Foto sacada de la pelicula Elysium
Es el año 2154, pero el futuro se adelantó. La película 'Elysium', protagonizada por Matt Damon, nos muestra el tétrico panorama en el cual podríamos vivir dentro de un siglo y medio. Pero ya es el presente.
En la
cinta, los humanos viven en una Tierra superpoblada, afectada de enfermedades,
contaminación ambiental, pandillas y miseria, mientras que la élite económica
vive en Elysium, una lujosa estación espacial que orbita el planeta con aire
limpio y una vida saludable y segura.
Un
mercenario, Kruger, elimina a los inmigrantes ilegales que intentan colarse al
paraíso para intentar utilizar los Med-Pods, máquinas milagrosas que regeneran
y curan todas las enfermedades gratis.
Max Da
Costa (Matt Damon), un exconvicto pobre que vive en las ruinas de Los Ángeles y
trabaja en las fábricas de la corporación que construyó Elysium, se reencuentra
con su amiga, enfermera en un atestado hospital público, cuya hija, Matilda,
está muriendo de leucemia y no recibe atención porque la población de la Tierra
no tiene acceso a las Med-Pod de Elysium que regeneran la estructura celular.
Después
de haber sido expuesto a una alta radiación en la fábrica y enterarse de que va
a morir en cinco días, Max es despedido y como no tiene seguro médico ni
sindicato de trabajadores, busca la ayuda de un contrabandista para entrar a
Elysium. Max roba el programa de Elysium y se sacrifica por la humanidad. Los
seres humanos de la Tierra acceden a los Med Pods, Matilda se cura, robots y
naves médicas viajan a la Tierra y se termina el monopolio de Elysium.
¿Le parece ficción?
Siglo y
medio antes, corría el año 2020. Una pandemia inimaginable contagiada de
murciélagos chinos agobió a la humanidad. El 5 de octubre, la Organización
Mundial de la Salud calculaba que un décimo de la población mundial habría sido
contagiada, alrededor de 760 millones de personas, lo cual aunque los casos
confirmados a ese día eran 35 millones, y calculaba que los muertos podrían ser
el doble de los reportados, más de 2 millones.
Ese año
2020, la economía mundial llegó a caer un 5%, el peor indicador desde la
Segunda Guerra Mundial. Desde 1990, la pobreza extrema había bajado de 2000
millones de personas a 630 pero 490 millones pueden ser arrojados de nuevo a ese infierno retrocediendo
una década de logros y 130 millones volverán al hambre.
Pero el
virus no atacó a todos por igual. Mientras el presidente Donald Trump recibía
un tratamiento con los más avanzados medicamentos experimentales estimado en
100.000 dólares, en EEUU más de 200.000 personas habían muerto por la
enfermedad al 9 de octubre, millones no tenían acceso a un test y los
afortunados que lo podían hacer recibían facturas de hasta 6000 dólares.
Por
fuera de la cápsula de la Casa Blanca, el virus y sus gravísimas secuelas se
hicieron sentir con particular fuerza entre los adultos mayores, las mujeres,
los latinos y los negros, en un país donde un tercio de la población no tiene
ningún seguro de salud.
“Lo que
estamos viendo es que el virus está provocando una diezma histórica en la comunidad hispana”, dijo
el doctor Peter Hotez, decano de Medicina Tropical en el Colegio Baylor de
Medicina en Houston, Texas, un estado con alta proporción latina y donde es más
bajo el seguro de salud.
Anthony
Fauci, el experto de la Casa Blanca, dijo que, al 19 de septiembre, la
hospitalización de latinos era de 359 cada 100.000 contra 78 en los blancos, y
las muertes eran de 61 cada 100.000 latinos contra 45 de blancos, y los latinos
representan 45% de las muertes de menores de 21 años.
Si las
tasas de mortalidad entre latinos y negros son tan altas, es por la
informalidad laboral, la falta de seguro médico y las malas condiciones de
salud preexistentes, la prevalencia de diabetes y enfermedades crónicas, el
hacinamiento, el trabajo en frigoríficos, en campos y en restaurantes sin
ninguna protecccion.
Según un
estudio de la Fed los ingresos de las familias negras son
menos de 15% de los ingresos de las familias blancas: 24.000 dólares al año en
2019, contra 188.200. Los hispanos recibían 36.100 y el desempleo en
agosto era más de un 50% más para los negros.
