BREVE INTRODUCCIÓN.
“Predica
la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprende, ruega, exhorta
con paciencia siempre y afán de enseñar. Porque vendrá
tiempo en que no soportaran la sana doctrina, sino que en alas de sus pasiones
y con la comezón en sus oídos, se elegirán maestros a granel y desviaran sus oídos de la
verdad y se volverán asía las fabulas” (II,tim. 4-8 ss). Los tiempos ya
han llegado, las palabras de san Pablo tienen un pleno cumplimiento ya en estos
días. Es preciso recordar las encíclicas de los Sumos Pontífices de antaño que
con una clarividencia providencial nos advirtieron sobre estos aciagos tiempos,
no hacerlo sería contribuir con quienes desde el interior de la Iglesia
difuminaron los errores modernistas que han querido destruir desde su raíz la
sana doctrina de Nuestro Señor Jesucristo. Si no fuera por la promesa divina
que el mismo Verbo de Dios hecho Hombre no hubiera dado (“Mirad que Yo estaré
con vosotros hasta el fin de los tiempos”) motivos habría para desesperarse y
dejar que los lobos con piel de oveja hagan y deshagan de las doctrinas
sagradas dejadas por Nuestro Salvador y sus discípulos en el depósito de la fe.
Mas
como siempre sucede pocos serán los que con un espíritu sincero lleno de la
verdadera fe, lean estos escritos no míos sino de estos venerables Pontífices,
mas aun por esos pocos se hará el sacrificio recordando como nuestro Salvador,
al momento de su muerte, se encontraba con muy pocos al pie de la cruz. Amado
lector Dios bendiga e ilumine tu inteligencia para el bien eterno de tu alma.
Nota._ Por caridad y amor a la VERDAD ÚNICA lean con atención el presente articulo aunque este un poco largo.
Nota._ Por caridad y amor a la VERDAD ÚNICA lean con atención el presente articulo aunque este un poco largo.
Prólogo
DESTRUID LA MISA Y DESTRUIREIS LA IGLESIA. (M. Lutero)
Hemos
querido recoger aquí una serie de documentos a través de los cuales la Iglesia
denuncio los errores modernistas; quiso poner al
descubierto toda la moderna sofistería que ya a finales del siglo XVIII
comenzaba a inficionar al pueblo católico; quiso prevenir a este pueblo de la
acometida de los lobos y quiso, también, denunciar a los enemigos de la Cruz,
ya a principios del siglo XX infiltrados profundamente
en el seno de la misma Iglesia, afanados en su destrucción desde dentro
al tiempo que arreciaba la acometida extra muros.
Esta
acometida no ha cesado, sino que se ha recrudecido, y aquellos errores no solo
persisten sino que se han agravado. Y si antes podía oponérseles el talento y el
saber de hombres donde todavía brillaba el discernimiento de la mejor
escolástica, ahora el nivel intelectual se ha abismado
de tal forma que incluso en el mismo seno de la Iglesia con dificultad se
encuentran hombres que reúnan la claridad y determinación necesarias para
enfrentarse al pensamiento moderno. Donde usamos el término ”pensamiento”
de forma convencional, ya que no tenemos ante nosotros un sistema de ideas, un
cuerpo de doctrina, una teoría del mundo o una imagen que pueda describirse con
justeza, sino un caos donde apenas unos pocos sobrenadan en el ambiente crudamente
hedonista y materialista.
Porque
han confluido en estos tiempos los dos grandes vicios de los siglos anteriores,
y amenazan con aniquilar al hombre. Por un lado, el
estatismo monstruoso, fuera de todo control y dueño de medios que nunca
antes príncipe alguno pudo imaginar. Por otro, el
materialismo exacerbado servido por los modernos medios de producción en
masa, que mantienen al hombre continuamente sujeto a sus sentidos, gravado de
tal forma que con mucha dificultad puede elevarse al plano del espíritu y con
demasiada frecuencia totalmente aplastado bajo la esfera de las cosas
materiales, hasta el punto en que ha llegado a considerar como ilusiones vanas
lo que son los verdaderos fundamentos de la vida civilizada: que no son
materiales, sino metafísicos.
Es por
eso que, a medida que el mundo se precipita a velocidad creciente hacia el
abismo, resuenan con mayor fuerza las palabras de
aquellos hombres sabios, timoneles fieles de la barca de Pedro, adornados del
discernimiento del Espíritu Santo y que cumplieron con su obligación de
levantar la voz, de advertir y de urgir contra la mala semilla cuyos frutos
ahora recogemos.
Sorprende
la absoluta actualidad de cada uno de los textos aquí recogidos; y no deberá, puesto que siendo la verdad católica siempre la misma, y no
siendo otra que la revelada por Dios y la que se sigue de la misma naturaleza
creada, no es de extrañar que los impugnadores de esa verdad apunten
siempre en la misma dirección, siempre opuesta a la verdad. Toman los malos su
constancia de la constancia de la verdad.
