La
misma idea en Bernardo Lazare:
"El
Talmud formó a la nación judía después de su dispersión… fue el molde del alma judía, el creador de la raza." (2)
Pero
el Talmud ya no lo leen sino los rabinos; la mayo· ría de los judíos ignora la
lengua (un antiguo caldeo muy difícil) en que está escrito.
Es
verdad: el judío moderno ha perdido las ideas sobrenaturales; no cree en Dios y
si observa algún rito religioso no es por piedad, sino por nacionalismo.
El no
lee el Talmud, pero su rabino lo lee, y eso basta para que el fuerte espíritu
de la obra se difunda en ese pueblo que ve en sus sacerdotes a los conductores
de la raza.
"El
judío irreligioso y a veces ateo, dice Lazare, subsiste porque tiene la creencia
de su raza. Ha conservado su orgullo nacional; se imagina ser una individualidad
superior, un ser diferente de los que le rodean, y esta convicción le impide
asimilarse; porque siendo exclusivista, rehúsa mezclarse por el matrimonio con
los otros pueblos." (3)
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(1)Weill : "Le Judaisme, ses dogmes
et sa mission".
Introd. génerale. Paris, A la Librairie israélite, 1866,
pág. 135.
(2) Lazare:
"L´Antisemitisme". Jean Crés. París, 1934 t. l.
(3) Lazare: "Op. cit.",
t. I, pág. 138.
(3) Espíritu del
Talmud: orgullo y astucia.-El Talmud ha suplantado a la Biblia.-Los rabinos
mataron a los profetas. Maimónides, ejemplo de astucia.-El gobierno judío es una
sociedad secreta.-El Kahal.-Misterio ambulante.
¿Cuál
es, pues, el espíritu de ese libro, que ha preservado a Israel de fundirse en
la masa de los pueblos cristianos? En dos palabras: el orgullo nacional y la astucia.
Dejaré
otra vez la palabra a grandes escritores judíos, que son testigos insospechables
de parcialidad en contra de Israel.
Sin
embargo, no se tema que un buen israelita pueda ofenderse porque le digan
orgulloso y astuto. La simplicidad y la humildad son virtudes del Evangelio, no
del Talmud.
"El
punto de vista utilitario de la moral judía, dice un escritor religioso de esa nacionalidad,
aparece en el término mismo con que designan su ideal aquellos que la enseñan:
el término hokma, sabiduría.
"Mas
no entienden que sabiduría sea conocimiento de Dios y mucho menos especulación
filosófica, sino posesión de los medios prácticos para llegar al fin de la vida
que es la felicidad: la sabiduría es, pues, la habilidad, la prudencia."
(1)
Quien
dice habilidad y prudencia, dice astucia. No hay nao da más sutil y travieso
que la casuística de un rabino, experto en el Talmud.
Diremos
en pocas palabras lo que es el Talmud. Los judíos desde la más remota
antigüedad reconocían una ley oral, con que se interpretaba la ley escrita (de
Moisés y sus profetas).
Esta
ley oral se llamaba Mischna (segunda ley) y con el andar de los siglos llegó a
ser infinitamente copiosa y confirió un poder inmenso a los doctores que la
conocían y la interpretaban.
Pero
la vida entera de un hombre no bastaba para aprender de memoria y trasmitir de
palabra a un sucesor aquella colosal legislación, y se fueron perdiendo
millares de reglas.
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(1) Ad. Lods: "Les Prophetes
d'Israel". París, La Renaissance du Livre, 1935, pág. 374.
En el
siglo II (era cristiana), el Rabino Jehuda el Santo, condolido de la desaparición
paulatina de tantas religiones, resolvió recogerlas por escrito, violando con
ello cierta regla que lo prohibía.
Convocó
un sínodo de doctores y empezó la redacción de la Mischna, y luego aparecieron
los comentarios de los rabinos, o sea la Guemara.
Estos
comentarios constituyen, el Talmud. Casi simultáneamente se redactaron dos: uno
en Tiberíades, que se llamó-Talmud de Jerusalén, y otro en Babilonia, que lleva
su nombre. Este es el más acreditado y el que generalmente se cita.
No
sólo contiene todas las grandes cuestiones teológicas y filosóficas que interesan
a la humanidad, y se refieren a la naturaleza y a la creación del hombre, al
alma, a la vida futura, a la resurrección, metempsicosis, cielo e infierno, ángeles
y demonios, deshiladas en hebras finísimas, verdaderos cabellos partidos en
cuatro; sino también innumerables leyendas, poéticas y pueriles, graves y ridículas;
y nociones acerca de todo, agricultura y matemáticas, higiene y astronomía,
metafísica e historia sagrada. . . El lector pierde la paciencia y pasa de la
admiración a la sorpresa, a la indignación misma, atraído y desorientado
alternativamente por aquel fárrago de contradicciones y de extravagancias, de
grandeza y de puerilidad, de profundidad y de pornografía. . .
Y si
considera que el Talmud ha sido casi dos mil años el alimento espiritual de
todo un pueblo, y ha suplantado a la Biblia, no puede menos de caer en profundo
estupor.
Recordemos
la acerba palabra de uno de sus Profetas:
“He aquí, que para la mentira ha trabajado la pluma engañadora de
los escribas." (Jeremías, 8.8.)
Los
rabinos mataron a los profetas, y su casuística utilitaria y astuta, sirvió maravillosamente
para que aquel pueblo odiado y perseguido, se doblegara bajo la persecución y
se adaptara y subsistiera y prosperase.
"El
Talmud y las legislaciones anti judías, dice Bernardo Lazare, corrompieron
profundamente al judío."
Más
adelante completa así su pensamiento:
"En
esta guerra que, para vivir, tuvo el judío que librar contra el mundo no pudo
salir vencedor sino por la intriga. Y este miserable, condenado a las humillaciones
y a los insultos, obligado a agachar la cabeza bajo los golpes, bajo los
vejámenes, bajo las invectivas, no pudo vengarse de sus enemigos, de sus verdugos
sino por la astucia.
"El
robo y la mala fe fueron sus armas, las únicas armas de que pudo servirse, y
así se ingenió para afilarlas, complicarlas, disimular.” (1)
Siento
la necesidad de repetir que B. Lazare es un escritor judío que goza de gran
autoridad.
Y lo
que afirma podría ilustrarse con ejemplos. Básteme citar uno solo, por la actualidad
que tiene.
Hace
poco tiempo los judíos han celebrado el octavo centenario del nacimiento de
Maimónides (30 de marzo de 1135) con entusiastas ceremonias, conferencias,
escritos que nos presentan al sabio cordobés como un Tomás de Aquino de la
Sinagoga.
Era
ciertamente un hombre extraordinario, pero en la Iglesia católica no hubiera
llegado a los altares.
Rabino
perfectísimo, por su ciencia, por su intolerancia y por su astucia, escribió un
libro que puede considerarse un segundo Talmud, la Mischna-Thora.
De una
ortodoxia audaz y al mismo tiempo rígida, no consideraba verdadero israelita al
que discrepaba en cualquier punto con su doctrina.
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(1) B. Lazare: "L'
Antisemitisme". Jean Crés, París, 1934, t. II, pág. 231.
Pues
bien, "es un hecho extraño, pero del que no se puede dudar, que el mayor
doctor de la Sinagoga, a quien llamaban la antorcha de Israel, la luz del Oriente
y del Occidente y a quien un adagio presentaba como un nuevo Moisés, durante
diez y seis o diez y siete años ha profesado exteriormente la doctrina musulmana."
(1)
No nos
escandalicemos demasiado de esta aparente apostaría, que no era más que un
rasgo de astucia talmúdica. Maimónides tenía en El Cairo el empleo altamente
provechoso de médico a sueldo del emperador Saladino.
Además,
era autor de una obra en que sostenía ser ilícito apostatar aparentemente.
Los
rabinos del Talmud, han trabajado, pues, el barro milenario de los judíos bíblicos,
duros y rezongones, y han hecho al judío de los Protocolos de los Sabios de
Sión. (2)
Pocos
problemas tan difíciles de resolver como los que se relacionan con el gobierno
interior de este pueblo. No hay misterio mejor guardado que el de sus telones.
