sábado, 4 de agosto de 2018

LA VIDA DE MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE



El futuro del Seminario Mayor estaba asegurado", Este último había comenzado en 1857 cuando dos jóvenes que terminaron sus estudios secundarios en los «Hermanos Lamennais» fueron considerados seminaristas mayores y empezaron filosofía. En 1864 fue ordenado en Saint-Joseph de Ngazobil el primer sacerdote totalmente formado en el África negra, Guillaume Jouga; era el sexto sacerdote senegalés.

De 1869 a 1902 tuvieron lugar en la misma capilla treinta y dos ceremonias de ordenaciones diversas concernientes a un total de veintidós clérigos. Ocho de ellos llegaron al sacerdocio. La perseverancia se volvía rara: con siete alumnos en 1921, el Seminario Mayor sólo contaba con uno en 1923. Reinició sus actividades en 1930 en las saludables alturas de Popenguine que dominaban el mar. Las ordenaciones volvieron a comenzar en 1940 con la tonsura de dos teólogos, mientras otros senegaleses, que habían ido a estudiar a Francia, entraban en la congregación del Espíritu Santo: los Padres Faye, Ndiaye, Crétois y Dodds'".

Sin embargo, según el deseo inicial expresado por Monseñor Kobes: «Un Seminario Mayor debería estar bajo la vigilancia del Obispo, separado de cualquier otra obra educativa», Monseñor Lefebvre quiso acercar su Seminario a la capital para hacer de él «la niña de sus ojos».
Encontró el rincón ideal y perdurable para esta obra en el «castillo de Sambam», nombre de cuentos de hadas pero lugar muy real y acogedor, a dos kilómetros de la aldea de Sebikhotane, en la carretera de Dakar a Thies, Desde finales de 1951 la vivienda primitiva, rodeada, en esa pendiente de la ladera africana, de casuarinas, mangos y buganvillas, se convirtió en el oasis de los estudiantes de filosofía y teología de las cuatro jurisdicciones de Dakar, San Luis, Casamance y la Guinea Francesa: el Seminario (intervicarial) Libermann había vuelto a nacer. Pronto se levantó un nuevo edificio de habitaciones y salas de clase, luego la capilla, bendecida en 1957, y después otras construcciones".
El número de vocaciones era desigual según las regiones de origen: Fadiout estaba en primer lugar en el Vicariato, seguida de Dakar y Mont-Roland, luego Popenguine, y finalmente Palmarin y Thies. El número de estudiantes se mantuvo fluctuante al principio: nueve al inicio del curso 1946, diez en 1947, ocho en 1949, cuatro en 1950, tres en 1954, cuatro en 1956, cifras a las que había que añadir seis o siete candidatos procedentes de Casamance y Guinea. En 1959 el Seminario dobló sus efectivos y pasó a veinticuatro alumnos en total, entre ellos diez de Casarnance. El Seminario había logrado arrancar, convirtiéndose realmente en «la perla de Monseñor Lefebvre».
A los antiguos Superiores y profesores, Arthur d'Agrain hasta 1948 y luego Charles Catlin, les sucedieron sacerdotes jóvenes, dos de ellos ex alumnos de Mortain: Francois Morvan (1945-1946) y Maurice Fourmond (1946-1947), a los que el Padre Marcel había enviado a estudiar teología en Roma y después reclamó para Dakar.
Otros jóvenes profesores se sumaron y se sucedieron en esa obra bajo las órdenes del Padre Morvan (Superior de 1953 a 1962). El Obispo «se fiaba perfectamente del joven equipo de profesores "romanos" cuyo promedio de edad, en 1953, no pasaba de los treinta años ", y que impartía todas las clases. En teología, Monseñor pedía a los profesores que tuviesen un manual de referencia y les recomendaba seguir lo más posible el orden de la Suma de Santo Tomás, «la única verdadera síntesis de la fe y de la moral, pero sin dar otra directiva.
El Obispo estaba atento a la disciplina y no le gustaban los cambios, aunque no era puntilloso. Sus funciones como Delegado Apostólico lo solían mantener alejado de Dakar. Sin embargo, nunca dejaba de estar presente para presidir los escrutinios que debían admitir o rechazar a los candidatos a las sagradas órdenes. Estricto sobre lo esencial, se mostraba indulgente con ciertos defectos.
En 1953 admitió, por exceso de misericordia, a un candidato muy politizado, de lo que tuvo que arrepentirse luego:
-¡Ah! -le dijo al Padre Bourdelet, antiguo profesor-, no debería haberlo admitido.
-Monseñor -replicó el Padre-, reconozca su falta, porque en este caso yo no estaba con usted para el examen, y usted lo admitió sabiendo perfectamente que yo me opondría.
-¡Ah! -insistió el Obispo-, no debería haberlo hecho, es verdad, me equivoqué.
Cuando se había equivocado, tenía la humildad de reconocerlo.

Por otra parte, la veneración que los Padres tenían por Monseñor
Lefebvre no les impedía hablarle con una libertad familiar.
En otra ocasión, en 1954, admitió para el sacerdocio a un seminarista que no tenía del todo el nivel intelectual requerido, apoyándose en el ejemplo del Santo Cura de Ars. Propuso:
-¿y si lo ordeno y se lo confío durante algunos años como vicario al Padre Perraud, que fue profesor en Chevilly?
-¡Bueno! -respondió el Padre Bourdelet-, si se lo confía al Padre Perraud, la cosa andará bien. Y fue un gran acierto. Sin conocer la misión que el Párroco tenía sobre él, el joven sacerdote reconoció:
-¡Qué suerte que tengo! Es extraordinario estar con un Párroco como el Padre Perraud; me lo explica todo muy bien",

Los cuidados de los Padres y la longanimidad del Obispo dieron sus frutos. Monseñor empezó a recoger los de su predecesor ordenando sacerdotes en la catedral, el 18 de abril de 1949, a los Padres Hyacinthe Thiandoum (su futuro sucesor) y Francois-Xavier Dione (futuro Obispo de Thies en 1969), que fueron los 210 y 220 sacerdotes de raza negra del Vicariato; otros nueve los siguieron, ordenados por Monseñor Lefebvre o por su Auxiliar, sin contar los sacerdotes ordenados en Casamance o en Guinea.
El Vicariato de Dakar tenía tres sacerdotes indígenas, uno de ellos espiritano, a la llegada de Monseñor Lefebvre; eran diez cuando partió; y gracias al «Seminario Mayor Liberrnann», los sacerdotes indígenas de Casamance pasaron de tres en 1955 a siete en 1960. Una operación de rescate: las Hijas del Corazón de María.
La tercera obra por la que Monseñor Lefebvre sentía gran aprecio era su congregación indígena. Habría que decir «sus» congregaciones indígenas, porque, además de las religiosas de que vamos a hablar, Senegal tenía a los Hermanos de San José, cuyo Noviciado, suspendido en 1956, volvió a abrir en Fatick en 1960. Pero fueron las Hijas del Corazón de María el objeto de los desvelos paternales y constantes del Obispo. Esta congregación autóctona había sido fundada en 1858 por Monseñor Kobes, bajo la dirección de las Hermanas de San José de Cluny. El regular incremento del número de profesas permitió a los Vicarios Apostólicos encargar a las Hijas del Corazón de María el cuidado de los dispensarios y de las escuelas primarias de la Pequeña Costa o de los puestos misionales del interior. Monseñor Jalabert había intentado concederles la autonomía respecto de las Hermanas de Cluny, pero debió renunciar a ello al invertirse su crecimiento. Era evidente que el sacrificio del llamamiento a la maternidad, tan profundamente anclado entre las africanas, y la práctica de la obediencia a otras mujeres de su edad y de su raza, era todo un desafío, como bien lo pudo observar Monseñor Tardy en Gabón, y Monseñor Graffin en Yaoundé con sus «Hijas de María”.
Fundadas en Camerún en 1933, estas últimas Hermanas estaban dirigidas por las Hermanas Misioneras del Espíritu Santo, primero bajo la dirección general de Sor Josepha Bieth, luego de Sor Benoit en 1945 y de Sor Marie-Gabriel Lefebvre de 1948 a 1953.
En su primera visita a Yaoundé, en 1948, Monseñor Lefebvre le comentó a su hermana las dificultades que padecía su congregación senegalesa, independizada bajo Monseñor Le Hunsec'". ¿Qué hacer para restaurar el aumento de vocaciones en el Vicariato, la formación y vida regular conforme al derecho canónico, y la caridad fraterna? El Obispo supo tomar tres medidas heroicas desde 1949: confió el noviciado a la Madre Marie de Sainte-Anne, de las Hermanas de Cluny, dándole además el papel de Visitadora de las comunidades; pidió a las congregaciones misioneras femeninas que postergaran la apertura de noviciados durante algunos años; y el 11 de junio de 1951, con permiso de la Congregación de Propaganda Fide, le retiró a la Madre africana el cargo de Superiora General para confiárselo a la Madre Marie de Sainte-Anne. Después de eso Popenguine, que el Seminario había dejado libre, acogió el postulantado y el noviciado, y se crearon juniorados.
El espíritu de decisión del Obispo y su «apoyo seguro, sobrenatural y comprensivos” a la Madre Marie de Sainte-Anne salvaron a las Hijas del Corazón de María, que en 1962 alcanzaron la cifra de cincuenta y nueve profesas.
4. La reactivación de la Misión

Ampliar la cristiandad e «implantar el Reino del Señor en tierras animistas» fue la «pasión» de Monseñor Lefebvre y «el deseo que lo atormentaba», como él mismo decía'". Es verdad que había hermosos bastiones de catolicidad en Senegal, como la isla de Fadiout, cuyo fervor espiritual y orden cristiano admiraba el Obispo, frutos de la gracia divina incluso en el ámbito temporal. A Fadiout se referiría en 1979 al decir, en el sermón de sus bodas de oro sacerdotales: «Ahí vi, sí, ahí vi lo que puede hacer la gracia de la Santa Misa”, Sin embargo, esos bastiones no le parecían suficientes. «Hay que decir a su favor que fue él quien reactivó la Misión de Senegal, considerada como casi muerta en la congregación», nos dijo un antiguo misionero.
Un joven sacerdote llegado apenas hacía un mes, que se quedó solo por un tiempo en una Misión donde no había ninguna conversión desde hacía un año y en la que no se sentía el menor impulso a favor de la conversión de los serer, le escribía al Obispo en la Navidad de 1948:



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