Los
documentos se encuentran expuestos en orden cronológico, a excepción del
Syllabus, que por su carácter más de catalogo que de discurso hemos preferido
colocar al final. A ese orden cronológico pueden superponerse varios ordenes
lógicos, y aun un orden pedagógico que aconseje que documentos leer antes,
cuales después. Puesto que el orden cronológico está establecido, esbocemos un
orden lógico.
En
primer lugar hay un grupo de documentos que denuncian de forma más genérica los
errores modernos. Son Mirari Vos, Qui Pluribus y Quanta Cura.
Mención
aparte merece Pascendi,
que por ser una exposición más ordenada tanto de los errores como de su refutación,
se ha convertido con el paso del tiempo en una referencia central.
Luego
tenemos dos grupos de documentos: aquellos que se inclinan más hacia la
reafirmación de los sanos principios y aquellos más a propósito para denunciar
errores concretos. Entre los primeros tenemos Aeterni Patris, Libertas praestantissimum, Rerum Novarum
y Diuturnum Illud;
entre los segundos, Humanus Genus y Quod apostolici muneris. Dos
documentos más modernos son Quadragesimo anno, una actualización de Rerum
Novarum y Humani Generis, sobre las falsas opiniones en torno a la doctrina catolica.
Otros
muchos documentos no hemos incorporado a esta recopilación, para no hacerla más
gruesa de lo preciso.
En más
de uno de estos documentos se trata específicamente de la pestilencia socialista y masónica.
Como quiera que estas dos plagas se encuentran entrelazadas una con otra
(muchos son los diputados y senadores masones), y comoquiera que gran parte de
los gentiles, nuevos apostatas, y lo que es peor, parte también de los
católicos, comulgan con sus torcidos principios, nos parece conveniente dejar
explícitamente señalados algunos puntos:
Primero:
que el
catolicismo es irreconciliable tanto con el socialismo como con la masonería,
enemigos mortales de la Iglesia. Que nadie se engañe. Hoy no esperamos
encontrar activistas mal vestidos de modales zafios hablando de revoluciones. Hoy encontramos
socialistas y masones de clase media o alta, elegantemente vestidos y que se
expresan de forma menos agresiva (aunque quizás más vacía). Pero los
objetivos siguen siendo los mismos, y los medios de que disponen hoy son
ciertamente formidables, y su conocimiento de las masas, de cómo manipularlas,
sugestionarlas, moldearlas, ha mejorado de forma sustancial con el paso del
tiempo. Pero es que, además, no han renunciado de ninguna forma a los métodos
violentos de otros tiempos. Simplemente, hoy pueden administrar la violencia de
forma más sutil, y usarla en un punto u otro de la Tierra, según lo aconsejen
las circunstancias. Hoy quizás no sea conveniente para ellos torturar y
asesinar católicos en Europa como lo hicieron hace pocas décadas. No importa:
torturan y asesinan en otros lugares.
Segundo:
que ni uno ni
otro han depuesto en lo más mínimo su propósito declarado de erradicar a la
Iglesia de la faz de la Tierra. Hoy, todas las fuerzas del mal
confluyen contra la Iglesia: socialismo, masonería, capitalismo, islam, sectas,
instituciones internacionales, parlamentos nacionales, la inmensa mayora de los
medios de adiestramiento del pueblo católico, como la prensa, la televisión,
internet etc.
Tercero:
que no deben los
católicos, de cualquier condición, dejarse engañar por las palabras de estas
sectas, ya que, adiestrados por el mismo demonio, son dos las
principales formas en que pierden a los católicos. Una, proponiendo principios
de por si monstruosos, pero envolviéndolos en palabras blandas y halagadoras, y
con frecuencia invocando y haciéndolos pasar por altos ideales. Otra, que no
usan el lenguaje en sentido recto. Así, cuando dicen”justicia”, o”paz”, o cualquier
otra cosa ¿quién no estaría de acuerdo en desearlas? Pero adviertan los
católicos como luego, con el poder en sus manos, ponen en práctica estos
principios.
Cuarto:
que muchos
católicos, sin abandonar su fe, han sido inadvertidamente movidos para aceptar
principios abstractos aparentemente saludables, de los cuales a continuación se
siguen consecuencias funestas por necesidad lógica. Entran estos
católicos por la vía del matadero, sin advertirlo. Y muchos que han nacido ya
en ambiente pagano simplemente no conciben que la cosas puedan ser de otra
forma, con lo cual, al error que se difunde mediante la educación, la
televisión y mil medios más, se une una ignorancia casi absoluta de la Historia
(sustituida por una versión falsa, puramente ideológica), que cierra toda
perspectiva más elevada.
