CAPITULO II
Las '"diabluras"
de Lourdes
(por Mons. Cristiani)
Una pequeña ciudad sale de la sombra si la muy modesta aldea de Ars debe
toda su fama a su santo cura, en el sentido de que era completamente
desconocida en el mundo antes de él, no es exactamente lo mismo en el caso de
Lourdes.
En su Francia pintoresca, que data de 1835, Abel Hugo, el hermano mayor
de Víctor, habla de ella en estos términos: "Esta capital del antes
llamado Lavedan-en-Bigorre tenía el nombre, antiguamente, de «Mirabel», palabra
que en el dialecto del lugar significa bella vista." En Lourdes existe un
viejo castillo que había servido sobre todo de prisión de Estado desde el siglo
xiv. Este castillo acababa, nos dice Abel Hugo, de ser reparado. Y añade:
"La ciudad rodea la roca del costado opuesto al Gave; se extiende en una
barranca atravesada por un torrente. Bien construida pero irregular, ningún
edificio notable la decora; pero se halla situada ventajosamente en la unión de
cuatro valles que recorren las rutas de Pau, Tarbes, Baréges y Bagnéres."
Lourdes - 1858 |
Pero no fue un bello lugar lo que acudieron a ver millones de peregrinos
en el transcurso del año 1958. Este año marcó el centenario de las apariciones.
¿De qué apariciones se trata? Todo el mundo lo sabe. El 11 de febrero de 1858,
una niña, muy simple, muy pobre, muy ignorante, pero muy piadosa, Bernadette
Soubirous, vio de pronto, en el hueco de una roca, en la entrada de la gruta de
Massabieille, a "una joven blanca".
Y dieciocho veces, entre el 11 de febrero y el 16 de julio, la aparición
volvió. Pero nuestro objeto no es, evidentemente, repetir un relato tantas
veces ofrecido a los lectores de todos los países del mundo. ¿El diablo ha
intervenido en esta extraordinaria aventura? Su silencio o su ausencia sería
bastante asombroso... Iba a rondar sin duda por Ars, alrededor de un santo.
¿Podía desatender lo que ocurría en la Gruta milagrosa? Todos los que han
escrito sobre Lourdes, y son muchos, han señalado, en efecto, sus
intervenciones. Fueron lo que se llama en teología infestaciones y vamos en
este capítulo a recorrer las rarezas tan dignas de Satán.
Un alerta dudoso.
Si creemos al excelente J. B. Estrade, uno de los primeros relatores de
las apariciones, hubo ya un alerta, el 19 de febrero, en ocasión de la cuarta
aparición. Cuando Bernadette, desde la Gruta, subía hacia la ciudad, habría
revelado que la aparición había sido perturbada por clamores extraños e
insólitos. Estos clamores parecían subir del Gave, y eran numerosos y como
contestándose unos a otros. Se interpelaban, se cruzaban como las
vociferaciones de una muchedumbre tumultuosa. Entre estos aullidos deformados
una voz más clara se elevó iracunda y se oyeron estas palabras proferidas como
una amenaza: "¡Escapa!. . .¡Escapa!... ¿A quién se dirigía esta orden perentoria?
Bernadette comprendió en seguida que no era a ella, demasiado insignificante
para ser peligrosa, sino a la "joven blanca" que se mostraba a sus
ojos extasiados, y cuyo nombre aún ignoraba. Pero — siempre de acuerdo con la
versión de J. B. Estrade —la Visión de luz no hizo más que volver los ojos un
instante hacia el punto de donde salían los clamores y esta rápida mirada fue
tan eficaz, de una autoridad tan perfectamente soberana, que el silencio siguió
inmediatamente a los clamores que se habían oído hasta ese instante.
J. B. Estrade declara que el relato de este primer alerta le fue
"hecho directamente por la vidente, a él y a su hermana". El abate
Nogaro, cura de la catedral de Tarbes, recibió también el dato de "la
misma extática".Creemos, pues, con monseñor Trochu, que debemos admitir el
hecho. Pero tenemos dudas sobre la fecha. El padre Cros, S. J., en efecto, que
ha estudiado con tanta minucia todo lo que concierne a las Apariciones, no
habla de ello en la fecha 19 de febrero, ni más tarde por cierto. Además, tiene
ocasión, con harta frecuencia, de señalar los errores en los recuerdos del buen
señor Estrade, lo cual nos induce a creer que éste ha situado mal el citado
episodio en el sentido de habernos dado una fecha muy anterior. No lo descartamos,
por cierto, pero pensamos que ha de haberse producido más adelante.
