miércoles, 16 de marzo de 2016

DE LA RESURRECCION DE CRISTO - Según Santo Tomás de Aquino

DE LA RESURRECCIóN DE CRISTO

Cuatro cuestiones dedica Santo Tomás a la resurrección del Señor: la una, al hecho mismo de la resurrección; la otra, a las cualidades del resucitado; la tercera, a su manifestación, y la cuarta, a la causalidad de la resurrección. Empecemos por la primera.

Parece que misterio tan importante como éste debía hallarse predicho en el Antiguo Testamento. En efecto, San Pedro, en su primer discurso de Pentecostés, alega in extenso un pasaje del salmo 16, que San Pablo aduce también, aunque más compendiosa mente, en otro discurso. El 6almista, hablando en la persona del Mesías, expresa su grande confianza en el Señor, en quien tiene puesta su dicha, y que en todo momento le asiste.

Por eso se alegra mi corazón y jubila mi alma,
y aun mi carne se siente segura.
Que no abandonarás tú mi alma en el sepulcro
ni dejarás que tu santo experimente la corrupción.
Tú me enseñas el camino de la vida,
la hartura de tus bienes junto a ti,
las eternas delicias a tu diestra.

San Pablo nos muestra realizada en la resurrección de Jesucristo la inauguración de su reino mesiánico, de que nos habla el salmo 2: Yo he constituido mi rey sobre Sión, mi monte santo. Voy a promulgar un decreto. Yavé me ha dicho: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado yo (Mt., 13,33ss.) El profeta Isaías acaba el cuadro de la pasión del Siervo de Yavé anunciando su triunfo por estas palabras: Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, tendrá posteridad y vivirá largos días, y en sus manos prosperará la obra de Yavé. Librada su alma de los tormentos, verá la luz, y lo que verá colmará sus deseos. El justo, mi Siervo, justificará a muchos, y recibirá muchedumbres por botín, por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí los pecados de todos e intercedía por los pecadores (Is. 53,10-12).

Es la profecía como una visión lejana y, por lo mismo, oscura. Pero en el Evangelio Jesús anuncia su resurrección al tercer día siempre que predice su muerte. Así, termina su primera predicción diciendo que tiene que ir a Jerusalén para ser muerto y al tercer día resucitar (Mt. 16,21). Después de la transfiguración, ordena a los tres testigos del misterio que a nadie digan nada hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos (Mt. 17,9), En otra ocasión, hallándose reunidos en Galilea, dice: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres, que lo matarán, y al tercer día resucitará (Mt. 17,225). Otra vez repite lo mismo en 20,19. En la última cena, anunciando la dispersión de los discípulos, les predice que, cuando resucite, les precederá a Galilea (26,32). El suceso de Jonás, que permaneció tres días y tres noches en el vientre del pez, es una serial de lo que sucederá al Hijo del hombre, que estará el mismo tiempo' en el seno de la tierra (Mi. I2,40; Le, Il,29SS). Y hablando con los judíos les dijo: Destruid este templo y en tres días lo levantantare...Hablaba del templo de su cuerpo. Cuando resueno de entre los muertos, se acordaron sus discípulos que había dicho esto y creyeron en fa Escritura y en la palabra que Jesús había dicho (lo. 2,19-22). En otra ocasión, dirigiéndose a los judíos, les dice que tiene poder, según el mandato recibido del Padre, para entregar su vida, y también para recobrar la de nuevo (lo. 1O, 17s). Los judíos estaban tan seguros de que Jesús había anunciado su resurrección, que pidieron a Pilato montara una guardia en el sepulcro para evitar una superchería de parte de los discípulos (Mt. 27,62SS). Cuanto al cumplimiento de esta predicción, basten las palabras de San Pablo a los corintios: Os traigo a la memoria, hermanos, el Evangelio que os he predicado, que habéis recibido, en el que os mantenéis firmes y por el que sois salvos si lo retenéis tal corno yo os lo anuncié, a no ser que hayáis creído en vano. Pues, a la verdad, os he trasmitido en primer lugar lo que yo mismo he recibido: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, que resucito al tercer día, según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, luego a los Doce. Después se apareció una vez a más de quinientos hermanos, de los cuales muchos viven todavía y algunos ya murieron; luego se apareció a Santiago; luego, a todos los apóstoles, y después de todos, como a un abortivo, se me apareció también a mí...Pues tanto yo como ellos, esto predicamos y esto habéis creído (I Coro IS,I-II).

 Los tres días del sepulcro

Sobre el tiempo que el cuerpo estuvo en el sepulcro hay en los textos algunas pequeñas variantes. Cuando el Señor anuncia a los discípulos su resurrección, dice siempre que ésta tendrá lugar al tercer día.  Pero en una ocasión recordó a los judíos el episodio de Jonás, de quien dice el texto sagrado que estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, y, siguiendo el texto, dice Jesús que así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches (Mt. I2, 40). En otros lugares se atribuye al Señor la aserción de que resucitaría después de tres días (Mt. 27,63; Me. 8,3I; Jn. 2,19). No cabe duda que las tres expresiones diferentes tienen el mismo 'significado. Jesucristo resucitó al amanecer del tercer día, el domingo, que, según la cuenta de los judíos, había comenzado ya al atardecer del sábado. Y así, estuvo muerto un día completo         y deis incompletos.

 Jesucristo, el primogénito de los muertos

Un nuevo problema plantea el texto sagrado. San Pablo dice que Cristo resucitado es las primicias de los muertos (1 Cor 5,20); que es (primogénito (Col. r, 18; Apoc. r,s) ; que El resucitó el primero' y que luego vendrán los suyos (r Cor5,23). Y parece esto muy natural, puesto que la resurrección de Jesucristo es la causa de nuestra resurrección, y El, quien nos había de conducir a la plena glorificación. Pero a esto parece oponerse lo que se cuenta en el Antiguo Testamento de los muertos resucitados por Eliseo " y lo que en el Evangelio se narra de los muertos resucitados por el Señor mismo". Sobre todo, ofrece dificultad el pasaje de San Mareo, el cual dice que, a la muerte de Jesús, la cortina del tempo se rasgo de arriba, abajo en dos partes, la. tierra también y se hendieron las rocas¡ se abrieron Los monumentos, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a La Ciudad Santa y se aparecieron a muchos (Mt. 27,5r-53).

Es claro que los resucitados por Elías y por el Señor volvieron a la misma vida de antes, trayendo consigo la condenación de morir de nuevo, y que de estos tales no hablan los textos precedentes de San Pablo y del Apocalipsis, que llaman al Señor el primero de los resucitados para la vida eterna. Pero' el pasaje último de San Mateo ofrece una grave dificultad, y, como suele ocurrir en puntos oscuros, no concuerdan todos en la solución. Notemos ante todo una deficiencia en la redacción, pues, estando el suceso ligado estrechamente al momento de la muerte del Salvador, la aparición de estos santos resucitados no ocurrió hasta después de la resurrección de Jesús. Algunos códices quieren decir que fue después de la resurrección de ellos; pero esto no hacía falta decirlo, pues no se iban a aparecer vivos antes de resucitar. Decir que la aparición fue después de la resurrección de Jesús crea dificultades, pues queda siempre claro, según el texto, que la apertura de los monumentos sepulcrales y la resurrección de los santos están ligadas a la muerte de Jesús, y sólo la salida del sepulcro acaeció después de la resurrección del Salvador. Por otra parte, si estos santos resucitaron para la vida gloriosa, ¿en qué viene a parar el privilegio de la Madre de Dios? ¿Dónde hayamos consignado que en el cielo se hallen otros ya resucitados, fuera del Señor y de su Madre? Por esto nos inclinamos a la sentencia de que estas resurrecciones y salidas de los sepulcros rotos no son otra cosa que apariciones de algunos muertos, enviados a algunas almas privilegiadas con la noticia de la muerte redentora de Jesús y de su próxima resurrección.

Jesús, resucitado por sí mismo


Jesús se dice siempre enviado por su Padre (17, rss) y siempre se muestra, como Hijo del hombre, sometido a la voluntad del Padre. Los apóstoles, hechos a esa aptitud del Salvador y acaso para no herir de golpe la fe monoteísta de los judíos, suelen hablar de Cristo resucitado por Dios. Así dice San Pedro a la muchedumbre el día de 'Pentecostés: A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. (Act. 2,32). Pocos días después hablaba así al pueblo en el templo: El Dios de Abrahán... ha glorificado a su Hijo siendo Jesús, a quien vosotros negasteis..., a quien Dios resucitó de -entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos (3,12-I5). Y luego, ante el Sanedrín: Sea manifiesto a vosotros y a todo el pueblo de Israel que en nombre de Jesucristo a quien vosotros habéis crucificado, a quien Dios  le resucitó de entre los muertos, por Él éste se halla sano ante vosotros (4,10). Y en casa de Cornelio: Vosotros sabéis lo aconteció en toda la Judea. .. “Esto es, como a Jesús de Nazaret le ungió Dios en el Espíritu. Santo y con poder..., y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. y de cómo le dieron Muerte suspendiéndole de un madero, Dios le resucito al tercer día y le dio manifestarse no a todo el pueblo, sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con El después de resucitado de entre los muertos (Act. 10,37-41). Lo mismo habla San PabI0 en la sinagoga de Antioquía de Pisidia: Nosotros os anunciamos el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros padres, que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo (Act. 13,32S). Pero Jesús ha declarado que El es Hijo de Dios, una sola cosa con el Padre; que el Padre está en El y El en el Padre, y, finalmente, que El tiene poder para entregar su vida a la muerte y poder también para recobrarla (lo, 10,17S). San Pablo dice a los Corintios que, si Cristo fue crucificado en la debilidad de su naturaleza humana, ahora vive por el poder de Dios, en virtud del cual resucitó. Este poder es también suyo, como lo es del Padre. Según esto, aunque los apóstoles, hechos a contemplar a Jesús en su humanidad, hablen con toda verdad que fue resucitado por Dios; pero, penetrando en el misterio de su divinidad, hemos de decir que resucitó por su propia virtud, que es la misma que la virtud del Padre.

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