El
COVID-19 ha sido eugenésico: en Europa: la población de las residencias de
adultos es menos del 1% del total, pero en ellas fueron entre 30 y 60% de las muertes en la
primera oleada del virus.
El tan
alabado modelo sueco, con su tasa de mortalidad de 583,41 por millón de
habitantes, multiplicó por cinco la tasa de Dinamarca y por
10 la de Noruega, apenas por encima de la empobrecida Latinoamérica, revelando
un implacable desprecio por sus mayores: más del 45% de las muertes se produjo
en los geriátricos.
En EEUU,
las muertes en casas de adultos mayores fueron 40%, pero
siguiendo el patrón racial, las residencias donde los negros y latinos son mayoría tuvieron
el doble de contagios que los blancos.
Eso sí,
allá arriba, en Elysium, los países ricos de la Unión Europea y Norteamérica
gastaron 695 dólares per cápita en programas de ayuda, mientras que abajo en la
Tierra los países pobres han gastado sólo cuatro dólares por persona en
programas de ayuda, según el Banco Mundial.
El daño
se hará sentir en esta generación y las venideras, por el abismo que se está
abriendo en los sistemas educativos entre pobres y ricos. Mientras que los
colegios privados de alto nivel en países como Argentina o Colombia siguen
garantizando a sus alumnos una educación ininterrumpida desde sus computadoras
Apple de última generación, un amplio mar de niños perderá un año completo de
educación, porque en sus casas no hay ni siquiera una computadora.
Un
equipo de profesores calculó que los niños de EEUU en 2020 aprendieron 30% menos lectura y 50% menos
matemáticas que en un año normal, pero los alumnos del tercio superior
progresaron en lectura.
Otra vez
raza y clase se unen para agravar la condición de millones: la mitad de los
estudiantes nativos americanos y 35% de los negros e hispanos no tienen
computadora ni internet, comparado con 19% de los blancos, y según un estudio
de la Universidad de Harvard, desde que empezó la cuarentena, los alumnos de
los vecindarios más pobres se quedaron muy atrás en matemáticas, mientras que
los niños de los barrios ricos progresaron.
Guernica y Elysium
En la
rica provincia de Buenos Aires, Argentina, donde la extensa llanura conforma
una de las tierras más fértiles del planeta lo único que hay son tierras.
Sobran. En el país hay 16 habitantes por kilómetro cuadrado.
Pero no
hay vivienda para todos, tal como lo ha dejado expuesto la toma de tierras en la localidad de Guernica, 40
km. al suroeste de la capital argentina, donde alrededor de 2500 familias
ocupan desde julio un predio que lleva décadas vacío. En pleno invierno
austral, los niños juegan entre carpas de plástico sin baños ni agua potable,
mientras sus mamás preparan algún guiso y un mate.
La
mayoría está desocupada o con trabajos informales y forma la vanguardia de
una oleada de ocupaciones de tierra que no se veía
desde hace medio siglo.
En
contraste, en un país donde 41% de la población urbana no tiene cloacas y 300.000 familias no tienen
baño, en el poblado conurbano bonaerense hay un boom de barrios privados, como si la economía del
país no fuera a caer 12% este año, la peor proyección de América Latina.
La
intención de compra de terrenos en las Elysium del Gran Buenos Aires a través
del portal de comercio online MercadoLibre, creció 377% y en la más exclusiva
Zona Norte, trepó 463%. A la entrada, de Nordelta II, un exclusivo
emprendimiento, filas de automóviles esperan para entrar y comprar lotes que valen
entre 20000 y 80000 dólares.
A pesar
de eso, la clase media argentina está reduciéndose cada vez más. Por la
pandemia la clase media y clase media baja representan a solo el 32% de
los hogares, contra el 45% que significaban el año pasado y la clase baja pasó
del 50% en 2019 al 64% hoy.
América Latina, la región más vapuleada
por el coronavirus
Filas en
el cementerio de La Paz, cuerpos apilados en las morgues, cadáveres en las
casas porque los crematorios y las funerarias no dan abasto, muertos en las
calles de Guayaquil, Ecuador, son las imágenes de la región del mundo más
afectada por la pandemia, según el Banco Mundial.
