lunes, 28 de agosto de 2023

QUE QUEDA DE MI PATRIA.

 

Nota. Es una magnifica poesía escrita por Mons. Vicente Camacho allá por los años de la guerra cristera, es decir, 1926-1929 que se continuo por la terrible persecución terminada en el año 1940 más o menos.

Mons. dice lo que ve y lo que el Espíritu Santo le inspira. En aquellos momentos aun se respiraba el catolicismo verdadero y se luchaba verdaderamente por la religión principio sobrenatural muy arraigado en las almas de los mexicanos. Su poesía nos narra las desgracias y la corrupción existente actualmente en el mundo con matices verdaderamente dramáticos, (parece que fue escrita para este tiempo y para cada país del mundo) pero nada fuera de la realidad que actualmente se nos presenta como un cáncer demoledor en la sociedad actual que, parece ser como una profecía, cuyo fin es una catástrofe mundial irremediable.

Catástrofe ya predicha por Nuestra Señora de Fátima en 1917, cuando dijo: “Para impedir eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si se escuchan mis peticiones, Rusia se convertirá y se tendrá la paz. Si no, ella (Rusia) propagará sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia; los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas.” 

Si, el mundo sigue ofendiendo a Dios más que nunca y no ha dejado de pecar, si la sociedad actual esta tan mal como lo dice Mons. Vicente Camacho, si los que se pensó que nunca se habían de aliar, ahora ya se han aliado me refiero a Rusia, China e Irán y, por último, se está exacerbando la guerra en Europa como en África, ¿acaso no está cerca el gran castigo donde Rusia sea el azote de Dios? Esto no lo dice un servidor lo dice Dios trino y uno por medio de la Santísima Virgen en Fátima. Recordemos las palabras de nuestro Redentor Jesucristo: “El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasaran” (sin que con ellas se realice todo cuanto ha dicho hasta nuestros días)

He aquí la poesía, cada quien medítela en su corazón y saque su conclusión y sepa que, hoy mas que nunca, debe implorar la protección de la Madre de Dios ya que es el remedio que nos recomienda Mons. Vicente Camacho y también es la recomendación de la Santísima Virgen de Fátima:

 

¿Qué queda de mi patria? Los bosques seculares

no son ya de sus hijos; las ondas de los mares

la surcan mil bajeles de extraño pabellón;

y huérfanos sus niños, helados sus hogares

sus vírgenes violadas sus hombres sin honor…

 

¿Qué queda de mi patria? Sus ríos de oro y plata

Han mucho desembocado en gruesas cataratas

En la nación vecina que siempre nos odio.

En cambio, en nuestros rostros el hambre se retrata,

vivimos cual mendigo, y es rico el vil ladrón.

 

¿Qué queda de mi patria? ¡Los que antes eran huertos,

hoy son lagos de sangre o fúnebres desiertos

en donde los chacales celebran su festín…!

¡Tan pobre esta mi patria, que hasta sus hijos muertos

bajo el ardiente fuego del sol, se han de podrir! 

 

¿Qué queda de mi patria? Su legendaria historia,

que es toda epopeya, que es un cantar de gloria

Las manos de sus hijos, infame, mancilla:

¡El nombre d sus héroes huyo de la memoria,

¡Y se levantan mil himnos en nombre del traidor…!

 

¿Qué queda de mi patria? Su tricolor bandera,

dicen que no es la misma que en otros tiempos era,

¡Qué unión ya no nos pide, que ya no es religión:

que el resplandor rojizo de una infernal hoguera

¡De odios implacables, su rojo tiñio…!

 

¿Qué queda de mi patria? Las losas funerarias

que ayer veíanse envueltas de rosas y plegarias,

sacrílega la turba llegó y las arrancó…

¡Y al polvo de los héroes llamó polvo de parias

y cenizas santas llevose el aquilón!

 

¿Qué queda de mi patria? El Dios de mis mayores,

Él único que pude calmar nuestros dolores,

el Cristo de mis padres, ¡mi Cristo! ¿Dónde está?

¡Escupen nuestro rostro llamándonos traidores,

sí intentan nuestros labios su Nombre pronunciar!

 

¿Qué queda de mi patria? ¡No tiene ya valientes;

sus niños no son niños… pues no son inocentes

sus hijas no son ángeles…no tienen ya pudor

sus viejos no son viejos…hay manchas en sus frentes

sus madres no son madres…les falta corazón! 

 

¿Qué queda de mi patria? Cerrados sus santuarios,

están llenos de polvo y rotos sus sagrarios y,

la santa nave, sola; sin fieles y sin Dios…

Y mudos y sombríos sus altos campanarios,

parecen mausoleos de un pueblo que murió.

 

¿Qué queda de mi patria? Mañana,

Cuando truene la voz de los cañones, si el extranjero viene

E intenta destrozarnos… ¿por quién iré a luchar?...

¿Pueden arrebatarle su patria a quien no tiene?

¿Al huérfano su madre, le pueden arrancar?

 

¿Qué queda de mi patria? ¡Una fulgente estrella

Que en lo alto del bendito Tepeyac descuella,

bañando en su luz purísima el mundo de Colon!

¡Mi Patria aún no ha muerto, que de mi patria es Ella

la gloria, la esperanza, la vida, el corazón!

 

La Patria aún no ha muerto; no ha muerto, mexicanos.

La Celestial Morena, está en el Tepeyac.

Que tiemblen los infames, que tiemblen los tiranos,

que canten los clarines de eterna libertad.

 

Por Ella lucharemos hasta el postrer instante;

por Ella, venceremos al colosal gigante,

que intente destrozarnos, y, si es el vencedor,

Tendrá bajo sus plantas a un pueblo agonizante,

que muere por su Virgen, que muere por su Dios.

 

Mons. Vicente M. Camacho. Obispo de Yucatán.

(En tiempos de los cristeros.)

 

    

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