¿POR
QUÉ UNA EXPIACIÓN TAN PROLONGADA?
Las razones no son difíciles de entender.
1. La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta en realidad es una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios. Es suficiente ver cómo los Santos se arrepintieron de sus faltas.
Nuestra tendencia es ser débiles, es verdad, pero Dios nos ofrece generosamente abundantes gracias para fortalecernos; nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la fuerza necesaria para no caer en la tentación. Si aún así, caemos, la falta es toda nuestra. No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente; no rezamos, no recibimos los Sacramentos como deberíamos.
2. Un eminente teólogo remarca que si hay almas que son condenadas al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal, no debemos asombrarnos porque otras almas deban ser retenidas durante largo tiempo en el Purgatorio. Hay quienes han cometido deliberadamente incontables pecados veniales, algunos de los cuales son tan graves, que en el momento de cometerlos el pecador escasamente distingue si son mortales o veniales. También, ellos pueden haber cometido algunos pecados mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento e hicieron poca o ninguna penitencia. La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio.
Nuestro
Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por cada palabra que decimos y
que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos pagado hasta el último
céntimo. (Mt 5:26).
Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y aún así, se arrepienten
y hacen severas mortificaciones. Nosotros cometemos muchos y gravísimos
pecados, y nos arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.
PECADOS VENIALES:
Sería difícil calcular el inmenso número de pecados veniales que
cometemos.
1)
Hay un infinito número de faltas en el amor, egoísmo, pensamientos, palabras,
actos de sensualidad, también en cientos de variantes; faltas de caridad en el
pensamiento, palabra, obra, y omisión. Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y
otras innumerables faltas.
2) Hay pecados por omisión que no pagamos. Amamos tan poco a Dios, y Él clama cientos de veces por nuestro amor. Lo tratamos fríamente, indiferentemente y hasta con ingratitud.
Él
murió por cada uno de nosotros. ¿Le hemos agradecido como se debe? Él permanece
día y noche en el Santísimo Sacramento del Altar, esperando nuestras visitas,
ansioso de ayudarnos. ¿Cuán a menudo vamos a Él? Él ansía venir a nosotros en
la Santa Comunión, y lo rechazamos. Se ofrece a Sí Mismo por nosotros cada mañana en el Altar en la Misa y da océanos
de gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio. ¡Y algunos son
tan holgazanes que no van! ¡Qué desperdicio de gracias!
3) Nuestros corazones
son duros y están llenos de amor a sí mismos. Tenemos hogares felices,
espléndida comida, vestido, y abundancia de todas las cosas. Muchos de nuestros
prójimos viven en el hambre y la miseria, y poco les damos, mientras que
vivimos en el despilfarro y gastamos en nosotros mismos sin necesidad.
4) La vida nos fue dada
para servir a Dios, para salvar nuestras almas.
¡Muchos cristianos, sin embargo, están satisfechos de rezar cinco
minutos a la mañana y cinco a la noche!! El resto de las 24 horas están
dedicados al trabajo, descanso y
placer. ¡Diez minutos a Dios, a nuestras almas inmortales, al gran trabajo de
nuestra salvación! ¡Veintitrés horas y cincuenta minutos a esta transitoria
vida! ¿Es justo para Dios?
¡Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos deberían ser hechos para Dios!
Así debería ser, y nuestros
méritos serían por supuesto grandes. La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios
durante el día. El gran objetivo de sus pensamientos es ellos mismos. Piensan,
trabajan y descansan para satisfacerse a sí mismos. Dios ocupa un pequeñísimo
espacio en sus días y sus mentes. Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual siempre piensa
en nosotros.
Y AHORA, LOS PECADOS MORTALES:
5) Desafortunadamente,
muchos cristianos cometen, pecados mortales durante sus vidas, pero, aunque los
confiesan, como ya hemos dicho, no hacen satisfacción por ellos.
Santa Gertrudis en sus revelaciones dice que aquellos que cometen muchos pecados graves y que no hayan hecho penitencia no gozan de ningún sufragio de la Iglesia por un considerable tiempo. Todos esos pecados, mortales o veniales, se acumulan por 20, 30, 40, 60 años de nuestras vidas. Todos y cada uno deberán ser expiados para después de la muerte.
¿Entonces, es de asombrarse que algunas almas tengan que estar en el Purgatorio por tanto tiempo?
CAPITULO 4: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ REZAR POR LAS ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO?
El
gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos amemos los unos a los
otros, genuina y sinceramente. El Primer Gran Mandamiento es amar a Dios sobre
todas las cosas. El Segundo, o mejor dicho el corolario del primero, es amar al
prójimo como a nosotros mismos. No es un consejo o un mero deseo del
Todopoderoso. Es Su Gran Mandamiento, la base y esencia de Su Ley. Es tanta la
verdad encerrada en esto que Él toma como donación todo aquello que hacemos por
nuestro prójimo, y como un rechazo hacia El cuándo rechazamos a nuestro prójimo.
Leemos en el Evangelio de San Mateo ( Mt 25:34-46), las palabras que Cristo dirigirá a cada uno en el Día del Juicio Final.
Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en desuso, pues en estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y nadie piensa en el prójimo, sino en el propio engrandecimiento.
"Es inútil observar la Ley de Dios en estos días", dicen, "cada uno debe mirar por sí mismo, o te hundes".
¡No hay tal cosa! La ley de Dios es grandiosa y por siempre tendrá fuerza de ley. Por eso, es necesaria más que nunca, y es nuestro deber nuestro mayor interés cumplirla.
Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y más estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otros.
Sería
un monstruoso crimen, por ejemplo, rehusar al desposeído el alimento necesario
para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran
necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se
está hundiendo. No solamente debemos ayudar cuando es fácil y conveniente, sino
que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en
dificultades.
DIOS DESEA QUE LAS AYUDEMOS.
Ellas
son los amigos más queridos. Dios desea ayudarlos; desea tenerlos cerca de Él
en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con Él
por toda la Eternidad. Es verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los
pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia, pone en
nuestras manos la posibilidad de asistirlas, nos da el poder de aliviarlas y
aún de liberarlas. Nada le place más a Dios que les ayudemos. El está tan
agradecido como si le ayudáramos a Él.
Nunca,
nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a sus hijos fallecidos,
nunca nadie consuela como María busca consolar sus sufrientes hijos en el
Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos gran regocijo cada vez
que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.
Pero
¿qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? ¡Sería prácticamente
imposible describir su ilimitada gratitud para con aquellos que las ayudan!
Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por ellas, ruegan por
sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan constante, que Dios
no les puede negar nada. Santa Catalina de Bologna dice
:"He recibido muchos y grandes favores de los Santos,
pero mucho más grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)".
Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la tierra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan.
No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.
¡Si los católicos supieran cuán poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas benditas, no serían tan remisos de orar por ellos!
LAS ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO PUEDEN
ACORTAR NUESTRO PROPIO PURGATORIO:
¡Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un
corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión!
San Juan Masías, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa devoción a las Almas del Purgatorio. Por sus oraciones, consiguió (principalmente por la recitación del Santo Rosario) ¡¡¡la liberación de un millón cuatrocientas mil almas!!! En retribución, obtuvo para sí mismo las más abundantes y extraordinarias gracias. Esas almas vinieron a consolarlo en su lecho de muerte, y lo acompañaron hasta el Cielo.
Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en la bula que decretaba su beatificación.
El Cardenal Baronio recuerda un evento similar:
Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un ejército de espíritus benditos apareció en el lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a los demonios que gemían, en un desesperado intento por lograr su
ruina. Cuando el cardenal
les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había liberado
del Purgatorio gracias a sus
oraciones y buenas obras. Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para
llevarlo al Cielo sin pasar un solo momento en el Purgatorio.
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