CATENA
AUREA (SANTO
TOMAS DE AQUINO)
El Pontífice, pues, preguntó a Jesús sobre
sus discípulos y sobre su doctrina. Jesús le respondió: Yo manifiestamente he
hablado al mundo; yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, a donde
concurren todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Qué me preguntas a
mí? Pregunta a aquellos que han oído lo que yo les hablé: he aquí éstos saben
lo que yo he dicho. (v. 19-21.)
(CRISOSTOMO.) Como no podían imputarle a Cristo
ningún crimen, le preguntaron sobre sus discípulos; por lo que se dice:
"El Pontífice, pues preguntó sobre
sus discípulos; tal vez donde estaban, o cómo los habla reunido: esto lo decía,
queriendo tratarle como sedicioso y acusarle de innovador, sin atender casi a
nada más que a sus discípulos.
(Teófilo.) Investiga sobre su doctrina cuál es j si
discrepaba de la Ley de Moisés, o la contradecía, para tomar de aquí pretexto
para condenarle como antagonista de Dios. (Alcuino.) No pregunta por amor a conocer
la verdad, sino para encontrar motivo de acusación y entregarlo al Pretor
romano para que le condene. Pero el Señor de tal modo atemperó su respuesta,
que ni ocultó la verdad, ni demostró que se defendía. Sigue:
"Respondió Jesús: Yo he hablado al mundo
manifiestamente; Yo siempre enseñé en la sinagoga y en el templo", etc.
(SAN AGUSTÍN.) No es de pasar por alto esta
cuestión. Si, pues, a sus discípulos no les hablaba claramente, sino que les
ofrecía hora en que les hablaría descubiertamente, ¿cómo ha hablado
manifiestamente al mundo? Además, hablaba mucho más claro a sus discípulos
cuando se hallaban separados de las turbas, y entonces les explicaba las
parábolas que presentaba obscuras a los demás. Pero se ha de entender que
cuando dijo "He hablado públicamente", es como si dijera:
"Muchos me han oído", aunque interiormente no comprendían; y cuando
hablaba aparte a sus discípulos, tampoco lo hacía en secreto; porque ¿quién
habla secretamente haciéndolo en público, principalmente si lo dice a pocos para
que lo comuniquen a muchos?
(TEÓFILO.) Recuérdese aquí aquella profecía que
dice: "No hablé en secreto ni en lugar tenebroso de la tierra".
(CRISÓSTOMO.) O en verdad habló en secreto, pero no
como ellos buscaban, tímida y sediciosamente, sino diciendo cosas sublimes, en
presencia de grande auditorio: Queriendo probar sobradamente la verdad de su
aserto, añade: "¿Qué me preguntas? Pregunta a aquellos que me oyeron qué
es lo que les he dicho; éstos lo saben.
Como diciendo: Tú me preguntas por los míos pregunta
a mis enemigos, que me preparan acechanzas. Estas palabras son solo propias de
un hombre que fía en la verdad de su dicho; este es un irrefragable argumento
de la verdad (una prueba sin réplica) que resulta de la declaración de los
enemigos citados por el acusado.
(SAN AGUSTÍN.) Hasta lo mismo que habían oído y no
habían entendido era de tal naturaleza, que no podían por ello acusarle justa y
verazmente; y cuantas veces intentaron preguntarle para encontrar de qué
acusarle, les respondió de modo que resultó contra ellos su falacia y frustró
sus calumnias.
Cuando esto hubo dicho, uno de los ministros que estaba allí dio una
bofetada a Jesús, diciendo: ¿ Así respondes al, Pontífice? Jesús le respondió:
Si he hablado mal da testimonio del mol; mas si bien, ¿por que me hieres? Y
Anás lo envió atado al, Pontífice Caifás. (v. 22-24.)
(TEÓFlLO.) Como Jesús apelara al testimonio de los
que le habían oído, queriendo un ministro excusarse de ser de los que admiraban
a Jesús, le dio una bofetada. Por eso dice: "Luego que hubo dicho”, etc,
Esto demuestra bien que Anás era Pontífice, pues no había sido aún enviado a
Caifás cuando se dijo esto; y estos dos, Anás y Caifás, eran Pontífices, como
lo dice
San Lucas en el principio de su Evangelio.
(Alcuino.) Aquí se cumple aquella profecía de
Isaías: "Presenté mi mejilla a los
que me abofeteaban"; pero Jesús, herido injustamente, contestó con
mansedumbre: "Si he hablado mal, pruébalo; pero si he hablado bien, ¿por
qué me pegas?
(Teófilo.) Como si dijera: Si hallas algo
reprensible en lo que he dicho, demuestra lo que dije mal; y si no puedes
probarlo, ¿por qué te enfureces? O de otro modo: Si enseñé malamente en las
sinagogas, atestíguaselo al Príncipe de los Sacerdotes; pero si enseñé bien, de
modo que hasta vosotros, siendo ministros, os admirabais, ¿por qué ahora me hieres cuando antes te
admirabas?
(SAN AGUSTÍN.) ¿Qué más verdadero, suave y justo que
esta respuesta? Si consideramos quién es el abofeteado, ¿no querríamos que el agresor fuese consumido
por fuego del cielo, o tragado por la tierra, o revolcado por el demonio, o
castigado con cualquier pena grave? ¿Acaso le faltaría poder para mandar alguno
de estos castigos al que crió el mundo, si no prefiriera mejor enseñamos la
paciencia con que se vence al mundo? Tal vez diga alguno: ¿por qué no hizo lo
que Él mismo mandó, no contestando así al agresor, sino presentándole la otra
mejilla? Porque al dar una respuesta tan llena de mansedumbre, no sólo ofreció
la otra mejilla, sino que preparó todo el cuerpo para clavarlo en la cruz. Así
demostró mejor que cumplía el precepto de la paciencia con la predisposición de
su corazón que con demostración exterior de su cuerpo; pues puede suceder que
el hombre ofrezca airado la otra mejilla, siendo más perfecto contestar
mansamente la verdad con ánimo tranquilo y dispuesto a sufrir mayores agravios.
(Crisóstomo.) ¿Qué cosa era más justa que la de
replicar al Señor o aceptar su dicho? Pero no fue así; porque lo que se hacía
no era un juicio, sino un acto tiránico y sedicioso. No sabiendo qué hacer, lo
envían atado a Caifás. Sigue: "y Anás lo envió atado al Pontífice
Caifás".
(Teófilo.) Sospechando que siendo éste más astuto
podría excogitar algún medio para condenar a muerte a Jesús.
(San Agustín.) Desde el principio le conducían a
casa de éste, como dice San Mateo, porque era el Príncipe de los Sacerdotes en
aquel año: Es necesario comprender que ejercían el pontificado sucesivamente un
año cada uno, y es de creer que Jesucristo fue conducido primero a casa de Anás
por orden de Caifás, o bien porque las casas de éstos estuvieran situadas en
tal disposición que no pudiera pasarse sino por casa de Anás.
(BEDA.) Lo que se ha dicho de llevarle atado no se
ha de entender de qué entonces le ataran, sino desde que le habían aprehendido;
por tanto, lo envió a Caifás como se lo habían presentado; y pudo también
suceder que en aquel acto le hubiesen soltado mientras le preguntaban, y
después, atado otra vez, le hubiera enviado, a Caifás.
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