VIUDA HE HIJOS DE DEL LIC. ANACLETO
“EL QUE
MUCHO ABARCA…”
La
tarea que tenemos que realiza los católicos en nuestro país para resolver
nuestros innumerables problemas es enorme. Y porque es enorme, es necesario que
en lugar de realizarla de un solo golpe y de un solo intento, procuremos echar
sobre nuestros hombros la carga que podamos llevar con todo éxito. Pues de otra
suerte no haremos otra cosa que gastar inútilmente nuestras fuerzas sin
alcanzar siquiera medianamente una aproximación al éxito.
Buscar,
entre tantos problemas que tenemos que resolver, los de más urgente e inmediata
solución y aplazar la de los demás; aparte de una necesidad inevitable es una
regla de buen método, del cual depende el resultado satisfactorio de nuestros
esfuerzos.
Esto
explica que “La Unión Popular” en el programa que formuló para el presente año
de 1926 haya procurado, por una parte, fijarse solamente en algunos de nuestros
problemas, y por otra, en los que se presentan como de más inmediata y urgente
solución.
Porque
desde luego para nadie es un secreto que en materia de instrucción religiosa,
las circunstancias en que nos encontramos los católicos son verdaderamente
lamentables, hasta el punto de poder afirmar, sin temor de exagerar, que
nuestro catolicismo en lo general, es sólo catolicismo de nombre y que estamos
en lo general muy lejos de conocer siquiera medianamente nuestra religión.
Y esto
quiere decir que ante todo debemos consagrarnos a resolver ese problema y
quiere decir también que este problema es de urgente solución; en otros
términos: que sin resolver este problema no se podrán resolver los demás y
quien se entregue a resolver otros sin resolver éste perderá lastimosamente el
tiempo.
Porque
los problemas que tenemos que resolver los católicos en nuestro país, piden,
exigen que cada uno de nosotros viva y actúe como católico, tanto en cuanto a
hacer su influjo en la vida de nuestra Patria, como en cuanto a contribuir
seriamente a libertar a la Iglesia y a las almas y a las conciencias.
Pero
claro está que para esto urge antes que hagamos, un balance de nuestro
catolicismo para saber a ciencia cierta, a la luz de los hechos y no de
guarismos huecos tomados de las estadísticas, si realmente hay una masa de
católicos vivamente penetrados de sus deberes, de sus responsabilidades, de su
doctrina y que estén dispuestos a sacrificarse por sus creencias religiosas.
Las últimas crisis nos han ahorrado el trabajo de hacer ese balance.
Hoy ya
sabemos que si bien es cierto que México es católico, que si catorce millones
de mexicanos son católicos, se trata de un catolicismo superficial, rutinario,
que no ha sabido, que no ha podido, que no ha querido afrontar de cara nuestra
crisis y contribuir con un contingente de acción efectiva y real, para resolver
nuestros problemas. El balance está hecho. Ha arrojado un resultado
desconsolador que nos ha venido a decir que no hay fuerte conciencia católica
ni en los individuos, ni en la sociedad.
Y que
ante todo y sobre todo hay que trabajar por formar esa conciencia. De aquí que
en estos momentos debamos trabajar todos por resolver el problema de formar una
fuerte, honda y viva conciencia católica individual y colectiva.
La
solución de este problema es la clave irreemplazable para resolver todos los
demás. Resuelto éste, natural y espontáneamente llegaremos a la solución de los
otros. Escuelas, catecismo, prensa y organización: de esto vendrá lo demás
insensiblemente, inevitablemente.
EL
BATALLÓN SAGRADO
Nos
ha sido arrebatada la escuela; la niñez y la juventud penetran a la escuela
laica en vanguardias numerosas que van a perder lo único que puede hacerlos
subir por encima del lodo y del cierno, hasta ennoblecerse y valer algo para
Dios y para la Patria.
Sin
embargo, no hemos sido totalmente derrotados. Porque si es cierto que no
podemos abrir tantas escuelas cuantas sean necesarias para transfundir a Cristo
en el alma radiante de la juventud y de la niñez; si bien es cierto que el
despotismo del actual gobierno de Jalisco cierra escuelas y viola
descaradamente el derecho sagrado de la enseñanza, también es cierto que
delante de la escuela laica, delante del maestro pagado con nuestro propio
dinero para corromper lo que es la esperanza de la patria, podemos todavía
levantar fuertes e irresistibles ejércitos de ideas que lograrán derrotar al
laicismo y a la guerra contra Dios. estos ejércitos son de ideas y de palabras.
Porque
nosotros podemos y debemos oponer a la obra infame de extraviar niños y jóvenes
con el laicismo, la prensa periódica, la enseñanza del catecismo y la
propaganda del libro.
Mientras
un maestro laico habla a quinientos niños y todos los maestros laicos hablan a
centenares de millares de niños, nuestra prensa, sobre todo si la protegemos con
firme y decidido empeño, podrá hablarles a centenares de espíritus y podrán
combatir el laicismo con una eficacia abrumadora en todas partes, porque el
laicismo es infiltrado por doquier menos en el templo.
Mientras
el maestro laico siembra la semilla del mal, nuestra enseñanza por medio del
catecismo y del libro soplará sobre las conciencias, arrancará prejuicios y
empujará almas y cuerpos hacia Cristo.
Por
eso nuestras tres cruzadas, la Cruzada de
la Buena Prensa, la Cruzada del
Catecismo y la Cruzada del Libro,
tales como las ha formulado La Unión
Popular, son en estos momentos los grandes, los irresistibles ejércitos de
palabra, de pensamiento, de ideas que podemos oponer con un éxito seguro, con
una victoria inevitable, al maestro laico, a la escuela laica, a la máquina de
guerra del laicismo.
Nuestras
cruzadas hechas millones de periódicos, de palabras que enseñen, de libros que
orienten, son el batallón sagrado que en estos instantes defenderá las murallas
de la Iglesia y que derrotará al laicismo a pesar de todas sus bayonetas, de
todo el odio de los actuales gobernantes y de toda la revolución.
La
consigna en estos momentos es ésta: todos los católicos deben incorporarse al
batallón sagrado de la prensa, de la enseñanza del catecismo y del libro.
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