Posesión
La
China Roja, por otra parte, se ha revelado satánica por su desprecio de la vida humana. Uno de sus
principales dirigentes ¿no ha declarado que su país es el único que puede permitirse
desatar una guerra? "Podemos perder — dijo —, trescientos millones de
chinos. Quedarán todavía trescientos cuarenta millones." ¿Una frase como
ésta no es acaso puro satanismo? Y lo que le da verosimilitud es el modo con
que se ha tratado hasta hoy a los adversarios del régimen. De acuerdo con las
estadísticas británicas, se ha ejecutado entre ochocientos mil y un millón quinientas
mil personas en China Roja, desde hace diez años. Las cifras norteamericanas
son mucho más elevadas y van desde los cinco a los diez millones, y aún veinte
millones. Es probable que la verdad esté entre los dos extremos. Pero; es
seguro que la República Popular China ha nacido en un baño de sangre humana! Y
lo que ocurrió en el Tíbet nos da una nueva prueba de ello.
Se ha
hablado a menudo, desde hace cien años, en nuestro país, del peligro amarillo.
Este peligro es ahora inminente. Muy probablemente de la China se propagará el
incendio que un día u otro devorará a toda la tierra.
Por
todas estas razones, porque pensamos en el millar de millones de chinos
hambrientos que habrá en el mundo antes de cuarenta años, porque consideramos
la mentalidad china actual, el predominio del comunismo ateo en esta parte del
mundo, creemos poder hablar de una posesión diabólica colectiva en esa tierra
lejana.
Infestaciones
Inmediatamente después de la China, aunque muy
diferente de ella, nos permitimos colocar a Rusia comunista. Pero entre el caso
de la China y el de Rusia, creemos que existe tanta diferencia como entre una
posesión y una infestación, ¿Cuál es esta diferencia? Para nosotros es
esencial. La China Roja está poseída. Satán es allí el amo. Agita este gran
cuerpo en todos sentidos. Establece un orden perverso, una disciplina de
hierro, una ambición temible, un apetito de dominio que no cesará, sin duda, de
crecer, un furor de destrucción que nuestros sobrinos o sobrinos nietos verán,
sin duda, en actividad.
En
Rusia, el Demonio
está presente en la conducción, en la política, en la enseñanza, en los
designios de futuro de los dirigentes.
Pero
lo que durante tanto tiempo se ha llamado "la
santa Rusia" permanece intacta, en una gran parte. La fe vive, la
plegaria actúa.
Los
embustes del Demonio no han alterado la fe intensa del pueblo ruso. Las infestaciones
son violentas y pérfidas, pero ineficaces en lo concerniente al alma profunda
de la nación. Todo lo que sabemos o creemos saber sobre Rusia nos
hace llegar a la conclusión de la dualidad esencial entre el partido diabólico
que ejerce el poder y las masas populares que siguen siendo cristianas. Por su paciencia,
por su fidelidad, por su apego a las viejas tradiciones nacionales, Rusia no
sólo resiste a los ataques del Demonio, sino que se prepara, tal vez, por
gracia de la Virgen María, la Panagia, Toda-Santa, a una resurrección que
asombrará al universo. En todo caso, en un conflicto que abarcara al
universo todo, no es seguro que avanzara con los enemigos de Dios y de su
Cristo, ¡que obedeciera a la voz de orden de Satán! Si llegamos a algún
conflicto gigantesco análogo al que antes de la creación del hombre, opuso a
Miguel contra Lucifer, es decir los ángeles fieles a los ángeles rebeldes, es
probable que los dos campos
enfrentados
no desatarán, como se cree comúnmente, un conflicto puramente político entre
dos bloques, entre el este y el oeste, sino un conflicto altamente religioso
entre Cristo y Satán, entre el amor y el odio, entre la fe y la incredulidad.
Países de tentación
Una
China poseída, una Rusia infestada, esto significa, añadiéndoles un determinado
número de países menores que es inútil nombrar, por lo menos la mitad de la
humanidad.
Sería
absolutamente ridículo creer y decir que la otra mitad está exenta de los
ataques de Satán. Todos los capítulos de este libro han hecho ver a Satán
actuando en países cristianos, en viejas tierras de civilización cristiana. Ni
las posesiones individuales ni las infestaciones son desconocidas en tales
regiones. Sin embargo, es lo que podemos llamar el régimen de la tentación
diabólica la regla general en nuestro país.
La
tentación es cosa de todos los días, casi de todos los instantes.