Lleguemos, pues, a las "diabluras" mejor fechadas y por lo
tanto más seguras.Pero cumpliendo nuestro propósito de no dar más que hechos
bien atestiguados seguiremos de muy cerca los datos del padre Cros.Antes que
nada, entonces, los hechos y después los ensayos de explicación. Cantidad de
visionarias Fue un jueves 15 de abril cuando el alcalde de Lourdes, el señor
Lacadé, entregó un primer informe al subprefecto de Argeles sobre otras
visionarias además de Bernadette Soubirous. Recordemos bien la fecha. De
acuerdo con los cálculos del padre Cros, habíanse producido ya 18 apariciones,
del 11 de febrero al 7 de abril 2. La serie estaba, pues, terminada. Bernadette
permanecerá alejada de todo cuánto va a producirse. Pero leamos el informe del
alcalde: "El sábado último pasado, 10 de abril —escribe—, tres niñas de
Lourdes estaban en la Gruta rezando a Dios y a las dos de la tarde la Virgen,
afirman ellas, se les apareció. Una de ellas ha puesto en manos del señor cura
una declaración escrita que éste ha enviado al señor obispo.
"La llamada Pauline Labantés, que estaba en la Gruta ayer por la
mañana, 14 de abril, a las diez, para rezarle allí al Señor, dice haber visto a
la Virgen." No era, sin embargo, más que un comienzo. El muy concienzudo comisario
de policía Jacomet, redacta a su vez un informe, como era su deber, dirigido al
subprefecto, luego al prefecto. Las visionarias van a multiplicarse. Bernadette
está, si nos atrevemos a decirlo, "hundida". No puede rivalizar con
tantas otras que ven maravillas. El comisario da detalles muy precisos. Estos
detalles son muy útiles para formarse una opinión sobre el valor de estas
nuevas visiones. ¿Dónde ocurren? Jamás en el lugar mismo donde Bernadette había
visto a la Virgen y oído su nombre de labios de Ella misma. Parece que una
protección invisible rodea ese lugar, como rodea a la persona misma de
Bernadette. En tanto que ésta permanecerá siempre tan "natural", es
decir, tan exactamente lo que
Se trata de la bella obra:
Historia de Nuestra Señora de Lourdes según los documentos y los testigos, por
L. J. M. Cros, S. J., (París Beauchesne, 1927 sobre todo en el tomo II, pág. 47
y siguientes y passim.) Sabemos que hubo todavía una aparición a Bernadette el
16 de julio, pero el padre Cros no la cuenta. Para él la serie se cerró el 7 de
abril. Ella era, muy simple, muy modesta, muy ignorante, pero muy recta y muy
sincera, he aquí las indicaciones que nos han sido proporcionadas sobre las
nuevas videntes. El 10 de abril eran cinco y no tres, como lo decía el primer
informe del alcalde.
"Una de ellas — escribe el comisario — es Claire-Marie Sazenave, de
veintidós años, muchacha virtuosa, de una fe ardiente, de una imaginación
exaltada: «He visto —dice ella— una piedra blanca, casi al mismo tiempo una
forma de mujer, de estatura normal, llevando un niño en el brazo izquierdo: el
rostro sonriente, cabellos ondulados que le caían por los hombros; sobre su
cabeza algo blanco levantado como por una peineta; por fin un vestido blanco.
En cuanto al niño, lo distinguí confusamente y sólo al principio; después no lo
vi más»."
"La segunda, Madeleine Cazaux, cuarenta y cinco años, casada, mala
mujer, adicta a la bebida, explica así su visión: «Vi sobre la piedra blanca
algo, del tamaño de una niña de diez años; tenía un velo blanco sobre la cabeza
que le caía sobre los hombros, los cabellos le caían sobre el pecho. Todas las
veces que se movía un poco la vela, esta forma desaparecía»."
"La tercera, Honorine Lacroix, de más de cuarenta años, prostituta,
de costumbres innobles, dijo que había visto, la primera, a la Virgen. «Esta
Virgen — declaró — tenía la forma de una niñita de cuatro años, cubierta por un
velo blanco y cuyos cabellos le caían sobre los hombros y estaban recogidos
sobre la frente. Sus ojos eran azules, sus cabellos eran rubios, la parte
inferior del rostro era blanco y las mejillas rojas»." "En cuanto a las dos extranjeras, de las cuales una ha tenido
también una visión, según dicen, no se ha oído hablar más de ellas: se ignora
de dónde son." Todo esto, a primera vista, es muy sospechoso! Pero lo que
no lo es menos es el lugar donde se manifestaban estas pretendidas apariciones.
El lugar Es siempre el comisario el que nos ha hecho una descripción
detallada. Después que la Gruta, como consecuencia de las apariciones a Bernadette,
se hubo convertido en un punto de peregrinaje popular, se había levantado allí
una especie de altar donde los visitantes llevaban ramos de flores del campo o
de los jardines y depositaban allí sus ofrendas. La Gruta tenía la forma de un
horno de alrededor de cuatro metros de profundidad. La bóveda de este horno se
hallaba a dos metros sesenta de altura. Ahora bien, a los dos metros cincuenta,
más o menos, es decir en un punto al cual no podía llegarse sin una pequeña
escalera, se abría en la bóveda misma un corredor estrecho que se hundía,
aunque ascendiendo abruptamente en el interior de la roca. Este corredor podía
tener cuatro metros de largo y desembocaba en un espacio oval que medía
alrededor de dos metros sesenta de diámetro. Más adelante el corredor se
estrechaba de nuevo. Y cuatro metros más adelante uno estaba bloqueado, pero se
podían percibir a la luz de los cirios, paneles de rocas blanquecinas. Se sobreentiende que para deslizarse en este hueco de la roca era
necesario, casi sin excepción, arrastrarse boca abajo en una posición muy
incómoda y bastante poco decente para una mujer. Además, la primera vez las
"videntes" no habían llevado consigo ninguna escalera, como se hizo
después, sino que habían trepado sin vergüenza al altar levantado en el fondo
de la Gruta para arrastrarse desde ahí en el corredor misterioso que acabamos
de describir sumariamente. Se iluminaban con velas cuya luz vacilante arrojaba,
sin duda, formas cambiantes que podían tomarse, con un poco de imaginación, ora
por una mujer de estatura normal, ora por una niñita de diez años o aún mismo
de cuatro.
