martes, 8 de octubre de 2019

PRESENCIA DE SATAN EN EL MUNDO MODERNO



PSICOLOGIA DE SATAN 207
El orgullo es lo que lo mantiene alejado de Dios y lo convierte en el Adversario. En el libro del Eclesiástico, esta consecuencia del orgullo está muy bien destacada: "El principio del orgullo, leemos, es abandonar al Señor y tener el corazón alejado del Creador, porque el principio del orgullo es el pecado, aquel que se entrega a él reparte la abominación." (Eccli, X, 12-13).
Por fin, con este alejamiento de Dios, hallamos la psicología de la Serpiente tentadora, el odio hacia el hombre oculto bajo una apariencia de amistad.
Desea engañar a la mujer y por la mujer engañar al hombre.
Opone sus palabras a las de Dios. Hace brillar este sueño absurdo y funesto: "¡Seréis como dioses!" Y sin embargo sabe muy bien que ese camino va a introducir la muerte en la humanidad.
Comprendemos desde entonces que Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, haya definido a Satán: el padre de la mentira y el homicida desde el principio. Y para nosotros este término de homicida, lejos de ser excesivo, no dice más que un aspecto de la verdad total: ¡Satán, en efecto, es por encima de todo el DEICIDA! ¡Él es quien, después de haber tentado en vano a Cristo, no cesará de perseguirlo hasta la muerte! Al entrar en el corazón de Judas, ¡fue el principal autor del drama del Calvario!
El tentador de Cristo
Todo lo que acabamos de descubrir sobre Satán halla su confirmación en la triple tentación de Cristo. Qué orgullo demencial en esas palabras de Satán a Cristo, mostrándole en espíritu todos los reinos de la tierra: "¡Todo esto te daré si te postrares delante de mí!" El más recóndito fondo de la ambición satánica es ése: "¡Quitarle a Dios sus adoradores, hacer converger las adoraciones de los hombres hacia sí mismo!" Es demencial y sin embargo la historia de las religiones, ya lo hemos dicho, está ahí para demostrar que Satán había logrado, en gran parte, hacerse adorar en lugar de Dios.
Y hoy mismo, si las adoraciones de los hombres ya no son para Satán, por sus cuidados y su impulsión se han desviado de Dios.
Tampoco se dirigen hacia los dioses de la mitología sino a esos dioses del orgullo humano: ¡la Ciencia, el Progreso, la Técnica, la Materia! ¡Como lo hemos advertido más arriba, la conquista del mundo está en trance de perder el alma humana! Es el enorme triunfo de Satán en su odio a Dios y a los hombres.
En resumen: el orgullo, la voluntad de hacerse dios, la astucia, los celos y el odio por el hombre, todo esto desembocando en el embuste, el homicidio, el deicidio. . . ¡he ahí a Satán! Si lo buscamos en la hora actual, no lo encontraremos en esos demonios más o menos secundarios y oscuros de nuestros poseídos y de nuestros infestados, sino en la alta política mundial. Satán está en el centro del homicidio generalizado que será la tercera guerra.
Él es quien inspira, sin lugar a dudas, la guerra fría; él siembra la desconfianza entre los pueblos, los opone unos a otros, provoca las persecuciones contra los discípulos de Cristo, impone a las naciones comunistas su yugo inhumano y ceba las bombas perfeccionadas por la técnica más moderna, para la catástrofe final.
Psicología de Satán: es a la vez grandiosa por ser planetaria, trágica porque tiende a la destrucción universal, e infernal puesto que aleja de Dios, que es la luz y la vida.
Léon Bloy, en la página citada en el capítulo precedente, no ha excedido los límites, por una vez, al decir que si los hombres pudieran ver a Satán tal cual es en el fondo ¡caerían fulminados!
Los demonios del Evangelio
Pero si nada podemos decir con respecto a Satán que esté al nivel de su perversidad y de su poder, no ocurre lo mismo con los demonios que están bajo sus órdenes. Esta turba cuantiosa debe ofrecer todos los grados de la inteligencia, en la medida que está inclinada al mal.
Monseñor Catherinet, analizando los datos evangélicos a propósito de los posesos liberados por Jesús, encuentra allí las siguientes particularidades con respecto a la psicología de los demonios: "Timoratos, obsequiosos, poderosos, malvados, versátiles y hasta grotescos —escribe—, todos estos rasgos, formalmente acusados aquí — en el relato evangélico del poseso de Gérasa —, vuelven a encontrarse, en diversos grados, en los otros relatos evangélicos de expulsiones de demonios." 1
Y en una nota, el mismo autor observa: "Este aspecto ridículo, vulgar y pernicioso de las posesiones diabólicas aparece también en los relatos de las «Actas», especialmente en la XIX, 13-17, donde vemos, en Éfeso, a ciertos exorcistas judíos ambulantes tratando de invocar el nombre de Jesucristo sobre los que tenían espíritus malignos; eran siete hijos de un tal Scévas, gran sacerdote judío, los que hacían esto: mal lo pasaron porque un buen día uno de los posesos le replicó: «Conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿quiénes son ustedes?» Y el hombre, lanzándose sobre ellos, dominó a todos y fue tanto más fuerte que ellos, que huyeron de la casa desnudos y heridos»."
La característica de estos demonios, que no son Satán mismo, parece, pues, ser la contradicción, porque alternativamente son amenazadores y rastreros, orgullosos y timoratos, siempre cínicos, groseros, ordinarios.
Los demonios en Jean Cassien y en nuestros días
Hay una página que no podemos omitir en una descripción sumaria del mundo diabólico y es la consignada por Jean Cassien en sus Conferencias, sobre la parte del abate Serenus, uno de los maestros del desierto. Serenus habla de sus experiencias y de las de los otros Padres que se han enfrentado con el demonio.
"Existen, fuera de toda duda — escribe Cassien, según Serenus —, en los espíritus impuros tantos gustos diversos como entre los hombres.
Hay entre ellos, en efecto, los que el vulgo llama «los vagabundos » y que ante todo son seductores y bufones. Están constantemente en determinados lugares o sobre los caminos. Se divierten en engañar, mucho más que en atormentar, a quienes encuentran. Se contentan de cansarlos con sus burlas y sus ilusiones, sin tratar mucho de causarles daño . . . "
Y largamente todavía el abate Serenus prosigue su enumeración de la cual sólo retendremos este rasgo principal: "Se divierten en engañar."
Pero también se divierten en insultar, en amenazar, en dar miedo.
Practican, a su modo, con los seres que infestan, la "guerra fría", sin poder hacer mucho mal, porque Dios no se lo permite.


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