Refutación del sentido alegórico moral, espiritual de este pasaje tanto de las Escrituras como del Credo, y la prueba en su contra, pues no cabe sino un sentido propio y natural de las palabras, que es el literal y el primigenio, y sobre el cual no prima ningún otro sentido.
Cuando
se habla de la Resurrección de Cristo, es evidente que no puede ser otra que la
Resurrección física ya que Cristo nunca puede resucitar espiritual, ni
alegórica, ni moralmente, esto es obvio, pues no puede perder la gracia; y si a
continuación se habla de juzgar a vivos y a muertos, es evidente que las mismas
palabras no pueden cambiar de sentido a menos que caiga en un absurda
contradicción como lamentablemente se ha venido haciendo reiterada y
obstinadamente.
Así
tenemos que en los Hechos de los Apóstoles se habla de vivos y muertos en el
sentido propio y natural, a menos que se diga, contradictoriamente, que al
decir muertos se refiera a un sentido alegórico o espiritual cuando se está
hablando, previamente, de Cristo resucitado, lo que es evidente que es en
sentido físico y no espiritual. Una palabra no puede tener, en un mismo texto,
dos sentidos distintos a menos que así se lo aclare pues sería introducir un
término equívoco: “Pero Dios le resucitó al tercer día y le dio que se
mostrase manifiesto, no a todo el pueblo, sino a nosotros los testigos
predestinados por Dios, los que hemos comido y bebido con Él después de su
resurrección de entre los muertos. Él nos mandó predicar al pueblo y dar
testimonio de que Éste es Aquel que ha sido destinado por Dios a ser juez de
los vivos y de los muertos”. (Hechos 10, 40-42).
Aquí,
hay que decirlo, el insigne y sabio Mons. Straubinger, siendo un gran
milenarista aunque un poco soterrada y tímidamente, concede estultamente la
posibilidad de un doble sentido, es decir, tanto el sentido alegórico como el
sentido literal y, por lo mismo, cae en contradicción pues el concede la
posibilidad contraria, y así dice en la nota 42: “Es entonces un hecho, que
Cristo es el juez de vivos y muertos, ya sea que entendamos por muertos a los
pecadores y por vivos a los que viven rectamente, ya sea que con el nombre de
vivos se comprenda a los que entonces vivirán, y con el de muertos a todos los
que murieron, (Sto. Tomás)”, aunque en la misma cita, a continuación añade
diciendo lo contrario: “S. Pedro aclara este punto usando esos términos en
su sentido propio (I Ped. 4, 5 s.)”.
San
Pedro, también, después de hablar del juicio de vivos y muertos, se refiere a
los muertos juzgados en carne propia, es decir, los muertos físicamente y una
vez resucitados, con lo cual queda excluido el sentido alegórico-espiritual,
pues no puede estar utilizando la palabra muertos en un sentido espiritual
cuando se está refiriendo a los muertos que resucitan físicamente, y no espiritualmente:
“Ahora se extrañan de que vosotros no corráis con ellos a la misma
desenfrenada disolución y se ponen a injuriar; pero darán cuenta a Aquel que
está pronto para juzgar a vivos y a muertos. Pues para eso fue predicado el
Evangelio también a los muertos, a fin de que, juzgados en la carne, según es
propio de los hombres, vivan según Dios en el Espíritu”. (I Pedro 4, 4-6).
2
A esto comenta Mons. Straubinger en su nota 6: “A los muertos: S. Pedro fija aquí el sentido del versículo anterior en que usa la expresión vivos y muertos, conservada en el Credo y frecuente en el Nuevo Testamento (cf. 2 Tm. 4, 1; Rm. 14, 9; Hch. 10, 42). Según diversos comentadores antiguos y modernos (S. Agustín, el Venerable Beda, etc.), el adjetivo muertos debería entenderse en sentido moral y designaría a los que están muertos espiritualmente, los pecadores, y particularmente a los paganos. Pero al fin del versículo 5 este adjetivo ha sido tomado en su sentido propio, y no hay manera de creer que se use dos acepciones diferentes en la misma línea’ (Fillion)”.
Sobre
juzgar en la carne, como explica el padre Rovira, significa ser juzgado después
de resucitar físicamente, y así dice: “Para que, juzgados en la carne según
los hombres, esto es, para que de nuevo constituidos hombres por la
resurrección, sean juzgados de aquello que hicieron mientras vivían en carne
según los hombres”. (El Reino de Cristo consumado en la tierra, Vol. 2, Ed.
Balmez, Barcelona 2018, p. 26).
