DE LA RESURRECCIóN DE CRISTO
Cuatro cuestiones dedica Santo Tomás a la resurrección del Señor: la
una, al hecho mismo de la resurrección; la otra, a las cualidades del resucitado;
la tercera, a su manifestación, y la cuarta, a la causalidad de la
resurrección. Empecemos por la primera.
Parece que misterio tan importante como éste debía hallarse predicho en
el Antiguo Testamento. En efecto, San Pedro, en su primer discurso de
Pentecostés, alega in extenso un pasaje del salmo 16, que San Pablo aduce
también, aunque más compendiosa mente, en otro discurso. El 6almista, hablando
en la persona del Mesías, expresa su grande confianza en el Señor, en quien
tiene puesta su dicha, y que en todo momento le asiste.
Por eso se
alegra mi corazón y jubila mi alma,
y aun mi
carne se siente segura.
Que no
abandonarás tú mi alma en el sepulcro
ni dejarás
que tu santo experimente la corrupción.
Tú me
enseñas el camino de la vida,
la hartura
de tus bienes junto a ti,
las eternas
delicias a tu diestra.
San Pablo nos muestra realizada en la resurrección de Jesucristo la
inauguración de su reino mesiánico, de que nos habla el salmo 2: Yo he
constituido mi rey sobre Sión, mi monte santo. Voy a promulgar un decreto. Yavé
me ha dicho: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado yo (Mt., 13,33ss.) El profeta Isaías acaba el cuadro de la pasión del Siervo de Yavé
anunciando su triunfo por estas palabras: Ofreciendo su vida en sacrificio por
el pecado, tendrá posteridad y vivirá largos días, y en sus manos prosperará la
obra de Yavé. Librada su alma de los tormentos, verá la luz, y lo que verá
colmará sus deseos. El justo, mi Siervo, justificará a muchos, y recibirá
muchedumbres por botín, por haberse entregado a la muerte y haber sido contado
entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí los pecados de todos e intercedía
por los pecadores (Is. 53,10-12).
Es la profecía como una visión lejana y, por lo mismo, oscura. Pero en
el Evangelio Jesús anuncia su resurrección al tercer día siempre que predice su
muerte. Así, termina su primera predicción diciendo que tiene que ir a
Jerusalén para ser muerto y al tercer día resucitar (Mt. 16,21). Después de la
transfiguración, ordena a los tres testigos del misterio que a nadie digan nada
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos (Mt. 17,9), En otra
ocasión, hallándose reunidos en Galilea, dice: El Hijo del hombre tiene que ser
entregado en manos de los hombres, que lo matarán, y al tercer día resucitará
(Mt. 17,225). Otra vez repite lo mismo en 20,19. En la última cena, anunciando
la dispersión de los discípulos, les predice que, cuando resucite, les precederá
a Galilea (26,32). El suceso de Jonás, que permaneció tres días y tres noches
en el vientre del pez, es una serial de lo que sucederá al Hijo del hombre, que
estará el mismo tiempo' en el seno de la tierra (Mi. I2,40; Le, Il,29SS). Y
hablando con los judíos les dijo: Destruid este templo y en tres días lo
levantantare...Hablaba del templo de su cuerpo. Cuando resueno de entre los
muertos, se acordaron sus discípulos que había dicho esto y creyeron en fa
Escritura y en la palabra que Jesús había dicho (lo. 2,19-22). En otra ocasión,
dirigiéndose a los judíos, les dice que tiene poder, según el mandato recibido
del Padre, para entregar su vida, y también para recobrar la de nuevo (lo. 1O,
17s). Los judíos estaban tan seguros de que Jesús había anunciado su
resurrección, que pidieron a Pilato montara una guardia en el sepulcro para
evitar una superchería de parte de los discípulos (Mt. 27,62SS). Cuanto al cumplimiento de esta predicción, basten las palabras de San Pablo a los corintios: Os traigo a la memoria, hermanos, el Evangelio que os he
predicado, que habéis recibido, en el que os mantenéis firmes y por el que sois
salvos si lo retenéis tal corno yo os lo anuncié, a no ser que hayáis creído en
vano. Pues, a la verdad, os he trasmitido en primer lugar lo que yo mismo he
recibido: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado, que resucito al tercer día, según las Escrituras, y que se apareció
a Cefas, luego a los Doce. Después se apareció una vez a más de quinientos
hermanos, de los cuales muchos viven todavía y algunos ya murieron; luego se apareció
a Santiago; luego, a todos los apóstoles, y después de todos, como a un
abortivo, se me apareció también a mí...Pues tanto yo como ellos, esto
predicamos y esto habéis creído (I Coro IS,I-II).
Los tres días del sepulcro
Sobre el tiempo que el cuerpo estuvo en el sepulcro hay en los textos
algunas pequeñas variantes. Cuando el Señor anuncia a los discípulos su
resurrección, dice siempre que ésta tendrá lugar al tercer día. Pero en una ocasión recordó a los judíos el
episodio de Jonás, de quien dice el texto sagrado que estuvo en el vientre del
pez tres días y tres noches, y, siguiendo el texto, dice Jesús que así estará
el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches (Mt. I2, 40).
En otros lugares se atribuye al Señor la aserción de que resucitaría después de
tres días (Mt. 27,63; Me. 8,3I; Jn. 2,19). No cabe duda que las tres
expresiones diferentes tienen el mismo 'significado. Jesucristo resucitó al
amanecer del tercer día, el domingo, que, según la cuenta de los judíos, había
comenzado ya al atardecer del sábado. Y así, estuvo muerto un día completo y deis incompletos.
