jueves, 24 de septiembre de 2020

¿Por qué va en declive la hegemonía de EEUU bajo mandato de Trump?

 



A medida que EE.UU. va intensificando su campaña punitiva contra los demás países, provoca un malestar generalizado entre sus aliados que le encamina a un debilitamiento de la hegemonía de dólar.

Con un Donald Trump en el poder desde enero de 2017, EE.UU. ha venido violando muchos de sus principios geoestratégicos, trazados en el pasado por sus antecesores en la Casa Blanca, al retirarse de los acuerdos internacionales suscritos en su día y provocando, de este modo, ira y resentimiento entre sus aliados históricos, los europeos, a quienes les resulta difícil de ignorar sus voces de oposición a tales políticas unilaterales emprendidas por las actuales autoridades estadounidenses. Así comienza un artículo periodístico publicado en el rotativo The Washington Post.

La columna escrita por Fareed Zakaria, periodista indo-estadounidense y especializado en relaciones internacionales, sostiene que Trump, al abusar del uso ilegal y unilateral que hace de la imposición de sus medidas coercitivas para avanzar en su agenda política a nivel mundial estaría propiciando el terreno para que su enfoque particular cause un daño irreparable en la posición de la superpotencia que es EE.UU.

A día de hoy, escribe, la Administración norteamericana ha impuesto más de 8000 tipos de sanciones contra individuos, empresas y países del mundo. Si bien EE.UU. ha venido utilizando este tipo de medidas restrictivas en las últimas décadas, ha aumentado drásticamente esta práctica en años recientes, especialmente durante el mandato de Donald Trump.

De hecho, agrega, el líder republicano ha impuesto más del doble de sanciones a otros países que sus predecesores en el cargo. Como un ejemplo aclarador se puede mencionar que, en tan solo un día, concretamente el 8 de mayo de 2018, Trump reimpuso más de 700 severos y diversos tipos de medidas punitivas contra la República Islámica de Irán después de que retirara a EE.UU. del acuerdo nuclear suscrito en 2015 entre Teherán y el Grupo 5+1 —integrado entonces por EE.UU., el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania—.

Las sanciones de EE.UU. contra otros países que no comparten su visión de la dominación mundial de Washington, como es el caso de Irán y Venezuela, están tan extendidas en su género que la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, advirtió en mayo que las medidas restrictivas podrían poner en peligro sus sistemas de salud, provocando la muerte de millones de personas inocentes en pleno apogeo de la pandemia del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, apunta el texto.

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Sin embargo, anota el periodista que hace falta resaltar que la maquinaria punitiva del Departamento del Tesoro de EE.UU. no solo tiene en su punto de mira a aquellos países que rechazan de manera tajante las políticas imperiales de EE.UU., sino que incluso ha llegado a amenazar a socios estadounidenses, como Irak y Turquía, en la región de Asia Occidental, con que, si no accedían a hacer lo que les ordenaban desde la Casa Blanca, se arriesgaban a ser objeto de sus sanciones, con el agravante de que sus economías sufrirían, sin ningún lugar a dudas, unas pérdidas estratosféricas difíciles de revertir.

A principios de agosto, tres senadores correligionarios del líder republicano, a saber, Ted Cruz, Tom Cotton y Ron Johnson, enviaron una carta al Senado estadounidense pidiendo la aprobación de una normativa por parte de los legislativos de la Cámara Alta del Capitolio que contemplara una serie de severas sanciones contra los operadores del puerto de Mukran, situado en el norte de Alemania, involucrados en la construcción del gasoducto Nord Stream 2 con Rusia.

Dicha propuesta punitiva e intimidatoria, que sigue siendo una medida totalmente ilegal y extraterritorial a instancias de los políticos neoconservadores de Washington contra el proyecto de Nord Stream 2, que está destinado a llevar gas natural del territorio ruso al corazón de Europa, ha sido objeto de unas durísimas declaraciones condenatorias por parte de los actores internacionales, quienes han tachado estas prácticas de coaccionarías y neoimperiales, muy recurrentes entre las autoridades estadounidenses.

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Con todo lo anteriormente expuesto, al columnista le surge la duda de por qué EE.UU. prefiere recurrir al uso de las sanciones como una herramienta de su política exterior en lugar de considerar otras opciones.

Si bien es cierto que las sanciones son una forma aparentemente gratuita de obligar a los demás países a cambiar de rumbo para arrimarse a las posiciones estadounidenses, responde Zakaria, las medidas punitivas no requieren de la implicación de tropas estadounidenses en el exterior ni tampoco de la apropiación de grandes sumas estratosféricas provenientes de apoyo financiero por parte de otras naciones. En otras palabras, amplia diciendo que los embargos permiten a Washington expresar su oposición sin tener que tomar decisiones difíciles.

Sin embargo, las sanciones tienen, en realidad, un coste que se puede atribuir a las tarifas del gasto promedio que deben asumir los consumidores estadounidenses por esta política, aunque este valor a pagar se distribuye en gran medida entre los contribuyentes norteamericanos.

Aunque las medidas restrictivas pueden causar contratiempos y situaciones difíciles a quienes son blanco de tales acciones coercitivas, rara vez han sido eficaces para lograr el objetivo principal para el cual han sido trazadas por la Casa Blanca en aras de imponer un cambio de régimen político en algún país del mundo, expone Zakaria. Como ejemplo, suma que los gobiernos de Cuba, Venezuela, Corea del Norte e Irán son algunos casos que, a día de hoy, siguen en pie, impertérritos y con más ímpetu que nunca resistiendo a las innumerables sanciones de EE.UU., que datan, como mínimo, de hace más de cuatro décadas.

En su intento por imponer su hegemonía imperial en el mundo, EE.UU. ha recurrido cada vez más a la imposición de sanciones, aprovechándose de la coyuntura que le brinda el poderío de su sistema financiero. Dicha situación ha sido posible a medida que iba creciendo la economía mundial, ya que aumentaba al mismo tiempo la necesidad de las naciones de obtener y hacer acopio de una moneda dominante, y el dólar estadounidense cumplía ese papel.

Como resultado de esta situación, expone el articulista del medio estadounidense, cuando Washington impone sanciones secundarias contra cualquier persona o entidad que tiene vínculos comerciales con el país objeto de sus medidas punitivas, puede bloquear y paralizar gradualmente el acceso de esta nación al mercado global.

Es por ello que, cuando EE.UU. se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear y volvió a imponer todas sus sanciones contra la República Islámica y, al mismo tiempo, amenazó a todo aquel que quisiera seguir manteniendo relaciones comerciales con Teherán con imponerle sanciones extraterritoriales, hizo que Irán fuera apartado en gran medida de los mercados internacionales.

Dicha herramienta de naturaleza punitiva se trata de un poder extraordinario del cual Washington no debería abusar, apostilla el periodista que, además, acota remarcando que el equilibrio del poder y la influencia estadounidense incluso han causado un gran malestar entre sus aliados europeos, quienes vienen cuestionando su liderazgo global.

Cuanto más abusa Washington de su poder sancionatorio, más voces urgen a la necesidad de hallar una alternativa a la hegemonía del dólar estadounidense, resalta en su columna.

Ante tal circunstancia, el articulista señala que China y Rusia han ido aunando esfuerzos desde hace tiempo para deshacerse del dólar estadounidense en su comercio bilateral, con el objetivo ulterior de avanzar hacia una alianza financiera que les permita contrarrestar las sistemáticas sanciones que EE.UU. les ha ido imponiendo a ambas.

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La desdolarización ha sido una prioridad para Rusia y China desde 2014, cuando comenzaron a ampliar la cooperación económica tras el distanciamiento de Moscú del Occidente por la anexión de Crimea al territorio ruso, recoge el escritor indo-estadounidense en su columna de opinión.

El 16 de marzo de 2014, la península de Crimea votó en un referéndum unirse a la Federación Rusa, provocando tensiones continuadas en el tiempo entre el Occidente y Moscú, incluidas sanciones al país euroasiático vinculadas con la crisis.

Por su parte, los países europeos, encabezados por el Reino Unido, Francia y Alemania, en aras de proteger sus vínculos comerciales con Irán ante las ilegales sanciones extraterritoriales de Washington contra Teherán, crearon a finales de junio de 2019 un sistema alternativo al SWIFT (acrónimo en inglés de la Sociedad de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales), llamado mecanismo de financiamiento Instex (acrónimo en inglés de Instrumento de Apoyo a Intercambios Comerciales).

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El SWIFT es un sistema que provee, a nivel global, servicios de mensajería de transferencia de dinero que se realizan a través de las fronteras internacionales. La sede de este sistema se encuentra en Bélgica, pero los que de verdad mueven los hilos en esta entidad financiera son los directivos de los bancos estadounidenses, quienes integran la junta directiva.

Teniendo en cuenta que el SWIFT es un sistema interbancario internacional para la transmisión de información y cumplimentación de pagos, que abarca a casi 11 000 grandes entidades en más de 200 países, se puede comprender el temor de sus directivos a ser objeto de las sanciones de EE.UU. si autorizan cualquier tipo de transacción financiera con los bancos iraníes. 

Es por ello que los países europeos apostaron, eso sí en teoría, por el mecanismo de financiamiento Instex para seguir manteniendo sus relaciones comerciales con Irán a expensas de EE.UU. No obstante, en la práctica se han mostrado reacios a apoyar su propia iniciativa. A medida que Trump impone una nueva tanda de sanciones a Teherán, recorre un mayor sentimiento de desaliento entre los signatarios europeos del acuerdo nuclear.

La fortaleza del dólar es una de las mayores ventajas con las que cuenta EE.UU., ya que en este momento en que Washington tiene que hacer frente al desafío de la COVID-19, cuenta con la ventaja de compensar sus pérdidas económicas pagando la deuda soberana contraída con sus acreedores en su propia moneda al recurrir al uso de la reserva mundial del dólar estadounidense.

Al término de su reflexión, Zakaria afirma que, si EE.UU. pierde esa ventaja, algún día ello supondría un duro golpe a su posición mundial, y ante tal perspectiva, manifiesta su total rechazo a que Washington haga un mal uso de su preciado activo, que se esconde detrás de su poderío con la maquinaria punitiva.

El periodista indo-estadounidense expresa su deseo de que la Casa Blanca no abuse de forma continuada de esta estrategia de corte impositivo como lo ha venido haciendo hasta el momento, porque, en el caso contrario, sentencia diciendo que la hegemonía global de la nación de las barras y las estrellas se encamina a su declive, tal y como se está produciendo en estos momentos bajo el mandato de Trump.

 

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