Leo Strauss
Los acontecimientos en Ucrania han sorprendido a muchos y reina una gran confusión, azuzada por la prensa internacional atlantista, en donde se acusa al presidente de Rusia de todo.
A pesar de que este presidente, en reiteradas ocasiones,
ha manifestado sus verdaderas intenciones y ha advertido durante 8 años el
verdadero peligro que se estaba gestando en Ucrania no solo contra los mismos
ucranianos sino también contra Rusia por medio de las auto proclamadas
republicas de Dombas en donde hubo 14,000. 00 bajas hasta la actualidad, dentro
de la población civil.
Por otro lado, nadie debe subestimar la
astucia y prudencia del presidente, pues no olvidemos que fue jefe de la
extinta k. G. B., una de las organizaciones de espionaje de la Unión Soviética más
avanzadas del mundo. Vladimir Putin no es un “tonto”, ni un “necio”, ni un “dictador”
sino, por desgracia, un verdadero líder nato del cual carece la O.T.A. N y el
mundo.
El conflicto empezó ya hace varios días, no
soy una persona que inmediatamente responde a este conflicto sino todo lo
contrario, después de un tiempo prudente y de un análisis tranquilo, opino
sobre el tema con argumentos fehacientes.
Este artículo, si bien no es mío, refleja no
toda la realidad, pero aporta elementos muy importantes para comprender el conflicto
en Ucrania
Vladimir Putin en
guerra contra los “straussianos”
Rusia no está en guerra contra el pueblo ucraniano sino contra un pequeño grupo de individuos que, desde el seno del poder estadounidense, logró transformar Ucrania sin que los ucranianos percibiesen esa transformación. Se trata de los discípulos de Leo Strauss. Ese grupo, formado hace medio siglo, ya ha cometido una increíble cantidad de crímenes en Latinoamérica y en el Medio Oriente, incluso a espaldas de los estadounidenses. Aquí abordamos su historia.
En la madrugada del 24 de febrero, fuerzas
rusas entraron en Ucrania. Al anunciar lo que llamó una «operación
especial», el presidente Vladimir Putin declaró, a través de la
televisión rusa, que era el inicio de la respuesta de su país a «quienes
aspiran a la dominación mundial» y quienes extienden las infraestructuras
de la OTAN hasta las puertas de Rusia.
En esa larga alocución,
el presidente Putin recordó como la OTAN destruyó Yugoslavia, en un
ataque iniciado sin autorización del Consejo de Seguridad de
la ONU, llegando incluso a bombardear Belgrado en 1999. Seguidamente
recordó como Estados Unidos ha sembrado la destrucción en el Medio
Oriente –en Irak, en Libia y en Siria. Sólo después de esa extensa
exposición de los hechos, anunció su decisión de enviar tropas rusas
a Ucrania, con la doble misión de destruir las unidades militares
ucranianas vinculadas a la alianza atlántica y de acabar con los grupos
neonazis armados por la OTAN.
Todos los Estados miembros de ese bloque bélico
denunciaron de inmediato lo que presentaron como una ocupación de
Ucrania comparable a la de Checoslovaquia en el momento de la «Primavera
de Praga» –en 1968. Según esos países, la Rusia de Vladimir Putin
habría optado por la «doctrina Brezhnev», como la extinta Unión
Soviética. Por consiguiente, el «mundo libre» tiene que
castigar al «Imperio del Mal» imponiéndole «costos devastadores».
Esa interpretación de las potencias
atlantistas apunta ante todo a privar a Rusia de su principal
argumento haciendo ver que… es cierto que la OTAN no es
una confederación de Estados iguales entre sí sino una federación
jerarquizada sometida a las órdenes de los anglosajones [Washington
y Londres], pero que Rusia hace lo mismo porque niega a Ucrania la
posibilidad de escoger su destino, como los soviéticos la negaron antes a
los checoslovacos. En otras palabras, la OTAN, debido a su
funcionamiento, viola los principios de soberanía y de igualdad de
los Estados, principios inscritos en la Carta de las Naciones Unidas,
pero no debe ser disuelta mientras exista Rusia.
Parece lógico, pero probablemente
no lo es.
El discurso del presidente Putin
no estaba dirigido contra Ucrania. Ni siquiera contra
Estados Unidos sino directamente contra «quienes aspiran a la
dominación mundial», o sea contra los «straussianos»
(discípulos de Leo Strauss) instalados en el seno del poder
estadounidense. Fue una verdadera declaración de guerra a esos individuos.
El 25 de febrero, el presidente Vladimir Putin
calificaba el régimen de Kiev de «banda de drogadictos y neonazis».
Según los medios de difusión atlantistas, estaba hablando como un
enfermo mental.
Durante la noche del 25 al 26 de febrero,
el presidente ucraniano Volodimir Zelenski hacía llegar a Rusia,
a través de la embajada de China en Kiev, una propuesta de alto
al fuego. Moscú respondió rápidamente planteando sus condiciones:
arresto de todos los nazis –Dimitro Yarosh [1], los elementos del batallón
Azov, etc.–;
eliminación de todos los nombres de calles y de los monumentos que
glorifican a quienes colaboraron con los nazis durante la Segunda Guerra
Mundial –como Stepan Bandera y otros–;
orden de deponer las armas.
La prensa atlantista optó por silenciar ese
hecho mientras que el resto del mundo, que lo conoció sólo
parcialmente, retenía la respiración. La negociación fracasó horas
más tarde… después de la intervención de Washington. Sólo entonces
se informó a la opinión pública occidental, pero siempre manteniendo
ocultas las condiciones planteadas por la parte rusa. ¿De qué habla el
presidente Putin? ¿Contra qué está luchando? ¿Por qué se mantiene
sorda y muda la prensa atlantista?
BREVE HISTORIA DE LOS
STRAUSSIANOS
Detengámonos un momento en ese grupo, los “straussianos”, sobre el cual los occidentales no saben gran cosa. Son un grupo de individuos que, aunque son todos judíos no son representativos de los judíos estadounidenses ni de ninguna otra de las comunidades judías existentes a través del mundo. Deben la denominación de “straussianos” al hecho de haber sido formados por el filósofo alemán Leo Strauss, quien se refugió en Estados Unidos en el momento del ascenso del nazismo y se convirtió en profesor de filosofía en la universidad de Chicago. Según numerosos testimonios, Leo Strauss se rodeó allí de un pequeño grupo de alumnos fieles a sus ideas a quienes dispensaba enseñanzas orales, debido a lo cual no hay escritos sobre lo que él les inculcaba. En todo caso, según testimonios posteriores, Leo Strauss explicaba a esos discípulos que, en aras de protegerse de un nuevo genocidio, los judíos tenían que instaurar su propia dictadura. Leo Strauss llamaba a sus discípulos los «hoplitas», como los ciudadanos-soldados de la Antigua Grecia, y solía enviarlos a sembrar el desorden en las clases de los profesores rivales. Fuera de ese detalle, Leo Strauss los enseñó también a ser “discretos” e incluso elogiaba lo que llamaba la «noble mentira». Leo Strauss falleció en 1973 pero el núcleo de sus discípulos más cercanos se mantuvo unido.
En 1972 –o sea, hace ya medio siglo–
estos straussianos comenzaron a formar un grupo político. Todos eran miembros
del equipo del senador demócrata Henry “Scoop” Jackson, principalmente Elliott
Abrams, Richard Perle y Paul Wolfowitz, y trabajaban en estrecho vínculo
con un grupo de periodistas trotskistas también judíos que se habían
conocido en el City College of New York y que editaban una revista
llamada Commentary. Estos últimos eran llamados los New York
Intellectuals, o sea «los intelectuales neoyorquinos».
Estos dos grupos estaban muy vinculados a
la CIA y, simultáneamente y a través del suegro de Richard Perle –el
estratega militar Albert Wohlstetter–, a la RAND Corporación, el think tank o
“tanque pensante” del complejo militaro-industrial estadounidense. Muchos de
aquellos jóvenes se casaron entre sí y formaron un grupo compacto de
un centenar de personas.
En 1974, en plena crisis del Watergate,
este grupo redactó y obtuvo la aprobación de la «Enmienda Jackson-Vanik»
que obligaría la Unión Soviética a autorizar la emigración de su población
judía hacia Israel bajo la amenaza de sanciones económicas. Ese fue el acto
fundacional de los “straussianos”.
En 1976, Paul Wolfowitz [2] fue uno de los artífices
del Team B o «Equipo B» al que
el presidente Gerald Ford encargó la tarea de evaluar la «amenaza
soviética» [3]. El Team B presentó un
informe delirante donde acusaba a la Unión Soviética de estar preparándose
para alcanzar una «hegemonía global». Aquel informe modificaba la
naturaleza de la guerra fría, ya no se trataba de aislar a la
URSS mediante el llamado containment sino de “detenerla” para
salvar el «mundo libre».
Los “straussianos” y los «Intelectuales
neoyorquinos», todos de izquierda, se pusieron al servicio del
presidente republicano Ronald Reagan. Pero es importante entender que esos
grupos no son verdaderamente de izquierda ni tampoco de derecha.
Algunos de sus miembros han “migrado” 5 veces del Partido Demócrata al
Partido Republicano y a la inversa. Lo importante para ellos es
infiltrarse en el poder, sin importar la ideología de quien
lo tenga.
Por ejemplo, en los años 1980 Elliott Abrams
se convirtió en asistente del secretario de Estado. Así dirigió una
operación en Guatemala, donde puso en el poder a un dictador y
experimentó –con el concurso de oficiales del Mossad israelí– sobre la creación
de reservas para los pobladores originarios mayas, con vista a hacer
lo mismo después en Israel con los árabes palestinos –una importante
obra de testimonio sobre ese tema le valió el Premio Nobel de
la Paz a la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú.
Pero Elliott Abrams continuó sus fechorías
en Salvador y posteriormente en Nicaragua –contra
los sandinistas–, llegando incluso a verse gravemente implicado en el
escándalo Irán-Contras.
Por su parte, los «Intelectuales
neoyorquinos», que pasaron a denominarse «neoconservadores»,
crearon el «Fondo Nacional para la Democracia» (la National
Endowment for Democracy, más conocida bajo las siglas NED) y el
US Institute of Peace, dispositivo que organizó numerosas «revoluciones
de colores», comenzando por China con el intento de golpe
de Estado del primer ministro Zhao Ziyang, que condujo a los hechos
de la Plaza Tiananmén.
Al final del mandato presidencial de George
Bush padre, Paul Wolfowitz, quien ocupaba entonces el tercer puesto de
mayor jerarquía en el Departamento de Defensa, elaboró un documento cuyo
idea central era que, a raíz de la desaparición de la URSS,
Estados Unidos tenía que concentrarse en evitar la aparición de nuevos
rivales, comenzando por… la Unión Europea [4]. Paul Wolfowitz concluía
aconsejando la realización de acciones unilaterales, o sea poner fin
a la concertación en el seno de la ONU. Wolfowitz es sin dudas quien
ideó la «Tormenta del Desierto», la operación de destrucción
de Irak que permitió a Estados Unidos cambiar las reglas
del juego e imponer un mundo unilateral. Fue en esa época cuando los
straussianos implantaron los conceptos de «cambio de régimen» y de «promoción
de la democracia».
Gary Schmitt, Abram Shulsky y Paul Wolfowitz
infiltraron la comunidad de inteligencia de Estados Unidos gracias al
Grupo de Trabajo sobre la Reforma de la Inteligencia (en inglés, Consortium
for the Study of Intelligence’s Working Group on Intelligence Reform. Estos
personajes criticaron la idea preconcebida según la cual los demás gobiernos
razonan de la misma manera que el de Estados Unidos [5]. Después criticaron la
ausencia de conducción política de la inteligencia, afirmando que esta
se perdía en temas sin importancia en vez de concentrarse en
los que ellos consideraban realmente esenciales. Politizar la inteligencia era
precisamente lo que Wolfowitz ya había hecho con «Equipo B» y
comenzó nuevamente a hacerlo, con éxito, en 2002, con la Oficina de
Planes Especiales (Office of Special Plans), inventando argumentos para
desatar nuevas guerras contra Irak y contra Irán, siguiendo así el
principio de Leo Strauss, quien elogiaba la «noble mentira».
Durante la presidencia de Bill Clinton, los
straussianos se vieron apartados del poder. Se refugiaron entonces
en los think tanks de Washington. En 1992, William
Kristol y Robert Kagan –el esposo de Victoria Nuland, ampliamente
mencionada en trabajos anteriores de esta serie– publicaron en la
revista Foreign Affairs un artículo deploraban la tímida
política exterior del presidente Clinton y llamaban a renovar «la hegemonía
benevolente de Estados Unidos» (benevolent global hegemony) [6]. Al año siguiente
fundaron el «Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense» (Projet
for a New American Century, PNAC) en las oficinas del American
Enterprise Institute. Gary Schmitt, Abram Shulsky y Paul Wolfowitz
aparecen como miembros del PNC. Todos los admiradores no judíos de
Leo Strauss, como el protestante Francis Fukuyama –el autor de El
Fin de la Historia– se unen inmediatamente a ellos.
En 1994, Richard Perle –convertido en
traficante de armas– aparece en Bosnia-Herzegovina como consejero del
presidente bosnio y ex nazi Alija Izetbegovic. Es precisamente Richard
Perle quien trae de Afganistán a Osama ben Laden con su Legión Árabe,
antecesora de al-Qaeda. Perle será incluso miembro de la delegación bosnia que
firma en París los Acuerdos de Dayton.
En 1996, varios miembros del PNAC –como
Richard Perle, Douglas Feith y David Wurmser– redactan un estudio en el
seno del Institute for Advanced Strategic and Political Studies (IASPS),
por cuenta del nuevo primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu.
Ese informe aconseja la eliminación física del líder histórico palestino
Yasser Arafat, la anexión de los territorios palestinos, una guerra
contra Irak y el traslado de los palestinos a este último país [7]. El informe está
inspirado en las teorías de Leo Strauss y también en las de su amigo Zeev
Jabotinsky, el fundador del «sionismo revisionista», quien tuvo como
secretario particular al padre de Benyamin Netanyahu.
El PNAC recogió fondos para la candidatura de
George Bush hijo y publicó, antes de la segunda llegada de un Bush a
la Casa Blanca, su célebre informe «Reconstruir las defensas de América»
(Rebuilding America’s Defenses), donde expresa la esperanza de que una
catástrofe comparable a la de Pearl Harbor permita empujar al pueblo
estadounidense a una guerra por la hegemonía global, exactamente
las palabras que el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, otro
miembro del PNAC, utilizó el 11 de septiembre de 2001.
Los atentados del 11 de septiembre permitieron
que Richard Perle y Paul Wolfowitz pusieran al almirante Arthur Cebrowski bajo
el ala protectora de Donald Rumsfeld en el Departamento de Defensa,
donde Cebrowski desempeñó un papel comparable al que Albert Wohlstetter
había tenido en tiempos de la guerra fría. El almirante
Cebrowski impuso la estrategia de la «guerra sin fin»,
en virtud de la cual Estados Unidos ya no trataría de ganar
guerras sino sólo las iniciaría para prolongarlas por el mayor tiempo posible.
El nuevo objetivo sería destruir las estructuras políticas de
los Estados en los países designados como blancos de esa estrategia para
privarlos de toda posibilidad de defenderse de Estados Unidos [8]. Esa es la estrategia que
ha venido aplicándose durante los últimos 20 años contra Afganistán,
Irak, Libia, Siria y Yemen.
En 2003, los straussianos sellaron su alianza
con los sionistas revisionistas en el marco de una gran conferencia
realizada en Jerusalén, conferencia a la que personalidades políticas israelíes
de todas las tendencias creyeron estar en el deber de asistir [9]. Así que nada tiene
de sorprendente que Victoria Nuland –la esposa de Robert Kagan–, entonces
embajadora en la OTAN, haya sido la persona que intervino para proclamar
el alto al fuego que permitió –en 2006– que el derrotado
ejército de Israel pudiera retirarse del Líbano sin ser perseguido por
las fuerzas del Hezbollah.
Bernard Lewis es de los que trabajaron
con los tres grupos –con los straussianos, los neoconservadores y los
sionistas revisionistas. Ex agente de la inteligencia británica, Bernard
Lewis adquirió las nacionalidades estadounidense e israelí, fue consejero de
Benyamin Netanyahu y miembro del Consejo de Seguridad Nacional de
Estados Unidos. A la mitad de su carrera, Bernard Lewis
aseguraba que el islam era incompatible con el terrorismo y que los árabes
terroristas eran agentes soviéticos, pero después cambió de canción y comenzó
a decir, con el mismo aplomo que antes, que la religión musulmana predica
el terrorismo. Lewis inventó la historia del «choque de civilizaciones»
para el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos y
con vista a instrumentalizar las diferencias culturales para lanzar a
los musulmanes contra los cristianos ortodoxos, concepto que fue
popularizado por Samuel Huntington, asistente de Bernard Lewis en el Consejo
de Seguridad Nacional estadounidense. Sólo que Samuel Huntington
no presentó el «choque de civilizaciones» como una estrategia sino
como una fatalidad frente a la cual había que reaccionar. Huntington
comenzó su carrera como consejero de los servicios secretos del régimen
sudafricano del apartheid y después escribió un libro, The Soldier
and the State [10], donde aseguraba que
los militares, ya sean soldados regulares o mercenarios, son una
casta aparte, la única capaz de entender las necesidades de la seguridad
nacional.
Después de la destrucción de Irak, los
straussianos fueron objeto de todo tipo de polémicas [11]. Todos se sorprenden
entonces de que un grupo tan pequeño, respaldado por los periodistas
neoconservadores, haya logrado adquirir tanta autoridad sin ser objeto de
un debate público. El Congreso de Estados Unidos designa un Grupo de
Estudios sobre Irak –la llamada «Comisión Baker-Hamilton»– para la
política de dicho grupo. La Comisión Baker-Hamilton condena,
sin nombrarla, la estrategia Rumsfeld-Cebrowski y deplora los cientos de
miles de muertos que esa estrategia ya ha dejado. El secretario
de Defensa Donald Rumsfeld dimite… y el Pentágono sigue
inexorablemente adelante con la aplicación de esa estrategia, ya condenada pero
nunca adoptada oficialmente.
Bajo la administración Obama, los straussianos
encuentran refugio en el equipo del vicepresidente Joe Biden. El actual
consejero de seguridad nacional de Biden, Jacob “Jake” Sullivan, desempeñó
entonces un papel central en la organización de las operaciones
contra Libia, contra Siria y contra Myanmar mientras que otro
consejero de Biden, el hoy secretario de Estado Antony Blinken, se concentraba
en Afganistán, Pakistán e Irán. Fue Blinken quien supervisó las
negociaciones secretas con el Guía Supremo iraní, Alí Khamenei, negociaciones
que desembocaron en el encarcelamiento de los principales miembros del equipo
de trabajo de Mahmud Ahmadineyad a cambio del acuerdo sobre el programa
nuclear de Irán.
En 2014, son los straussianos quienes
organizan el «cambio de régimen» en Kiev. Desde
su puesto de vicepresidente, Joe Biden se implica
de lleno. Victoria Nuland viaja a Kiev para respaldar a los neonazis
de Pravy Sektor (Sector Derecho) y supervisar el comando israelí “Delta”,
que cometen múltiples actos de violencia [12] en la Plaza Maidan.
Fue en aquel momento cuando la intercepción de
una conversación telefónica entre Victoria Nuland y el embajador de
Estados Unidos permitió conocer el deseo de la señora Nuland de «darle
por el culo a la Unión Europea» –«Fuck the EU!», según exclamó
en su conversación con el embajador– lo cual concuerda con
lo expresado en el informe que Wolfowitz había redactado en 1992.
Pero, los dirigentes de la Unión Europea al parecer
“no entendieron” plenamente lo que había querido decir esta “dama” y
sólo mascullaron una débil protesta [13].
También en aquella época, Jake Sullivan y
Antony Blinken –pese a la oposición del secretario de Estado John Kerry– meten
a Hunter Biden, el hijo del vicepresidente Joe Biden, en el consejo de
administración de Burisma Holdings, una de las principales compañías de
explotación del gas natural ucraniano. Este hijo de Joe Biden es literalmente
un drogadicto que servirá de pantalla para cubrir una monumental estafa
en detrimento del pueblo ucraniano. Bajo la supervisión de Amos
Hochstein, Hunter Biden designa después a varios amigos, tan drogadictos
como él, para utilizarlos como “representantes” de varias empresas y
saquear el gas ucraniano. A ellos se refería el presidente ruso
Vladimir Putin cuando hablaba de «banda de drogadictos».
Jake Sullivan y Antony Blinken también
se apoyan en el mafioso Igor Kolomoiski, el tercer personaje más
adinerado de Ucrania. Aun siendo judío, Igor Kolomoiski financia a los matones
de Pravy Sektor (Sector Derecho), una organización neonazi que trabaja
para la OTAN y que participa en los hechos de violencia de la Plaza
Maidan durante la operación de «cambio de régimen» de 2014.
Kolomoiski utiliza su influencia para asumir el control de la comunidad judía
europea hasta que sus correligionarios se rebelan y lo expulsan de
sus asociaciones internacionales. Sin embargo, Kolomoiski logra que el
cabecilla de Pravy Sektor, Dimitro Yarosh, sea nombrado secretario
adjunto del Consejo Nacional de Seguridad y de Defensa instaurado por
el nuevo régimen y se hace nombrar gobernador del oblast de
Dnipropetrovsk. Kolomoiski y Yarosh serán rápidamente apartados de las
funciones políticas. Igor Kolomoiski y Dimitro Yarosh, recientemente
nombrado consejero especial del jefe de las fuerzas armadas ucranianas,
así como sus seguidores, son los neonazis a los que
el presidente Putin aludía en su discurso sobre Ucrania.
En 2017, Antony Blinken funda WestExec
Advisors, una firma de consejería en la que se reagrupan ex altos
funcionarios de la administración Obama y numerosos straussianos. Esta firma es
extremadamente discreta sobre sus actividades pero utiliza las relaciones
políticas de sus empleados para ganar dinero, precisamente lo que en
cualquier país del mundo sería considerado «tráfico de influencias» y
«corrupción».
LOS STRAUSSIANOS
MANTIENEN SU LÍNEA DE SIEMPRE
Desde
que Joe Biden regresó a la Casa Blanca, ahora como presidente de
Estados Unidos, los discípulos de Leo Strauss controlan todas las
palancas del sistema. “Jake” Sullivan es consejero de Seguridad Nacional y
Antony Blinken es secretario de Estado, con Victoria Nuland como
subsecretaria. Como ya señalé en artículos anteriores de esta serie, Victoria
Nuland viajó a Moscú en octubre de 2021 y amenazó con aplastar
la economía de Rusia si ese país no se somete. Ahí comienza la
actual crisis.
La subsecretaria de Estado Victoria Nuland
trae de regreso a Dimitro Yarosh lo impone al presidente
ucraniano Volodimir Zelinki, un actor de televisión sin experiencia
política… pero protegido por Igor Kolomoiski. El 2 de noviembre
de 2021, el presidente Zelinski nombra a Dimitro Yarosh consejero
especial del jefe de las fuerzas armadas, el general Valeri Zaluzhni.
Este último, un verdadero demócrata, protesta, pero acaba aceptando la
nominación de Yarosh. Al ser interrogado sobre esta sorprendente
asociación, el general se niega a responder y habla que es una
cuestión de «seguridad nacional». Yarosh aporta todo su respaldo al «Fuhrer
blanco», el ahora coronel Andrei Biletsky, y al batallón Azov,
la tropa de Biletsky. El batallón Azov es una copia de la división
SS Das Reich y desde el verano de 2021 está
bajo las órdenes de mercenarios estadounidenses de la antigua Blackwater [14].
Toda la información anterior estaba destinada
a lograr que ustedes sean capaces de identificar a los straussianos,
lo cual hace más comprensible las explicaciones de Rusia.
Liberar el mundo de los straussianos
sería lo más adecuado para hacer justicia al más de un millón de personas
que han muerto en las guerras artificialmente provocadas por esos personajes…
y también para salvar incontables vidas. Está por ver si esta intervención
en Ucrania es la mejor manera de lograrlo.
En todo caso, si bien los straussianos son
responsables de los actuales acontecimientos, cabe destacar que quienes
les dejaron las manos libres también tienen su parte de
responsabilidad, comenzando por Alemania y Francia, que firmaron los
Acuerdos de Minsk –hace 7 años– y que después no hicieron nada para
forzar su aplicación por parte de Kiev.
También tienen su parte de
responsabilidad los más de 50 Estados que firmaron las declaraciones de la
OSCE prohibiendo la ampliación de la OTAN más allá de la línea
Oder-Neisse pero que nunca trataron de impedir dicha expansión. Sólo
Israel, que acaba de deshacerse de los sionistas revisionistas, ha expresado
–hasta el momento– una posición matizada sobre los actuales
acontecimientos.
