Jared
Kushner y Jason Greenblat están en gira por algunos países del Oriente Medio
para ultimar su llamado “acuerdo del siglo”.
Jared
Kushner el yerno de Trump y sionista recalcitrante, junto a otro fanático
sionista, Jason Greenblat (el ex vicepresidente de la Trump Organization),
están en gira por algunos países del Oriente Medio para ultimar su llamado
“acuerdo del siglo”. Acuerdo que, en un escenario caracterizado por la ya
prácticamente irreversible derrota de los planes occidentales-saudita-sionistas
de utilizar ejércitos terroristas para dividir y debilitar el Medio Oriente,
aflora como un nuevo salvavidas para proteger y asegurar la entidad sionista.
Y el cual no es más que un plan para
lograr la entrega definitiva de los derechos del pueblo palestino a los sionistas
y su renuncia al objetivo de libertad y liberación nacional.
Dicho
acuerdo, que tiene sus antecedentes en viejas aspiraciones sionistas como el
plan Alón y el Plan Yinón, busca cercenar Cisjordania y, uniendo lo que quede
con Gaza y Jordania, crear un estado palestino-jordano, echando a un lado al
monarca jordano y colocando en su lugar a otro títere con rostro de democracia,
englobando así al pueblo palestino y enjaulándolo bajo la vigilancia de un
ejército jordano más poderoso y el ejército sionista. Todo ello financiado por
Arabia Saudita con el dinero de su pueblo, del cual se apropia sin límite
alguno.
¿Qué
ocurre con este “nuevo” plan sionista-norteamericano denominado “Acuerdo del
siglo”?
Cuatro
países árabes ya han garantizado el apoyo a este acuerdo. Egipto, país
gobernado hoy por una dictadura militar impuesta por los sionistas, que
colabora activamente para sofocar a Gaza por el bloqueo, el hambre y las
enfermedades. Jordania, monarquía feudal dependiente del tesoro norteamericano
y saudita, con una amplia historia de traiciones. Arabia Saudita, monarquía
retrógrada y medieval que no es otra cosa que el financista de todos los planes
sionista-norteamericanos para el Medio Oriente, y cuya historia, al igual que
la de Jordania, está llena de traiciones y complot contra los pueblos árabes;
situación denunciada por Gamal Abdel Nasser cuando Egipto fue el símbolo de la
libertad y el nacionalismo árabe. Y para completar el cuarteto, Emiratos Árabes
Unidos, aliado incondicional de los saudí y Egipto en intereses y acciones, que
también ha forjado fuertes y estrechos lazos con los sionistas en los últimos
tiempos.
Que
estos cuatro países apoyen el Acuerdo del Siglo, no obstante, no es una
sorpresa. Sus gobiernos no han hecho más que repetir su dual comportamiento, mantenido
desde el inicio de la colonización de Palestina en diferentes momentos de la
historia expresado, por un lado, en su fingida condena –usualmente limitada a
lo verbal – de las acciones contra este
heroico pueblo, cuando en realidad actuaban de acuerdo a los intereses de los
sionistas. Y, por otro, en el engaño a sus propios pueblos, quienes veían con
horror como sus hermanos musulmanes y árabes eran despojado y expulsados de sus
tierras. A la vez que, la Liga Árabe publicaba sus declaraciones colectivas,
todas destinadas al basurero, que a lo más sacaban una sonrisa a los
gobernantes sionistas y un fruncir de ceño al imperio. De esa forma mantuvieron
dormidos y, al mismo tiempo, oprimidos a sus pueblos, haciéndoles creer que
eran activos enemigos de la entidad sionista.
La
realidad, no obstante, era otra. Y no podía ser de otra forma, pues no era
casual. Ese comportamiento ha estado condicionado a la lucha por la
subsistencia en el poder de monarquías y gobiernos reaccionarios, dado que el
mantenimiento en esos países del poder colonial e imperial genera un conjunto
de situaciones que en el terreno social, nacional y político conducen a luchas
de liberación nacional, y luchas de emancipación social y de justicia.
Situaciones en conjunto en extremo volátiles y peligrosas para esos gobiernos
dictatoriales y monarquías que ven en la entidad sionista y en Estados Unidos,
junto a otras potencias como Francia e Inglaterra, a sus protectores en contra
de sus propios pueblos. Haciendo, además, que el temor a la justicia social y
la libertad de los pueblos árabes, sea mayor y más importante que la libertad
del pueblo palestino o la recuperación de los santos lugares del Islam.
Estos
cuatro países apoyan el Acuerdo, por consiguiente, porque al hacerlo están
cumpliendo las funciones que sus propios intereses le dictan. Porque éstos, sus
intereses, son comunes y coherentes con el contenido de dicho Acuerdo, y porque
esa acción se corresponde con su acción histórica. Todo lo cual no tiene nada
que ver, ni tiene relación con el nacionalismo ni con el respeto a su religión,
sino más bien con el interés común de salvaguardar sus privilegios, que no son
los de los pueblos árabes ni los de los musulmanes.
