Si te desanimo un poco el artículo anterior consuela tu alma con
este otro. Ya que para muchas almas aquel es una gotita de hiel y este una
gotita de miel, disfrútalo
REFIERE el Santo Evangelio que después de un ensayo
de misión apostólica que hicieron los discípulos, Jesús les dijo: Venite seorsum.
et requiesciie pusillum Venid aparte y descansad un poco.
Nada nos dice el Evangelio de cómo fue ese descanso,
pero fácilmente podemos vislumbrar lo que contendría de paz, de amor, de
felicidad, ese retiro secreto e íntimo que pasaron los apóstoles con Jesús.
Hay ocasiones en la vida en que Dios se acerca al
alma y le dice palabras análogas para invitarla, con inmensa ternura, a
descansar dulcemente en su Corazón divino y, - ¿me atreveré a decirlo?, para
rogarle que lo deje descansar en ella...
El pleno descanso en el seno de Dios es el cielo,
porque la tierra es siempre lugar de trabajo, de vicisitudes, de dolor. El alma
suspira por ser libertada de las inquietudes de esta vida, como San Pablo
anhelaba verse desatado para vivir con Cristo.
Pero El, el amigo divino, se complace en conceder en
la tierra a las almas que ama como ensayos de la bienaventuranza en el cielo de
su divino Corazón, ¡no es un cielo ese. Corazón incomparable brindándoles en el descanso en la luz, en la pureza, en el
amor, en la paz...
Nuestro pobre corazón suspira por este descanso, porque
nacimos para el cielo. El trabajo, el dolor, los sufrimientos de este mundo,
por meritorios que sean, no constituyen el ambiente definitivo de nuestra alma.
Nuestra atmósfera es el descanso en Dios y lo forman
esas cosas divinas de que he hablado, la luz, la pureza, el amor, la paz.
Seguiremos respirando la atmósfera pesada de acá
abajo; pero Jesús concede a las almas cuando le place esos divinos paréntesis
de descanso y de paz, como se los concedió a sus discípulos después de su
misión apostólica.
Abrece entonces para el alma escogida el oasis'
divino del Corazón de Jesús, cielo escondido y dulcísimo, en el que encontrará
inefable descanso.
Que se apresure el alma a arrojar sus cuidados y
preocupaciones en las llamas del Corazón de Cristo que todo lo devoran, y que
entre confiada y dichosa en el lugar de su descanso, y ahí viva, y ahí S€
sacie, y ahí se embriague de luz y de amor.
Debe al mismo tiempo olvidarse de las cosas de la
tierra para llenarse de Jesús, para henchir su espíritu del esplendor de ese
Corazón que tanto la ama, Y' del fuego santo, de la celestial ternura, de la
vida inmortal que en esa divina ánfora se encierra.
Olvido y entrega han de ser las disposiciones del alma
para descansar en Dios. j Olvido de amor ! ¡Entrega de amor! ¿No es por ventura
el amor 001 vi do, y entrega? Para amar hay que olvidarlo todo y concentrar la
mirada, el corazón y la vida en el Amado.
Por eso lo llama la Escritura "escogido entre
millares:" Como al amanecer se apagan todas las estrellas para que brille
en el cielo el sol, soberano y único; así también, para que se realice en las
almas el misterio del amor, aunque borrara todas las criaturas que cintilaban
en la noche de nuestra vida, para que como sol divino llene- Jesús nuestras-
almas con su amor victorioso y en cada etapa del amor y en, cada uno de sus
inefables misterios, es preciso un nuevo olvido para que fulgure un nuevo s01
de amor.
Sí, el amor divino exige un olvido perfecto de todas
las cosas de la tierra. "Oye, hija, - dice el Señor al alma, olvídate de
tu pueblo y de la casa de tu padre, porque el Rey ha codiciado tu
hermosura."
Como Moisés, él alma debe olvidarse de las cosas de
Egipto para que con los pies desnudos y el alma ungida de silencio penetre en
el desierto del amor y contemple en la zarza ardiente la visión divina.
Alegrías y temores, solicitudes y esperanzas, todo lo a de olvidar…, y en el
silencio de todas las criaturas, Jesús aparecerá entonces corno el único, como
el soberano, como el Sol de amor que impregne de luz y de vida todo su ser.
Si el amor es olvido es porque es plenitud; plenitud
del Amado, olvido de todo lo que no es El Por eso el olvido de todas las cosas
debe ir acompañado de una entrega nueva, nueva por su perfecta plenitud, nueva
por la novedad' que tiene todo lo que es definitivo y eterno.
Aun cuando el alma haya sido siempre de Jesús,
porque haya sido su único amor, porque a
Él le haya consagrado todos sus instantes, porque lo haya embalsamado siempre
con el perfume de sus dolores; sin embargo, Jesús quiere que el alma se le
entregue más perfectamente, porque más Íntimamente quiere poseerla.
¡Si supiéramos cómo anhela Dios poseernos! El amor
es posesión, y como el amor es insaciable, porque es el infinito o. tiene un
destello de él, jamás el que ama se sacia de poseer al amado. Hasta nuestros
pobres corazones, limitados y mezquinos, tienen algo de infinito cuando los
llena el amor y no se cansan de anhelar la posesión. Si el corazón humano nunca
se sacia, ¿el Corazón divino y humano de Jesús cómo ha de saciarse de poseer a
las almas que tanto ama?
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