domingo, 12 de mayo de 2019

DOMINGO III DESPUES DE PASCUA.




“Un poro, y ya no me veréis; y otro poco, y me veréis: porque voy al Padre. Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros:¡qué es esto que nos dice un poco, y no me veréis, y otro poco, y me veréis: y porque voy al Padre? Y decían, ¿qué es esto que nos dice, un poco? No sabemos lo que dice. Y entendió Jesús que le quería preguntar, y les dijo: Disputáis entre vosotros de esto que dije: un poco, y me veréis;  otro poco, y me veréis. En verdad, en verdad os digo: Que  vosotros, lloraréis y gemiréis, mas el mundo se gozará; y vosotros estaréis tristes, mas vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando pare está triste, porque viene su hora: mas cuando ha parido un niño, ya no se acuerda del apuro por el gozo, de que ha, nacido un hombre en el mundo. Pues también, vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza, mas otra vez os he de ver, y se gozara vuestro corazón y ninguno os quitará vuestro gozo. (v. 16-22.)

Estas palabras del presente Evangelio están entre sacadas del sermón de la ultima cena, en el cual Nuestro señor Jesucristo se despedía de sus discípulos sin que ellos se dieran cuenta y estas últimas palabras dichas en el cenáculo son como su testamento dejado a sus discípulos y, por medio de ellos, trasmitido a nosotros los de estos tiempos postreros. Al principio los discípulos no lo entendieron, bien por la tristeza que embargaba sus corazones, o ya sea por la oscuridad del misterio que las cubría. Y a la verdad la tristeza como una pasión del alma, actúa del tal manera en nuestro entendimiento que obnubila nuestro entendimiento haciendo imposible toda comprensión ya en el orden natural como en el sobrenatural y precisamente es en este ultimo donde encuentra obstáculos de orden divino para prestar atención cuando menos, a las palabras de Nuestro Señor que son de carácter divino; ya en cuanto al misterio mismo encerrado en ellas dado que requerían el desarrollo de los acontecimientos para desentrañar el misterio y estos acontecimientos aun no se consumaban. Y si a ello agregamos la poca espiritualidad de las almas en la actualidad entenderemos la triple dificultad de las mencionadas palabras.
Dado esta triple dificultad podemos aducir otras dos  no menos importantes: La de aquellas almas verdaderamente unidas a Dios, a quienes principalmente están dirigidas estas palabras a quienes el Señor visita esporádicamente y luego las deja por largos lapsos en los cuales parece “esconderse” para avivar en ellas el deseo de verlo otra vez, ¿Qué lengua podrá explicar con palabras rastreras lo que se da en el alma de la amada y del amado, es decir, de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra alma? Nadie.  Es un lenguaje tan propio del creador y su criatura, o de un Padre asía su hijo, o, finalmente, del amado asía la amada.
Nuestro Señor habla de dos tiempos cuando dice: “Un poco, y ya no me veréis; y otro poco, y me volveréis a ver”. Y como aun no entraba a su pasión, que es la otra causa de no entenderle, no comprendieron lo que les quería decir y por eso surge la pregunta entre ellos: ¿“Que es esto que nos dice, un poco?” No entendemos lo que dice”.  No culpemos a los discípulos por ser tardos en entender porque nosotros puestos en su lugar tendríamos la misma reacción porque como dije, se necesita la luz del Espíritu Santo.  Así como ellos nosotros no entendemos sino recibimos la luz divina para entender los misterios divinos, pero admiremos la condescendencia de nuestro divino Maestro al ver nuestro corto conocimiento al no contestar sino con un ejemplo adaptado a nuestra forma de pensar y como eran encubiertas estas palabras nos dice en otro lugar “Hasta ahora os he hablado en parábolas; pero ha llegado la hora en que ya nos hablaré con ellas”  acto seguido agrega “La mujer cuando pare esta triste, porque viene su hora: mas cuando ha parido un niño ya no se acuerda del apuro por el gozo, de que ha nacido un hombre en el mundo”.   Esto es, vendrá el tiempo en que sabréis manifiestamente todas las cosas, lo cual podemos entender del tiempo de su resurrección, pero considero más apropiado la venida del Espíritu Santo en Pentecostés porque este divino Espíritu infundirá la ciencia infusa en sus almas por la cual sabrán todo según promesa de Nuestro Señor Jesucristo por ahora solo queda decir: “Yos manifestare todas las cosas de mi Padre; y en verdad estuvo reunido con ellos hablándoles del reino de Dios, por espacio de cuarenta días.
Pero volvamos  a aquellas palabras no entendidas por los discípulos y veremos que “Salió del Padre porque del Padre es, y vino al mundo para manifestar al mundo su humanidad tomada de la Virgen. Pero luego dejo al mundo  y subió al Padre llevando con el su humanidad, pero sin abandonar al mundo de su presencia y gobernación; porque de tal modo vino al mundo al salir del Padre, que no se separo de su Padre. Y mirada desde este punto de vista, la tristeza desaparece  para dar paso al gozo lo cual ilustra muy bien Nuestro Señor cuando dice: Y el gozo es pleno porque quien lo da es la plenitud de él y en realidad no hay mayor gozo que el que procede de la trinidad augusta, a cuya imagen hemos sido hechos. De aquí todo lo que se pide para nuestra alma tiene como fin este gozo. Por el suspira nuestra alma, por el sobrelleva los trabajos de esta vida, por el ofrece todos sus sacrificios y por el se agranda nuestra esperanza, (San Agustín) “Que sería de nosotros sin estas palabras de consuelo cuyo origen no es de un amor cualquiera sino del amor de un Dios”. Por ello la fe no es defraudada aunque como dice san Pablo: “Ahora vemos esto como en un espejo, pero llegara día en que lo veremos cara a cara tal como Éi es”. Y ese será el día mas dichoso de nuestra vida, día sin fin día eterno en donde la luz nos envolverá y nuestras penas cesaran…en fin será grande nuestro gozo o, si se quiere, nuestro gozo será pleno con la plenitud propia de Dios


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