En un
acto extraño en la política mundial, el premier libanés, Saad Hariri, anunció
el pasado 4 de noviembre su dimisión desde el territorio saudí.
El
hecho provoca muchas interrogantes como ¿por qué desde Arabia Saudí? ¿Por qué
ahora? ¿Qué consecuencias podría tener para El Líbano y el Oriente Medio? ¿Cuál
es el rol de los saudíes en este contexto?
Hariri
anuncia su dimisión
El
pasado 4 de noviembre, Hariri viajó a Arabia Saudí y a través de la cadena
televisiva de ese país, Al Arabiya, anunció su dimisión. En su comunicado se
destacan varios puntos que son de consideración: Atacó a Irán y el Movimiento
de Resistencia Islámica de El Líbano, Hezbolá por dominar su país. Dijo que lo
hizo por el temor a un atentado contra su vida y que la situación es igual a la
de 2005 cuando su padre, Rafiq Hariri, fue asesinado en un atentado en la
capital libanesa de Beirut. Además, dijo que Arabia Saudí no interviene en los
asuntos internos de su país al contrario de lo que hace Irán.
Después
de sus declaraciones, surgieron rumores que ponían de relieve otra realidad, es
decir, el rol saudí en asuntos internos de Beirut. Muchas fuentes como New York
Times, Independent y Washington Post, publicaron informaciones acerca del
arresto del premier libanés. En este sentido, Robert Fisk en un artículo
publicado en el diario británico, The Independent, aseguró: “Cuando el avión de
Saad Hariri aterrizó en Riad la noche del 3 de noviembre, lo primero que vio
fue a un grupo de policías sauditas que rodeaban el avión. Cuando subieron a
bordo, confiscaron su teléfono móvil y los de sus guardaespaldas. Así fue
silenciado el primer ministro de El Líbano”. Asimismo, el presidente libanés,
Michel Aoun, aseveró este miércoles que la retención del jefe del Gabinete del
país árabe representa una flagrante violación de la Convención de los Derechos
Humanos de Viena, y añade que ninguna circunstancia justifica que Hariri no
regrese a El Líbano.
¿Un
plan trilateral contra Irán?
Desde
la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU, en 2017, los principales
rivales de Irán en la región de Oriente Medio, es decir, Arabia Saudí y el
régimen israelí aprovecharon las políticas hostiles de Trump hacia Teherán para
presionar y registrar un cambio de sistema en el país persa.
Los
pasos importantes para materializar este objetivo se dieron con la celebración
de la Cumbre de Países Islámicos en Riad donde participaron más de 50 jefes de
estado y además contó con un invitado especial como Trump. Ahí acusaron a Irán
de ser un actor desestabilizador en la región y abordaron diferentes opciones
militares y sanciones, para aislar y limitar su influencia en Oriente Medio.
Sin embargo, fracasó este primer paso por la negativa de varios países, especialmente
la de Catar, algo que resultó en su boicot por parte de Egipto, Arabia Saudí,
Baréin, Emiratos Árabes Unidos, entre otros.
El
otro paso importante, fue la gira del secretario de Estado de EEUU, Rex
Tillerson a Oriente Medio, cuyo objetivo era crear una unidad entre los
israelíes y los árabes contra la influencia de Irán. Algo que se puede
interpretar de sus palabras declaradas a la cadena estadounidense de noticias,
NBC, cuando dijo: “Creo que hay amplia visión y amplio consenso entre todos en
la región, entre todas las naciones árabes, entre (el régimen de) Israel y
entre otras actividades desestabilizadoras de Irán en la región”, y añadió:
“Esto tiene que ver con ponerse de pie en la unidad contra Irán en
contraposición a cualquier detalle religioso particular”. Con este objetivo,
Tillerson viajó primero a Arabia Saudí, a Catar, luego Irak y Afganistán. Sin
embargo, el viaje tuvo un resultado muy limitado. Ni Doha, ni Bagdad aceptaron
la propuesta del titular estadounidense e incluso apoyaron a las iniciativas de
Irán en la región frente a Arabia Saudí.
Ante
estos fracasos diplomáticos, el triángulo fatídico (Riad, Tel Aviv y
Washington) pensó en golpear el frente de la Resistencia en la región, el
Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano, Hezbolá, que se considera como
aliado cercano de Irán en la lucha contra el régimen sionista. Razón por la
cual, decidieron repetir la misma escena de 2005 en el país árabe para
conseguir dos objetivos: perjudicar la imagen de Irán y eliminar o por lo menos
debilitar a Hezoblá en el país.
Ellos
decidieron que Hariri anunciara su dimisión desde fuera del Líbano con un tono
agresivo y llena de acusación contra Irán y Hezbolá para provocar a los
libaneses a salir a las calles contra la "intervención iraní" y el
"dominio de Hezbolá", al igual que pasó hace casi 13 años en 2005 en
El Líbano cuando luego del asesinato de Rafik Hariri, todos alzaron la voz
contra la injerencia siria y Damasco tuvo que retirar a sus fuerzas del país.
Sin embargo, no solo este plan no tuvo éxito, sino incluso el Partido del
Futuro liderado por el mismo Saad Hariri y la mayoría de las figuras
prominentes suníes del país, criticaron a Riad y pidieron el retorno del
premier. Pero tampoco parece lógico que los saudíes y sus aliados no tengan un
plan B, algo que podría ser la desestabilización de El Líbano mediante
atentados y marchas hasta las próximas elecciones que se celebrarán en mayo de
2018, y echar la culpa a Hezbolá y al presidente Michel Aoun, para que los
aliados de Irán queden eliminados y sus amigos lleguen al poder en este país.
Conclusión
Con
todo lo expuesto, hay que señalar que el triángulo fatídico todavía no solo no
ha conseguido aislar a Irán en Oriente
Medio, sino por sus malos cálculos y la mala interpretación de la situación
actual de la región, ha motivado una ola negativa contra la injerencia
saudí-israelí en los asuntos regionales, algo que se nota claramente hoy en la
escena sociopolítica libanesa tras la dictada renuncia de Saad Hariri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario