Los electores
estadounidenses optaron por Donald Trump porque aspiraban a un cambio de
paradigma y, ya en la Casa Blanca, Trump sigue sorprendiendo a quienes lo
consideran una especie de desquiciado. Pero Trump no está haciendo otra cosa
que aplicar las ideas que ya había desarrollado durante su campaña electoral,
inscribiéndose así en una tradición política profundamente enraizada en la
historia estadounidense, aunque fue ignorada por mucho tiempo. Haciendo
abstracción de su particular manera de comunicarse con la opinión, Thierry
Meyssan se concentra en los actos de Donald Trump en relación con sus
compromisos.
urante
la campaña electoral que precedió la elección presidencial estadounidense
mostramos que la rivalidad entre Hillary Clinton y Donald Trump no tenía tanto
que ver con sus estilos respectivos como con la cultura particular de cada uno
de los dos candidatos [1]. Donald Trump, recién llegado a la política,
cuestionaba la dominación puritana sobre Estados Unidos y reclamaba el regreso
al compromiso original de 1789 –inscrito en la Carta de Derechos (The Bill of
Rights)– entre los revolucionarios que luchaban contra el rey Jorge y los
grandes terratenientes de las Trece Colonias.
Pero
Donald Trump no era tan neófito en materia de política: en 2001, ya había
manifestado claramente su oposición al sistema el día mismo de los atentados
del 11 de septiembre [2] y,
posteriormente, con su polémica sobre el lugar de nacimiento del presidente
Barack Obama.
En
aquel momento tampoco interpretábamos la fortuna personal de Donald Trump como
una señal de que actuaría obligatoriamente al servicio de los más ricos sino
como prueba de que defendería el capitalismo productivo contra el capitalismo
especulativo.
En
materia de política exterior subrayábamos que los presidentes George W. Bush y
Barack Obama habían iniciado guerras en Afganistán, Irak, Libia y Siria, en
aplicación de la estrategia del almirante Cebrowski tendiente a destruir las
estructuras de los Estados en todos los países del «Medio Oriente ampliado» (o
«Gran Medio Oriente») [3], mientras que, en el plano interno, habían suspendido
la aplicación de la mencionada Carta de Derechos y que todo eso había empeorado
la situación de los «blancos pobres».
Donald
Trump, por el contrario, denunciaba constantemente el Imperio estadounidense y
anunciaba el regreso a los principios republicanos, señalando como referencia a
Andrew Jackson (presidente de Estados Unidos de 1829 a 1837) [4], y obteniendo
así el aval de los ex colaboradores de Richard Nixon (1969-1974) [5].
En
materia de política interna, Trump sintetizaba su pensamiento en el eslogan
«Make America Great Again», o sea apostando por dejar de lado la quimera
imperial para volver al «sueño americano» de enriquecimiento personal. Y su
política exterior la expresaba con el eslogan «America First», que nosotros no
interpretábamos en el sentido que se le dio durante la Segunda Guerra Mundial
sino con su sentido original. En resumen, no veíamos en Donald Trump un neonazi
sino un político que se negaba a mantener su país al servicio de las élites
transnacionales.
Más
sorprendente aún, nos parecía imposible que Trump lograra llegar a un acuerdo
cultural con la minoría de origen mexicano y pronosticábamos que facilitaría a
largo plazo una especie de divorcio por consentimiento mutuo a través de la
independencia de California (CalExit) [6].
No
obstante, nuestra lectura de los objetivos de Donald Trump y de su método
dejaba abierta la cuestión sobre las posibilidades reales que un presidente
estadounidense puede tener para modificar la estrategia militar de su país [7].
Durante
2 años, nuestros artículos han ido contra la corriente de la totalidad de los
comentaristas, y hemos sido clasificados como partidarios de Donald Trump, lo
cual es una interpretación errónea del sentido de nuestro trabajo. No somos
electores estadounidenses y, por ende, no apoyamos a ningún candidato a la Casa
Blanca. Somos analistas políticos y sólo tratamos de comprender los hechos y
anticipar sus consecuencias.
