lunes, 16 de noviembre de 2015

El Misterio de Nuestro Señor JesuCristo.


CAPITULO VII: LA LITURGIA, JESUCRISTO COMUNICADO 


Después de haber examinado las profesiones de fe, la actitud de los enemigos de la Iglesia contra Nuestro Señor y las manifestaciones de su divinidad, veamos cuál es el lugar que ocupa Nuestro Señor en la liturgia y en la vida de la Iglesia. En la liturgia se expresa de una manera perfecta lo que la Iglesia piensa de Nuestro Señor Jesucristo y lo que nos pide que consideremos en su persona. Sería un error considerar la liturgia sólo como una hermosa página de historia que se nos cuenta a lo largo del año. Considerarla liturgia únicamente bajo este aspecto, sería comprenderla muy mal. La liturgia no sólo es el recuerdo de los acontecimientos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, de sus acciones y de todo lo que nos enseñó, sino que, antes que nada, es una vida. Por la liturgia, Nuestro Señor nos comunica no sólo la fe sino también la santificación, nos comunica su gracia, su gracia santificante. Para la Iglesia, es evidente que el punto central de esta acción saludable que nos comunica la gracia es el santo Sacrificio de la Misa. Para que participemos mejor al santo Sacrificio de la Misa, la Iglesia ha querido colocarlo en medio de un conjunto de fiestas y de recuerdos de la vida de Nuestro Señor y de la vida de los santos. Cada acontecimiento de la vida de Nuestro Señor nos da una gracia particular.

Desgraciadamente, ya no podemos comprender solos la profundidad y la grandeza del misterio de Nuestro Señor y por eso la Iglesia lo pone a nuestro alcance de manera muy materna. Nos distribuye las gracias a lo largo de todo el año por medio de las fiestas de Nuestro Señor y particularmente con los dos grandes ciclos del año litúrgico: el ciclo de Navidad y el ciclo pascual.

Nos comenta el Padre Pius Parsch en su Guía del año litúrgico: «¿Qué debemos esperar del año litúrgico? La vida divina, la vida en abundancia. La vida divina, cuyo germen puso el bautismo en nuestra alma, debe desarrollarse durante este año eclesiástico y tender a su perfección por medio de la oración litúrgica. La liturgia se parece a un anillo precioso cuyo diamante es la Eucaristía y el Sacrificio eucarístico y cuyo engaste lo componen las fiestas y los tiempos eclesiásticos. El viaje a través del año eclesiásticos e parece a una excursión a la montaña. Tenemos que subir a dos cimas: la primera cumbre es la montaña de Navidad y la otra y principal, es la de Pascua. En ambos casos hay una subida, el tiempo de la preparación, Adviento para Navidad y Cuaresma para Pascua, y un camino en las alturas, de una cumbre a otra, desde Navidad a la Epifanía y de Pascua hasta Pentecostés».Esta imagen que nos da el Padre Parsch nos ayuda a comprender mejor lo que es el año litúrgico. «Por eso tenemos que recorrer dos ciclos de fiestas; en ambos, las consideraciones particulares tienen, en su conjunto, por objeto el reino de Dios en el alma y en la Iglesia. Dos veces al año buscamos el reino de Dios, lo hallamos y lo edificamos. La Iglesia nos enseña en este año eclesiástico. Es una escuela de fe. Durante el año litúrgico, se nos van presentando y recordando las verdades de la fe. El año litúrgico es una educación celosa: no sólo quiere comunicarnos las verdades de la fe sino que nos quiere hacermejores y educarnos para el Cielo. A través de todos los días del año litúrgico se nos dirige el mismo llamamiento al corazón: “dejad el hombre viejo y revestíos del hombre nuevo”».

Eso también nos lo recuerda Dom Gaspar Lefebvre.  Hay que reconocer que, desde principios de siglo, ha tenido lugar un esfuerzo considerable para que los fieles comprendan mejor la liturgia y ellos se han interesado mucho. El Año litúrgico de Dom Guéranger, por ejemplo, tuvo un éxito extraordinario. En otro tiempo, solían verse personas que asistían a la santa Misa con el libro del año litúrgico o que por lo menos lo tenían en su biblioteca y tenían la costumbre de prepararse a la Misa leyendo esos libros. Si queremos realmente penetrar en el misterio de Nuestro Señor, conocerlo verdaderamente, amarlo Como tenemos que hacerlo, unirnos a El y recibir sus gracias, es del todo necesario que conozcamos la liturgia, la estudiemos y la apreciemos. Es, desde luego, un gran medio de santificación. «El culto público, los ritos, sacramentos, oraciones oficiales y los días y fiestas del año litúrgico son medios de los que ella se sirve para unirnos a Cristo y transformar nuestras almas a imagen de la suya. Cada año, del Adviento a Pentecostés, nos hace celebrar los principales acontecimientos de la vida del Salvador, no como un simple recuerdo...» Es lo que dicen los protestantes. Para ellos la liturgia (si puede aún llamarse así la liturgia protestante) es sólo un recuerdo, una historia que trata de Nuestro Señor pero que no tiene este sentido vital, que no es fuente de vida y de santificación, capital para todos los católicos. Nuestro Señor ha querido que su vida, la vida de la gracia, pase a través de sus sacramentos y de su liturgia. «...para renovarnos por la aplicación de gracias particulares que nos da en cada celebración. La comunicación tan viva de los misterios de Cristo impregna nuestras almas de una vida cristiana auténtica, íntimamente vinculada a la de la Iglesia. La Iglesia misma nos inculca el sentido yel espíritu de estas celebraciones litúrgicas. Basta con dejarse guiar por ella para penetraren el corazón del misterio cristiano y sacar pleno provecho de su eficacia sobrenatural». Dom Marmion dice lo mismo de una manera admirable: «La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, que es el Espíritu del mismo Jesucristo, descorre ante la vista de todos sus hijos, desde Navidad a la Ascensión, el ciclo completo de los misterios de Jesucristo, unas veces resumiéndolos y proponiéndoles otras en perfecto orden cronológico, como ocurre en Semana Santa y en el Tiempo Pascual. Y así es como hace revivir ante nosotros, no de una manera cualquiera, sino de modo animado y dramático, todos y cada uno de los misterios de su divino Esposo; merced a Ella, podemos recorrer las diversas etapas de su vida mortal y gloriosa. Y si no abandonamos a guía tan buena, infaliblemente llegaremos a conocerlos misterios de Jesucristo, y lo que es más, penetraremos en los sentimientos de su divino Corazón»

Los misterios de Cristo, dice Dom Marmion, no son sólo cuadros para mirar o modelos para imitar, sino también fuentes de gracias, de modo que hay una gracia para cada misterio de Nuestro Señor en la Jesucristo en sus misterios (Cómo nos asimilamos el fruto de los misterios de Jesucristo), E.L.E., Barcelona 1959, pág.40.


liturgia: renacimiento espiritual (Navidad), muerte al pecado (Pasión), libertad del alma, vida para Dios (Pascua) y vida en el cielo por la fe (Ascensión).  «Siguiendo, de este modo, a Jesucristo en todos sus misterios, y uniéndonos a El, vamos teniendo parte lentamente, pero de un modo seguro y cada vez en mayor escala, y con una intensidad más profunda, en su vida divina. San Agustín expresa esta bella idea: “Lo que un día se realizó en Cristo, se va renovando espiritualmente en nuestras almas por la reiterada celebración de sus misterios”:“Quod semel factum est in rebus veritas indicat, hoc saepius celebrandumin cordibus piis solemnitas renovat” (Sermo220, in vigil. Paschae II)»

CONTINUA...

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