LO QUE
SINTIO DE ESTA MATERIA SANTA TERESA
194.- A todo lo dicho
quiero echar el sello con lo que dejó escrito de este punto nuestra gloriosa
Santa, que es una cifra
de todo lo dicho. (Porque sus palabras están llenas de espíritu, lo
referiré por ellas mismas sacadas del Cp. 32 de su Vida, donde dice así: 195.-
"Después de mucho tiempo que el Señor me había ya hecho muchas de las
mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración, me hallé en un punto toda, sin
saber cómo me parecía estar toda metida en el infierno.
196.- Entendí que
quería el Señor que viese el lugar que los demonios allí me tenían aparejado, y
yo merecido por mis pecados.
Ello fue en
brevísimo espacio, mas, aunque yo viviese muchos años, me parece imposible
olvidárseme.
197.- Parecíame la
entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho,
a manera de horno muy bajo y obscuro y angosto; el suelo me parecía de una agua
como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él.
198.- Al cabo estaba una
concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi
meter en mucho estrecho Todo esto era deleitoso a la
vista en comparación de lo que allí sentí.
199.- Esto que he dicho
va mal encarecido. Esto otro me parece que aun principio de encarecerse, como
es, no lo puede haber, ni se puede encarecer, mas
sentí un fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder decir de la
manera que es.
200.- Los dolores corporales tan incomportables que con
haberlos pasado en esta vida gravísimos, y, según dicen los médicos, los
mayores que Se pueden acá pasar: -porque fue
encogérseme todos los nervios, cuando me tulli, sin otros muchos de
muchas maneras que he tenido, y aun algunos; como he dicho, causados del demonio.
201.- no es todo nada en comparación
de lo que allí sentí, y ver que hablan de ser SIN FIN Y SIN JAMAS CESAR. Esto
no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un
ahogamiento, una aflicción tan sensible, .Y con tan desesperado y afligido
descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma es poco, porque
allí parece que otro os 'acaba la vida, mas aquí la
misma alma es la que se despedaza.
202.- El caso es que yo
no sé como encarezca
aquel fuego interior, y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y
dolores. No veía yo quien me los daba, más sentiame quemar y desmenuzar, a lo que me parece, y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor,
estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo.
203.- No hay sentarse, ni echarse, ni hay lugar, aunque
me pusieron en este como agujero hecho en la pared; porque estas paredes, que son espantosas a la
vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga. No hay luz, sino
tinieblas oscurísimas, y no entiendo cómo puede ser esto, que, con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo
se ve.
204.- No quiso el señor
entonces viese más de todo el Infierno; después, he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos
vicios el castigo, cuanto a la vista muy más espantosos me parecieron;
mas, como no sentí la pena, no me hicieron tanto temor. Que en esta vida quiso
el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el
espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo.
205.- Yo no sé cómo ello
fue, más bien entendí ser gran merced, y que quiso el señor yo viese, por vista
de ojos, de dónde me
había librado su misericordia; porque no es nada oírlo decir, ni
haberlo otras veces pensado en diferentes tormentos, aunque pocos; que por temor no se llevaba bien
mi alma, ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos
que he leído, no es nada con esta pena, porque es otra cosa, en fin corno dibujo a la verdad, y el quemarse
acá es muy poco en comparación desde fuego de allá.
206.- Yo quedé tan espantada, y aún lo
estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi 6 años, y es así que me
parece el calor natural me falta el temor aquí donde estoy, y así no me acuerdo
vez que tenga trabajo m dolores, que no me parezca nonada todo lo que acá se
pueda pasar.
207.- Y así me parece en
parte que nos quejamos sin propósito; y así tomo a decir que fue una de las mayores
mercedes que el Señor me ha hace, porque me ha aprovechado muy
mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta
vida, como para esforzarme a padecerlas, y dar gracias al Señor que me libró, a
lo que ahora me parece, de
males tan perpetuos y terribles.
Después acá, como digo,
todo me parece fácil, en comparación de un momento que se haya de sufrir lo que
yo en él allí padecí.
208.- De allí también
gane la grandísima pena
que me dan las muchas almas que se condenan de estos Luteranos, en
especial ¿Porque eran ya por el Bautismo miembros de la Iglesia, y los ímpetus
grandes de aprovechar almas, que me parece cierto a mí que, por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo
muchas muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos acá una persona
que bien queremos, en especial con gran trabajo o dolor, parece que nuestro
mismo natural nos convida a compasión, y si es grande nos aprieta a
nosotros".
209.- Hasta aquí son
palabras de esta gloriosa Santa, y luego prosigue
amonestando a todos el temor que deben tener de ofender a DIOS, y el cuidado de
apartarse de las ocasiones, por no caer en tan horribles penas, cuya
vista le causó a la Santa tan grande temor, que desde entonces empezó a
tratar demás perfección ya dar trazas cómo mejorar su vida y apartarse de
algunas ocasiones que tenía en el Primer Convento de la Encarnación, hasta
resolverse a dejarle, fundando otro más estrecho y
de rigurosa observancia, que fue el principio y raíz de toda la
nueva Reformación que hoy vemos florecer en la Iglesia con tanta gloria suya y
edificación del mundo.
210.- Así que la contemplación de los
NOVISIMOS no es para solos principiantes, sino también para los muy
aprovechados, y los grandes frutos que, como Santa Teresa, han de sacar: el temor con que deben vivir
de no caer en pecado y en aquellas penas, el recato que han de tener en las
ocasiones, la penitencia que deben hacer para satisfacer a DIOS por
los pecados cometidos, la paciencia en todos sus trabajos; pues cotejados con
aquellos, que merecen por sus culpas, son levísimos; las gracias que han de dará
DIOS continuamente, por no haberles echado. en ellas, como lo han merecido, y
finalmente el ardiente celo de la salvación de las
almas, en que se han de abrasar, procurando con todas sus fuerzas
detenerlas para que no caigan en tan acerbos
tormentos, trayéndolos a DIOS y encaminándolos al cielo
CONFIRMASE LA DOCTRINA CON UN EJEMPLO
RECIENTE.
211.- Oye lo que sucedió,
no ahora mil años, sino en nuestra edad, porque sepas que en todos tiempos ejecuta
sus rigores la Justicia Divina. En Cíngolo hubo una peste tan cruel,
que, entre los innumerables que morían, cupo una buena parte a un Convento de Religiosos
Observantes, del cual digo que subieron al cielo en pocos días 14
religiosos. Y digo subieron con certeza; porque las guardas de la ciudad
miraban bajar del cielo un globo de luz muy resplandeciente sobre el Convento
siempre que alguno moría. Con que se certificaban, lo uno, que había muerto
Religioso; lo otro, que habla ido al cielo, pues hacía tales muestras de
alegría, manifestando su gloria, y enviaba su Ángel a que le acompañase,
que por tal tenían la luz ardiente que bajaba.
212.- Más sucedió que a
los dichos siguió un Fraile Lego, y los del pueblo no vieron la dicha
luz que bajó a los referidos, con que entraron en sospecha, y preguntaron a
los frailes en que opinión tenían al difunto, respondieron que en buena, porque nunca le vieron
hacer cosa mala, antes siempre observante y ajustado a su regla.
Residía en el Convento un Religioso anciano, conocido por su devoción y piedad,
a quien Nuestro Señor hacía singulares mercedes, el cual entró en cuidado
oyendo lo referido y ofrecía a DIOS continuos sacrificios, orando con
muchas lágrimas por el difunto.
213.- Este le apareció una noche en
medio de una llama espantosa, atado con cadenas de fuego, a cuya
vista quedó el anciano asombrado y le preguntó quién era. Respondió con voz llorona
y sobremanera triste: ¡Ay de mi desdichado, yo soy
aquel religioso Lego, que murió entre vosotros los días pasados!
Quedó más espantado de su respuesta, y replicó diciendo:
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