¿Cuál es la situación en este momento?
Tenemos
que concentrarnos en los hechos y hacer abstracción de todo lo que Trump dice.
Tenemos
que distinguir los resultados de los actos de Donald Trump de lo que constituye
la continuidad de sus predecesores así como lo que tiene que ver con la
tendencia del momento preciso.
En el plano interno
Donald
Trump apoyó una manifestación de los supremacistas blancos en Charlottesville y
el derecho a portar armas, incluso después de la matanza de Parkland. Esas
posiciones han sido interpretadas como un respaldo a la extrema derecha y a la
violencia. En realidad, para Trump se trataba de defender la versión
estadounidense de los «derechos humanos», la que se enuncia en la Bill of Rights.
Por
supuesto, es válido enumerar las duras críticas contra la definición
estadounidense de los «derechos humanos», que nosotros mismos criticamos
constantemente, pero ese es otro debate.
A
falta de los medios necesarios, está lejos de terminarse la construcción
–iniciada por los predecesores de Trump– del muro en la frontera con México. Es
pronto aún para sacar conclusiones al respecto. No ha tenido lugar el
enfrentamiento con el sector de los inmigrantes hispanoamericanos que rechazan
hablar inglés e integrarse al compromiso de 1789. Donald Trump se ha limitado a
suprimir el servicio de comunicación pública de la Casa Blanca en lengua
hispana.
En el
sector del medioambiente, Donald Trump rechazó el Acuerdo de París, no porque
no le importe la ecología sino porque ese acuerdo impone un arreglo financiero
que sólo beneficia a los responsables de las bolsas creadas para la
compra-venta de derechos de emisión de gases de efecto invernadero [8].
En el
plano económico, Donald Trump no ha logrado imponer su revolución, que
consistía en favorecer la exportación y gravar la importación. Pero sacó a
Estados Unidos de los tratados de libre comercio que aún no estaban
ratificados, como el Acuerdo de Asociación Transpacífica. Su Border Adjustment
Tax fue modificada por el Congreso y ahora está tratando de evadir la oposición
de los parlamentarios y de instaurar gravámenes prohibitivos a la importación
de ciertos productos, sorprendiendo con ello a los aliados de Estados Unidos y
provocando la cólera de China [9].
Al
mismo tiempo, Donald Trump encuentra dificultades para iniciar su programa
rooseveltiano de construcción y reacondicionamiento de infraestructuras –hasta
el momento sólo ha encontrado un 15% del financiamiento. Y tampoco ha iniciado
aún su programa de utilización de cerebros extranjeros para mejorar la
industria estadounidense, a pesar de tratarse de un tema recogido en su
Estrategia de Seguridad Nacional [10].
Sin
embargo, lo poco que ya ha podido hacer ha bastado para reactivar la producción
y el empleo en su país.
En el plano exterior
En su
intento de renunciar al Imperio estadounidense, Trump había anunciado su
intención de poner fin al apoyo de Estados Unidos a los yihadistas, disolver la
OTAN, abandonar la estrategia del almirante Cebrowski y traer de regreso las
tropas estadounidenses que ocupan varios países. Es claramente mucho más
difícil reformar el más extenso de los entes federales –las fuerzas armadas de
Estados Unidos– que modificar por decreto las reglas económicas y financieras.
El
presidente Trump priorizó poner personas de confianza a la cabeza del
Departamento de Defensa y de la CIA, para evitar todo intento de rebelión.
Reformó el Consejo de Seguridad Nacional restringiendo el papel del Pentágono y
el de la CIA [11]. Y de inmediato puso fin a las «revoluciones de colores» y a
otras formas de golpes de Estado utilizadas por sus predecesores.
Luego
convenció a los países árabes, como Arabia Saudita, para que pusieran fin a su apoyo
a los yihadistas [12]. Los resultados de esa decision no tardaron en aparecer
con la caída del Emirato Islámico (Daesh) en Irak y en Siria.