No por
gusto durante muchos años estos gobiernos árabes, especialmente las monarquías
feudales retrógradas, han colaborado activamente con los sionistas y Estados
Unidos en materias como la inteligencia y la seguridad, informando y deteniendo
- y a veces desapareciendo - a los nacionalistas y patriotas árabes que
constituyen un peligro político para ellos, para los sionistas o Estados
Unidos.
Este
último país el cual, bajo el pretexto de prevenir la explosión social y
política en el mundo árabe e islámico - como ocurrió en Irán -, impuso
rápidamente y con la venia de todas las monarquías, bases militares en ellos.
Bases que, por supuesto no eran ni son para protegerlos de la entidad sionista,
aliada inseparable de Estados Unidos. ¡Habría que ser muy ingenuo para creer
eso! Esas bases permiten a Estados Unidos proteger sus propios intereses sobre
el petróleo y el gas árabes, de propiedad yanqui-sionistas y, al mismo tiempo,
proteger a las monarquías de un eventual levantamiento popular contra la
situación de miseria y opresión a la que tienen sometidos sus pueblos.
Asimismo, y no de menor importancia, les permite vigilar a Irán y a Rusia.
También
la desesperación por el despertar de los pueblos árabes, se ha tratado de
desviar las luchas de liberación nacional y emancipación social y política
hacia una lucha torcida entre religiones y sobre todo entre Suníes y Chiíes. A
pesar de esto y de los muchos otros esfuerzos realizados, las realidades en el
terreno, las comunicaciones sociales y los hechos diarios hacen ver claramente
a los pueblos árabes que estas monarquías no son lo que intentaron aparentar
por muchos años. Y las situaciones político militares y sus vertiginosas y
variantes formas de desarrollo han obligado a que estas monarquías y gobiernos
árabes se saquen las caretas y muestren sus verdaderas y oscuras caras.
Hoy
los príncipes y oficiales Saudíes viajan a Tel Aviv a mostrar lealtad y buscar
alianzas contra los pueblos árabes e islámicos anti imperialistas o
nacionalistas. Egipto mantiene un vergonzoso bloqueo contra sus hermanos
palestinos. Jordania además de ayudar a los terroristas del Estado Islámico,
ayuda en seguridad e información a la entidad sionista y firma con esa entidad
un millonario contrato de abastecimiento de gas por 10.000 millones de dólares.
La
entidad sionista dispone ya de una misión diplomática en los Emiratos Árabes. Y
todos ellos, junto a sionistas y los principales países imperialistas, entrenan
financian y arman a los peores terroristas jamás vistos, con el objeto de
destruir a los países que ejercen independencia del poder imperial y conforman
el Frente de la Resistencia, es decir Siria, Iraq, Irán, Hezbolla y las
organizaciones de resistencia Palestina. Precisamente, uno de los objetivos de
este plan es también tratar de evitar que la entidad sionista quede cara a cara
con este Frente de la Resistencia, y lograr que los traidores árabes hagan,
como ha sido siempre históricamente, el trabajo sucio de los sionistas. El
reinicio del bloqueo a Irán y las agresiones a Siria y Hezbollah son parte de
este proceso buscando debilitarlos frente al cuarteto de la traición
El
plan del Siglo yanqui-sionista-árabe no es, sin duda, un plan de paz para los
palestinos, ni su objetivo primario es mejorar la situación socio económica de
su población. Ese plan es una parte integrante de un proyecto mucho más
ambicioso que, junto a la división de Siria como parte de la balcanización del
Medio Oriente, está dirigido a llevar a vías de hecho en los días de hoy los
objetivos del Plan Yinon. Ese proyecto, que ha sido bautizado como
“Normalización”, lo que persigue es asegurar las condiciones para que la entidad sionista se convierta en un poder
imperial regional en un contexto mundial en que para el imperialismo norteamericano
controlar las aspiraciones geopolíticas de sus dos adversarios ideológicos y
del sionismo, el enfrentamiento a Rusia y a China sigue constituyendo el
principal reto externo de su política de seguridad.
Lo que
ocurre es que ese camino pasa necesariamente por Palestina, un importante
obstáculo a liquidar para que la entidad zionista pueda oficializar
públicamente sus relaciones con las poderosas monarquías y países reaccionarios
árabes sin riesgo de que éstos pierdan su equilibrio interno. Liquidar
Palestina como causa de resistencia, como pueblo y como identidad, es
precisamente el fin prioritario y ultimo del Plan del Siglo.
Entonces
este Plan, podría decirse en otras palabras, es el esfuerzo que está haciendo
un imperialismo que está perdiendo su papel hegemónico y se encuentra en plena
decadencia, para forzar una situación que permita a la entidad sionista poder
cumplir un siglo de vida o desaparecer. Si bien su desaparición no
necesariamente tiene un significado negativo pues, con ella, sus habitantes
podrían volver a su realidad. O sea, podrían volver a ser ciudadanos de donde
nacieron y su religión dejaría de ser manipulada como base de un estado al
servicio del imperialismo y las transnacionales.
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