viernes, 12 de abril de 2019

LA PASION DE JESUCRISTO SEGÚN SANTO TOMAS DE AQUINO



III. Del tiempo de la pasión (a.3)
El argumento de este artículo sobre el tiempo de la pasión de Cristo implica en la exégesis evangélica una dificultad que no ha logrado hasta el presente solución cierta. Veamos ante todo qué disponía la ley sobre la celebración de la Pascua. Esta fiesta era doble: la de los Ácimos y la de la Pascua propiamente dicha. La primera duraba una semana y la segunda se limitaba al día primero de esa semana y era día solemnísimo. De la primera leemos en Ex. 22,:r:S: Guardarás la fiesta de los Ácimos, comiendo pan ácimo siete días en el mes de Abib, pues en, ese mes salisteis de Egipto. El Levítico concreta más: El mes primero, el día catorce del mes, entre dos luces, es la Pascua de Yavé. Durante siete días comeréis pan sin levadura. El primer día convocaréis asamblea santa y no haréis ningún trabajo servil (Lev, 23,6s).
De la Pascua leemos en el Éxodo 12,2ss: El día diez del mes primero tome cada uno, según las casas paternas una res menor por cada casa. LA reservaréis hasta el día catorce de este mes, y todo Israel la inmolará entre dos luces. Comerán la carne esa misma noche; la comerán asada al fuego, con panes ácimos y lechugas silvestres. Este día será para vosotros memorable y lo celebraréis solemnemente en honor de Yavé de generación en generación. Esto dicen los textos sagrados; pero no hay duda que el tiempo había introducido muchos detalles en la interpretación y en la práctica de esta doble fiesta, que no constan en los textos sagrados ni es seguro que del todo respondan a lo, que nos dicen los textos posteriores de los rabinos, Para la recta inteligencia de los pasajes citados, notemos que entre los hebreos el día se, contaba desde la puesta del sol hasta la siguiente. Esto no era obstáculo a que la continuación de la actividad humana durante algunas horas después de la puesta del sol indujese a mirar esas horas como una confirmación del día que ya había legalmente terminado. Según esto, la fiesta abarcaba cuatro momentos:
1. La reparación remota de la víctima pascual cordero o cabrito, que debía separarse del rebaño el día, del de Nisán. No todos tenían rebaño, y no sabemos si los que debían comprar el cordero tendrían que hacerlo el mismo día o más tarde.
2.  El sacrificio del cordero al atardecer del 14, lo que en Jerusalén era costumbre que se hiciera en el templo. Es natural que tal operación se adelantara cuanto exigía el número de los corderos que se hubieran de sacrificar, que, a causa de la afluencia de peregrinos, no serían pocos.
Por eso dice Filón que la operación comenzaba después de mediodía.
Luego de sacrificar la víctima, cada uno la llevaba a su casa para prepararía. A esta obra añadía la doctrina farisea otra. El padre de familia debía inspeccionar todos los rincones para recoger y consumir por el fuego todos los residuos de pan fermentado que hubiera en casa.
 3. o El banquete pascual con pan ácimo y lechugas, ya entrada la noche, y, por tanto, el día 15 de Nisán.
4. ° El día de Pascua y primero de los Ácimos, que seguía a la noche del banquete pascual y era el mismo día, 15, día solemnísimo.        
Según esto, veamos ahora los textos evangélicos.
San Mateo dice así: El día primero de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús Y le dijeron: a Dónde quieres que preparemos para comer la Pascuas Jesús les da sus instrucciones y, llegada la tarde, se sentó a la mesa con los Doce. Durante esta última comida el Maestro les anuncié los sucesos de la noche e instituyó la Eucaristía (26,17ss).
San Marcos añade un detalle a San Mateo: El primer día de los
Ácimos, cuando se sacrificaba la Pascua, dijéronle los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos para que preparemos la Pascua y la comas. 
En lo demás se ajusta al relato de San Mateo (Mc. 14,12ss).
San Lucas, en otro estilo, confirma los dos anteriores: Llegó, pues, el día de los Ácimos, en que habían de sacrificar la Pascua, Y envió a Pedro ya Juan, diciendo: Id y preparadnos la Pascua, para que la comamos (22,7SS). Nos hallamos, pues, en el día 14 de Nisán, el día de parasceve o preparación de banquete pascual para el día 15, que era día santo y excluía todo trabajo.        
Veamos ahora cómo habla San Juan: Antes del día de la Pascua, viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre... Y, comenzada la cena, como el diablo hubiera puesto en el corazón del Iscariote de Judas, etc. (13,1). Y prosigue todo el relato de la última cena, pero sin hacer mención del banquete pascual. En el curso de la conversación, Jesús dice a Judas: Lo que has de hacer, hazlo pronto... Esto entendieron los discípulos de que, como Judas tenía la bolsa, le decía Jesús: Compra lo que necesitamos para La fiesta. Esto indicaría que no había comenzado aún, pues las tiendas estaban abiertas (13,29). Y esto lo confirma en textos siguientes.
2) Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana. Ellos no entraron en el pretorio por no contaminarse para poder comer la Pascua (lo. 1-8,28).
3) Cuando Pilato se sentó en su tribunal para dar sentencia contra Jesús, era el día de La Pascua, preparación de La Pascua, alrededor de La hora de sexta (19,14).
4) Lo mismo repite luego: Los judíos, como era día de la Parasceve, para que no quedasen en la cruz Los cuerpos en día de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas y los quitasen. (19,31).
Luego Jesús, que había celebrado la Pascua la noche anterior a su muerte, no la celebró cuando los judíos. Con esto que nos dice San Juan concuerden otros textos de los sinópticos:
1) Al otro día (de la muerte de Jesús) que era el siguiente a la pascua, fueron los judíos y pidieron a Pialo guardia para el sepulcro de Jesús (Mt. 27,62).
2) San Marcos dice que Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, venía del campo cuando los soldados le forzaron a tomar la cruz de Jesús (15,21).
3) Muerto Jesús, llegada ya La tarde, porque era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea (15,42).
4) Ese mismo día estaban las tiendas abiertas, puesto que José fue y compro una sábana para envolver el cuerpo del Salvador, (15,4°).
Todo esto confirma el relato de San Juan, de donde parece seguirse una de dos cosas. Puesto que, según los Sinópticos, el Señor celebró la Pascua, o lo hizo una fecha antes, o los judíos lo hicieron una fecha después. Una y otra solución resulta inaceptable. El Señor podía hacerlo, pues lo era de la ley; pero el modo de hablar de los evangelistas excluye tal suposición. Que las autoridades hayan retrasado la fiesta es inconcebible, ni el evangelista indica nada de esto. Luego las dos partes siguieron la ley, celebrando la Pascua a su debido tiempo.

¿Luego la ley admitía que la Pascua se celebrase en los días distintos, a voluntad de los fieles? Tampoco es admisible. La única solución que cabe es ésta: la ley señala la norma general, pero no puede concretar cuándo llegaban los días señalados. Los judíos, como hoy los musulmanes, seguían un calendario lunar; pero la ciencia de los doctores de Israel no había llegado a redactar un calendario. Siglos más adelante, la Iglesia acudía a los sabios de Alejandría para señalar la fecha de Pascua, y el patriarca lo comunicaba luego al papa ya los otros patriarcas. Lo que hoy pueden hacer los niños de la escuela, no sabían hacer lo los doctores de la Sinagoga. Había que proceder de una manera empírica.
Cuando se veía aparecer la luna nueva, entonces comenzaba el mes, y desde entonces se comenzaba a contar los días señalados por la ley en orden a las fiestas. Y esto, por causas meteorológicas o por defecto de observación, no ocurría lo mismo en un lugar que en otro. Era natural que esto engendrase cierta laxitud práctica en la aplicación de le ley, no obstante el rigor teórico de la interpretación. Y los fieles que de diversas provincias concurrían a Jerusalén trayendo una cuenta diferente, podrían seguir su propio modo de contar para la celebración de la fiesta. El P. Lagrange refiere muchos casos análogos en la celebración de la Pascua musulmana en Palestina (Marc. P.36, 2S). Esto traía consigo una ventaja para los servidores del templo, que se dividían un trabajo, el cual debía ser para ellos muy gravoso si hubieran de sacrificar en un día y en pocas horas las víctimas de todos los concurrentes a la Pascua. Hemos de advertir que la ley del Éxodo no presupone el templo, sino que cada uno sacrifica el cordero en su casa. Cuando esto se hace en el templo por los sacrificadores oficiales y pare tan grande muchedumbre," es natural que sean necesarias muchas adaptaciones.

También existe alguna divergencia en los evangelistas sobre el horario de la pasión. Dice San Juan (19,14) que La pronunciación de La sentencia contra Jesús tuvo lugar alrededor de la hora sexta, o sea, del mediodía. Pero San Marcos dice que era la hora de tercia cuando le crucificaron (15,2'5) y los tres Sinópticos a una, que era la hora de sexta cuando las tinieblas cubrieron la tierra hasta la hora de nona, en que el Señor expiró (Mt. 27,4Ss; Mc. Is, 33s; Le. 23, 44). Para resolver esta dificultad, téngase en cuenta que entonces no existía en Jerusalén reloj público que diera las horas, con sus medias y cuartos, ni los particulares llevaban reloj consigo. Para señalar la hora debían mirar al sol y por el calcular la hora, lo que no se presta a mucha precisión, o servirse de relojes solares. Además, La hora que señalan, los evangelistas tenían tres de la nuestra y carecía de medias y cuartos, lo que no permitía grande precisión en la cuenta del tiempo. Esto es suficiente para explicar la discordancia entre San Marcos y San Juan.

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