Asume
todas las formas. Varía según los caracteres y los temperamentos. Querer describirla,
sería simplemente hacer un tratado de los pecados capitales: el orgullo, la
lujuria, la envidia, etc.
Pero
no es esto lo que merece retener nuestra atención en el cuadro de conjunto que
tratamos de trazar.
No
hace mucho —el 20 de febrero de 1959 — un semanario católico importante, La
Francia católica, publicó un artículo de María Winowska, en quien todos
concuerdan en ver a uno de los espíritus más lúcidos de nuestra época: La tercera
tentación.
Se
trata de la tentación del Demonio con respecto a Cristo, aquella en que le
muestra todos los reinos de la tierra y le dice: "Todo esto será tuyo si postrándote ante
mí, me adoras."
María
Winowska pone en escena a un joven indio que acaba de recibir el bautismo. Han
subido a Montmartre. Bajo su vista se despliega el inmenso y magnífico
espectáculo de París. Y el joven indio exclama:
"—
¿Por qué no vivís de acuerdo con vuestra fe? El Evangelio es formal; oración
primero, prudencia primero, fe primero, caridad primero. Está en el papel, pero
en la práctica"
Y
María Winowska contesta: — Tienes razón, pero ¡hay con todo personas en nuestro
país, hombres, mujeres, que practican el Evangelio! ¡Te lo aseguro! Y hasta son
muchos. Y esto es lo que nos defiende. Pero existen también deficiencias,
lagunas, cosas ilógicas.
Y el
joven indio prosigue: — ¡En su mayoría los cristianos de Europa viven como si
no tuvieran fe. No quiero decir que no la tengan, pero la ocultan bien —y añade
sin piedad: —He
visto sacerdotes que me han hablado de técnicas de apostolado, de métodos, de
adaptaciones, de prensa, de cinematógrafo, de televisión. Seguramente son
buenos sacerdotes, pero ¿por qué no dicen lo esencial? ¡Para
nosotros la prudencia es más que eso, más que todo en el mundo! ¿Qué proporción
hay del Creador a la criatura? Naturalmente María Winowska protesta. No se
puede juzgar al clero por un contacto exterior. No es posible acusarlo de
activismo sin conocer su vida interior total. Ya hemos hecho dos
"revoluciones" en materia religiosa
desde hace cincuenta años: una litúrgica que está
lejos de haber dado todavía todos sus frutos (Hoy podríamos decir que esta revolución litúrgica pretende acabar con la
fe y las costumbres puramente católicas) —una revolución bíblica que está
sólo en sus comienzos (Hoy por hoy en su
brillante apogeo con la libre interpretación de la misma dejando de lado a los
santos Padres de la Iglesia, santos Doctores y exégetas que nos brindaron una
sana interpretación de la Santa Biblia) — y queda por cumplir una revolución
mística que responderá totalmente a los deseos tan justos de María Winowska y
del joven indio.
La
tentación grande para los cristianos de nuestra época, no una tentación de
detalle, sino la tentación más común, más general, más peligrosa, es preferir las cosas a Dios. El joven indio sostiene
que ha tratado de aplicar un "test" a los cristianos que ha
encontrado.
Este
"test" era justamente la tentación del Demonio en la montaña.
1
Doctrina separatista de los flamencos belgas de tendencia germanófila. (N. de
la T.)
"Ahora
bien — dijo —, sabéis que eran muy pocos los que no hubieran consentido en
hacer una pequeña reverencia, aunque más no fuera que una inclinación
pequeñita, al tentador que les ofrecía los reinos de este mundo. Me decían:
«Cuando tuviera todo eso, sería para gloria de Dios» o bien: «Es menester hacerle
algunas concesiones al mundo para dominarlo mejor», o por fin: «El cristianismo
no podrá resistir si no se adapta al progreso.» Abrevio, pero le
aseguro que todas esas personas tenían más confianza en las técnicas humanas que
en la fe! . . ."
En
suma, sobre cuarenta y siete personas prudentemente sondeadas, el indio sólo
había encontrado tres o cuatro que prefirieran verdaderamente a Dios antes que
las cosas. Y huelga decir que no se había dirigido más que a excelentes
católicos.
Tal
es, pues, la "tercera tentación".
Todos estos buenos católicos tienen fe, hasta tienen las obras de la fe, tienen
la esperanza y la caridad. Son de esos que San Pablo llamaba
"santos", es decir almas en las cuales habita Dios. Pero son también
almas ilógicas — y todos lo somos más o menos —, almas que no van hasta el
final de las exigencias de su fe, almas en las cuales, para hablar aún como
María Winowska, el haber tiene más importancia que el ser.
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