El comisario decía claramente, con una expresión de reprobación:
"Fué el sábado 10 de abril que por primera vez las mujeres se arriesgaron
a visitar el lugar que les describo. Ni el altar que era necesario hollar, ni
la decencia, ni nada las detuvo. Eran cinco, grupo bien curioso por las
diferencias de edad, de vida y de costumbres." Esta primera visita no tuvo
mucha repercusión. Marie Cazenave, la más honorable de las tres videntes,
parece haberse sentido, dijo el comisario, "avergonzada de lo que
declaraban haber visto sus poco dignas compañeras". Pero la cosa se
propagó, con todo. La curiosidad fue más fuerte que el respeto humano. Otras
mujeres entraron a su vez en el hueco de la roca. Muchas no vieron nada y
regresaron muy desconcertadas. Pero el 14 de abril, Suzette Lavantes, sirvienta
de cincuenta años de edad, realiza la ascensión de la galería y vuelve toda
entusiasmada. La rodean, la interrogan. Ella ha visto. Está todavía toda
temblorosa. ¿Qué ha visto? "Una forma blanca — dice — más o menos del
tamaño mío, una especie de vapor como un velo, y debajo un vestido de cola,
pero no distinguí ninguna forma humana, ni cabeza, ni brazos, ni piernas, ni
parte alguna del cuerpo. Por lo demás — añade —, lo que he visto es tan
indeciso y vago que no puedo darme cuenta de lo que es." Y con estos
elementos empezó el alboroto. A partir de este momento los peregrinajes a la
galería tan poco abordable se multiplican.
El 17 de abril, por primera vez, hombres y mujeres se encuentran
reunidos para esta expedición perturbadora. Una joven, Josephine Albario, de
quince años, empieza a llorar, a agitarse. La tranquilizan, la hacen salir. Se
ven obligados a conducirla de nuevo a su casa y a acostarla. Declara que ha
visto a "la Inmaculada Concepción, llevando a un niño en brazos y junto a
ella a un hombre con una larga barba". ¡Y esta misma aparición parece
perseguirla hasta su cama! Los ánimos desde ese momento se alteran. Dos
corrientes de opinión parecen definirse. Unos están llenos de admiración, creen
en todas las apariciones, las de Bernadette y las de sus émulos. Otros,
chocados por muchos detalles de las nuevas visiones, no creen ni en las de
Bernadette. La confusión es enorme. El 18 de abril, la propia sirvienta del
alcalde es presa de convulsiones porque ella también ha creído ver algo. Pero
esta vez ella no ha tenido ni siquiera que subir al corredor de la roca, puesto
que sus convulsiones empezaron delante del altar de la Gruta, cuando rezaba su
rosario. El alcalde tiene absoluta confianza en su sirvienta. Va a ordenar que
se realicen experiencias para saber si los juegos de luz pueden provocar las
visiones que enloquecen a tantas mujeres. El 19 de abril una comisión
investigadora entra en la gruta superior; se desea tener la conciencia
tranquila. Las visiones, y sobre todo la de Josephine Albario, que le han provocado
un éxtasis de tres cuartos de hora, ¿pueden tener una explicación natural? Pero
el resultado de esta investigación es completamente negativo.
Con todo debemos destacar que las apariciones a Bernadette habían estado
rodeadas de circunstancias muy diferentes de las que acabamos de relatar. Lo
cierto es que la muchedumbre tenía tendencia a confundirlas. Las personas
serias como el comisario Jacomet, se creyeron, por lo tanto, autorizadas, sin
más trámites, a atribuirlas, las unas y las otras, a imaginaciones deplorables.
Y el procurador Dutour escribirá al procurador general, el 18 de abril,
quejándose de la actitud del clero: "No se hace nada para desviar del
camino por el cual avanza cada día más el sentimiento religioso que se extravía
como consecuencia de la locura o de la superchería. Las visiones se multiplican;
ya no se alcanza a contar los milagros; el clero y el señor alcalde de Lourdes
no parecen tener otra preocupación que registrarlos."
Y reconstruye, a su vez, como el comisario Jacomet, todo el proceso de
las visiones que acabamos de relatar. No hay duda que en esa fecha de fines de
abril de 1858, la confusión de los espíritus era extrema en lo tocante a las
apariciones.
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