Al
mismo tiempo, Trump postergó la disolución de la OTAN y se limitó a agregarle
una función antiterrorista [13]. Mientras tanto, en el contexto de la campaña
británica contra Moscú, la OTAN desarrolla su dispositivo anti-ruso [14].
Si
Donald Trump ha conservado la OTAN ha sido sólo para mantener bajo control a
los vasallos de Estados Unidos. Y al mismo tiempo acaba de desacreditar
deliberadamente al G7, poniendo con ello a sus desorientados líderes ante sus
propias responsabilidades.
Para
interrumpir la aplicación de la estrategia de Cebrowski en el «Medio Oriente
ampliado», Trump está preparando una reorganización de esa región alrededor de
la salida de Estados Unidos de los acuerdos con Irán (o sea el acuerdo llamado
5+1, o JCPOA, y el acuerdo bilateral secreto entre Washington y Teherán) y de
su plan para el arreglo de la cuestión palestina. Si bien ese proyecto –que
Francia y el Reino Unido ya tratan de sabotear– tiene pocas posibilidades de
instaurar una paz regional, al menos permite paralizar las iniciativas del
Pentágono. Pero los oficiales superiores preparan ahora la aplicación de la
estrategia Cebrowski en la «cuenca del Caribe».
La
iniciativa tendiente a resolver el conflicto en la península de Corea, último
vestigio de los tiempos de la guerra fría, debería permitir a Trump poner
nuevamente en tela de juicio la razón de ser de la OTAN ya que si los países
europeos se hicieron miembros de ese bloque militar fue, supuestamente, para
evitar en Europa una situación comparable a la guerra de Corea.
A fin
de cuentas, las fuerzas armadas estadounidenses ya no serían utilizadas para
aplastar pequeños países sino única y exclusivamente para aislar a Rusia y para
impedir que China pueda desarrollar sus «Rutas de la Seda».
Thierry
Meyssan
[1] «Estados Unidos, ¿se reforma o se desgarra?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 26 de octubre de 2016.
[3] «El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Haïti Liberté (Haití), Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
[4] “Trump has picked a deeply disturbing hero”, Michael Gerson, The Washington Post, 16 de marzo de 2017.
[5] “Donald Trump’s ‘America First’ Foreign Policy Speech”, by Donald Trump, Voltaire Network, 27 de abril de 2016.
[6] «Balance y perspectivas de Donald Trump», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de diciembre de 2017.
[7] «La alternancia del Poder imperial», por Manlio Dinucci, Il Manifesto(Italia), Red Voltaire, 16 de noviembre de 2016.
[8] «1997-2010: La ecología financiera», por Thierry Meyssan, Оdnako(Rusia), Red Voltaire, 28 de abril de 2010.
[9] «En Estados Unidos, imperialismo contra ultraimperialismo» y «¿Guerra económica o “guerra absoluta”?», por Jean-Claude Paye, Red Voltaire, 3 de junio y 9 de junio de 2018.
[10] Security Strategy of the United States of America, White House, 18 de diciembre de 2017.
[11] “Presidential Memorandum: Organization of the National Security Council and the Homeland Security Council”, por Donald Trump, Voltaire Network, 28 de enero de 2017. «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de enero de 2017.
[12] “Presidential Memorandum: Plan to Defeat the Islamic State of Iraq and Syria”, por Donald Trump, Voltaire Network, 28 de enero de 2017. “Donald Trump’s Speech to the Arab Islamic American Summit”, por Donald Trump, Voltaire Network, 21 de mayo de 2017.
[13] “Remarks by Donald Trump at NATO Unveiling of the Article 5 and Berlin Wall Memorials”, por Donald Trump, Voltaire Network, 25 de mayo de 2017.
[14] «La OTAN no “obsoleta” se prepara con Mattis para otras guerras», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) , Red Voltaire, 16 de febrero de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario