martes, 21 de diciembre de 2021

SERMON SOBRE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR. SAN BUENAVENTURA


Estimado lector es posible que resulte demasiado espiritual el articulo siguiente, pues entre todos los doctores de la Iglesia a San Buenaventura se le denomina el “Doctor Seráfico” por la altura y profundidad de sus escritos, ten paciencia y pide al Espíritu Santo te ilumine lo necesario para entender algo. Quien esto escribe trato de hacer más accesible nuestra inteligencia el presente artículo, pero no olvidemos que en aquellos tiempos el nivel espiritual en las almas era superior al actual.

Pues lo que en ella ha nacido, del Espíritu Santo es (Mt 1,20).

Estas palabras son evangélicas y angélicas a un tiempo: evangélicas por haberlas escrito el evangelista San Mateo, c.1, al describir el nacimiento del Señor; y angélicas porque fueron dichas por el ángel cuando anunció el mismo misterio. El ángel, en efecto, las dijo así: José, hijo de David, es. no temas recibir a María, tu mujer, pues lo que en ella ha nacido, es del Espíritu Santo. Que es como si dijera: no te asombres ante la novedad del milagro; no te asombres, digo, de que María aparezca encinta antes de haber convivido contigo, porque su concepción es del Espíritu Santo, Y lejos de ti toda sospecha de adulterio, porque María ha concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo, para quien no hay cosa imposible. Donde es de advertir que del Espíritu Santo no puede proceder sino lo santo, según dijo el ángel a María en San Lucas, c.l: Y por eso lo que nacerá de ti santo, será llamado Hijo de Dios. (Para los racionalistas, ateos, materialistas y algunos modernistas estas palabras del Arcángel les suenan banas y sin sentido porque disienten de lo espiritual o simplemente no tienen fe y en esta última palabra queda dicho todo, no así para nosotros que, por la gracia de Dios, tenemos fe y creemos firmemente en la omnipotencia divina)

Lo que en ella ha nacido, etc, He aquí en estas palabras tres cosas que reclaman consideración:

Primeramente, quién nace en ella; después quién es ella, y, por último, quién coopera al concebir ella.

Y es de saber que quien en ella se concibe es Cristo, Dios y hombre; la que concibe es María, madre y virgen, y aquel, por cuya obra concibe ella, es el Espíritu Santo. Tenemos, por lo tanto, acerca de este nacimiento tres misterios para admirarlos, alabarlos y bendecirlos: el niño que nace, la madre que pare y el Espíritu Santo que santifica. (Con esta consideración tan profunda nos pasaríamos la vida meditando y nunca llegaríamos al fondo del misterio) Santificación que debe entenderse rectamente, pues la referimos al Espíritu Santo, no como si hiciera santo al Hijo de Dios, sino en cuanto le hace santo respecto de ella.  

Por lo tanto, empecemos considerando quién nace en ella, (Aquí san Buenaventura se refiere al verbo eterno y no a otro ser, por eso el antes de ella, el durante ella en la anunciación y el después en su nacimiento que ya es Cristo Jesús). Y decimos que acerca del mismo deben considerarse tres nacimientos. El primero, en efecto, fue antes de ella, el segundo en ella y el tercero de ella. En cuanto al nacimiento antes de ella o más bien antes de toda criatura, decimos que consiste en la generación eterna, acerca de la cual se dice en el Eclesiástico, c. 24: Yo salí de la boca del Altísimo, engendrada primero que ninguna criatura. -He aquí indicado quién nace, de quién nace y cómo nace.

1. Primeramente quien nace es la sabiduría o el Verbo eterno, la cual expresándose en primera persona dice: Yo la Sabiduría de Dios, que en la carta a los Corintios es el mismo Cristo. Después se nos indica que el principio del que nace la Sabiduría es el Padre: Salí del Altísimo. Y por último, el modo como nace lo cual se nos da a entender cuando se dice: Salí de la boca del Altísimo, es decir, como la palabra sale del que la dice", en frase de San Agustín, pensamiento que el Santo vuelve a expresarlo en otra parte cuando dice: El Espíritu Santo procede del Padre como dado, y el Hijo como nacido".

En cuanto al nacimiento en ella, se ha de decir que es interno, el cual, realizándose en el seno virginal, es concepción. (realizada en la anunciación del Arcángel San Gabriel) 

Acerca de ella se dicen las palabras del tema: Pues lo que ha nacido en ella, etcétera, y las del salmo: Hombre nació en ella. Tal es el nacimiento o concepción, cuya inefable realización viene significada en lo que a las dichas palabras del salmo se antepone: “¿Por ventura se dirá hombre a Sión?” Que es como si contestase no.  Entonces, ¿por qué se dice: ¿Hombre nació en ella? Nos lo dirá el Señor en las Escrituras, pues no es del hombre investigarlo, sino pertenece al Espíritu Santo revelarlo. Pues sólo sabe revelarlo aquel que solo él sabe hacerlo, es decir, a los humildes y sencillos de corazón.

Y, por último, en cuanto al nacimiento de ella, tenemos que es externo, pues implica salida del seno virginal al exterior, en conformidad con lo cual se dice en San Lucas, el: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Y por eso el niño que nacerá de ti santo, será llamado Hijo de Dios. Promesa que halló realización, como es de ver en San Lucas, c.2, donde se dice: “Cuando se cumplieron en María los días de su parto, dio a luz a su hijo primogénito a lo que propiamente llamamos nacimiento.” (el cual se dio en Belen y en un pesebre porque no hubo lugar para ellos en la posada)

Por donde quedan en claro las tres maneras de nacimiento que tuvo Cristo. (Quien esto revisa y corrige ya se encuentra desbordado por tan gran misterio y es difícil que la mente no se canse)    Y para entender más plenamente lo que vamos diciendo, añadamos aquí que, si bien la naturaleza no puede suministrar semejanzas adecuadas que expresen realidades sobrenaturales, (San Buenaventura con el afán de hacernos entender un poco el misterio se adecua a nuestro pobre entendimiento sacando de la naturaleza dos lindo y didácticos, ejemplo, el sol y la vid) nos ofrece tres ejemplos o, si se quiere tres similes tres símiles: el esplendor que nace de la luz, el germen que nace en la vid y la flor que nace brotando del ramo o del árbol. (Para quienes conocen y están adentrados en la vinicultura conocen bien de estos menesteres, lo cual no debe impedirnos a quienes no conocemos este oficio, entenderlo con la ayuda del Espíritu Santo)

Viniendo, pues, al tema, debemos decir que el primer símil o ejemplo, se toma del esplendor (aquí el Santo toma como ejemplo al sol, el cual, distinguimos al astro y a su luz que emite como dos cosas de una sola fuente, el sol). El esplendor, en efecto, nace de la luz, coexiste naturalmente con la luz y dice distinción respecto de la luz, la cual a su vez se distingue del esplendor. Cosa análoga ocurre entre el Padre y el Hijo. El Hijo, en efecto, nace del Padre es consustancial al Padre, sin embargo, se distingue del Padre; y distinguiéndose Padre e Hijo realmente entre sí como personas son, sin embargo, una misma cosa en cuanto a la naturaleza divina (en el catecismo decimos que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es dios, luego agrega, son tres personas divinas y un solo Dios verdadero) y por esta razón, la Iglesia, recordando nacimiento tan glorioso, canta alborozada: "i Oh oriente, esplendor de la luz eterna!"

El segundo símil en torno a nuestro tema consiste en el germen de la vid (La vid como la caña de azúcar no tienen semilla como el maíz ya que nacen la una de las ramas de la misma vid como la caña de la misma caña). El germen, en efecto, nace en la vid fecundándola y llenándola de germinación vistosa. Pero semejante vitalidad germinativa nace en el tronco de la vid al cual abre, ni lo mancilla, ni lo quebranta en cuanto a su integridad, es decir, sus ramas sus hojas, su flor como el fruto de estas en nada dañan al tronco de la vid una vez brotado este de la tierra. Algo así ocurre en la Virgen cuando concibe. Nace, en efecto, Dios en ella. Y Dios, al ser concebido, la llena, la fecunda y la santifica, pero sin quebrantar ni violar ni contaminar su claustro virginal o su virginidad. De ahí que Dios, comparando al que nace en ella con el germen, diga por el profeta: Suscitaré a David, vástago o germen de justicia, etc. Y por Isaías: Enviad, ¡oh cielos enviad rocío de lo alto, y lluevan las nubes al justo; ábrase la tierra y brote al Salvador! y nótese que por tierra humilde, estable y fértil se entiende la bienaventurada Virgen María, la cual se abrió, no corporalmente para corromperse, sino espiritualmente para creer al ángel, y así creyendo produjo al Salvador.

