§ 1. LA VIRGEN PRE-FIGURADA
El
primer fundamento y la primera fuente de la devoción al santísimo ¡Corazón de
la bienaventurada Virgen, es el Corazón adorable del Padre eterno, y el amor
incomparable de que está lleno este corazón inmenso para con la amabilísima
Madre de su Hijo bien-amado. Amor que le ha llevado a darnos muchísimas bellas
figuras y excelentes representaciones del dignísimo Corazón de esta divina
Madre.
Este
Padre Todopoderoso, a quien le son atribuidas especialmente la creación del
mundo y la institución y gobierno de la Ley antigua, le ha agradado darnos a
conocer con variedad de figuras y expresiones en todas las partes del universo
y en todos los misterios, sacrificios y ceremonias de la antigua ley, a Aquél
por el que ha hecho y ha querido rehacer y reparar todas las cosas, que es el
fin y la perfección de la misma ley; esto es lo que le hace llevar en la
Escritura los nombres y las cualidades de cielo, de sol, de lluvia, de rocío,
de fuente, de río, de mar, de tierra, de águila, de león, de cordero, de
piedra, de lirio, de viña, de vino, de trigo, y otras muchas cosas semejantes;
puesto que todas estas cosas son representaciones y figuras de este
Hombre-Dios, y de sus diversas cualidades y perfecciones; como el maná, el
cordero pascual, todas las víctimas y todas las otras cosas de la ley mosaica
eran también sombras de El mismo y de los misterios que debió obrar en la
tierra.
También
este Padre divino ha tenido un singular contento en pintarnos a aquélla que ha
elegido desde toda la eternidad para ser la Madre de este adorable Reparador,
tanto en el estado de este mundo visible como en el de la ley de Moisés. Es
aquélla, dice San Jerónimo (1), que los profetas han predicho largo tiempo
antes de su nacimiento, la que han designado los patriarcas por muchas figuras,
y la que los Evangelistas nos han anunciado. Es aquélla, dice San Ildefonso
(2), en la cual se terminan todas las predicciones de los profetas y todos los
enigmas de las Escrituras: "El Espíritu Santo, dice el mismo Santo Doctor,
la ha predicho por los profetas, la ha anunciado por los divinos oráculos, la
dio a conocer, la ha manifestado por medio de las figuras, la ha prometido por
las cosas que le han precedido, la ha perfeccionado por las que la han
seguido" (3) .
San
Juan Damasceno dice que el paraíso terrestre, el arca de Noé, la zarza ardiendo,
las tablas de la Ley, el Arca del Testamento, el vaso de oro que conservaba una
porción del maná, el candelero de oro que estaba en el Tabernáculo, la mesa de
los panes de la proposición, la vara de Airón, el horno de Babilonia, eran
también figuras de esta Virgen incomparable (4).
Hugo
de San Victor la encarecía hablando de esta manera: "Ciertamente,
dice, todo lo que hay de laudable y de excelente en las Escrituras y en todas
las criaturas, puede ser empleado en alabanzas de María, Madre de Dios. Como
es, pues, una aurora que precede a la venida del verdadero sol, es también una
flor en belleza, un panal de miel en dulzura, una violeta en humildad, una rosa
en caridad, un lirio en pureza, una viña que llena la tierra y el cielo de su
fruto delicioso, un perfume compuesto de todas clases de olores aromáticos,
cuyo dulcísimo olor se extiende por todo el universo, una fortaleza
inconquistable, una muralla y una torre inexpugnable, un escudo impenetrable,
una columna inquebrantable, una esposa cuya fidelidad es inviolable, una amiga
cuyo amor no tiene igual, una madre cuya fecundidad es toda divina, una virgen
cuya integridad es inmaculada, una señora en poder y dignidad, una reina en
majestad, una oveja en inocencia, un cordero en candor y pureza, una paloma en
sencillez, una tórtola en castidad" ( 5 ) .
San
Bernardo avanza todavía más. He aquí sus pensamientos: "La soberana
¡Señora de todas las cosas, dice, no es solamente un cielo y un firmamento, más
firme que todos los firmamentos; sino que tiene muchos otros nombres y es
designada y significada por muchas otras cosas. Es el tabernáculo de Dios, su
templo, su mansión, su cámara, su lecho nupcial, el arca del diluvio, la paloma
que lleva el ramo de paz, el arca de la alianza, la vara milagrosa de Moisés,
el vaso de oro lleno de maná, la vara floreciente de Aarón, el vellocino de
lana de Gedeón, la puerta de Ezequiel. Es la Estrella de la mañana, la aurora
que nos anuncia la venida del sol, es una lámpara ardiente y luciente, la
trompeta que anima a los soldados de Jesucristo al combate y que llena de
terror a sus enemigos, una montaña que está por encima de todas las otras
montañas, es la fuente de los jardines, es el lirio de los valles, es un desierto
lleno de misterios y de prodigios, es la columna de nube y de fuego, es la
tierra prometida de donde mana leche y miel. Es la estrella del mar, es un
navío que Dios nos ha dado para pasar con seguridad el mar peligrosísimo de
este mundo, el camino que es necesario seguir para llegar felizmente al puerto,
una divina red de la cual Dios se sirve para pescar las almas, la viña del
Señor, su campo, su granja.
