Nota. Es una magnifica poesía escrita por Mons. Vicente Camacho allá por los años de la guerra cristera, es decir, 1926-1929 que se continuo por la terrible persecución terminada en el año 1940 más o menos.
Mons.
dice lo que ve y lo que el Espíritu Santo le inspira. En aquellos momentos aun
se respiraba el catolicismo verdadero y se luchaba verdaderamente por la religión
principio sobrenatural muy arraigado en las almas de los mexicanos. Su poesía nos
narra las desgracias y la corrupción existente actualmente en el mundo con
matices verdaderamente dramáticos, (parece que fue escrita para este tiempo y
para cada país del mundo) pero nada fuera de la realidad que actualmente se nos
presenta como un cáncer demoledor en la sociedad actual que, parece ser como
una profecía, cuyo fin es una catástrofe mundial irremediable.
Catástrofe
ya predicha por Nuestra Señora de Fátima en 1917, cuando dijo: “Para impedir
eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la
comunión reparadora de los primeros sábados. Si se escuchan mis peticiones,
Rusia se convertirá y se tendrá la paz. Si no, ella (Rusia) propagará sus
errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia; los
buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias
naciones serán aniquiladas.”
Si, el mundo sigue ofendiendo a Dios más que nunca y no ha dejado de pecar, si la
sociedad actual esta tan mal como lo dice Mons. Vicente Camacho, si los que se
pensó que nunca se habían de aliar, ahora ya se han aliado me refiero a Rusia,
China e Irán y, por último, se está exacerbando la guerra en Europa como en
África, ¿acaso no está cerca el gran castigo donde Rusia sea el azote de Dios? Esto
no lo dice un servidor lo dice Dios trino y uno por medio de la Santísima
Virgen en Fátima. Recordemos las palabras de nuestro Redentor Jesucristo: “El
cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasaran” (sin que con ellas se
realice todo cuanto ha dicho hasta nuestros días)
He
aquí la poesía, cada quien medítela en su corazón y saque su conclusión y sepa
que, hoy mas que nunca, debe implorar la protección de la Madre de Dios ya que
es el remedio que nos recomienda Mons. Vicente Camacho y también es la recomendación
de la Santísima Virgen de Fátima:
¿Qué
queda de mi patria? Los bosques seculares
no
son ya de sus hijos; las ondas de los mares
la
surcan mil bajeles de extraño pabellón;
y
huérfanos sus niños, helados sus hogares
sus
vírgenes violadas sus hombres sin honor…
¿Qué
queda de mi patria? Sus ríos de oro y plata
Han
mucho desembocado en gruesas cataratas
En
la nación vecina que siempre nos odio.
En
cambio, en nuestros rostros el hambre se retrata,
vivimos
cual mendigo, y es rico el vil ladrón.
¿Qué
queda de mi patria? ¡Los que antes eran huertos,
hoy
son lagos de sangre o fúnebres desiertos
en
donde los chacales celebran su festín…!
¡Tan
pobre esta mi patria, que hasta sus hijos muertos
bajo
el ardiente fuego del sol, se han de podrir!
¿Qué
queda de mi patria? Su legendaria historia,
que
es toda epopeya, que es un cantar de gloria
Las
manos de sus hijos, infame, mancilla:
¡El
nombre d sus héroes huyo de la memoria,
¡Y
se levantan mil himnos en nombre del traidor…!
¿Qué
queda de mi patria? Su tricolor bandera,
dicen
que no es la misma que en otros tiempos era,
¡Qué
unión ya no nos pide, que ya no es religión:
que
el resplandor rojizo de una infernal hoguera
¡De
odios implacables, su rojo tiñio…!
¿Qué
queda de mi patria? Las losas funerarias
que
ayer veíanse envueltas de rosas y plegarias,
sacrílega
la turba llegó y las arrancó…
¡Y
al polvo de los héroes llamó polvo de parias
y
cenizas santas llevose el aquilón!
¿Qué
queda de mi patria? El Dios de mis mayores,
Él
único que pude calmar nuestros dolores,
el
Cristo de mis padres, ¡mi Cristo! ¿Dónde está?
¡Escupen
nuestro rostro llamándonos traidores,
sí
intentan nuestros labios su Nombre pronunciar!
¿Qué
queda de mi patria? ¡No tiene ya valientes;
sus
niños no son niños… pues no son inocentes
sus
hijas no son ángeles…no tienen ya pudor
sus
viejos no son viejos…hay manchas en sus frentes
sus
madres no son madres…les falta corazón!
¿Qué
queda de mi patria? Cerrados sus santuarios,
están
llenos de polvo y rotos sus sagrarios y,
la
santa nave, sola; sin fieles y sin Dios…
Y
mudos y sombríos sus altos campanarios,
parecen
mausoleos de un pueblo que murió.
¿Qué
queda de mi patria? Mañana,
Cuando
truene la voz de los cañones, si el extranjero viene
E
intenta destrozarnos… ¿por quién iré a luchar?...
¿Pueden
arrebatarle su patria a quien no tiene?
¿Al
huérfano su madre, le pueden arrancar?
¿Qué
queda de mi patria? ¡Una fulgente estrella
Que
en lo alto del bendito Tepeyac descuella,
bañando
en su luz purísima el mundo de Colon!
¡Mi
Patria aún no ha muerto, que de mi patria es Ella
la
gloria, la esperanza, la vida, el corazón!
La
Patria aún no ha muerto; no ha muerto, mexicanos.
La
Celestial Morena, está en el Tepeyac.
Que
tiemblen los infames, que tiemblen los tiranos,
que
canten los clarines de eterna libertad.
Por
Ella lucharemos hasta el postrer instante;
por
Ella, venceremos al colosal gigante,
que
intente destrozarnos, y, si es el vencedor,
Tendrá
bajo sus plantas a un pueblo agonizante,
que
muere por su Virgen, que muere por su Dios.
Mons.
Vicente M. Camacho. Obispo de Yucatán.
(En
tiempos de los cristeros.)
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