V. EXPOSICION TEOLOGICA DE SANTO TOMAS
ACERCA DEL PECAOO y CASTIGO DE LOS
DEMONIOS
Nota._
Como en los anteriores escritos sobre los ángeles buenos en donde se plantes
primero el articulo de Santo Tomas y luego el comentario sobre dicho artículo,
de la misma manera procederemos en estas dos cuestiones sobre los ángeles malos
Los múltiples puntos que el santo Doctor estudia en estas dos cuestiones pueden
resumir se así:
A) Posibilidad del pecado en los ángeles
Si en los ángeles puede haber mal de culpa q. 63, art.1
Respuesta de del
Doctor Angélico: "
Si
sólo se considera su naturaleza, lo mismo el ángel que toda otra criatura
pueden pecar; y si alguno hay que no pueda pecar, lo debe a un don de la gracia
y no a la condición de su naturaleza. La razón de esto es porque pecar, trátese
del pecado de la naturaleza, del arte o de la conducta, consiste en que el acto
se desvía de la rectitud que debe tener. En efecto, el único acto que no puede
desviarse de la debida rectitud es aquel cuya regla es la virtud del mismo
sujeto que obra; y así, por ejemplo, si la mano del artesano fuese la regla de
cortar la madera, nunca podría por menos de cortarla como se debe; pero si la
rectitud del corte está sujeta a otra regla, sucederá que a veces corta derecho
y a veces torcido. Mas sucede que sólo la voluntad de Dios es la regla de sus
acciones, porque no está ordenado a otro fin superior, y, en cambio, ninguna
voluntad creada consigue la rectitud de su acto sino en cuanto está conforme
con la voluntad divina, que tiene por objeto el último fin; y de aquí que toda
voluntad del inferior deba ser regida por la del superior, v. gr., la del
soldado por la del general. Por tanto, únicamente la voluntad divina está
exenta de pecado, y, en cambio, en toda voluntad de la criatura puede haber
pecado, conforme a la condición de su naturaleza.
Supone
Santo Tomás, como dato suministrado por la divina revelación, el hecho del
pecado en algunos ángeles, y para explicarlo plantea la posibilidad del mismo,
investigando por qué y cómo pudieron pecar.
En
absoluto la posibilidad queda demostrada por el hecho, pues es lógica la
consecuencia que del hecho deduce la posibilidad. El proceso seguido por el Angélico
Maestro en la demostración de esta posibilidad es clarísimo.
El
pecado, en cualquier orden a que se refiera, es un defecto en la acción, a la
que falta la rectitud que debe tener.
La
rectitud no es más que la conformidad con una norma, Si, pues, la norma a la
que ha de conformarse la acción es distinta de la potencia operativa, podrá en
cada caso conformase o no la acción con dicha norma, dependiendo entonces del
sujeto que obra la conformidad o disconformidad.
Si,
en cambio, la acción no ha de someterse a norma alguna, nunca será defectuosa.
Así, si se pide el trazado de una línea simplemente, sin precisar que sea
recta, curva o mixta, cualquier línea que se trace cumplirá lo postulado.
Mas
si hubiese de trazarse una línea recta, sería preciso una regla que lo fuese
también perfectamente, Y que el sujeto adaptase completamente el trazado a la
regla, que, siendo, como suponemos, distinta del agente y no estando éste
inseparablemente unido a ella, será posible que el trazado se aparte de la
rectitud apartándose de la regla.
En
las acciones voluntarias que dicen orden a un fin, solamente la voluntad divina
no conoce superior y es regla de su acción, por identificarse ambas en Dios,
acto puro, y ser El fin de sí mismo. Por eso en El su acción es siempre recta y
no puede en ella haber pecado.
Mas
esa misma voluntad de Dios, autor y fin de todas las cosas, es norma suprema de
las acciones de todos los seres, ninguno de los cuales es fin último de sí
mismo, y por eso todos ellos en su obrar han de conformarse a la voluntad
divina, siendo, por tanto, natural e intrínsecamente defectibles, "Por
tanto, en toda voluntad de la criatura puede haber pecado conforme a la
condición de su naturaleza" (a. 1).
Y
así como Dios no puede dejar de ser último fin de las coses, así no puede
tampoco hacer que algún ser sea por su naturaleza intrínsecamente impecable de
un modo absoluto en todos los órdenes. Tal ser habría de tener naturalmente
esencia divina e identificarse con la voluntad de Dios, cosa imposible y
absurda.
En
último término, la razón de la pecabilidad natural intrínseca de toda criatura
está en su potencialidad. Solamente Dios, que es acto puro, es natural,
absoluta e intrínsecamente impecable. Y así como la criatura no puede dejar de
ser criatura, así no puede dejar de tener en sí potencialidad y de ser por
ello, en orden al fin absolutamente último, sujeto de defectibilidad natural
(De orig, q. 24, a. 7).
Puede,
sin embargo, impedir Dios sobrenaturalmente esa defectibilidad natural, bien
sea permanentemente; verbigracia, uniendo la criatura a sí mismo hipostáticamente
o por la visión beatífica, o también de otro modo, impidiendo el pecado en cada
caso con una moción eficaz de su gracia.
En
este sentido dice Santo Tomás que "la criatura e capaz de la
impecabilidad, pero no de tal forma que la tenga naturalmente" (ibid. ad
7).
Mas
esta doctrina, que en absoluto es indudable, de la cual el pecado de los ángeles
no es más que un caso particular, necesita en este caso concreto explicación,
teniendo en cuenta lo que supone el pecado y lo que en sí misma es la
perfección de la naturaleza angélica.
En
la doctrina del Angélico Maestro, siendo la voluntad potencia ciega que sigue
el entendimiento, no puede darse pecado en aquélla sin que preceda defecto en
éste (aquí ad 4 y a. 5; d. además 1-2, q. 58, a. 2; q. 7,6, a. 1 ad 1; q. 77, a.
2; q. 718, a. 1 ad 1; 2-2, q. 20, aa. 1 y 2; q. 21, a. 2; q. 51, a. 3 ad 3). El
defecto en el entendimiento Puede nacer de la ignorancia o de la falsa
aprensión, dando lugar al error. Mas el error no se da en los ángeles, ni, por
otra parte, hay en ellos apetito sensitivo o pasiones que pudiesen haberse
anticipado a la aprensión del entendimiento o hábitos que los inclinasen a
pecar. ¿Cómo, pues, pecaron? La explicación hay que buscarla no en la
inclinación del apetito sensible, que no se da en los ángeles (La p., q. 59, a.
4), sino en algo que sea compatible con su perfecta espiritualidad y con la
perfección innata de su entendimiento, incapaz de error.
Santo
Tomás salva estos escollos simplemente con distinguir en el pecado la maldad
por parte del objeto y por parte del modo: “De
dos maneras puede haber pecado en el acto del libre albedrío. Una porque elija
lo que es malo, como peca, por ejemplo, el hombre cuando elige el adulterio,
que es malo de por sí, y estos pecados provienen siempre de algún error o
ignorancia, ya que de no tenerlo no se elegiría lo malo como si fuese bueno. El
adúltero, supongamos, erra en cada caso concreto eligiendo el deleite de un
acto desordenado como, si fuese un bien que de momento debe procurarse, movido
por la pasión o por el hábito, aunque, en general, no se engañe y piense
correctamente en esta materia. Pero el ángel no puede pecar de esta manera,
porque, según hemos visto, ni en él hay pasiones que entorpezcan la razón o el
entendimiento ni a su primer pecado pudo preceder ningún hábito que le inclinase
a pecar. El otro modo de pecar por el libre albedrío consiste en hacer algo que
de por sí es bueno, pero no con arreglo a la debida regla de medida, de suerte
que el defecto causante del pecado no viene del lado de la cosa elegida, sino
de parte de la elección, que no guarda el orden debido, como sería, por
ejemplo, el caso del que determinase obrar desentendiéndose de las prescripciones
de la Iglesia. Estos pecados no presuponen ignorancia, sino solamente falta de
consideración de aquello que se debe considerar [132J; y de este modo es como
pecaron los ángeles, inclinándose por su libre albedrío al propio bien, sin
subordinación a la regla de la voluntad divina. (ad 4).
Doctrina
que aplicará al determinar más en particular la naturaleza del pecado de los
ángeles en los dos artículos siguientes.
Cuando el objeto
apetecido es un mal,
real o aparente, ha de preceder en el entendimiento ignorancia y error positivo.
Mas cuando el objeto de da elección es un bien real, no puede haber por esta
parte pecado en la elección, sino sólo en el modo de la misma, en cuanto que no
se hace "con arreglo a la debida regla y medida". El pecar de esta
forma no exige ignorancia propiamente tal, sino "solamente falta de
consideración", a la que el santo Doctor llama "ignorancia de mala
elección" (1-2, q, 6, a. 8), y ésta es la que se dio en los ángeles y
puede darse en todo entendimiento creado por el hecho mismo de ser limitado y
no poder conocer y considerar todas las cosas a la vez (II Sent.; d. 5, q. 1, a,
1 ad 4).
Por
ello, con razón dice Santo Tomás en los lugares paralelos: "No estamos
obligados, por tanto, a decir que hubo error en el entendimiento del ángel
juzgando bueno lo que no era tal, sino sólo no considerando el bien superior al
que debía referir el propio bien. Y pudo ser la causa de esta inconsideración
la misma voluntad aplicada, intensamente al bien propio" (Contra, Gent. bidem,
cap. 110). En otra parte afirma: "En el pecado se da simultáneamente de un
modo proporcionado el defecto del entendimiento o la razón y el de la voluntad,
Por donde no es necesario poner en el primer pecado del demonio tal defecto del
entendimiento, que juzgase algo falso, v, gr., que algo malo era bueno; sino en
cuanto faltó a la consideración de su regla y el orden consiguiente" (De
malo, q. 16, a. 2 ad 4).
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