Es el
establo sagrado de Belén, el santo pesebre del niño Jesús. Es el palacio del
gran Rey, su gabinete, su fortaleza, su ejército, su pueblo, su reino, su
sacerdote. Es la queridísima oveja del soberano Pastor, la Madre y la nodriza
de sus otras ovejas y de sus corderos. Es el verdadero paraíso terrestre, el
árbol que lleva el fruto de vida. Es una bellísima y preciosísima túnica de la
cual Dios está revestido, es una perla de precio inestimable. Es el candelabro
de oro de la casa de Dios, la mesa de los panes de la proposición. Es la corona
del Rey eterno, su cetro, el pan que alimenta a sus hijos, el vino que llena
sus corazones de alegría, el aceite que los ilumina, que los repara, que los
fortifica.
Es el
cedro de Líbano, el ciprés de la montaña de Sión, la palma de Cades, la rosa de
Jericó, la hermosa oliva de los campos, el plátano que está plantado a las
orillas de las aguas, el cinamomo y el bálsamo, cuyo olor es tan dulce, la
mirra exquisita y elegida cuyo olor es tan agradable, el incienso que esparce su
perfume por todos los lados. Es el nardo, el azafrán y el azúcar de quien el
Espíritu Santo hace mención en el Capítulo cuarto de los Cantares. Es la
hermana y la esposa, la hija y la Madre a un mismo tiempo.
Y para
concluir, en una palabra, es de ella, por causa de ella, para ella, para quien
está hecha toda la Escritura Santa. Por ella ha sido, hecho todo el mundo. Es
la que está llena de la gracia de Dios, por su mediación el mundo. ha sido
rescatado, el Verbo divino se ha hecho, carne, Dios se ha humillado hasta lo
infinito, y el hombre ha sido exaltado tanto como puede serlo»(6).
2. TIPOLOGÍA MARIANA
Ricardo
de San Lorenzo (7) se extiende todavía más lejos, haciéndonos ver más de cuatrocientas
cosas sacadas de la Escritura Santa y de otras partes, que nos representan a la
persona de la sacratísima Madre de Dios, con sus misterios, sus cualidades y
sus virtudes.
Porque
advertid, si os place, cómo el Padre eterno, no contentándose con
representarnos la persona de su Hijo Jesús en la de Abel, de Noé, de
Melquisedeq, de Isaac, de Jacob, de José, de Moisés, de Aarón, de Josué, de
Sansón, de Job, de David y de muchos otros santos que han precedido al tiempo
de su
venida a la tierra, nos ha querido dar todavía muchas bellas representaciones
en detalle de sus misterios, como el de su divino matrimonio con la naturaleza humana
por el misterio de la Encarnación, de ¿su Pasión, de su Muerte, de su
Resurrección, de su Ascensión: as¡ tampoco no le bastó figurar y representar a
la persona de la queridísima Madre de este amadísimo Hijo, en la de María,
hermana de Moisés y de Aarón, en la de la profetisa Débora, de la sabia
Abigail, de la prudente Thecuita, de la casta y generosa Judit, de la bella y
santa Esther, y de muchas otras parecidas: sino que además de esto, nos ha
querido dar retratos e imágenes singulares de sus misterios, de sus cualidades,
de sus virtudes y también de las demás nobles facultades de su cuerpo virginal.
Lo que se ve en muchos lugares de las Santas Escrituras, especialmente en el capítulo
veinticuatro del Eclesiástico y en el libro de los Cantares: donde su
concepción inmaculada está representada por el lirio que nace en medio de las
espinas sin ser herido; su nacimiento, por el de la aurora, que señala el fin
de la noche y el comienzo del día; su Asunción al cielo por el arca de la alianza
que San Juan vio en el cielo como el testimonio al capítulo once de su
Apocalipsis; la eminencia sublimísima de su dignidad, de su poder y de su
santidad, por la altura de los cedros del Líbano; su caridad, por la rosa; su
humildad por el nardo; su paciencia por la palmera; su misericordia por el
olivo; su virginidad, por la puerta cerrada del templo que Dios hizo ver al profeta
Ezequiel; su cabeza, por el monte Carmelo; sus cabellos, por la púrpura del
rey; sus ojos por los ojos de palomas y por las piscinas de Hesebon; sus
mejillas, por las de la tórtola; su cuello, por la torre de marfil.
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