III
Tengo
ante mí, publicadas en los diarios católicos, unas fotografías que representan
la misa tal como se dice ahora con bastante frecuencia. En la primera
fotografía me cuesta trabajo comprender de qué momento del Santo Sacrificio se
trata. Detrás de una mesa ordinaria de madera, que no parece muy limpia y que
no está cubierta por mantel alguno, dos personajes de traje y corbata elevan o
presentan uno de ellos un cáliz, el otro un copón. Por el texto me entero de
que son sacerdotes, uno de los cuales es capellán general de la Acción
Católica. Del mismo lado de la mesa, cerca del primer celebrante, dos muchachas
en pantalones, cerca del segundo dos muchachos en pulóver. Una guitarra está
apoyada contra un taburete. En otra fotografía la escena representa el rincón
de una habitación que podría ser la sala de un hogar de jóvenes. El sacerdote
está de pie, ataviado con alba de Taizé delante de un escabel corriente que
sirve de altar, sobre él se ve una gran vasija de gres y un vaso más pequeño
del mismo material, así como dos cabos de vela encendidos. Cinco jóvenes están
sentados en cuclillas en el suelo y uno de ellos toca la guitarra. La tercera
fotografía se refiere a un acontecimiento que se verificó hace algunos años: el
crucero marítimo de algunos ecologistas que querían impedir las experiencias
atómicas francesas en el islote de Mururoa. Entre ellos hay un sacerdote que
celebra la misa en el puente del velero en compañía de otros dos hombres. Los
tres están en short y además uno de ellos exhibe el torso desnudo. El sacerdote
levanta la hostia, sin duda es el momento de la elevación. No está ni de pie ni
de rodillas, sino que está sentado o, mejor dicho, recostado contra la
superestructura del barco. Estas fotografías escandalosas presentan un rasgo
común: por la
vulgaridad de la decoración, por los instrumentos utilizados, por las actitudes
y las vestimentas la Eucaristía queda rebajada a la condición de un acto
cotidiano. Ahora bien, las revistas llamadas católicas que se venden
en los escaparates de las iglesias no presentan estas fotografías para criticar
semejantes modos de obrar sino, por el contrario, para recomendarlos. La Vie
hasta considera que todo esto no es suficiente. Utilizando como costumbre
trozos de cartas de lectores para decir lo que piensa sin comprometerse, la
revista declara: "La
reforma litúrgica debería ir más lejos... Las repeticiones, las fórmulas que
son siempre iguales, toda esa reglamentación frena una verdadera
creatividad". ¿Que debería ser la misa? Esto: "Nuestros
problemas son múltiples, nuestras dificultades aumentan y la Iglesia parece
mantenerse al margen de ellas. A menudo sale uno de la misa agobiado; hay una
especie de desfasaje entre nuestra vida, nuestras preocupaciones del momento y
lo que se nos propone vivir el domingo." Seguramente uno sale agobiado de una misa que
trata de descender el nivel de los hombres, en lugar de elevarlos hacia Dios y
que, mal comprendida, no permite superar los "problemas".
