
tener fin. Una luz extraña y desconocida se vio a lo lejos. ¿Sería el fin de
tan penoso viaje? Conforme se acercaban a la salida de la cueva la claridad de
la luz ahuyentaba la densa oscuridad. Antonio dijo:
--- Por fin estamos llegando al fin de nuestro camino.
---Así es, Contestó secamente Angel María. La claridad no
tardó en disipar las tinieblas. Al salir de la cueva, Antonio tenía ante sus
asombrados ojos un inmenso valle florido de incomparable belleza. Prados verdes
muy bien cuidados se extendían por él cubriéndolo totalmente. Un río de aguas
cristalinas y frescas dividía el valle en dos iluminados por una luz diáfana y
agradable, muy distante a la luz del astro rey que, curiosamente, no se veía en
aquel cielo azulado. Todo en ese valle era belleza y armonía, se respiraba un
ambiente de paz y tranquilidad. Antonio jamás había visto, en su vida, algo
semejante a este paisaje y se quedó por largo rato contemplándolo diciendo para
sí mismo – Valió la pena el viaje pues con esta visión me doy por bien pagado.
Saliendo por fin de su asombro preguntó:
---Ángel María ¿es este lugar parte del cielo?
---Mira hacia el cielo junto a las montañas.
He aquí que una inmensa cruz se dibujaba poco a poco en aquel
cielo azul; a los pocos minutos se dejo ver claramente. Sus dimensiones eran
enormes y su hermosura incomparable pero en ella no estaba Jesucristo. La cruz
estuvo suspendida varios minutos en el firmamento. Antonio, rompiendo el
silencio, dijo a su compañero:
---Esta cruz es de una belleza indescriptible pero, ¿por qué
no esta en ella Jesucristo?
No bien terminó de hablar cuando vio con gran asombro cómo la
imagen de Jesucristo iba apareciendo lentamente a lo largo y ancho de la cruz
hasta quedar completamente visible. Antonio lo miró con atención, miró sus pies
y sus manos traspasados por los clavos, su costado abierto por la lanza, su
rostro ensangrentado y amoratado y la cabeza inclinada y cubierta de espinas;
de las llagas aún manaba sangre como que si lo hubiesen crucificado en ese
momento. Todo era tan real que le parecía estar en el mismo calvario. Esta
visión lo dejó profundamente conmovido sintiendo por Jesucristo crucificado una
profunda compasión la cual le causaba un dolor fuerte y suave a la vez. Se
hallaba absorto en esta contemplación cuando escuchó claramente estas palabras:
EGO SUM VIA, VERITAS ET VITA. Luego, lentamente, se desapareció la cruz y quedó
todo como al principio. Antonio muy confortado y sumamente emocionado dijo:
---Ángel María, en este día Dios Nuestro Señor ha sido muy
misericordioso conmigo al infundir de nuevo en mi alma su verdad inmutable y
única. Ha alejado el error, ha sosegado mi alma con su suavisíma doctrina e
iluminando mi entendimiento, ahuyentó las espesas tinieblas en las que se
hallaba envuelta y, finalmente, la recreó con esta indescriptible visión, ¿qué más podía pedir este miserable pecador
cuando se me ha dado mas de lo que merecía?
--- Ángel María contesto:
-- Antonio ¿has visto las delicadezas del corazón
misericordioso de Jesús para con los pecadores? Su compasión para con ellos no
conoce límites. Guarda todas estas muestras de su amor en lo mas profundo de tu
corazón y cuando la duda o el error vuelvan acuérdate de este día, de El
sacarás las fuerzas necesarias para vencerlos y no vacilar más en la Fe y en el
amor a Dios Nuestro Señor. Cuando las sugestiones y tentaciones diabólicas se
presenten tampoco los temas: ahuyéntalas trayendo a tu memoria la visión que
acabas de ver; por último, ayuda todo cuanto puedas a tus compañeros que se
encuentren en el estado en el cual estabas.
