PSICOLOGIA DE SATAN 207
El
orgullo es lo que lo mantiene alejado de Dios y lo convierte en el Adversario. En el
libro del Eclesiástico, esta consecuencia del orgullo está muy bien
destacada: "El
principio del orgullo, leemos, es abandonar al Señor y tener el corazón alejado
del Creador, porque el principio del
orgullo es el pecado, aquel que se entrega a él reparte la
abominación." (Eccli, X, 12-13).
Por
fin, con este alejamiento de Dios, hallamos la psicología de la Serpiente
tentadora, el odio hacia el hombre oculto bajo
una apariencia de amistad.
Desea
engañar a la mujer y por la mujer engañar al hombre.
Opone
sus palabras a las de Dios. Hace brillar este sueño absurdo y funesto: "¡Seréis como dioses!" Y sin embargo sabe
muy bien que ese camino va a introducir la muerte en la humanidad.
Comprendemos
desde entonces que Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, haya
definido a Satán: el padre de la mentira y el homicida desde el principio.
Y para nosotros este término de homicida, lejos de ser excesivo, no dice más
que un aspecto de la verdad total: ¡Satán, en efecto, es por encima de todo el DEICIDA! ¡Él es quien, después de haber tentado en
vano a Cristo, no cesará de perseguirlo hasta la muerte! Al entrar en el
corazón de Judas, ¡fue el principal autor del drama del Calvario!
El tentador de
Cristo
Todo
lo que acabamos de descubrir sobre Satán halla su confirmación en la triple
tentación de Cristo. Qué orgullo demencial en esas palabras de Satán a Cristo, mostrándole
en espíritu todos los reinos de la tierra: "¡Todo esto te daré si te postrares delante de mí!"
El más recóndito fondo de la ambición satánica es ése: "¡Quitarle a Dios sus adoradores, hacer
converger las adoraciones de los hombres hacia sí mismo!" Es
demencial y sin embargo la historia de las religiones, ya lo hemos dicho, está
ahí para demostrar que Satán había logrado, en gran parte, hacerse adorar en
lugar de Dios.
Y hoy
mismo, si las adoraciones de los hombres ya no son para Satán, por sus cuidados
y su impulsión se han desviado de Dios.
Tampoco
se dirigen hacia los dioses de la mitología sino a esos dioses del orgullo
humano: ¡la Ciencia, el Progreso, la Técnica, la
Materia! ¡Como lo hemos advertido más arriba, la conquista del mundo
está en trance de perder el alma humana! Es el enorme triunfo de Satán en su
odio a Dios y a los hombres.
En
resumen: el orgullo, la voluntad de hacerse dios, la
astucia, los celos y el odio por el hombre, todo esto desembocando en el
embuste, el homicidio, el deicidio. . . ¡he ahí a Satán! Si lo
buscamos en la hora actual, no lo encontraremos en esos demonios más o menos
secundarios y oscuros de nuestros poseídos y de nuestros infestados, sino en la
alta política mundial. Satán está en el centro del homicidio
generalizado que será la tercera guerra.
Él es
quien inspira, sin lugar a dudas, la guerra fría; él siembra la desconfianza
entre los pueblos, los opone unos a otros, provoca las persecuciones contra los
discípulos de Cristo, impone a las naciones comunistas su yugo inhumano y ceba
las bombas perfeccionadas por la técnica más moderna, para la catástrofe final.
Psicología
de Satán: es a la vez
grandiosa por ser planetaria, trágica porque tiende a la destrucción universal,
e infernal puesto que aleja de Dios, que es la luz y la vida.
Léon
Bloy, en la página citada en el capítulo precedente, no ha excedido los
límites, por una vez, al decir que si los hombres pudieran ver a Satán tal cual
es en el fondo ¡caerían fulminados!
Los demonios del Evangelio
Pero
si nada podemos decir con respecto a Satán que esté al nivel de su perversidad
y de su poder, no ocurre lo mismo con los demonios que están bajo sus órdenes.
Esta turba cuantiosa debe ofrecer todos los grados de la inteligencia, en la
medida que está inclinada al mal.
Monseñor
Catherinet, analizando los datos evangélicos a propósito de los posesos
liberados por Jesús, encuentra allí las siguientes particularidades con
respecto a la psicología de los demonios: "Timoratos, obsequiosos, poderosos, malvados, versátiles
y hasta grotescos —escribe—, todos estos rasgos, formalmente acusados aquí — en
el relato evangélico del poseso de Gérasa —, vuelven a encontrarse, en diversos
grados, en los otros relatos evangélicos de expulsiones de demonios." 1
Y en
una nota, el mismo autor observa: "Este aspecto ridículo, vulgar y
pernicioso de las posesiones diabólicas aparece también en los relatos de las
«Actas», especialmente en la XIX, 13-17, donde vemos, en Éfeso, a ciertos
exorcistas judíos ambulantes tratando de invocar el nombre de Jesucristo sobre
los que tenían espíritus malignos; eran siete hijos de un tal Scévas, gran sacerdote
judío, los que hacían esto: mal lo pasaron porque un buen día uno de los
posesos le replicó: «Conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿quiénes
son ustedes?» Y el hombre, lanzándose sobre ellos, dominó a todos y fue
tanto más fuerte que ellos, que huyeron de la casa desnudos y heridos»."
La
característica de estos demonios, que no son Satán mismo, parece, pues, ser la contradicción,
porque alternativamente son amenazadores y rastreros, orgullosos y timoratos,
siempre cínicos, groseros, ordinarios.
Los demonios en Jean
Cassien y en nuestros días
Hay
una página que no podemos omitir en una descripción sumaria del mundo diabólico
y es la consignada por Jean Cassien en sus Conferencias, sobre la parte
del abate Serenus, uno de los maestros del desierto. Serenus habla de
sus experiencias y de las de los otros Padres que se han enfrentado con el
demonio.
"Existen,
fuera de toda duda — escribe Cassien, según Serenus —, en los espíritus impuros
tantos gustos diversos como entre los hombres.
Hay
entre ellos, en efecto, los que el vulgo llama «los
vagabundos » y que ante todo son seductores y bufones. Están
constantemente en determinados lugares o sobre los caminos. Se divierten en engañar,
mucho más que en atormentar, a quienes encuentran. Se contentan de cansarlos
con sus burlas y sus ilusiones, sin tratar mucho de causarles daño . . . "
Y
largamente todavía el abate Serenus prosigue su enumeración de la cual sólo
retendremos este rasgo principal: "Se divierten en
engañar."
Pero
también se divierten en insultar, en amenazar, en dar miedo.
Practican,
a su modo, con los seres que infestan, la "guerra
fría", sin poder hacer mucho mal, porque Dios no se lo permite.
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