NOTA.
Es increíble que Rusia actualmente sea, aunque cismática, mas católica que la
actual Iglesia Modernista la cual NO TIENE NADA DE CATOLICA. La Iglesia
Ortodoxa rusa a pesar de los pesares, sigue manteniendo los principios católicos
y morales, a que se debe este fenómeno raro? La separación de occidente desde
el año 1000 de nuestra marco, en cierta manera, una separación de Roma Catolica
en aquellos momentos cruciales en la vida de un país y si bien es cismática eso
no fue obstáculo para mantener su religión que emana de la católica en un
autentico sentido de la palabra. Los siglos no han quitado ese catolicismo al
que llaman cristiano por venir de la Iglesia primitiva a pesar de los grandes
avatares a los que se ha visto constreñida a soportar en los cuales soporto
crueles persecuciones y origino muchos mártires cuyo martirio será reconocido algún
día por la verdadera Iglesia Católica la cual, en la actualidad sufre una de
sus mayores persecuciones en virtud del enemigo que ya se encuentra dentro de
su ceno. Esta NUEVA IGLESIA no tiene ninguna relación con la Iglesia de siempre
menos con la Ortodoxa rusa a la cual llama a su ceno, pero los jerarcas ortodoxos
rusos de ninguna manera quieren saber nada de estos lobos con piel de oveja.
Muchos intentos por parte de los MODERNISTAS se han hecho para unirlos y así
disfrutar según ellos de una “plena comunión”, pero estos se han visto
frustrados permanentemente si llegar hasta el momento a nada. Puede considerarse
este hecho como una triste realidad? De ninguna manera, porque habría de
arriesgar su tesoro milenario a unos piratas sin religión ni fe? La providencia
escribe en renglones torcidos y en ellos ha escrito de forma misteriosa el
papel que esta ejercerá aun por encima de la Iglesia Modernista si que ella
pueda parar de ninguna manera el torrente avasallador de unaortodoxia que,
aunque cismática, sin embargo aun mantiene el fermento verdadero de la religión
católica verdadera a la cual fermentara de nuevo no sin antes un cataclismo, razón
por la cual, mientras esta iglesia modernista dure nunca Rusia se “convertirá a
ella” simplemente porque son dos polos totalmente opuestos que no convergen en ningún
momento ni convergerán hasta qe la verdadera Iglesia vuelva a ser restaurada
VI. LOS TRES PRINCIPALES GRADOS DEL PROCESO
COSMOGÓNICO.
En la
mente divina, los cielos y la tierra, el mundo superior y el mundo inferior,
fueron creados juntamente en un solo principio que es la Sabiduría substancial,
la unidad absoluta del todo. La unión de los cielos y la tierra, fundada en
principio (re'shith), al comienzo de la obra creadora, debe realizarse de hecho
en el proceso cosmogónico e histórico que ha de concluir en la perfecta
manifestación de esa unidad en el Reino de Dios (Malkhuth).
La
unión realizada actualmente supone una separación previa, que se manifiesta en
la existencia caótica de la Tierra, existencia vacía y estéril, sumergida en
las tinieblas (joshek) y en el abismo (th'hom). Había que colmar el abismo,
iluminar las tinieblas, hacer fecundo el seno estéril y, por último, mediante
la combinada acción de los dos mundos, producir una existencia semiterrestre y
semiceleste, capaz de comprender en su unidad a la totalidad de la criatura y
vincularla a Dios con libre y viviente lazo, encarnando en una forma creada a
la eterna Sabiduría divina.
El
proceso cósmico es la unificación sucesiva del mundo inferior o terrestre, cuyo origen fue el estado caótico y discordante: thohu
vabohu. En ese proceso, según lo revela el sagrado relato del Génesis, vemos a
dos principios o factores productivos : el uno
absolutamente activo, Dios con su Verbo y su Espíritu; el otro que en parte
coopera con su propia fuerza al orden y plan divinos y los realiza, y en parte
sólo ofrece un elemento puramente pasivo y material. En efecto, cuando
se trata de producir las plantas y los animales, dice el texto: «Vayo'mer
JElohira, tad'she' ha 'arets deshe' jeseb maz'riaj zeraj, etc.» «Et dixit Deus:
germinet térra herbam virentem et facientem semen, etc.» Y en seguida:
«.Vatotse' ha'arets deshe jeseb maz'riaj zeraj l'minehu, etc.» «Et produxit
térra herbam virentem et facientem semen juxta genus suum.» Y más adelante:
uVayo'mer /Elohim: toise' ha'aréis, nephesh jayah Vminah, etc.» «Dixit quoque
Deus: Producat terra animam viventem in genere suo.» Es, pues, evidente que
Dios no crea inmediatamente las diferentes manifestaciones de la vida física,
sino que sólo determina, dirige y ordena la fuerza productiva de ese agente
llamado tierra, es decir, la naturaleza terrestre, la materia prima, el alma
del mundo inferior.
En sí
misma dicha alma es sólo una fuerza indeterminada y desordenada, pero capaz de
aspirar a la unidad divina, deseosa de reunirse con los cielos. Y sobre ese
deseo obran el Verbo y el Espíritu de Dios, sugiriendo al alma ignorante las
formas cada vez más perfectas de la conjunción de lo celeste y lo terrestre y
determinándola a realizarlas en el medio del mundo inferior.
Pero
como el alma de este mundo es en sí una dualidad indefinida (aoristos dyas), también
es accesible a la acción del principio anti divino que, no habiendo podido
dominar a la Sabiduría superior, obsesiona a su antitipo inferior, el alma del
mundo, para obligarla a permanecer en el caos y en la discordia y, en lugar de
realizar en formas armónicas y regularmente ascendentes la conjunción de los
cielos y la tierra, llevarla a producir monstruos desordenados y fantásticos.
De
este modo el proceso cósmico, que es, por un lado, encuentro pacífico, amor y
matrimonio de los agentes, celeste y terrestre, es, por el otro, lucha mortal
entre el Verbo divino y el principio infernal por la posesión del alma del
mundo. De ello se sigue que la obra de la creación, en cuanto proceso
doblemente complicado, sólo puede producirse en forma lenta y gradual.
Que
ella no sea obra inmediata de Dios, la Biblia acaba de declararlo formalmente.
Y el hecho confirma ampliamente la palabra sagrada. Si la creación de nuestro
mundo físico emanara directa y exclusivamente de Dios mismo, sería una obra
perfecta en absoluto, una producción serena y armónica, no sólo en el todo,
sino en cada una de sus partes. (La creación no es una obra ab intra, es decir,
que este dentro de la trinidad sino una obra ad extra fuera del seno
trinitario)
Mas la
realidad está lejos de corresponder a tal idea.
Solamente
desde su punto de vista que todo lo abarca (kol 'asher jasah) (1), con una
mirada —sub specie eternitatis— puede Dios declarar que la creación es
perfecta: tob maod, val de bona. En cuanto a las diferentes partes de la obra
consideradas en sí mismas, no merecen en la palabra de Dios más que una
aprobación relativa o ninguna. En esto, como en todo lo demás, la Biblia está
de acuerdo con la experiencia humana y la verdad científica.
Si
consideramos al mundo terrestre en su estado actual y sobre todo en su historia
geológica y paleontológica, muy bien documentada en nuestro tiempo, descubrimos
en él los aspectos característicos de un laborioso proceso, determinado por
principios heterogéneos que solamente a la larga y mediante grandes esfuerzos
alcanzan unidad estable y armónica, Nada se parece menos que esto a una obra
absolutamente perfecta que procediera directamente de un solo artifex divino.
Nuestra historia cósmica es un lento y doloroso alumbramiento. Vemos en ella
signos manifiestos de lucha interior, sacudimientos y convulsiones violentas,
tanteos a ciegas, esbozos inconclusos de creaciones fracasadas, nacimientos
monstruosos y abortos.
Todos
aquellos monstruos antediluvianos, aquellos paleozoa, megaterios,
plesiosaurios, ictiosaurios, pterodáctilos, etc., ¿pueden acaso pertenecer a la
creación perfecta e inmediata de Dios? Si cada especie de esas criaturas
monstruosas fuera tob maod, valde bona, ¿por qué han desaparecido
definitivamente de nuestra tierra, dando lugar a formas más acabadas, más
armoniosas y mejor equilibradas? La creación es un proceso gradual y laborioso.
Esta es una verdad bíblica y filosófica, tanto como un dato de ciencia natural.
Como el proceso supone la imperfección, supone por lo mismo un progreso determinado,
que consiste en la unificación cada vez más profunda y completa de los
elementos materiales y las fuerzas anárquicas, en la transformación del caos en
cosmos, en cuerpo vivo capaz de servir para la encarnación de la Sabiduría
divina. Sin entrar en detalles cosmogónicos, señalaré únicamente los tres
principales grados concretos del proceso unificador.
Ya
indicamos el primer grado, determinado por la gravitación universal, que hace
del mundo inferior una masa relativamente compacta y crea el cuerpo material
del universo. Esta es la unidad mecánica del todo.
Aun
cuando las partes del universo sean una a otra exteriores, están libadas en
conjunto por una cadena indisoluble: la fuerza de atracción. Por más que
persistan en su egoísmo, éste es desmentido por la inclinación invencible que
empuja a una Hacía otra, manifestación primordial del altruismo cósmico. Logra
en ello el alma del mundo su primera realización como unidad universal v
celebra su primera unión con la divina Sabiduría.
Pero,
excitada por el Verbo creador, aspira a más perfecta unidad, y con esta
aspiración se desprende la masa ponderable y transforma su poder en otra
materia sutilizada y rarificada que llaman éter. El Verbo se apodera de esta
materia idealizada como del vehículo propio de su acción formadora, proyecta
fluidos imponderables hacia todas las partes del universo, envuelve a los
diversos miembros del cuerpo cósmico en una red etérea, manifiesta las
diferencias relativas de estas partes, las pone en relaciones definidas y crea
así la Segunda unidad cósmica, más perfecta e ideal: la unidad dinámica
realizada por la luz, la electricidad
y los
demás imponderables, que sólo son modificaciones o transformaciones del mismo y
único agente.
El
carácter de este agente es el puro altruismo, es una expansión ilimitada, un
continuo acto de darse.
Por
perfecta que sea en sí misma la unidad dinámica del mundo, sólo consigue
envolver la masa material en todas sus partes, pero no se apodera interiormente
de ellas, no las penetra hasta el fondo de su ser, no las regenera. El alma del
mundo, la tierra, y en el éter luminoso la imagen ideal de su celeste amado,
pero no se une realmente a él.
Sin
embargo, ella aspira siempre a la unión, no quiere limitarse a contemplar los
cielos y los astros brillantes, a bañarse en los fluidos etéreos. Absorbe la
luz, la transforma en fuego vital y, como fruto de esta nueva unión, produce de
sus entrañas toda ánima viviente en los dos reinos de las plantas y los
animales.
Esta
nueva unidad, la unidad orgánica, que tiene como base y como medio la materia
inorgánica y los fluidos etéreos, es tanto más perfecta cuanto con alma más
activa y universal forma y gobierna un cuerpo más complicado. En las plantas la
vida se manifiesta objetivamente en sus formas orgánicas; ella es, además
sentida por los animales en sus movimientos y efectos subjetivos; y, por
último, es comprendida por el hombre en su principio absoluto.
La
tierra, vacía, tenebrosa e informe en su origen, luego gradualmente envuelta
por la luz, formada y diferenciada, la tierra, que, recién en la tercera época
cosmogónica, sintiera vagamente, y confusamente expresara como en un sueño, su
potencia creadora en las formas de la vida -vegetal —esas primeras conjunciones
del polvo terrestre con la belleza de los cielos—, la tierra, que en ese mundo
de las plantas, sale por vez primera de sí misma en el libre movimiento de los
cuadrúpedos y se eleva sobre sí en el vuelo aéreo de ;as aves, la tierra,
después de haber difundido su ánima viviente en las innumerables especies de la
vida vegetal y animal, se concentra por fin, entra en sí y reviste la forma que
ha de permitirle encontrar a Dios cara a cara y recibir directamente de Él, el
soplo de la vida espiritual. Entonces la tierra conoce al cielo y es conocida
por él. Entonces los dos términos de la creación, lo divino y lo extra divino,
lo superior y lo inferior, se convierten realmente en uno, se unen actualmente
y gozan con su unión. Porque no puede conocerse verdaderamente sino por una
unión real, ya aunque el conocimiento perfecto debe ser realizado y la unión
real debe ser idealizada para que llegue a ser
perfecta. Por esto la unión por excelencia, la de los sexos, es llamada
por la Biblia conocimiento.
La
Sabiduría eterna, que es en principio la unidad de todo y enteramente la unidad
de los opuestos —unidad libre y recíproca—, halla por fin un sujeto en el cual
y por el cual pueda realizarse completamente. Lo encuentra y se regocija. «Mis delicias —dice—, mi gozo por excelencia
con los hijos del Hombre.»
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