Quinto:
es de deplorar
especialmente la contaminación del clero y de muchas instituciones de vida
religiosa. Hoy, con frecuencia, los enemigos de la Fe celebran Misa.
Unos mutilan el mensaje evangélico, escondiendo verdades que conviene conocer y
que son parte esencial de este mensaje. Otros se han adherido a desviaciones ya
condenadas, como el arrianismo o el pelagianismo. Otros se han dejado seducir
por las propuestas socialistas o masónicas.
Otros,
en fin, hay que han asimilado la propaganda anticatólica. Otros, queriendo parecer
sabios, se predican a sí mismos, a su supuesta erudición, y se despachan contra
las sencillas devociones del pueblo fiel, que son de una profundidad que ellos
ni sospechan, envanecidos muchas veces precisamente en la ciencia profana de
los libros de los enemigos de Cristo.
Sexto:
Los católicos
deben rechazar los principios sociales imperantes, y en particular aquellos que
establecen que la religión debe ser expulsada del Estado.
Y
deben rechazar este principio en concreto porque es por cuadruplicado falso. Primero:
porque la Historia enseña que la sustancia de las civilizaciones es la
religión, y que si esta se seca la civilización desaparece. Segundo: porque, sentado
el hecho histórico anterior, se sigue que una religión solo puede ser sustituida
por otra. Así, a la decadencia del catolicismo en occidente vemos que ha
seguido el crecimiento sin tasa del islam. Más todavía, todos estos principios
masónicos se quieren constituir en una verdadera religión de corte naturalista.
Tercero, porque, esta nueva religión está impulsada precisamente desde los
parlamentos e instituciones internacionales, y son incontables los masones que
ocupan ya puestos de poder. Si se les aplicasen los mismos principios que
quieren para el catolicismo, ninguno de ellos tendrá derecho a estar donde esta,
¿o acaso desde sus puestos no imprimen en las leyes del Estado los presupuestos
de su religión? Cuarto: porque la persona es una, y es contra natura pretender
que la Fe quede reducida al ámbito personal; que los ciudadanos puedan ser
clandestinamente católicos y a la vez que tengan que admitir leyes inicuas,
injustas y perversas, contrarias a la Ley de Dios.
Los católicos deben reclamar un
Estado católico, ya que si un Estado se fundamenta en la verdadera justicia y
caridad, en la verdadera naturaleza de la persona humana, se seguirá el bien
común, y precisamente la razón de ser del Estado.
Séptimo:
los católicos han de ser consecuentes con su religión.
Esto no solo quiere decir que han de practicar su religión, sino que han de
adherirse a las consecuencias lógicas que se derivan. Porque, o bien existe un
Dios, o bien no existe. Pero si existe un Dios, o bien todas las religiones son
falsas, o bien hay una y solo una que es la verdadera. Los católicos han de
saber que la suya es la religión verdadera, y rechazar cualquier pretensión en
sentido contrario. En particular, deben rechazar en primer lugar el
indiferentismo religioso y deben rechazar eso que los enemigos de Cristo llaman
“multiculturalismo”. Pues la única forma de que puedan convivir culturas
diferentes es vaciándolas de todo lo que las hace efectivas, es decir, reduciéndolas
a puro folclore. Así que los abogados del multiculturalismo son en realidad
enemigos de toda cultura.
Al
contrario, la religión católica, por ser universal, trasciende y perfecciona
toda cultura, y es por eso genuinamente multicultural.
Octavo:
el católico ha de
estar en guardia. Así como el”multiculturalismo” es un fraude contra las
culturas, el enemigo usa versiones falsificadas de muchas otras palabras
nobles, como libertad, igualdad, amor y otras muchas.
Es
preciso que el católico sepa distinguir entre el concepto verdadero y el
concepto falso, acuñado en las sentinas de las sectas para enturbiar las
fuentes del entendimiento, que se basa en el discurso, que a su vez requiere la
correspondencia entre los términos y la realidad de las cosas. Qué duda cabe
que las voces usadas por las distintas lenguas son convencionales, pero no es
en absoluto convencional la correspondencia entre el concepto que la voz
representa y la realidad que quiere designar. Por la alteración de las palabras
es como se alteran primero los conceptos y después la propia realidad.
Otras
muchas cosas podrán decirse, pero es preferible ahora que guardemos nosotros
silencio y que acuda el lector a las palabras contenidas en esta recopilación:
palabras sabias, verdaderas, vigorosas porque no han perdido actualidad. Vaya
allí el lector y cumpla con sus obligaciones de católico, que no se limitan a
la práctica de los sacramentos sino que le obligan al buen combate de la Fe. Y
para combatir es preciso discernir y saber, entender y reflexionar.
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