--Con mucho gusto lo haré tenlo por seguro. Angel María en
la visión pasada no entendí las palabras dichas al final porque fueron dichas
en otro idioma, ¿tendrías la amabilidad de traducírmelas?
--En esas palabras dijo lo siguiente: Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Y ¿no querías reencontrarte con Él? El vino desde el cielo
donde estaba, a la diestra del Padre. En tu confusión y turbación ¿no buscabas
la verdad absoluta e inmutable? Ya la encontraste. ¿No anhelas una vida dichosa
y feliz después de esta vida? Pues bien, Él es la resurrección y la vida. Con
su muerte les alcanzó esa tan deseada vida eterna. La caridad infinita de Dios
hacia los hombres trazó el único camino capaz de conducirlos al cielo, la fe
los hace aceptarlo y a la esperanza le corresponde alimentar en sus almas el
deseo de esa vida eterna.
-- Ángel María, ante este mundo espiritual las cosas
materiales no son más que lodo o barro. ¡Cuánto me gustaría quedarme en este
lugar para siempre!
-- Ni lo sueñes—repuso Ángel María—debemos regresar
inmediatamente.
-- Ya que no me es permitido quedarme, por lo menos déjame un
momento más.
--- No pretendas alargar más la estadía envolviéndome en tu
conversación. Ya has visto lo suficiente es hora de regresar.
--- Pero...
–
–
Basta de peros vámonos
ya.
En ese instante se oyó
un ruido semejante al de la avalancha y Antonio despertó asustado y
sobresaltado. Todo en la cueva era oscuridad; llamó a su compañero pero él no
contestó; fue al fondo de la cueva con el fin de encontrar la entrada a ella;
pero fue inútil. Salió de la cueva. La claridad del nuevo día iluminaba la
montaña cubierta aún de nubes produciendo una densa niebla. A pocos pasos de
donde él estaba, por la vereda que pasaba junto a la cueva, Angel María se
retiraba del lugar. Antonio lo llamó varias veces, él voltio la cabeza y
sonriéndole se despidió perdiéndose entre la densidad de la niebla. Antonio,
inquieto y triste volvió a su refugio preguntándose si todo había sido un sueño
o también había algo de realidad en lo que pasó esa noche. No queriendo entrar
en pormenores, se recostó en su improvisado lecho quedándose profundamente
dormido. Ya entrada la mañana los rayos del sol lo despertaron, se restregó los
ojos y su sorpresa fue grande cuando vio el sarape de Ángel María; su asombro
creció al comprobar que su cuerpo no mostraba indicio alguno de lesión; además,
se sentía mejor de salud y aún vestía las ropas que le regalara esa noche su
benefactor. Lleno de un profundo gozo, con lágrimas en los ojos, se arrodilló agradeciendo
desde lo más profundo de su alma las delicadezas de la misericordia divina
derrAmadas en su corazón de pecador. En esa posición callada y silenciosa
permaneció por mucho tiempo. Los gritos de sus compañeros rompieron el dulce
coloquio entre el Padre y el hijo. Ellos, muy contentos por el feliz hallazgo,
corrieron hasta el lugar donde se hallaba y lo abrazaron efusivamente. Ya más
tranquilos le dijeron:
-- Nunca imaginamos que te encontraríamos con vida. Perdimos
incluso toda esperanza de hallarte cuando, hoy por la mañana, nos dimos cuenta
de los desastres que dejó a su paso la famosa avalancha de la noche anterior.
Sólo Dios sabe las tristezas y angustias que pasamos esta noche pero ahora
solamente Él sabe el gozo tan grande que embarga nuestros corazones al
encontrarte sano y salvo. Esperamos nos cuentes lo que sucedió. Descendieron de
la montaña lo más rápido posible pues el camión que los conduciría a sus casas
ya estaba esperándolos al pie de la montaña.
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