El gobierno
judío es una verdadera sociedad secreta.
Y así
como en todas las sociedades secretas existen iniciados que no pasan de las
últimas filas, y no penetran jamás en las bambalinas, ni llegan a conocer a los
directores de las figuras que ven moverse en el proscenio, así en el judaísmo
hay circuncisos de absoluta buena fe, que ignoran la constitución y hasta la existencia
misma del Kaha1, es decir, de la autoridad que desde la sombra gobierna a su
nación.
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(1) Fr.anck: "Dictionnaire des Sciences Philosophiques",
artíc. Maimlónides.
(2) Sin pronunciarme
sobre la insoluble cuestión de la autenticidad de los "Protocolos",
me limitaré a decir que con buenas palabras de judíos alegan que son falsos;
pero con hechos, todos los días nos prueban que son verdaderos. Los
"Protocolos" serán falsos... pero se cumplen maravillosamente.
El
poeta Heine, que era judío y sabía a qué atenerse, ha dicho:
"Las
acciones y los gestos de los judíos, al igual que sus costumbres, son cosas
ignoradas del mundo. Se cree conocer· los porque se ha visto su barba; pero no
se ha visto nada más que eso, y, como en la Edad Media, los judíos continúan
siendo un misterio ambulante."
4. El becerro de oro Israel, he aquí tu Dios!-¿Ironía del texto
sagrado? ¿Profecía? El judío no es productor.-Un texto del Talmud sobre la
agricultura.-EI oro única riqueza.
Israel,
lleva en su propio nombre un poco de su destino. Israel significa en hebreo: el
que lucha contra Dios. (Gen. 33, 28.) Y, en efecto, la historia del pueblo
escogido es la batalla de Dios, que quiere conducirlo por los caminos de su
providencia y se estrella en su rebeldía y obstinación.
"Desde
el día que salisteis del país de Egipto, hasta que en trasteis en este lugar
(la tierra prometida) habéis sido rebeldes a Jehovah." (Deuter., 9. 7.)
Colmado
de promesas y de favores, libertado milagrosamente de la esclavitud de los
egipcios, apenas se aleja Moisés, empieza a rezongar, y pide a Aarón, Sumo
Sacerdote de Jehovah, que le fabrique un ídolo para adorarlo.
Aarón
consiente; recoge las joyas de las mujeres, las funde fábrica un becerro de oro
y lo presenta al pueblo:
"Israel, ¡he ahí tu Dios!" (Exodo, 32, 4.)
Estas
palabras fueron de los israelitas, según el sagrado texto. Seguramente fueron
también las de Aarón.
Pero
el hermano de Moisés ¿con qué espíritu las pronunció? ¿Fue un ironista o un
profeta?
Quiso
decirles: ¿a qué me pedís un dios, si ya lo tenéis y lo
adoráis en secreto, y es el oro? ¿O pretendió anunciarles cuál sería su
destino y el móvil de su futura política?
-¡No
sé! Sin embargo, sospecho que cuando en la Sinagoga, el rabino desenvuelve el
venerable rollo de la Thora, donde sobre una piel escrupulosamente preparada
está escrito el Pentateuco, al exponer el pasaje del becerro de oro, debe
sentir la misma perplejidad. ¿Profecía? ¿Ironía? Y
no sabiendo cómo resolver la cuestión, se encogerá de hombros. ¿Qué importa? Al fin y al cabo, el amor al oro está
prescrito en sus libros santos. El Zohar, comentando las bendiciones de la
Biblia, afirma que: "La bendición en la tierra
consiste en la riqueza." (1-87 b.)
Pero
el judío no es productor. Prefiere ganar la riqueza por el intercambio. Al servir
de intermediario entre los que producen y los que compran, algo queda siempre
en sus manos, y se acumula y constituye su capital.
No se
aviene sino con las ocupaciones sin raíces, que le permiten estar de paso en
todas partes: el pequeño comercio, la pequeña industria, el préstamo, la comisión,
la banca. Y en los últimos tiempos, las profesiones liberales.
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