Seis países
están entre los 10 con mayores tasas de muertos por
millón de habitantes: Perú a la cabeza, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y
México, seguidos por EEUU y el Reino Unido.
Si el
virus penetró con tanta fuerza fue por la fragilidad enorme de las economías
latinoamericanas: más de la mitad de los trabajadores están en la informalidad,
es decir, 154 millones de personas, además de lo cual solo la mitad de las
personas que trabajan tienen algún seguro médico, sin hablar de la falta de
hospitales, camas, salud, vivienda, agua corriente y cloacas.
En Perú, el país con la mayor cantidad de muertos del
mundo por habitante por fuera de San Marino, 70% de la población económicamente
activa vive de la economía informal; en Bolivia la cifra es 60%, en Colombia la
informalidad urbana es del 66,3%, es decir, casi 15 millones de personas, de
acuerdo con el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario.
De
acuerdo con el último informe de la CEPAL, la región tendrá una caída económica del 9,1%, casi el doble de la
proyectada mundialmente del 5%, la peor contracción en un siglo. La pobreza
llegará al 37,3% y la desocupación al 13,5%, sin contar los millones de
personas que vieron reducidos sus ingresos y sus horas de trabajo y los
millones más que ya no buscan empleo y que salieron directamente del mercado
laboral.
Un solo
ejemplo: en Lima, en el trimestre abril-junio se observó una reducción del 55%
del número de ocupados ( 2,7 millones de personas) y un importante retiro de
trabajadores del mercado laboral, con lo que el total de inactivos aumentó un
105%.
Esto se
agrava por las desigualdades sociales, educativas y de desarrollo: en toda la
región, se estima que sólo un 23% de las personas puede teletrabajar por falta
de internet y computadoras.
Una brutal reconversión laboral
La
ocasión está siendo aprovechada por los gobiernos y las grandes multinacionales
provoquen un brutal ataque contra todas las conquistas laborales y sociales de
las últimas décadas.
En
primera fila están las mujeres trabajadoras, cuyas conquistas tienen un
retroceso histórico. En EEUU, la participación de las mujeres en el mercado
laboral cayó a su nivel más bajo desde 1987. Las mujeres son las más golpeadas
por la pandemia, al haberse paralizado todo el sector de servicios, donde eran
mayoritarias, y al cerrar los colegios, de manera que las madres tienen que
hacerse cargo de sus hijos. Se estima que en EEUU uno de cada cinco adultos
tuvo que dejar de trabajar para cuidar a los hijos, pero las mujeres de entre
25 y 44 años fueron tres veces más que los hombres.
El
COVID-19 ha sido la excusa perfecta reformular completamente el mercado
laboral, con la digitalización y el trabajo a domicilio y la destrucción de
ramas enteras de la producción.
No es
que no deba haber una reestructuración de la producción sino que está siendo
hecha de manera salvaje sin protección social ni alternativas para los que
viven de ellas.
El
turismo fue una de las burbujas de las últimas décadas. Enormes empresas convencieron
a millones de jubilados y docentes de bajos salarios para que gasten sus
ahorros en cruceros caribeños y mediterráneos y hagan largas colas en el Louvre
y la Capilla Sixtina, convirtiendo a este sector en una de las principales
fuentes de ingresos de países como México, España o Italia. Eso ha llegado a su
fin, arrastrando restaurantes, hoteles, compañías aéreas y de transporte y
millones de empleos.
e
reducirán las oficinas y estacionamientos, el comercio pasará a ser online – al
menos en amplios sectores de trabajadores asalariados- volviendo redundantes
los enormes centros comerciales y llevando a la quiebra a millones de pequeños
comercios.
Esta
transformación brutal de ramas enteras de la economía sin anestesia se hará en
nombre de los mejores y más nobles objetivos del ser humano: el cambio
climático, el calentamiento global y el ahorro de energía para que los
habitantes de Elysium sigan contemplando, desde sus jardines y piscinas, a los
pobres mortales sin agua ni cloacas que mueren con los pulmones estallados.
Acá
abajo, millones de desposeídos continuarán invadiendo los inmensos espacios
vacíos en Argentina, millones se retirarán definitivamente del mercado laboral
y millones de mujeres verán evaporarse su bien ganado espacio.
Pero en
algún lugar se estarán preparando los Max da Costa dispuestos a poner fin a los
privilegios de Elysium.
LA
OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DEL BLOG
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