Los años sesenta del siglo XX
se recuerdan hoy unánimemente como los años en que, tras los aún "gazmoños"
años cincuenta (no exentos, empero, de los bramidos de aquel hedonismo que
había hecho su aparición en la primera postguerra), comenzó finalmente la
llamada emancipación de la mujer, la "liberación sexual"; en que
principió un impulso destructivo generalizado en el campo político, económico y
de las costumbres, el cual, si bien se mira, continúa todavía. Fueron los del
"movimiento estudiantil" y de la "impugnación" organizada y
sistemática del principio de autoridad en todas sus formas.
La tempestad estaba madurando
cuando empezó el Vaticano II, y se encontraba ya a las puertas cuando se
concluyó. Pero el concilio no tuvo la menor intuición de ella; en efecto, ¿qué
dice la Gaudium et Spes sobre los jóvenes? «El cambio de mentalidad y de estructuras provoca con
frecuencia un planteamiento nuevo de las ideas recibidas. Esto se nota
particularmente entre los jóvenes, cuya impaciencia, e incluso a veces
angustia, los lleva a rebelarse. Conscientes de su propia función en la vida
social, desean participar rápidamente en ella» ~G;S § 7) '. ¡De qué
manera el grueso de la juventud iba a querer participar rápidamente en la Vida
social se vería de allí a poco a menos de tres años!.. Para proteger a la
juventud de las seducciones del siglo, el concilio habría debido condenar ante
todo las doctrinas falsas dominantes, desde el existencialismo al
psicoanálisis, al marxismo, etc. Pero, en cambio, con el abandono de la
distinción entre naturaleza y gracia, con la elaboración de una nueva religión "social"
y "humana"
-abierta necesariamente a todos los valores del mundo, sin excluir los
característicos del "humanismo" de los revolucionarios-, con
el llamamiento a los "hombres nuevos", «creadores de una nueva humanidad»
-que crece gracias a la afirmación de los "valores" del progreso y la libertad del
Hombre (GS §§ 30 Y 39)-, con la adopción de una visión naturalista del reino de
Dios, el concilio contribuyó a las turbaciones revolucionarias que se
manifestaron en breve, como para burlarse del optimismo y del triunfalismo con que
había querido celebrar al Hombre y al Mundo. Ya había contribuido
antes a ellas al derribar el bastión representado por la doctrina perenne de la
Iglesia y la pastoral sana, revelándose así a muchos, tanto católicos cuanto
acatólicos, como una componente del movimiento revolucionario: una parte considerable
de la catolicidad, comenzando por la misma iglesia jerárquica, se había
implicado en la "impugnación",
en el sentido amplio del término, y se había dejado arrastrar por ella.
12.2 La afirmación sorprendente
según la cual el hombre "descubre" hoy «paulatinamente las leyes de la vida social
[leges vitae socialis], y duda sobre la orientación que a ésta se debe dar»
(GS § 4).
Nos gustaría saber de qué leyes
se trata. La "vida
social", en la última parte del siglo XX, involucionó cada vez
más en sentido hedonista y anticristiano, gracias también a los grandes
progresos de la ciencia y de la técnica, y a la consiguiente extensión de un
bienestar material sin precedentes. ¿Hemos de pensar que sucedió tal cosa a
consecuencia del "descubrimiento" progresivo de las "leyes de la
vida social", poco conocidas hasta entonces? (¿poco conocidas también para
el magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos, como es lógico suponer?).
Puesto que el concilio se deshizo en elogios al desarrollo, al progreso, a las "conquistas de
la humanidad" (LG § 36; GS §§ 5, 34 Y 39; etc.), y dado que lo
único que le preocupaba era que concurrieran a la unidad del género humano y
que se verificaran respetando
los "derechos humanos" (GS § 4
cit.), ¿tenemos que pensar que eran éstos los valores encarnados en las "leyes"
paulatinamente "descubiertas",
valores y leyes que constituyen, al parecer, las "leyes de la vida social",
valores o leyes concebidos de algún modo en antítesis con la realeza social de
Cristo? Por otra parte, en la década de los sesenta del siglo XX no había la
menor sombra de "duda"
sobre la orientación que debía darse a la "vida social": el desarrollo de ésta
mostraba en Occidente una tendencia decidida a la denominada sociedad de consumo con todos sus engranajes;
las masas, seducidas por los eslóganes revolucionarios presionaban para
participar también ellas en el banquete del bienestar que se adivinaba opíparo,
como nunca se había visto antes. A quien recuerde bien aquellos años, la frase
siguiente le sonará más falsa que a Judas: «Afectados
por tan compleja situación, muchos de nuestros contemporáneos difícilmente
llegan a conocer los valores permanentes y a compaginarlos con exactitud, al
mismo tiempo, con los nuevos descubrimientos. La inquietud los atormenta, y se preguntan,
entre angustias y esperanzas, sobre la actual evolución del mundo»
(GS §.4 cit.). El único miedo auténtico, la única angustia verdadera en Occidente,
Oriente Medio y Asia, lo provocaba el comunismo, a causa del imponente poderío
militar de la Unión Soviética y de China y de su acción subversiva a escala
mundial, que se servía de la labor insidiosa de los partidos comunistas,
quienes mantenían a algunos países, en los cuales habían llegado a ser muy
fuertes Italia, por ejemplo, bajo el
chantaje permanente de la guerra civil, impedida solo era esta la impresión
general por la presencia militar de la OTAN y los EE.UU. de América).
12.3 La perspectiva equívoca desde la cual
se quieren "purificar" los
valores del mundo para llevarlos a Cristo de nuevo: «El
concilio se propone, ante todo, juzgar bajo esta luz los valores que hoy disfrutan
de la mayor consideración y enlazarlos de nuevo con su fuente divina. Estos
valores, por proceder de la inteligencia que Dios ha dado al hombre, poseen una
bondad extraordinaria [valde boni sunt], pero, a causa de la corrupción del
corazón humano, sufren con frecuencia desviaciones contrarias a su debida
ordenación. Por ello necesitan purificación» (GS § 11).
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