Jesucristo, el primogénito de los muertos
Un nuevo problema plantea el texto sagrado. San Pablo dice que Cristo
resucitado es las primicias de los muertos (1 Cor 5,20); que es (primogénito
(Col. r, 18; Apoc. r,s) ; que El resucitó el primero' y que luego vendrán los
suyos (r Cor5,23). Y parece esto muy natural, puesto que la resurrección de
Jesucristo es la causa de nuestra resurrección, y El, quien nos había de
conducir a la plena glorificación. Pero a esto parece oponerse lo que se cuenta
en el Antiguo Testamento de los muertos resucitados por Eliseo " y lo que
en el Evangelio se narra de los muertos resucitados por el Señor mismo".
Sobre todo, ofrece dificultad el pasaje de San Mareo, el cual dice que, a la
muerte de Jesús, la cortina del tempo se rasgo de arriba, abajo en dos partes,
la. tierra también y se hendieron las rocas¡ se abrieron Los monumentos, y
muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de los
sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a La Ciudad Santa y se
aparecieron a muchos (Mt. 27,5r-53).
Es claro que los resucitados por Elías y por el Señor volvieron a la
misma vida de antes, trayendo consigo la condenación de morir de nuevo, y que
de estos tales no hablan los textos precedentes de San Pablo y del Apocalipsis,
que llaman al Señor el primero de los resucitados para la vida eterna. Pero' el
pasaje último de San Mateo ofrece una grave dificultad, y, como suele ocurrir
en puntos oscuros, no concuerdan todos en la solución. Notemos ante todo una
deficiencia en la redacción, pues, estando el suceso ligado estrechamente al
momento de la muerte del Salvador, la aparición de estos santos resucitados no
ocurrió hasta después de la resurrección de Jesús. Algunos códices quieren
decir que fue después de la resurrección de ellos; pero esto no hacía falta
decirlo, pues no se iban a aparecer vivos antes de resucitar. Decir que la
aparición fue después de la resurrección de Jesús crea dificultades, pues queda
siempre claro, según el texto, que la apertura de los monumentos sepulcrales y
la resurrección de los santos están ligadas a la muerte de Jesús, y sólo la
salida del sepulcro acaeció después de la resurrección del Salvador. Por otra
parte, si estos santos resucitaron para la vida gloriosa, ¿en qué viene a parar
el privilegio de la Madre de Dios? ¿Dónde hayamos consignado que en el cielo se
hallen otros ya resucitados, fuera del Señor y de su Madre? Por esto nos
inclinamos a la sentencia de que estas resurrecciones y salidas de los
sepulcros rotos no son otra cosa que apariciones de algunos muertos, enviados a
algunas almas privilegiadas con la noticia de la muerte redentora de Jesús y de
su próxima resurrección.
Jesús, resucitado por sí mismo
Jesús se dice siempre enviado por su Padre (17, rss) y siempre se
muestra, como Hijo del hombre, sometido a la voluntad del Padre. Los apóstoles,
hechos a esa aptitud del Salvador y acaso para no herir de golpe la fe
monoteísta de los judíos, suelen hablar de Cristo resucitado por Dios. Así dice
San Pedro a la muchedumbre el día de 'Pentecostés: A este Jesús lo resucitó
Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. (Act. 2,32). Pocos días después
hablaba así al pueblo en el templo: El Dios de Abrahán... ha glorificado a su
Hijo siendo Jesús, a quien vosotros negasteis..., a quien Dios resucitó de -entre
los muertos, de lo cual nosotros somos testigos (3,12-I5). Y luego, ante el
Sanedrín: Sea manifiesto a vosotros y a todo el pueblo de Israel que en nombre
de Jesucristo a quien vosotros habéis crucificado, a quien Dios le resucitó de entre los muertos, por Él éste
se halla sano ante vosotros (4,10). Y en casa de Cornelio: Vosotros sabéis lo
aconteció en toda la Judea. .. “Esto es, como a Jesús de Nazaret le ungió Dios
en el Espíritu. Santo y con poder..., y nosotros somos testigos de todo lo que
hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. y de cómo le dieron Muerte suspendiéndole
de un madero, Dios le resucito al tercer día y le dio manifestarse no a todo el
pueblo, sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que
comimos y bebimos con El después de resucitado de entre los muertos (Act.
10,37-41). Lo mismo habla San PabI0 en la sinagoga de Antioquía de Pisidia:
Nosotros os anunciamos el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros padres,
que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está
escrito en el salmo segundo
(Act. 13,32S). Pero Jesús ha declarado que El es Hijo de Dios, una sola cosa
con el Padre; que el Padre está en El y El en el Padre, y, finalmente, que El
tiene poder para entregar su vida a la muerte y poder también para recobrarla
(lo, 10,17S). San Pablo dice a los Corintios que, si Cristo fue crucificado en
la debilidad de su naturaleza humana, ahora vive por el poder de Dios, en
virtud del cual resucitó. Este poder es también suyo, como lo es del Padre.
Según esto, aunque los apóstoles, hechos a contemplar a Jesús en su humanidad,
hablen con toda verdad que fue resucitado por Dios; pero, penetrando en el
misterio de su divinidad, hemos de decir que resucitó por su propia virtud, que
es la misma que la virtud del Padre.
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