martes, 16 de marzo de 2021

"Joe Biden, Comendador de los ‎‎“verdaderos creyentes”‎

 



 Inmediatamente después de la polémica elección presidencial de 2020, Joe Biden se comunicó ‎por teléfono con el papa Francisco para obtener su bendición y ya entonces, sin esperar por ‎la reunión del Colegio de grandes electores designados por los gobernadores de los Estados, ‎se presentó como el “presidente elegido”.‎

 Mientras que Estados Unidos se dirige inexorablemente hacia la guerra civil, ‎el presidente Joe Biden se apoya en los creyentes de izquierda de diferentes ‎confesiones. Biden ve a los electores de Trump como pobres gentes que ‎han perdido la fe y a quienes él tiene que volver a meter en el “buen camino”. A fuerza ‎de manipular las religiones, el Partido Demócrata está dividiendo el país, pero no entre ‎confesiones diferentes sino en función de una particular concepción de la fe. ‎El presidente Joe Biden pretende guiar a todos los estadounidenses por el sendero ‎trazado por Barack Obama. Pero en vez de ser un factor de apaciguamiento, está ‎radicalizando el debate político. ‎

Ya he presentado antes aquí ‎a los partidarios de la cultura «woke» [1] estadounidense como «puritanos sin Dios». Con eso ‎he querido hacer notar que muchos de ellos no creen en Dios. ‎

Hoy quisiera rectificar esa descripción abordando aquí la impronta que han dejado los creyentes en la ‎izquierda estadounidense. Es este un tema que no se ha tratado mucho en Estados Unidos ‎‎ [2] y que ha sido totalmente ignorado en Europa, ‎donde siempre se silencian los aspectos más chocantes de las creencias religiosas del amo ‎estadounidense. ‎

En primer lugar, es importante precisar el contexto:‎

§  Estados Unidos, según su mitología nacional, fue fundado por una secta puritana –los llamados ‎‎«Padres Peregrinos», que llegaron a América en el buque Mayflower. Los miembros de esa ‎secta abandonaron Inglaterra, cruzaron el Atlántico, llegaron a un continente casi vacío trayendo ‎su propia exigencia de pureza y construyeron en ese continente una «ciudad sobre la colina» para ‎que iluminara el mundo. Hoy en día Estados Unidos es el campeón de la libertad religiosa en ‎todo el mundo… pero no de la libertad de conciencia –el testimonio de un renegado contra ‎su antigua iglesia no tiene valor ante un tribunal.

 

§  Durante la guerra fría, el presidente Eisenhower posicionó a Estados Unidos como el campeón ‎de la Fe ante el «comunismo sin Dios» de los soviéticos. Eisenhower hizo que se distribuyera ‎propaganda «cristiana» entre los soldados estadounidenses, instaló en el Pentágono el grupo de ‎oración ecuménica que hoy se conoce como «The Family» (La Familia) y extendió esa práctica ‎al resto del mundo occidental. Todos los jefes del Estado Mayor conjunto estadounidense han ‎sido miembros de «The Family» y siguen siéndolo actualmente, al igual que numerosos jefes ‎de Estado y jefes de gobierno extranjeros.

§  Finalmente, después de la disolución de la Unión Soviética, los estadounidenses comenzaron a ‎alejarse de sus iglesias y hoy un 17% de la población de Estados Unidos se identifica como ‎agnóstica o incluso como atea. Al mismo tiempo, en ese país está en constante aumento ‎el número de creyentes que no se identifican con ninguna iglesia en particular. El discurso ‎político ya no se dirige sólo a los creyentes de todas las denominaciones religiosas sino a los ‎creyentes de todas las religiones, al igual que a los no creyentes. ‎

Esta evolución pudo comprobarse por primera vez en 2012, durante la convención del Partido ‎Demócrata. La organización de numerosos talleres de trabajo estuvo entonces en manos de los ‎grupos religiosos, sin que los textos presentados y aprobados mencionaran a Dios. Lo que ‎sucede es que el Partido Demócrata –consciente de que la población estadounidense ya no es ‎la misma– trata de adaptar su mensaje, aunque sigue contando en sus filas una aplastante ‎mayoría de creyentes. ‎

Durante la campaña electoral previa a la elección presidencial estadounidense de 2004, ‎el candidato demócrata fue John Kerry, un católico que había estado a punto de optar por la ‎sotana. De hecho, Kerry creyó que podía contar con los electores de su comunidad religiosa, pero ‎no fue así –los católicos de izquierda aún no estaban organizados. La retórica de Kerry sobre ‎el aborto fue considerada chocante por el hoy arzobispo de San Luis, monseñor Raymond Leo ‎Burke, quien solicitó a la conferencia episcopal que negara a Kerry la eucaristía. Finalmente, ‎en 2007, después de la derrota de Kerry ante George Bush hijo (que fue reelecto), el papa ‎Benedicto XVI declaró que políticos como Kerry –partidarios del aborto– de hecho se ponían a ‎sí mismos al margen de la Iglesia. ‎

En 2008, la elección del candidato demócrata –presentada como una victoria de las ‎organizaciones negras– fue sobre todo una victoria aún mayor de los cristianos de izquierda, ‎mayoritariamente blancos. El director del equipo de trabajo de Obama, John Podesta –activo ‎militante católico–, había reunido alrededor del candidato negro a los cristianos de izquierda de ‎todas las denominaciones –tanto protestantes como católicos– para garantizar la llegada de Obama a ‎la Casa Blanca. ‎

De la misma manera, la adopción de la ley que obliga los trabajadores a tener un seguro de salud –‎recurriendo a firmas privadas– fue ante todo una victoria de los cristianos de izquierda sobre ‎los de derecha –los cristianos de izquierda llamaban a seguir los preceptos de su religión ‎mientras que los cristianos de derecha clamaban por salvar los valores de esta. Es importante ‎recordar que Jesús siempre rechazó pronunciarse al respecto… pero predicó con el ejemplo. ‎Tampoco está demás observar que la opción legislativa de Barack Obama no tenía nada de ‎político y que nunca trató de saber qué querían sus conciudadanos. ‎

Barack Obama es poseedor de una extensa cultura religiosa, no sólo cristiana sino también ‎musulmana. No se sabe gran cosa sobre sus creencias religiosas u opiniones sobre la fe, pero ‎siempre trató de proyectar una imagen de hombre respetuoso de todas las religiones, lo cual ‎le permitió posicionarse como una especie de sabio capaz de dirigirse a los creyentes de todas las ‎denominaciones y reunirlos a su alrededor. ‎

Siendo presidente, Barack Obama reformó la oficina de la Casa Blanca a cargo de las iniciativas ‎basadas en la fe ‎(la White House Office of Faith-Based and Community Initiatives, también identificada con las siglas ‎OFBCI), oficina que había sido creada por su predecesor, el republicano Bush hijo. ‎Obama aseguró que las subvenciones no se utilizarían para favorecer ninguna religión ‎en particular y puso en esa oficina al joven Joshua DuBois, para coordinar a los creyentes de ‎izquierda, a la cabeza de un consejo que se componía de las principales figuras de esa tendencia:

§  la reverendo Traci Blackmon, para las cuestiones de salud para todos;‎

§  la reverendo Jennifer Butler, fundadora de Faith in Public Life;

§  el reverendo Jim Wllis, editor de la revista Sojourners y consejero espiritual del propio Obama;

§  el pastor Michael McBride, comprometido con la lucha contra las armas y la violencia policial ‎contra los negros;

§  la exitosa escritora Rachel Held Evans, autora de Una noche de feminidad bíblica: cómo una ‎mujer liberada llegó a verse sentada en el techo de su casa, cubriéndose la cabeza y llamando a ‎su marido “amo”;‎

§  el rabino David Saperstein, director del Religious Action Center of Reform Judaism, quien también ‎fue designado embajador de Estados Unidos para la libertad de la religión en el mundo;

§  Harry Knox, líder de Human Rights Campaign’s Religion and Faith Program y posteriormente ‎director de la Religious Coalition for Reproductive Choice, también líder de los derechos de los ‎gays y de la lucha por el derecho al aborto;

§  Rami Nashashibi, director de Inner-City Muslim Action Network, quien había militado por que ‎se distinguiera a los musulmanes de los terroristas después de los atentados del 11 de septiembre ‎de 2001. ‎

Todas esas personalidades participaron intensamente en el debate surgido el año pasado sobre ‎los monumentos que tendrían que ser eliminados y en las manifestaciones de Black Lives Matter.‎

Durante su campaña para la elección presidencial que perdió frente a Donald Trump, Hillary ‎Clinton habló lo menos posible de su creencia religiosa personal. Sin embargo, se dirigió muy ‎a menudo a los creyentes, sobre todo a los evangélicos. Con un discurso sobre los preceptos ‎del cristianismo, que supuestamente obligan a confesar el pecado original del esclavismo y a ‎recibir a todos los migrantes, Hillary Clinton no logró convencer a los electores. Sólo después de ‎su derrota en la elección presidencial anunció que planeaba convertirse en pastora metodista. ‎

Por el contrario, su rival, Donald Trump, que no parece albergar preocupaciones de orden ‎religioso, logró atraer a la mayoría de los cristianos de derecha y particularmente a los ‎evangélicos blancos. Trump no se presentó a ellos como un creyente sino sólo como «un tipo ‎que hará el trabajo» y que salvaría los valores que los cristianos de izquierda no tienen ‎en cuenta. Su sinceridad fue del agrado de los cristianos de derecha, que vieron en él a una ‎especie de “infiel” enviado por Dios para salvar el país.‎

Durante el mandato de Obama, los creyentes de izquierda estadounidenses tuvieron la impresión –‎erróneamente o no– de que el papa Francisco les hablaba a ellos en particular. En 2013, ‎interpretaron su primera carta apostólica, Evangelii gaudium, donde Francisco I invita los fieles ‎a evangelizar el mundo, como una justificación para su propio compromiso político ya que ‎se menciona en ella «la opción preferencial por los pobres». Sin embargo, contrariamente a ‎lo que creen los creyentes de izquierda estadounidenses, la iglesia católica nunca predicó que ‎hubiera que preferir ciertas personas a otras. Después, en 2015, los creyentes de izquierda ‎estadounidenses vieron en la encíclica Laudato si’ –dedicada a la cuestión del medio ambiente– un ‎respaldo a su propio militantismo ecologista. En conjunto, los creyentes de todas las confesiones ‎consideran que el papa Francisco es el líder religioso más legítimo. ‎

Joe Biden es el segundo presidente católico de Estados Unidos –el primero fue John Kennedy. ‎Pero, mientras que Kennedy tenía que demostrar que actuaba de manera independiente y que ‎no recibía órdenes del papa, Biden trata por todos los medios de hacer ver que cuenta con la ‎aprobación de un papa que sus electores adoran. Por ejemplo, durante su reciente campaña ‎electoral, Biden difundió un video donde resaltaba lo que le ha aportado su fe, explicando que ‎cuando perdió a su primera esposa y su hija en un accidente, y después un hijo fallecido de ‎cáncer, su religión le permitió sobreponerse al dolor y conservar la esperanza. ‎

Al principio de este artículo, mencioné «The Family», el grupo de oración del Pentágono. Desde ‎que fue creado por el general Eisenhower, «The Family» organiza anualmente, a principios de ‎febrero, un almuerzo de plegaria con el presidente de Estados Unidos. Este año, todos estaban a ‎la espera del discurso de Joe Biden, que finalmente duró 4 minutos, por videoconferencia. ‎El flamante presidente utilizó esa intervención para condenar «el extremismo político» –alusión a ‎su predecesor– y celebró la fraternidad entre «americanos», léase “entre estadounidenses”. ‎

Para el nuevo presidente, los estadounidenses son «buenos», como ya proclamó en la ceremonia ‎de su investidura. Para él, el Partido Demócrata busca la justicia social según la tradición del ‎‎«Social Gospel» de los años 1920. Por ende, todos los estadounidenses deberían seguirlo ‎espontáneamente, pero Donald Trump –hombre sin religión– cegó a los creyentes de derecha, ‎que votaron por ese multimillonario sin darse cuenta de que estaban traicionando su religión. ‎Así que, ahora que ha logrado llegar a la Casa Blanca, Joe Biden considera que es su deber hacer ‎que los creyentes de derecha “abran los ojos”… y obligarlos a ser felices. ‎

El presidente Biden no ha tratado nunca de entender por qué los creyentes de derecha votaron ‎por Donald Trump. Simplemente ha considerado ese hecho como una anomalía intelectual, ‎así que ahora trata de presentar el grupo QAnon como una secta delirante que ve a Satanás por ‎todas partes en Washington. En cada una de sus declaraciones, el presidente Joe Biden ‎se empeña en presentar la presidencia de Donald Trump como un error o un siniestro paréntesis ‎sin futuro. ‎

Mientras tanto, los creyentes de izquierda creen que lo único que cuenta son las decisiones ‎tomadas desde el 20 de enero de 2021 a favor de los inmigrantes, de las mujeres, de las minorías ‎sexuales y contra la violación de los espacios sagrados de las minorías indígenas estadounidenses. ‎

Lo que estamos viendo es un error de proporciones colosales. Los creyentes de izquierda ‎estadounidenses se creen obligados a imponer sus convicciones políticas en nombre de Dios, ‎mientras que el Partido Demócrata cree que no debe reflexionar en términos políticos sino sólo ‎seducir a los electores. La separación entre las iglesias y el Estado sigue existiendo, pero sólo ‎desde un punto de vista institucional, aunque ya no existe en la práctica cotidiana. El problema ‎se ha desplazado: ya no es una diferencia entre las religiones sino entre concepciones diferentes ‎de la fe. ‎

San Bernardo de Claraval, quien predicó a favor de la Segunda Cruzada, reconocía que ‎‎«el infierno está lleno de buenas intenciones». Eso es lo que está sucediendo en ‎Estados Unidos. Los creyentes de izquierda se comportan como fanáticos, hablan de unidad ‎nacional… pero han iniciado una cacería de brujas de proporciones tales que la del senador ‎Joseph McCarthy ahora parece un juego de niños [3]. Están despidiendo a cientos de consejeros del ‎Pentágono, han tratado de revocar el mandato de una congresista enviada por los electores a la ‎Cámara de Representantes acusándola de haber dudado de la versión oficial de los atentados del ‎‎11 de septiembre de 2001 y quieren arrestar a todos los miembros del movimiento QAnon. En vez ‎de pacificar Estados Unidos después de la irrupción de manifestantes en el Capitolio, lo que ‎están haciendo es empujarlo hacia la guerra civil. ‎

Thierry Meyssan

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[1] Cultura «woke» es la ‎designación a consonancia positiva de lo que ya se conoce más acertadamente como ‎‎«cancel culture». Nota del Traductor.

[2American Prophets: The Religious Roots of Progressive Politics and the Ongoing Fight for the Soul ‎of the Country, Jack Jenkins, HaperOne, 2020.

[3] «Estados Unidos en medio de su mayor ‎‎“cacería de brujas”‎», Red Voltaire, 4 de febrero de 2021.

 

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