Esa es una de las lecciones que debemos
aprender de esta crisis: los pueblos gobernados democráticamente son
responsables de las decisiones que sus dirigentes prepararon por
largo tiempo y que han seguido aplicándose sin importar
los cambios de tendencias o de por partidos políticos que ejercen
el poder.
Bibliografía:
[1] «El líder nazi Dimitro
Yarosh reaparece como consejero del jefe de las fuerzas armadas de Ucrania», Red Voltaire,
21 de febrero de 2022.
[2] «Paul Wolfowitz, el alma
del Pentágono», por Paul Labarique, Réseau Voltaire, 24 de
febrero de 2005.
[3] Killing Detente: The
Right Attacks the CIA, Anne H. Cahn, Pennsylvania State
University Press, 1998.
[4] La existencia de ese
documento fue revelada en el artículo titulado “US Strategy Plan Calls
For Insuring No Rivals Develop”, por Patrick E. Tyler, The
New York Times, 8 de marzo de 1992. Ver también los fragmentos
publicados en la página 14: «Excerpts from Pentagon’s Plan: “Prevent the
Re-Emergence of a New Rival”». También puede hallarse información adicional en
“Keeping the US First, Pentagon Would preclude a Rival Superpower”,
Barton Gellman, The Washington Post, 11 de marzo de 1992.
[5] Silent Warfare:
Understanding the World of Intelligence, Abram N. Shulsky y Gary
J. Schmitt, Potomac Books, 1999.
[6] «Toward a neo-Reaganite
Foreign Policy», Robert Kagan y William Kristol, Foreign Affairs,
julio-agosto de 1996, vol. 75 (4), p. 18-32.
[7] “A Clean Break: A New
Strategy for Securing the Realm”, Institute for Advanced Strategic and
Political Studies, 1996.
[8] «La doctrina
Rumsfeld-Cebrowski», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25
de mayo de 2021.
[9] «Sommet historique pour
sceller l’Alliance des guerriers de Dieu», Réseau Voltaire, 17
de octubre de 2003.
[10] The Soldier and the
State: The Theory and Politics of Civil-Military Relations, Samuel
Huntington, Belknap Press, 1981.
[11] La polémica sobre los
discípulos de Leo Strauss se mantiene aún. Para escribir este artículo
consulté principalmente estos 8 libros:
The Political Ideas of Leo Strauss, Shadia B. Drury, Palgrave
Macmillan, 1988.
Leo Strauss and the Politics of American Empire, Anne Norton, Yale
University Press, 2005.
The Truth About Leo Strauss: Political Philosophy and American
Democracy, Catherine H. Zuckert y Michael P. Zuckert, University
of Chicago Press, 2008.
Straussophobia: Defending Leo Strauss and Straussians Against Shadia
Drury and Other Accusers, Peter Minowitz, Lexington Books, 2009.
Leo Strauss and the Conservative Movement in America, Paul
E. Gottfried, Cambridge University Press, 2011.
Crisis of the Strauss Divided: Essays on Leo Strauss and
Straussianism, East and West, Harry V. Jaffa, Rowman and Littlefield,
2012.
Leo Strauss, The Straussians, and the Study of the American Regime,
Kenneth L. Deutsch, Rowman and Littlefield, 2013.
Leo Strauss and the Invasion of Iraq: Encountering the Abyss,
Aggie Hirst, Routledge, 2013.
[12] «Qui sont ces anciens
soldats israéliens parmi les combattants de rue dans la ville de Kiev?»,
AlyaExpress-News.com, 2 mars 2014; «Nuevo Gladio en Ucrania»,
por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia), Red Voltaire,
20 de marzo de 2014.
[13] «El texto íntegro de la
intercepción telefónica. Conversación entre la secretaria de Estado adjunta y
el embajador de Estados Unidos en Ucrania», por Andrey Fomin, Oriental
Review (Rusia), Red Voltaire, 8 de febrero
de 2014.
[14] “Exclusive:
Documents Reveal Erik Prince’s $10 Billion Plan to Make Weapons and
Create a Private Army in Ukraine», Simon Shuster, Time, 7
de julio de 2021.
La opinión del autor
del articulo no necesariamente coincide con la opinión del blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario