Festividad
Tercera.
Cómo el niño Jesús ha de ser nombrado espiritualmente
del alma devota
1. En
tercer lugar debemos considerar de qué manera este tan bendito bebé nacido
espiritualmente, ha de ser nombrado. Y pienso que no podría recibir un nombre
más apto que Jesús, pues está escrito: Será llamado Jesús[xiv].
Este es el nombre más sagrado, profetizado por los profetas, anunciado por el
ángel, predicado por los apóstoles, deseado por todos los santos. ¡Oh nombre
virtuoso, gracioso, gozoso, delicioso, glorioso! Virtuoso, porque vence a los
enemigos, repara las fuerzas, renueva las almas. Gracioso, porque en él tenemos
el fundamento de la fe, la firmeza de la esperanza, el aumento de la caridad,
el complemento de la justicia. Gozoso, porque es “júbilo en el corazón, melodía
en el oído, miel en la boca”, esplendor en el alma. Delicioso, porque “rumiado
nutre, pronunciado deleita, invocado unge”[xv], escrito recrea, leído instruye.
Nombre en verdad glorioso, porque dio la vista a los ciegos, el andar a los
cojos, el oído a los sordos, la palabra a los mudos, la vida a los muertos. ¡Oh
nombre bendito, que tan grandes efectos de virtud ostenta! ¡Oh alma, ya escribas,
ya leas, ya enseñes, ya hagas cualquier otra cosa, nada te agrade, nada te
deleite sino Jesús. Llama pues, a tu bebito, engendrado espiritualmente en ti, Jesús,
es decir, salvador en el destierro y la miseria de esta vida; y que te salve de
la superficialidad del mundo que lucha contra ti; de la falsedad del demonio
que te corrompe; de la fragilidad de la carne que te atormenta.
2. Grita,
alma devota, en medio de los tantos flagelos de esta vida: ¡Oh Jesús, Salvador
del mundo, sálvanos, tú que por tu cruz y tu sangre nos redimiste; ayúdanos,
Señor Dios nuestro!. Salva -diré-, dulcísimo Jesús, confortando al débil,
consolando al afligido, ayudando al frágil, consolidando al que vacila.
3. ¡Oh,
cuánta dulzura sintió muchas veces después de aquella bendita imposición del
nombre la feliz madre natural y verdadera madre espiritual, María virgen,
cuando percibió que en este nombre se expulsaban los demonios, se acumulaban
los milagros, se iluminaban los ciegos, se sanaban los enfermos, se levantaban
los muertos! Pues de la misma manera tú, alma que eres espiritualmente madre,
con razón debes gozar y exultar cuando percibes en ti y en los otros que tu bendito
Hijo Jesús pone en fuga a los demonios en la remisión de los pecados, ilumina a
los ciegos en la infusión del verdadero conocimiento, levanta a los muertos en
la colación de la gracia, cuida a los enfermos, sana a los cojos, endereza a
los paralíticos y contrahechos en el robustecimiento espiritual, de manera que
ya se vuelvan fuertes y viriles por la gracia los que antes eran débiles y frágiles
por la culpa. ¡Oh, cuán feliz y bienaventurado el nombre que mereció tener tan
grande poder y eficacia
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