de derecha a izquierda: Juan XXXIII, PabloVI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Frncisco
No sé
lo que el Señor dispondrá al respecto sobre mí, no se viviré más o menos. Pero
sé que más pronto que tarde tendré que rendir cuentas al Señor. En ese instante
de mi vida no sé qué responderé ante la pregunta del gran Juez Nuestro Señor
cuando me pregunte con voz tremenda y acusante: ¿has contribuido a la destrucción
de mi Iglesia, del sacerdocio y de la Santa Misa? ¿Me has negado ante ellos por
respetos humanos, por una nada o una poquedad? ¿Has callado verdades
fundamentales de mi doctrina? Y hay situaciones ante las que no podemos callar.
No
podemos callar ante los errores del Concilio Vaticano II.
No
podemos callar ante el error y la herejía (modernista que asola la Iglesia de
Nuestro divino Redentor). No podemos callar ante quien dice que Jesús no era
Dios desde que nació hasta que murió. No podemos callar ante quien dice que
Jesús era un hombre y nada más, negando la divinidad de Nuestro Señor. No
podemos callar ante quienes niegan la existencia del infierno o ante quienes
predican que todos se salvan o que el infierno está vacío. Ante la apostasía no
cabe el silencio.
No
podemos callar ante quienes dice que el concepto de transubstanciación está
anticuado y que hay que prescindir de él para poder llegar a la unidad con los
luteranos. No podemos callar ante quienes dicen que todos pueden comulgar:
protestantes, pecadores impenitentes, ateos…
No
podemos callar ante quienes pretenden que la Santísima Virgen María era una
mujer como cualquier otra y que mantenía relaciones sexuales como cualquiera.
No podemos callar ante quienes ofenden gravemente el honor de nuestra Madre
Santísima un día tras otro.
No
podemos callar ante quienes afirman que puedes confesarte y comulgar, aunque
vivas en adulterio: aunque te hayas divorciado y te hayas vuelto a casar
civilmente.
No
podemos callar ante quienes promueven el indiferentismo religioso, ante quienes
dicen que lo único importante es el “amor” y afirman que Dios quiere que haya
diversidad de religiones y que todas ellas conducen a la salvación igualmente.
No
podemos callar ante la adoración idolátrica a la Pachamama.
No
podemos callar ante quienes quieren cambiar la doctrina moral de la Iglesia,
ante quienes quieren bendecir las uniones homosexuales, ante quienes quieren
que veamos como buenas las uniones de hecho, ante quienes quieren tirar a la
basura Humanae Vitae o Veritatis Splendor.
No
podemos callar ante los modernistas que reclaman el sacerdocio femenino o la
supresión del celibato obligatorio para los sacerdotes.
No
podemos callar ante la situación de la Iglesia mártir de China. Nuestros
hermanos chinos prefieren ser mártires antes que doblegarse ante los
comunistas. Y la Santa Sede firma acuerdos secretos con los comunistas para que
la Iglesia clandestina tenga que plegarse a los dictados de la “Iglesia
Patriótica”; o sea, al partido comunista. El mismo partido que destruye
templos, derriba cruces, encarcela obispos y obliga a cambiar las imágenes
religiosas de las iglesias por las de Xi Jinping y los textos del Evangelio por
las proclamas de los comunistas. No podemos callar y dejar al cardenal Zen y a
los hermanos católicos chinos solos.
No
podemos callar ante los escándalos sexuales protagonizados por tantos
sacerdotes, religiosos, obispos y hasta cardenales. No se puede callar ante los
perversos, ante los impíos ni ante los encubridores de tanta maldad.
No
podemos callar ante una Iglesia juramentada que se somete al globalismo de la
ONU y a todas las modas ideológicas del momento.
No
podemos. Simplemente, no podemos callar. Ante el error, ante las herejías, no
podemos callarnos. Tenemos que combatir el pecado siempre. Y a la vez, tenemos
que preocuparnos por el pecador: tenemos que intentar que se arrepientan de sus
pecados; tenemos que procurar que se conviertan. Tenemos que rezar mucho por la
salvación de sus almas: esa es la verdadera caridad.
Hago
mías, con toda humildad y obviamente sin pretender compararme con ella, las
palabras de Santa Catalina de Siena:
"Ha
llegado el momento de llorar y de lamentarse porque la Esposa de Cristo se ve
perseguida por sus miembros pérfidos y corrompidos. El cuerpo místico de la
santa Iglesia está rodeado por muchos enemigos. Por lo cual ves que aquellos
que han sido puestos para que sean columnas y mantenedores de la santa Iglesia
se han vuelto sus perseguidores con la tiniebla de la herejía. No hay pues que
dormir, sino derrotarlos con la vigilia, las lágrimas, los sudores; y con
dolorosos y amorosos deseos, con humilde y continua oración."
¿Por
qué guardáis silencio? Este silencio es la perdición del mundo. Yo os pido que
obréis de modo que el día en que la Suprema Verdad os juzgue no tenga que
deciros estas duras palabras: “Maldito seas, tú que no has dicho nada”. ¡Ah,
basta de silencio!, clamad con cien mil lenguas. La Esposa de Cristo ha perdido
su color (Lam 4, 1), porque hay quien chupa su sangre, que es la sangre de
Cristo, que, dada gratuitamente, es robada por la soberbia, negando el honor
debido a Dios y dándoselo a sí mismo.
¿Por
qué guardáis silencio? No se puede ni se debe guardar silencio. Yo, al menos,
no puedo. Reviente vuestro corazón y vuestra alma al ver tantas ofensas a Dios.
Si amaseis a Dios no temerías cobardemente, sino que con audacia y corazón
valiente reprenderías los errores y no callaríais ni haríais la vista gorda.
Todos tendremos que rendir cuentas de nuestras palabras, de nuestros silencios
y de nuestros hechos.
Los cristeros católicos del México cristero nos dieron ejemplo en cuanto a la defensa de la Iglesia y de nuestra sacrosanta Fe dando sus vidas por Dios, la Virgen de Guadalupe y la patria regando los campos con su sangre la cual los empapo y dieron como fruto nuevas pleyades de católicos, pero no de cobardes, miedosos y cómodos.
Los cristeros católicos del México cristero nos dieron ejemplo en cuanto a la defensa de la Iglesia y de nuestra sacrosanta Fe dando sus vidas por Dios, la Virgen de Guadalupe y la patria regando los campos con su sangre la cual los empapo y dieron como fruto nuevas pleyades de católicos, pero no de cobardes, miedosos y cómodos.
Hay Padre Arturo! Me saco el llanto por el dolor que vengo sintiendo desde ya hace un tiempo atrás
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