No
habiendo sido divulgado aún el tercer Secreto de Fátima, se afirma a menudo
que, evidentemente, no se puede decir nada acerca de su contenido. Sin embargo,
esto no es más que una apariencia. Pues, aunque es verdad que en 1917, cuando
fue revelado por la Virgen a los tres pastorcillos de Aljustrel, o en 1944,
cuando fue redactado por Sor Lucía, o incluso en 1960, cuando el tercer Secreto
debió ser divulgado por el Papa Juan XXIII este último Secreto permanecía
absolutamente impenetrable, no lo es hoy.
Desde
hace más de cuarenta años los datos ciertos que le conciernen se han multiplicado.
Forman hoy un conjunto impresionante de informaciones seguras, a partir de las
cuales el historiador puede relatar con precisión toda su historia y descubrir
con una casi certeza su contenido esencial.
Tal
ha sido mi doble preocupación al escribir mi tercer tomo de "TODA LA
VERDAD SOBRE FATIMA", casi enteramente consagrado al misterio de este
tercer Secreto. También es esta demostración que vaya intentar presentarles
simplificándola mucho. Es difícil recurrir a una obra de 600 páginas, pero
espero decir de ella lo suficiente para demostrarles cuán importante es este
último Secreto de Nuestra Señora, cómo es el corazón mismo del mensaje de
Fátima y por qué es urgente para la salvación de la Iglesia, que por fin sea
divulgado según lo ha pedido la Santísima Virgen.
UNA HISTORIA DRAMATICA
Fue
en julio-agosto de 1941, en su tercera memoria, que Sor Lucra menciona por
primera vez la división del Secreto de Fátima en tres partes distintas:
"EL SECRETO COMPRENDE TRES COSAS DISTINTAS, escribe, Y YO REVELARE DOS DE
ELLAS".
La
primera parte, el "PRIMER SECRETO", es la visión del infierno, tan
terrible, y la proposición maravillosa del Corazón Inmaculado de María como
soberano remedio ofrecido por Dios a la humanidad, para la salvación de las
almas:
"Habéis
visto el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores. Para
salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón
Inmaculado. Si se hace lo que voy a deciros, muchas almas se salvarán...
".
La
segunda parte, el "SEGUNDO SECRETO", es la gran profecía concerniente
a la paz milagrosa que Dios quiere acordar al mundo por la consagración de
Rusia al Corazón Inmaculado de María y la práctica de la comunión reparadora de
los primeros sábados de mes: "Si se escuchan mis peticiones, Rusia se
convertirá, y se tendrá la paz... “Es también el anuncio de terribles castigos
si los hombres se obstinan en no obedecer a sus deseos.
En
cuanto a la tercera parte, el "TERCER SECRETO", en 1941, Sor Lucía
afirmaba "QUE NO LE ERA PERMITIDO REVELARLO DE MOMENTO".
La
redacción y la transmisión del Secreto La historia dramática de la redacción de
este último mensaje comienza en 1943. La hora de la Providencia había sonado
entonces. Sor Lucía vivía en ese momento en el convento de las hermanas
Doroteas de Tuy, en España.
En
junio de 1943, cae de repente gravemente enferma. Su estado es tan alarmante
que Monseñor da Silva, obispo de Leiria, se inquieta: teme que muera antes de
haber revelado el tercer Secreto de Nuestra Señora y presiente que eso sería
para la Iglesia la' pérdida de una gracia inestimable.
El
canónigo Galamba, quien es- amigo V consejero del obispo, le sugiere entonces
una idea extremadamente juiciosa: que pida al menos a Sor Lucía escribir el
texto del tercer Secreto, que lo coloque en un sobre sellado con cera, y que
sería abierto más tarde.
El
15 de septiembre de 1943, Monseñor da Silva se dirige a Tuy y pide a Sor Lucía
redactar el Secreto, "si ella quiere". Pero la vidente, sin duda bajo
el impulso del Espíritu Santo, no se contenta con esta orden incierta. Pide a
su obispo una orden escrita, formal, perfectamente clara.
