sábado, 23 de enero de 2021

EL SERCRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO. SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT

 


Quinta Decena

De cómo debe rezarse el Rosario.

41a Rosa

 

116) No es la duración, sino el fervor de nuestras oraciones lo que agrada a Dios y le gana el corazón. Una sola avemaría bien dicha tiene más mérito que ciento cincuenta mal dichas. Casi todos los católicos rezan el Rosario, al menos una parte o algunas decenas de avemarías. ¿Por qué, pues, hay tan pocos que se enmienden de sus pecados y adelanten en la virtud, sino

porque no hacen las oraciones como es debido? 117) Veamos, pues, el modo de rezar para agradar a Dios y hacernos santos. En principio, es preciso que la persona que reza el Santo Rosario se halle en estado de gracia o al menos resuelta a salir del pecado, pues la teología nos enseña que las oraciones y buenas obras hechas en pecado mortal son obras muertas que no pueden ser agradables a Dios ni merecer la vida eterna. En este sentido está escrito: "Non est speciosa laus in ore peccatoris" (1). No es preciosa la alabanza en boca de los pecadores.

Ni la alabanza, ni la salutación angélica, ni aun la oración enseñada por Jesucristo son agradables a Dios cuando salen de la boca de un pecador impenitente: "Populus hic labiis me honorat, cor autem eorum longe est a me" (2).

Esas personas que ingresan en mis cofradías, dice Jesucristo, y rezan todos los días el Rosario o una parte de él sin contrición alguna de sus pecados, me honran con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí.

He dicho "o al menos resuelta a salir del pecado": 1) Porque si fuera necesario estar absolutamente en gracia de Dios para hacer oraciones que le fuesen agradables, se seguiría que los que están en pecado mortal no deberían rezar, a pesar de que tienen más necesidad de ello que los justos; y por tanto, no debería aconsejarse nunca a un pecador que rezase el Rosario, ni una parte de él, porque le sería inútil, lo cual es un error condenado por la Iglesia. 2) Porque si con voluntad de permanecer en el pecado y sin intención alguna de salir de él se inscribiese en una cofradía de la Santísima Virgen, o rezase el Rosario, o una parte de él, u otra oración, se haría del número de los falsos devotos de la Santísima Virgen y de los devotos presuntuosos e impenitentes que bajo el manto de la Santísima Virgen, con el escapulario sobre su cuerpo y el Rosario en la mano, gritan: "¡Santa y bondadosa Virgen, Dios te salve, María!" y no obstante crucifican y desgarran cruelmente a Jesucristo con sus pecados y caen para su desgracia de las más santas cofradías de la Santísima Virgen a las llamas del infierno.

118) Aconsejamos el Santo Rosario a todos: a los justos, para perseverar y crecer en gracia de Dios, y a los pecadores, para salir de sus pecados. Pero no agrada ni puede agradar a Dios que exhortemos a un pecador a hacer del manto de protección de la Santísima Virgen un manto de condenación para ocultar sus crímenes y cambiar el Rosario, que es el remedio de todos los males, en veneno mortal y funesto. "Corruptio optimi pessima." La corrupción de lo mejor es lo mas pesimo.

Es necesario ser ángel de pureza, dice el sabio Cardenal Hugo, para acercarse a la Santísima Virgen y rezar la salutación angélica. Ella hizo que un impúdico que rezaba, por regla general diariamente, el Rosario pudiera ver hermosos frutos en un vaso manchado de inmundicias; y como se sintiera él horrorizado, le dijo la Señora: "He ahí como me sirves: me presentas rosas bellísimas en un vaso sucio y corrompido. Juzga si pueden resultarme agradables."

 

42a Rosa

 

119) No basta para rezar bien expresar nuestra súplica con la más hermosa de las oraciones, que es el Rosario, sino que es preciso hacerlo con gran atención, porque Dios oye la voz del corazón más bien que la de la boca. Orar con distracciones voluntarias sería gran irreverencia que haría nuestros Rosarios infructuosos y nos llenaría de pecados. ¿Cómo osaremos pedir a Dios que nos oiga, si no nos oímos nosotros mismos y si mientras suplicamos a esta imponente majestad, ante quien todo tiembla, nos distraemos voluntariamente a correr tras de

una mariposa? Es alejar de uno la bendición de este gran Señor, convirtiéndola en la maldición lanzada contra los que hacen la obra de Dios con negligencia: "Maledictus qui facit opus Dei” neglegenter" (3). Maldito el que hace la obra de Dios con negligencia.

120) Cierto que no se puede rezar el Rosario sin tener alguna distracción involuntaria, y aun es difícil decir un avemaría sin que la imaginación siempre inquieta quite algo de la atención; pero sí se puede rezar sin distracciones voluntarias, y para disminuir las involuntarias y fijar la atención, deben ponerse todos los medios.

A tal efecto, poneos en la presencia de Dios, creed que Dios y su Santísima Madre os miran, que vuestro ángel de la guarda está a vuestra derecha y recoge vuestras avemarías como otras

tantas rosas, si son bien rezadas, para hacer una corona a Jesús y María, y que, por el contrario, el demonio está a vuestra izquierda y merodea alrededor para devorar vuestras avemarías y anotarlas en su libro de muerte, cuando no son dichas con atención, devoción y modestia.

Sobre todo, no dejéis de ofrecer los decenarios en honor de los misterios y de representaros en la imaginación a Nuestro Señor y a su Santísima Madre en el misterio que consideréis.

121) Se lee en la vida del Beato Hermann, de la Orden de los Premonstratenses, que cuando rezaba el Rosario con atención y devoción, meditando sus misterios, se le aparecía la Santísima

Virgen radiante de luz, de hermosura y de majestad. Pero después se le enfrió la devoción y rezaba el Rosario de prisa y sin atención; se le apareció entonces con la cara arrugada, triste y desagradable. Como el Beato Hermann se sorprendiera de tal cambio, díjole la Santísima Virgen: "Me presento a tus ojos como estoy en tu alma, pues tú me tratas solamente como una persona vil y despreciable. ¿Qué fue de aquellos tiempos en que me saludabas con respeto y atención, meditando mis misterios y admirando mis grandezas?"

 

43a Rosa

 

122) Así como no existe oración más meritoria para el alma y más gloriosa para Jesús y María que el Rosario bien rezado, no hay tampoco ninguna oración más difícil de rezar bien y perseverar en ella, particularmente por las distracciones que vienen como naturalmente de la frecuente repetición de la misma súplica.

Cuando se reza el oficio de la Virgen Santísima, los siete salmos o cualquier otra oración que no sea el Rosario, el cambio o diversidad de términos de que se componen tales oraciones detiene la imaginación y recrea el espíritu, dando al alma, consiguientemente, facilidad para rezarlas bien. Pero en el Rosario, como son siempre los mismos padrenuestros y avemarías y combinados de igual modo es bien difícil no cansarse, no dormirse y no dejarlo para seguir otros rezos más recreativos y menos molestos. Esto es lo que hace que se necesite infinitamente más devoción para perseverar en el rezo del Santo Rosario que en ninguna otra oración, aunque sea ésta el salterio de David.

123) Y aumentan esta dificultad nuestra imaginación, tan inquieta que ni un solo momento está en reposo, y la malicia del demonio, tan infatigable para distraernos e impedir nuestra oración.

¿Qué no hará contra nosotros este espíritu malo, mientras nosotros rezamos el Rosario contra él? Acrecienta nuestra natural languidez y nuestra negligencia. Antes de la oración aumenta el hastío, las distracciones y el decaimiento; durante la oración nos asalta por todas partes, y cuando hemos terminado de orar entre mil trabajos y distracciones, nos dice: "No has hecho nada meritorio, tu Rosario nada vale, mejor te fuera trabajar y ocuparte en tus negocios; pierdes el tiempo en rezar tantas oraciones vocales sin atención; media hora de meditación o una buena lectura valdría mucho más. Mañana, que no tendrás tanto sueño, rezarás con más atención, deja el resto de tu Rosario para mañana." De este modo, el diablo, con sus artificios, consigue con frecuencia que se abandone el Rosario más o menos por completo o siquiera que se difiera.

124) No lo creáis, amados cofrades del Rosario, y tened valor; pues, aunque durante todo el Rosario haya estado vuestra imaginación llena de distracciones e ideas extravagantes, si las

habéis procurado desechar lo mejor posible desde el momento en que os apercibisteis de ello, vuestro Rosario es mucho mejor, porque es más meritorio y tanto más meritorio cuanto más difícil; y es tanto más difícil cuanto resulta naturalmente menos agradable al alma estar lleno de las enojosas moscas y hormigas de las distracciones que recorren nuestra imaginación, a pesar de nuestra voluntad, no dejando así al alma tiempo para gustar lo que dice y reposar en paz.

(25) Si es preciso que luchéis durante todo el Rosario contra las distracciones, combatid valientemente con las armas en la mano; es decir, continuando el Rosario, aunque sin gusto ni consuelo sensible; es un terrible pero saludable combate para el alma fiel; si rendís vuestras armas, es decir, si dejáis el Rosario; estáis vencidos, y por el momento el demonio, vencedor de vuestra firmeza, os dejará en paz, y en el día del juicio os reprochará vuestra pusilanimidad y infidelidad. "Qui fidelis est in minimo et in majori fidelis est" (4): El que es fiel en las cosas pequeñas lo será también en las grandes.

El que es fiel en rechazar las pequeñas distracciones durante una breve plegaria será también fiel en las cosas grandes. Nada, en efecto, más cierto que este principio, pues el Espíritu Santo

es quien lo ha dicho. Valor, pues, buenos servidores y fieles siervos de Jesucristo y de la Santísima Virgen, que habéis tomado la resolución de rezar el Rosario diariamente. Que la

multitud de moscas, yo llamo así a las distracciones que os hacen la guerra mientras rezáis, no sea capaz de obligaros indignamente a dejar la compañía de Jesús y María en la que estáis al rezar el Rosario. Pondré después los modos de disminuir las distracciones.

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