Y, por último, el tercer símil se saca de la flor. Nace, en efecto, la flor brotando de la rama de la vid. Pero se debe advertir que la flor, al brotar de la rama, no la menoscaba, sino la mejora; no la resquebraja, sino la embellece. Es lo que aquí, en esta tercera manera de nacimiento, ocurre. Nace, en efecto, Dios de la Virgen, pero nace fecundándola y hermoseándola, sin apostillar ni corromper su integridad virginal, según aquello de Ezequiel, e.44: Esta puerta ha de estar sellada por siempre, y no se abrirá ni pasará por ella hombre alguno. Por eso tal nacimiento se compara con la salida de la flor, como es de ver en Isaías, e.11: Y saldrá una vara de la raíz de Jesé, y de su raíz subirá una flor, y reposará sobre la flor el Espíritu del Señor. Donde es de advertir que por vara se entiende la Virgen, Madre de DIOS; por flor, su divino Hijo; por salida de la vara el nacimiento de la Virgen; por subida de la flor, el nacimiento del Salvador. Como se ve, todo se sustenta en la raíz de Jesé. La raíz de Jesé, en efecto, produce la vara; la vara produce la flor, y sobre la flor descansa el Espíritu Santo. (Jesé fue el padre de David rey de Israel, fue como esa vara de la vid que se hecha a la tierra para que de ella brote la vid, como ya se ha visto)

Por lo tanto, el que así nace tiene tres maneras de nacimiento. Nace, en efecto, antes de su generación temporal, del Padre, como el esplendor de la luz v.g. el sol; nace en la Virgen y de la Virgen, como el germen en la vid; y, por último, nace saliendo del seno virginal, como la flor sale de la vara, rama o árbol. Por razón del primer nacimiento, el Hijo nació y nace del Dios Padre, según la naturaleza divina. Y por razón del nacimiento segundo y tercero, nace de la Virgen Madre, según su naturaleza humana.

Además, en cuanto al nacimiento primero, se debe de decir que no dimana el Espíritu Santo, pues, según la doctrina de las originaciones o de los orígenes trinitarias, el Hijo no procede del Espíritu Santo sino el Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Y en cuanto al nacimiento segundo y tercero, es decir de la Virgen Santísima, es cosa indubitable que deben atribuirse al Espíritu Santo, como dijo el ángel a María en San Lucas, c.1: 4: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, etc, Y para terminar, digamos primero que de los dos nacimientos (Hablando de la anunciación y del nacimiento propiamente que se dieron en la Santísima Virgen María fueron para nuestra salud, por medio de su muerte en la cruz), el segundo y el tercero, se nos ofrecen como remedio en la tierra, mientras el primero se nos reserva como premio en el cielo (Hace referencia a la fruición divina a la cual todo bienaventurado esta llamado, según aquello de San Pablo: “ahora le vemos como en tinieblas,  pero cuando estemos en el cielo lo veremos tal cual Él es, como luego lo aclara el seráfico doctor). Que ése es nuestro premio eterno, podrás colegirlo de San Juan, c.17: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo y añadamos, segundo, que los tres nacimientos corresponden a otras tantas solemnidades: el primero, en efecto, corresponde al día de la solemnidad eterna; el segundo, a la solemnidad de hoy, en la que se lee lo de la concepción en el seno virginal, el tercero, a la solemnidad de mañana, en la que canta la Iglesia: Un niño nos ha nacido.

 

 

 

  

 


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