Esto
es muy importante: El último mensaje de la Virgen de Fátima, como ya sus otras
peticiones acompañadas de promesas maravillosas, es una gracia inaudita
ofrecida por Dios a nuestro siglo XX, para corresponder a sus necesidades más
urgentes. Pero aún es necesario que los Pastores de la Iglesia tengan
suficiente fe y docilidad a los designios del Cielo para ser los instrumentos
de esta efusión de gracias que Dios desea acordar al mundo por la dulce y
poderosa mediación de Su Madre Inmaculada. En 1943 Dios quería que fuese el
obispo de Leiria quien pidiera a su mensajera la redacción del tercer Secreto.
Finalmente,
a mediados de octubre de 1943, Monseñor da Silva se decidió. Escribió a Sor
Lucía dándole la orden expresa que ella reclamaba de él. Sin embargo, nuevas
dificultades iban a surgir. Sor Lucía experimentó entonces, durante casi tres
meses, una misteriosa y terrible agonía. Ella ha contado que cada vez que se
sentaba a su mesa de trabajo y tomaba la pluma para redactar el Secreto, se
encontraba impedida para ello. Hay que ver en esto sin duda el último
desencadenamiento de Satanás contra la mensajera de la Inmaculada, adivinando
el malignó qué arma terrible podía ser esta gran profecía, una vez fijada sobre
el papel, contra su dominación sobre las almas y su proyecto de infiltrarse
hasta el corazón de la Iglesia. Tal prueba de la vidente manifestaba así la,
medida del acontecimiento grandioso que iba a cumplirse. La vigilia de Navidad,
Sor Lucía confiaba a su director que aún no había podido obedecer la orden
dada.
En
fin, el 2 de enero de 1944 -esto es muy poco conocido- la Virgen María se
apareció de nuevo a Lucía. Ella le confirma que tal era la voluntad de Dios y
le da la luz y la fuerza para hacer la redacción pedida.
El
9 de enero, la vidente escribe a Monseñor da Silva: "HE ESCRITO LO QUE VOS
ME HABEIS PEDIDO; DIOS HA QUERIDO PROBARME UN POCO, PERO FINALMENTE, ERA SU
VOLUNTAD. EL TEXTO ESTA SELLADO EN UN SOBRE.... “El cuidado extremo que toma
entonces Sor Lucía para trasmitirlo con toda seguridad a su destinatario,
Monseñor da Silva, es una nueva prueba de la importancia excepcional que ella
concede a este documento. No quería confiarlo más que a un obispo. Fue Monseñor
Ferreira, obispo de Gurza, quien, el 17 de julio de 1944, recibió de manos de
Sor Lucía el sobre sellado con cera que tenía el precioso documento. Él lo
remitió la misma tarde a Monseñor da Silva.
A
propósito de esta transmisión del Secreto a la Jerarquía, hay que subrayar
cuatro hechos de la más alta importancia:
1)
El destinatario inmediato del Secreto era Monseñor da Silva y él hubiera podido
leer lo enseguida. Sor Lucía se lo había dicho de parte de la Santísima Virgen.
Desgraciadamente, espantado por la responsabilidad que él iba a deber asumir,
no osa, y no quiso tener conocimiento de ello. Prueba entonces de confiarlo al
Santo Oficio. . . ¡que rehúsa recibirlo! ¡Obligado, a pesar suyo! a seguir
siendo el depositario del Secreto, Monseñor da Silva, el 8 de diciembre de
1945, colocó el sobre de Sor Lucía en otro sobre, sellado también con cera,
sobre el cual escribió: "Este sobre con su contenido será remitido a Su
Eminencia el cardenal D. Manuel, patriarca de Lisboa, después de mi
muerte". . .
Es
pues falso, corno se ha repetido tan frecuentemente después de 1960- que el
tercer Secreto estaba destinado explícita y exclusivamente al Santo Padre!
2)
Es verdad sin embargo varias alusiones de Sor Lucía y un texto explícito del canónigo
Fumigao nos lo prueban que la vidente deseaba que el Papa Pío X II tuviera
conocimiento de él sin esperar a más. Esto no se hizo y es muy lamentable.
3)
Comprobando que Monseñor da Silva se obstinaba en no querer abrir el sobre, Sor
Lucía "le hizo prometer, cuenta el canónigo Galamba, que el tercer Secreto
sería abierto y leído al mundo a su muerte (la de Lucía) o en 1960, según lo
que se produjese primero". Una serie de testimonios que nos dan las
declaraciones reiteradas de Sor Lucía permiten establecer este hecho con
absoluta certeza.
4)
En fin, esta promesa de divulgar el Secreto inmediatamente después de la muerte
de Lucía, o en todo caso "a más tardar en 1960", correspondía
seguramente a una petición de la misma Virgen María. En efecto, cuando en 1946,
el canónigo Barthas pregunta a la vidente por qué es necesario esperar hasta
1960, ésta le responde en presencia de Monseñor da Silva: "Porque la
Santísima Virgen así lo quiere".
En
una palabra, tenemos todas las pruebas que Dios deseaba,
quería,
que el último Secreto de Nuestra Señora sea creído filialmente por los Pastores
de la Iglesia y divulgado al pueblo
fiel.
Cuando más pronto en 1944. Cuando más tarde en 1960, pues "entonces, decía
aún Sor Lucía, llegaría a ser más claro"
2
Op, cit., ch. 11, "Le troisiérne Secret, prerniéres données historiques,
1943-1945" (p. 29-43)
Y
"Les destinataires du troisiéme Secret et la date de sa divulgation",
(p. 310-319).
Debo
aportar aquí una rectificación concerniente a este primer período de la
historia del Secreto. Después de las conferencias sobre la época marial
(difundidas por Téqui) del Padre Pierre Caillon ha citado (p. 319) el
testimonio del arzobispo de Lancino. "Este obispo italiano afirma que en
octubre, de 1956, en compañía del nuncio de Madrid de quien era entonces
secretario, había visitado al obispo de Coimbra que les había declarado:
"Tengo en mi cajón la tercera parte del Secreto de Fátima que Lucía me ha
dado. Ella me ha dicho que yo podía leerla, pero no tengo intención de
leerla".
Este
testimonio, recogido por el P. Caillon en agosto de 1978, es de la más alta
importancia, porque dejaba creer que Sor Lucía había escrito el Secreto una
segunda vez. Pero el arzobispo de Lancino, interrogado de nuevo con insistencia
por el P. Caillon reconoció finalmente estar equivocado
La transferencia a Roma
No
puedo detenerme aquí sobre un episodio aún misterioso de la historia del tercer
Secreto: en 1957, el Santo Oficio reclama el texto, conservado hasta entonces
en el obispado de Leiria. ¿Quién tomó esta iniciativa? ¿Con qué intención?
estas preguntas permanecen aún sin respuesta.
Sea
lo que sea, a mediados de marzo de 1957, Monseñor da Silva encarga a su
auxiliar, Monseñor Venancio, transmitir el precioso documento a Monseñor Cento,
entonces nuncio apostólico en Lisboa. Monseñor Venancio suplica a su obispo
leer por fin el Secreto y hacer sacar de él una fotocopia antes de expedir el
manuscrito a Roma pero el viejo obispo se obstina en su rechazo de hacerlo.
Monseñor Venancio, -me lo ha contado él mismo en Fátima el 13 de febrero de
1984-, tuvo que contentarse con mirar el sobre en transparencia. Y pudo ver, en
el interior, una pequeña hoja de la cual ha medido el formato exacto. Sabemos
así que el tercer Secreto no es muy largo. Probablemente veinte o veinticinco
líneas, es decir casi es la misma longitud del segundo Secreto. Esto nos
permite rechazar como ciertamente inauténticos varios textos, mucho más largos,
que algunos falsarios han querido proponer al público como si fuese el
verdadero Secreto.
El
16 de abril de 1957, el sobre sellado llega al Vaticano y fue sin duda colocado
casi enseguida por el' Papa en su despacho personal, en un pequeño cofre
llevando la mención "Secretum Santi oficii»,
¿Pío
XII ha leído el Secreto? Por más sorprendente que esto pueda parecer, es casi
seguro que no. Siguiendo al P. Alonso, doy sólidas razones para ello, en
particular los testimonios concordantes del cardenal Ottaviani y de Mons.
Capovilla, secretario de Juan XXIII: los dos nos afirman que el sobre estaba
aún sellado cuando el Santo Padre lo abrió en 1959, un año después de la muerte
de Pío XII.
Se
comprenden entonces las palabras tan graves que Sor Lucía dirige, el 26 de
diciembre de 1957, al Padre Fuentes, postulador de las causas de beatificación
de Jacinta y de Francisco:
"La
Santísima Virgen está muy triste, pues nadie hace caso de Su mensaje. Ni los
buenos, ni los malvados. Los buenos continúan su camino, pero sin hacer caso
del mensaje. Yo no puedo dar otros detalles, puesto que es aún un secreto. Sólo
el Santo Padre y Monseñor el obispo de Fátima podrían saberlo, por la voluntad
de la Santísima Virgen, pero ellos no lo han querido, para no ser
influenciados”.
y
haber confundido ... iLeiria y Coimbra! iLa escena de la cual había guardado el
recuerdo tuvo lugar en el Obispado de Leiria y no en el de Coimbra! y las ideas
expuestas habían sido pronunciadas no por Monseñor Ernesto Sena de Oliveira,
sino por Monseñor da Silva, que tenía costumbre, en efecto, de responder así a
todos los que le preguntaban sobre el tercer Secreto. (Carta del P. Pierre
Caillon al Autor, 15 de Enero de 19861.
3
Es lo que la Madre Pascalina Lehnert afirma al periodista Robert Serrou,
después de un reportaje fotográfico en el Vaticano el 14 de mayo de 1957 (op,
cit., p. 323325).
Pío
XII había pues sin duda decidido esperar a 1960. ¡Pero murió el 9 de septiembre
de 1958, sin haber leído el Secreto! ¡Qué irreparable daño para la Iglesia que
El no haya tomado conocimiento de él desde 1944, o al menos en la primavera de
1957!
S. S. PIO XII
La transferencia a Roma
Al
aproximarse 1960, los de más edad se acuerdan de ello, todo el pueblo cristiano
esperaba con confianza la divulgación prometida. Particularmente en Portugal.
Pero también en Francia, en América, y en otras partes. En 1959 hubo en toda
Italia un movimiento de devoción al Inmaculado Corazón de María. Durante varios
meses la Virgen de Fátima surcó la Península, atrayendo a sus pies muchedumbres
entusiastas y derramando por todas partes maravillas de gracia: fervor
extraordinario, milagros deconversión, milagros de las palomas. Y, el 13 de
septiembre de 1959, todos los obispos del país consagraron solemnemente a
Italia al Corazón Inmaculado de María. Desgraciadamente ese gran ímpetu de
piedad hacia Nuestra Señora de Fátima fue, si no explícitamente desaprobado, al
menos tan visiblemente ignorado por el Papa Juan XXIII, que su silencio y su
frialdad no pudieron pasar inadvertidos.
Juan
XXIII lee el Secreto y se niega a divulgarlo Sabemos que el Papa se hizo traer
el sobre del tercer Secreto a Castelgandolfo, el 17 de agosto de 1959, por
Monseñor Philippe, entonces comisario del Santo Oficio. Observemos que esta
transmisión del Secreto al Soberano Pontífice revestía así un carácter oficial
y se rodeaba de una cierta solemnidad, dando testimonio del prestigio' que
conservaba Fátima en esta época. Juan XXIII no abrió enseguida el sobre. Se
contenta con declarar: "me reservo de leerlo con mi confesor". La
lectura del Secreto "fue hecha algunos días más tarde, precisa Monseñor
Capovilla. Pero a causa de la dificultad provocada por locuciones propias de la
lengua, se pide la ayuda del traductor portugués de la secretaría de Estado,
Monseñor Paulo José Tavares", nombrado enseguida obispo de Macao. Más
tarde, Juan XXIII lo hizo leer al cardenal Ottaviani, prefecto del Santo
Oficio.
Abramos
aquí un pequeño paréntesis. Ciertamente, sabemos que corresponde a la Jerarquía
juzgar de la autenticidad de las "revelaciones privadas" y de la
oportunidad de su divulgación. Pero el caso del Secreto de Fátima es totalmente
límpido. En 1960, era evidente que el obispo de Leiria y la Jerarquía
portuguesa unánimemente, que los mismos Papas, por numerosos actos públicos de
los cuales algunos habían sido muy explícitos, habían ya reconocido
oficialmente el origen divino de las apariciones de Fátima, por otra parte probadas
más sólidamente que ninguna otra por incontestables profecías y brillantes
milagros. Conforme a la petición de la Santísima Virgen, los dos prelados
responsables -Monseñor da Silva y el cardenal Cerejeira- se habían comprometido
públicamente a divulgar su contenido íntegro, cuando más tarde en 1960. Durante
más de quince años, ninguna declaración autorizada había venido a desmentir
estas promesas reiteradas, repercutidas en el mundo entero por cardenales,
obispos, o expertos de Fátima tan renombrados como el canónigo Galamba, el
canónigo Barthas o el Padre Messias Dias Coelho. La revelación de los dos
primeros Secretos en 1942, con el asentimiento del Papa Pío XII, constituía,
por otra parte, un precedente. Hasta el punto que los fieles estaban en su
perfecto derecho de esperar de la Autoridad suprema esta divulgación prometida.
Mas
iay!, el 8 de febrero de 1960, se supo de repente, por un simple comunicado de
la agencia de prensa portuguesa A.N.I. que el tercer Secreto de Fátima no sería
publicado, ¡que aún probablemente jamás sería divulgado! ¿Quién había tomado
esta desconcertante decisión? ¿Quién había informado de ella a la agencia? ¡El
comunicado del Vaticano, totalmente anónimo, ni siquiera lo indicaba! Y para
justificar esta decisión imprevista que tan cruelmente iba a decepcionar a los
mejores hijos de la Iglesia, el comunicado del Vaticano no adelantaba más que
pretextos inconsistentes, mentirosos, y por otra parte contradictorios. Incluso
se terminaba con una perfidia: “Si bien la Iglesia reconoce las apariciones de
Fátima, Ella no desea tomar la responsabilidad de garantizar la veracidad de
las palabras que los tres pastorcillos dijeron que la Virgen María les había
dirigido". *
Así
el Vaticano, no solamente hacía suya la posición insostenible del P.
Dhanís", sino que iba aún más lejos. ¡Lanzaba públicamente, sin ninguna
razón válida, la más infame sospecha sobre la credibilidad del testimonio de
Sor Lucía y sobre el conjunto del mensaje de Fátima!
Según
Mons. Capovilla, Juan XXIII habría pedido consejo a varios
S. S. JUAN XXIII
prelados
de la Curia. Pero lo que es seguro, es que las autoridades portuguesas
responsables fueron odiosamente despreciadas. El 24 de febrero de 1960, el
cardenal Cerejeira declara a la prensa: "Afirmo categóricamente que no he
sido consultado". Monseñor Venancio intenta lo imposible decidiendo, de su
propia iniciativa y sin pedir la autorización a la Santa Sede, de lanzar un
llamado a todos los obispos del mundo para organizar el 13 de octubre siguiente
una jornada mundial de oración y de penitencia (Carta del 17 de mayo de 1960).
Pero el Vaticano hizo oídos sordos. Y nada hizo.
1960
fue verdaderamente un año negro para Fátima. Cuando se vuelve a leer y se
analiza el lamentable comunicado del 8 de febrero, o aún más el miserable
artículo publicado en junio por el P. Caprile en la "Civilta Cattolice",
uno queda asqueado por la masa de incoherencias, de inexactitudes y de mentiras
que fueron proferidas entonces, en Roma misma, al respecto de Fátima. Es decir
cuán injustificado e injustificable era la decisión de no hacer caso de la
voluntad expresa de la Virgen Inmaculada, reina de los Apóstoles, que pedía que
su Secreto fuese divulgado en 1960. También seguro que esta decisión hizo un
daño inmenso a la causa de Fátima. Se puede decir que fue a partir de esta
fecha, después del desprecio del "Secreto de María", que la devoción
a la Santísima Virgen comenzo a decrecer de manera sensible, y después
alarmante, en el seno mismo de la Iglesia. Más que nunca se aplicaba la palabra
de Sor Lucía: "La Santísima Virgen está muy triste, pues nadie hace caso
de su mensaje". Y esta falta, es necesario osar decirlo, iba a tener
consecuencias incalculables.
Pues
despreciando las profecías y peticiones de Fátima, era a la Virgen María, a
Dios mismo que se había despreciado, que se había ridiculizado a la faz del
mundo. El castigo condicional anunciado por la advertencia maternal de Nuestra
Señora iba entonces a cumplirse trágicamente, ineludible...
No hay comentarios:
Publicar un comentario