MISA NUEVA Y HALOWENN
Ese deseo de ir aún más lejos traduce una deliberada voluntad de destruir lo
sagrado. De esta
manera se despoja al cristiano de algo que le es necesario y a lo que él
aspira, pues el cristiano se siente impulsado a honrar y a reverenciar todo
aquello que tiene una relación con Dios. ¡Y cuantas más materias del
Sacrificio destinadas a convertirse en su cuerpo y en su sangre! ¿Por qué se
hacen hostias grises o morenas dejándoles una parte de salvado? ¿Se quiere
hacer olvidar la expresión suprimida en el nuevo ofertorio hanc immaculatam
hostiam, esa hostia sin mancha? Y sin
embargo no es ésta una innovación menor. Con frecuencia se oye hablar de la
consagración de trozos de pan ordinario en lugar del que se hace con puro trigo
candeal como está prescrito y cuyo uso exclusivo fue recordado recientemente en
la instrucción Inaestimabile Donun. Como se han sobrepasado todos los límites, hemos llegado a ver
que un obispo norteamericano recomendaba que se hicieran unas tortitas con
leche, huevos, levadura, miel y margarina. La desacralización se extiende a las personas
consagradas al servicio de Dios y así se registra la desaparición del hábito
eclesiástico de sacerdotes y religiosas, el empleo de los nombres de pila, el
tuteo, el modo de vida secularizado en nombre de un nuevo principio y no, como
se trata de hacer creer, por necesidades prácticas. Detesto a esas
religiosas que habiendo abandonado el monasterio van a vivir a departamentos
alquilados en la ciudad, con lo cual hacen doble gasto pues al haber abandonado
también el velo deben acudir regularmente a la peluquería. La
pérdida de lo sagrado conduce también al sacrilegio. Un periódico
del oeste de Francia nos informa sobre el concurso nacional de muchachas
adolescentes que se realizó en 1980 en la Vendée. Se celebró una misa durante
la cual las muchachas bailaron y algunas de ellas distribuyeron la comunión .Y
esto no fue todo, la ceremonia fue coronada por una ronda en la cual tomo parte
el celebrante con sus ornamentos sacerdotales. No tengo la intención de
presentar aquí un catálogo de los excesos que se producen; quiero tan sólo dar
algunos ejemplos que muestran porqué los católicos de hoy tienen motivos para
estar perplejos y hasta escandalizados. No revelo ningún secreto, la propia
televisión se encarga de difundir en todos los hogares, en la edición de los
domingos por la mañana, la inadmisible desenvoltura que exhiben públicamente
obispos respecto del Cuerpo de Cristo, como por ejemplo en la misa televisada
del 22 de noviembre de 1981, en la cual el copón fue reemplazado por cestos que
los fieles se pasaban unos a otros y que terminaron por dejar en el suelo con
lo que quedaba de las Santas Especies. En Poitiers, el jueves Santo del mismo año, una
concelebración de gran espectáculo consistió en consagrar panes y jarros de
vino sobre unas mesas a las que cada uno se acercaba para servirse él mismo.
Los conciertos de música profana
organizados en las iglesias son ahora una costumbre generalizada. Hasta se
acepta prestar los lugares de culto para audiciones de música rock con todos
los excesos que habitualmente implican. Iglesias y catedrales fueron entregadas
al libertinaje, a la droga, a las manchas de todo género y no fue el clero
local quien procedió luego a realizar ceremonias expiatorias, sino que fueron
grupos de fieles justamente sublevados por tales escándalos. ¿Cómo los obispos y los sacerdotes que favorecieron estas
cosas no temen atraerse sobre ellos y sobre el conjunto de su pueblo la
maldición divina? Esa maldición ya se manifiesta en la esterilidad
que muestran en sus obras. Todo se pierde, todo se desorganiza porque el Santo
Sacrificio de la misa, profanado como esta, ya no difunde la gracia, ya no la
acuerda. El desprecio por la presencia real de
Cristo en la Eucaristía es el hecho más flagrante por el cual se expresa el
nuevo espíritu, que ya no es católico.
Sin
llegar a los ruidosos excesos a que acabo de referirme, todos los días puede
uno comprobar ese nuevo espíritu. El concilio de Trento manifestó de manera
explícita y sin ninguna duda posible que Nuestro Señor está presente en las
menores partículas de la hostia consagrada. Entonces, ¿qué hemos de pensar
sobre la comunión tomada con la mano? Cuando se utiliza una bandeja, aun cuando
las comuniones sean pocas, siempre quedan Y sin embargo no es ésta una
innovación menor.
El modernismo con pretensiones de adaptación de los tiempos es en verdad la perdida de la fé, como lo anunció Nuestra Señora en la Salet
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