Menos
mal que aquí Mons. Straubinger, con mucha lucidez citando al renombrado
comentarista de las Escrituras, Fillion, precisa que no cabe otro sentido sino
el propio y literal, amén de lo que S. Agustín y otros digan, en contra de la
lógica que se impone.
El mismo
S. Pedro nos dice, en el capítulo anterior, que cuando se refiere a la muerte
es la muerte en la carne, la muerte física y no la espiritual, así dice: “Pues
también Cristo murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos, a fin
de llevarnos a Dios. Fue muerto en la carne, pero llamado a la vida por el
Espíritu, en el cual fue también a predicar a los espíritus encarcelados”.
(I Pedro 3, 19). Afortunadamente, Mons. Straubinger precisa en la nota
19: “A este respecto se han manifestado muy diversas opiniones, sobre lo
cual anota Mons. Charue: ‘En el contexto esta observación debe probar el
beneficio de los sufrimientos del Salvador, cosa que debe recordarle cuando se
habla sobre el descendimiento a los infiernos, pues es desde luego imposible la
interpretación, llamada espiritual, de S. Agustín, de S. Tomás y de todos los
occidentales hasta el siglo XIV, según los cuales el Cristo, preexistente,
habría intervenido por intermedio de su profeta Noé para predicar a los
contemporáneos del diluvio…’”.
No queda
la menor duda, si no se quiere caer en la contradicción y el absurdo, de que no
cabe más que la interpretación literal, propia y natural que es la muerte y
vida físicas cuando se habla tanto en las Escrituras como en el Credo, de
juzgar a vivos y muertos.
Así
vemos que para esto Cristo, Nuestro Señor, murió y volvió a la vida, para ser
Señor y Juez tanto de vivos como de muertos: “Porque para esto Cristo murió
y volvió a la vida, para ser Señor así de los muertos como de los vivos”. (Romanos
14, 9).
Por eso
S. Pablo dice: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, el cual
juzgará a vivos y a muertos, tanto en su aparición como en su reino: predica la
Palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda
longanimidad y doctrina”. (II Timoteo 4, 1-2). 3
Para
remate, y para que quede bien claro aunque sea embarazoso y muy penoso para mí
tenerlo que decir, pero como dice el adagio amicus Plato, sed magis amica
veritas (amigo es Platón pero más amiga es la verdad), aquí no tiene nada
que hacer la interpretación alegórico espiritualista de algunos Santos Padres y
Doctores como S. Agustín y Sto. Tomás pues, cuando se habla de mártires
degollados y como es evidente, no pueden resucitar espiritualmente bajo ningún
concepto, como es evidente, ya que han muerto en gracia, tal como podemos ver
en el siguiente pasaje del Apocalipsis: “Y vi tronos; y sentáronse en ellos,
y les fue dado juzgar, y a las almas de los que habían sido degollados a causa
del testimonio de Jesús y a causa de la Palabra de Dios, y a los que no habían
adorado a la bestia ni a su estatua, ni habían aceptado la marca en sus frentes
ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Los restantes de
los muertos no tornaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Esta es
la primera resurrección. ¡Bienaventurado y santo el que tiene parte en la
primera resurrección! Sobre éstos no tiene poder la segunda muerte, sino que serán
sacerdotes de Dios y de Cristo, con el cual reinarán los mil años”. (Apocalipsis
20, 4-6).
Por eso
el P. Antonio Van Rixtel advierte: “Se dice que hay que entender esta
primera resurrección del Apocalipsis 20, 4-6 en su sentido espiritual. Pero
¿cómo se le puede interpretar espiritualmente, cuando San Juan dice: ‘los demás
muertos no revivieron hasta cumplirse los mil años’ y los mismos versículos,
más tarde, profetizan el cumplimiento de esta profecía, relatando la
resurrección de los ‘demás’ muertos? ¿Y cómo puede resucitar espiritualmente un
decapitado? Su resurrección ‘espiritual’ (conversión) habrá tenido lugar antes
porque es un poco raro que uno que no está en la fe y en la gracia de Cristo,
se deje decapitar por Él, sin embargo, San Juan dice, que ‘resucitaron después
de ser decapitados’; luego no puede hablar de una resurrección espiritual, sino
que habla de una resurrección física corporal”. (Tercer Milenio-El Misterio
del Apocalipsis, Caviglia Cámpora-Antonio Van Rixtel, Ed. Fundación Gladius, Bs.
As. 1995, p. 502).
La
conclusión obvia es que, al hablar de juzgar a vivos y a muertos, el sentido es
literal y exclusivo, descartándose el sentido alegórico que borra con el codo
lo que se escribe con la mano, diluyendo las Escrituras y el Credo.
FUENTE. P. Basilio
Méramo
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