CAPITULO
XXIII:
EL PADRE QUE
MORA EN MI HACE SUS OBRAS.
No
sólo existe esta unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, esta
comunicación entre ellos, sino que se puede decir también que el Padre y el
Espíritu Santo obraban también en el Hijo y que la acción del Padre y del
Espíritu Santo se manifestó en Nuestro Señor. El Padre es el Principio de todas
las operaciones del Hijo. En esto no hay que minimizar el sentido de las
palabras. El Padre Bonsirven explica, como observa san Cirilo de Alejandría: «Las operaciones que el Hijo recibe del Padre, son
operaciones divinas, que no podría llevar a cabo una naturaleza humana. No han
sido, pues, confiadas a un hombre ni es un hombre quien las reclama: el Verbo
recibe otra vez sus prerrogativas eternas, no recibe algo como si aún no lo
tuviese; si parece que pide como si no poseyese es para manifestar que el Padre
es el único principio por quien el Hijo recibe todo lo que es. Esta acción
especial del Padre sobre las operaciones del Hijo se halla definida en dos
textos que hay que unir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre: ¿Cómo me
dices tú: Muéstranos al Padre? No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en
mí? Las palabras que Yo os digo no las hablo de mí mismo; el Padre, que mora en
mí, hace sus obras» (S. Juan 14,
9-10). Cuando
se justificaba porque hacía milagros en el día de sábado, decía reivindicando
el poder creador: «Mi Padre sigue obrando todavía y por eso obro Yo
también» (S. Juan 5, 17). Se
trata de la misma acción. Y cuando los judíos le reprocharon que se hacía igual
a Dios, les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo que no puede el Hijo
hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque lo que éste
hace, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra
todo lo que El hace, y le mostrará aún mayores obras que éstas, de suerte que
vosotros quedéis maravillados. Como el Padre resucita a los muertos y les da
vida, así también el Hijo a los que quiere les da la vida» (S. Juan 5, 19-21).
Esta
comunicación de la vida del Padre se le da completamente al Hijo, se pone a su
disposición, pero el Hijo no hace nada sin el Padre, puesto que todo lo recibe
del Padre. Todas las acciones de Nuestro Señor son, pues, verdaderamente
divinas. Comentando las frases de Nuestro Señor, el Padre Bonsirven explica:
«Estas frases sólo alcanzan su pleno significado cuando
se entienden del Hijo inmanente al Padre. Encontramos dos ideas: En primer
lugar, Dios le muestra a su Hijo todo
lo que hace: sus operaciones divinas, lo cual no puede entenderse de la
humanidad de Cristo. Como explica san Cirilo, “mostrar” no significa hacer ver
como en un dibujo, sino imprimirse enteramente en el Hijo por la comunicación
de su naturaleza divina y sus operaciones; el Hijo ejerce estas operaciones
divinas porque las posee por naturaleza, juntamente con el Padre, pero
recibiendo de El esta actividad; además, el Hijo encarnado en el tiempo las
ejerce sucesivamente: de ahí las determinaciones temporales y el empleo del
futuro, que provienen de la Encarnación. En segundo lugar, en virtud de la
inmanencia del Padre en el Hijo, del Padre primer principio, El es el que lleva a cabo estas operaciones
divinas en Jesucristo; y no se contenta con darle unos poderes que
ejercería como a solas, como una causa separada».
Así
pues, el Hijo ve en el Padre todas sus acciones y el Padre lleva a cabo sus
acciones en el Hijo, y el mismo Hijo las lleva a cabo consubstancialmente unido
al Padre. Las cosas no se pueden decir de otra manera, ya que no se trata de
una orden que el Padre le da a su inferior ni de una impulsión que se le da a
un agente secundario. No. La operación se lleva a cabo en la unidad del Padre y
del Hijo. Evidentemente,
nos cuesta mucho comprender estas cosas porque no encontramos ningún ejemplo
semejante de esta unidad y de esta consustancialidad de naturaleza del Padre y
del Hijo en las naturalezas creadas ni en la creación. El Padre Bonsirven
concluye:
«Todas las acciones del Hijo: milagros, parábolas, juicios
y vivificación, son ante todo la obra del Padre. El que sabe comprender y
mirar, reconocerá esta acción como proveniente del Padre, porque es el producto
de la naturaleza divina; descubrirá, pues, a Dios Padre presente en el Hijo, no
de un modo local, sino como el arquetipo consubstancial al Hijo y obrando en
El»
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